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III

ESENCIA DEL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO

III.1.EL ENTRENAMIENTO COMO UN COMPLEJO PROCESO ADAPTATIVO

III.1.1.Planteamiento de la cuestión. Conceptos básicos

En el lenguaje coloquial el concepto de “entrenamiento” tiene distintos significados y se aplica no sólo en el deporte, sino también en otras esferas de la vida.

Históricamente, el concepto de “entrenamiento” tiene un significado concreto. Procede del término inglés “training” que significa ejercicio, adiestramiento, enseñanza. En el deporte moderno el concepto de “entrenamiento” se emplea en un sentido más amplio pero restringido.

En el primer caso, refleja cualquier tipo de sesiones de ejercicios físicos que fortalecen la salud y elevan la aptitud física del hombre.

En el segundo caso, se estudia como un proceso de formación, educación y perfección de las posibilidades funcionales del individuo para alcanzar altos resultados deportivos en un determinado tipo de actividad motriz.

A diferencia de las demás formas de actividad pedagógica, independientemente de su carácter social, el entrenamiento deportivo afecta directamente y en grado máximo los procesos biológicos, provocando transformaciones dinámicas o duraderas, estructurales y funcionales en el organismo. Su conocimiento como tarea de la teoría y práctica del deporte permite penetrar con mayor profundidad en la esencia del proceso adaptativo y sobre dicha base formular aquellos principios del entrenamiento que garanticen su alta eficacia.

Los intentos por agrupar los datos empíricos desde los puntos de vista científico-particulares (bioquímicos, fisiológicos, sociopsicológicos, deportivo-pedagógicos, etc.) han propiciado que muy a menudo errores de carácter metodológico. Evitar éstos es posible únicamente en el marco de unas nociones sistemáticas para la formación y la conducta de los sistemas vivos en su interacción activa con los factores del ambiente. De aquí se deduce que las bases metodológicas modernas y científico-naturales del entrenamiento deportivo deben establecerse sobre los resultados de las ciencias de la naturaleza biosocial del hombre y de las ideas de la cibernética para regular sistemas complejos de conducta probable.

En 1809, en su obra Filosofía de la zoología, J.B. Lamarque expone sus ideas sobre el desarrollo evolutivo de las especies, formulando el concepto de la influencia estimulante de la experimentación sobre los órganos y sistemas del organismo. Precisamente la capacidad de la materia viva para adaptarse y autoperfeccionarse activamente es el resultado de la interacción contradictoria en el sistema “organismo-ambiente”.

La idea de Lamarque fue desarrollada posteriormente por el embriólogo y morfólogo alemán W. Ru. Éste considera que la función no sólo desenvuelve y da forma acabada a los distintos órganos y sistemas, sino que también los especializa según el carácter de la influencia sobre éstos. Dicha capacidad de los seres vivos para reajustar sus funciones es denominada por W. Ru adaptación funcional. Por su esencia, es una propiedad emanante de la materia viva, lo cual se determina como la ley más universal e importante de la vida. En su base radica la sincronización de tres procesos: materiales, energéticos e informativos. Éstos son profunda y cualitativamente distintos, pero se funden en cierta unidad de orden superior, lo que puede definirse como una “tríada biológica” que forma la base dinámica de la vida (Engelhard W., 1969). De hecho, estos tres flujos concretan los vínculos entre la organización estructural de los sistemas vivos y el entorno.

Los datos experimentales señalan que en las proteínas y en los ácidos nucleicos, sin los que la vida es imposible, existe una diferenciación rigurosa de las funciones que garantiza el metabolismo y la capacidad del organismo para recuperarse, renovarse y autorreproducirse. Son de una importancia singular para las funciones vitales los vínculos informativos dentro del organismo y con el ambiente externo. Al crear orden, regulación y autorregulación de los procesos en el organismo, agrupando la actividad de sus fragmentos en un sistema único, total y armónicamente vigente, el flujo informativo crea la unidad y la armonía de los tres flujos: material, energético e informativo.

Para el proceso del perfeccionamiento deportivo, este hecho es de importancia primordial. Su optimización es una función orgánica de la naturaleza material, energética e informativa del organismo vivo para actuar recíprocamente con los medios y métodos del entrenamiento, reflejarlos de una manera determinada y reaccionar a ellos, conservando además su integridad y especificidad. A esto se debe que el proceso de perfeccionamiento deportivo esté inseparablemente vinculado con el conocimiento de las reformas adaptativas en el organismo, que bajo la influencia del entrenamiento, conducen a cambios cualitativos en el carácter de sus vínculos externos.

