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¡HORROR, LA TEMIDA CONSULTA DEL MÉDICO!

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Muchos bebés empiezan a llorar en el instante en que llegan a la puerta del pediatra. Y quién puede culparlos. Los pequeños asocian la consulta con que los desnuden en medio de una habitación demasiado iluminada y encima luego ¡les claven una aguja! No seas una de esas madres que se disculpa cuando su hijo chilla al ver al médico: «Perdone, doctor, él no suele comportarse así. En realidad, usted le gusta mucho». Mentiras como ésta niegan los sentimientos del bebé. Sería mejor adoptar otro tipo de actitud, por ejemplo:

• Intenta concertar pocas citas antes de la primera inoculación.

• Sé sincera: «Ya sé que no te gusta estar aquí, pero no me separaré de ti».

• Pregunta cuándo vendrá el doctor a examinar a tu hijo y desvístelo en el último momento. Cógelo en brazos hasta que el médico llegue.

• Quédate al lado de tu bebé mientras el médico lo examina y habla con él.

• Si es hora de ponerle una inyección, no le digas: «Oh, vaya, qué doctor tan malo».

• Dile la verdad: «Cielo, tenemos que hacerte esto porque no queremos que te pongas enfermo».

• No tengas miedo de cambiar de pediatra si tienes la sensación de que el médico trata a tu hijo como un objeto; por ejemplo, si no le dirige la palabra ni lo mira directamente a los ojos.

Poco a poco y a su ritmo, el susceptible Brad se irá haciendo más valiente, más extrovertido y, más adelante, aprenderá a interactuar con los demás, aunque sólo cuando se sienta cómodo y seguro de sí mismo. El movido Charlie aprenderá que no es bueno avasallar a otros niños, pero no lo hará a menos que se lo contenga cuando está fuera de control. Tendrán que pasar algunos meses más hasta que Charlie pueda comprender lo que significa «calmarse», pero no es demasiado pequeño para empezar a aprender. Martha y Paula deben actuar como una red de seguridad para sus hijos, no como un par de agentes de policía. Incluso cuando los niños son demasiado pequeños para regular sus propias reacciones, se sienten más seguros cuando sus madres los ayudan a comportarse. Entonces ven que pueden confiar en mamá si la situación los asusta o abruma.

Y muy importante: les dije a las tres madres, en especial a Martha y a Paula, que tenían que aprender de esta experiencia lo que desencadenaba las reacciones emocionales de sus hijos y aquello que los apacigua. Con un poco de suerte, la próxima vez ellas intervendrán antes de que sus dos hijos se alteren demasiado y monten una escena. No obstante, la lección fundamental es que no pueden penetrar en las emociones de sus bebés. Tienen que saber verlos a través de ellas y explicárselas a sus hijos, sin dramatismos y sin tener también reacciones por sí mismas.

En lugar de reunirse por la tarde, también podrían considerar la posibilidad de quedar por la mañana, después de la siesta; a aquella hora, es más probable que los niños estén bien descansados. También pueden quedar una vez por semana en lugar de dos, que es mucho para los bebés que no han cumplido aún el primer año. Además, por muy buenas amigas que sean las madres, tendrían que prestar atención a la química existente entre sus niños y preguntarse a sí mismas: «¿Es ésta la mejor situación social para mi hijo?». Puede que Charlie se tranquilice, pero entretanto su temperamento básico tal vez sea demasiado impetuoso para un bebé como Brad. Incluso puede que tampoco sea la mejor compañía para Anthony, un niño de libro. Aunque es cierto, reunirse por la mañana seguramente ejercerá una influencia tranquilizadora en Charlie, que por las tardes no se encuentra precisamente en su mejor momento. Sin embargo, también por su bienestar, lo más adecuado sería que se relacionara con un grupo de niños más activos; y que, por ejemplo, se reunieran en un gimnasio o en un parque. En ese caso, él no sería el único niño movido y ese otro tipo de entorno le permitiría desahogar parte de su exceso de energía.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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