La adaptación, como concepto científico-general, normalmente se estudia en dos aspectos: filogenético y ontogenético.

En el primer caso, la adaptación se determina como genotípica, que radica en la base del proceso evolutivo de las distintas poblaciones y se caracteriza por duraderos cambios adaptativos por la vía de las modificaciones hereditarias y de la selección natural. Éste es un proceso histórico de formación del código genético que garantiza una estabilidad relativa y una especificidad del proceso adaptativo en la ontogénesis de los sistemas vivos.

En el segundo caso, la adaptación se determina como fenotípica, adquirida bajo la influencia directa de una serie de factores sociales y ecogénicos, y se caracteriza por una gran dinámica de los cambios adaptativos en la homeostasis de los sistemas. Precisamente esta adaptación fenotípica tiene importancia fundamental para la teoría y la metodología del entrenamiento deportivo.

Al examinar el entrenamiento deportivo como un proceso adaptativo desde el punto de vista del enfoque sistemático, cabe señalar que dicho concepto comprende tanto las reacciones adaptativas directas del organismo como los resultados del proceso adaptativo. Por consiguiente, la adaptación en el deporte tiene dimensiones inmediatas (dinámicas) y acumulativas (estables):

como proceso, refleja las relaciones de causa y efecto entre la carga externa (física) y las reacciones internas del organismo: la fatiga y la recuperación de las reservas bioenergéticas;

como estado, surge paulatinamente y refleja los resultados estables de esta interacción, conocidos como estado de entrenamiento y forma deportiva.

Las relaciones mutuas entre los distintos eslabones de la adaptación dinámica y acumulativa está presentada en un bloque-esquema (fig. 3.1 según Meerson F., 1981). Éste muestra que la actividad contráctil de los músculos, bajo la influencia de la carga física, provoca cambios respectivos en los sistemas de aseguramiento energético (ante todo el balance de los fosfatos macroenergéticos en la célula). Los cambios refuerzan la síntesis del ATP y restablecen el desequilibio. Estos procesos son el eslabón inicial de la adaptación dinámica. Junto con ello, la carga física activa también el otro mecanismo más complejo de regulación mediante el “factorregulador”. Éste controla la actividad del aparato genético y determina la velocidad de la síntesis del ácido nucleico y de las proteínas específicas en la célula. De este modo la adaptación acumulativa aumentará las estructuras contráctiles del músculo y su efectividad y garantía energética.

Pero este esquema general de la adaptación fenotípica (como conjunto determinado de estados y reacciones) no revela el carácter fásico del proceso adaptativo según la magnitud y el carácter de las influencias externas. Nos da cierta idea sobre ello la teoría del estrés de H. Selye, con la que el científico canadiense estudia el estado de tensión del organismo que ha surgido bajo la influencia de estímulos sumamente fuertes, independientemente de su origen: físico, psíquico, químico, etc. Dicho estado de excitación (tensión) elevada en el organismo es definida por H. Selye como “síndrome general de adaptación” (S.G.A.) o “síndrome del estrés biológico”. El autor divide su desarrollo en el tiempo en tres fases básicas:

•estadio (reacción) de alarma;

•estadio de resistencia;

•estadio de agotamiento.

El estudio del estrés como una reacción defensiva y adapttaiva de todo el organismo determina su naturaleza universal y crea una sólida base metodológica para revelar la esencia del entrenamiento deportivo como un complejo proceso de adaptación.

Fig. 3.1. Interrelación entre los eslabones de la adaptación inmediata y la duradera (Meerson F., 1981).


III.1.2.Estadios y fases fundamentales del proceso de adaptación

Según H. Selye, todas las influencias externas provocan en mayor o menor grado alteraciones en el organismo, cuyo efecto global él denomina “reacción de la alarma”. Algunos experimentos comprueban que al cabo de 24 horas del surgimiento de dicha reacción en el organismo aparece obligatoriamente una nueva serie de transformaciones que son propias de todos los representantes del reino animal, incluido el ser humano. Es más, estas alteraciones secundarias dependen directamente del tipo y de la intensidad de la influencia que ha provocado la reacción de alarma (Reushkin V. N., 1985).

Otras investigaciones demuestran que la reacción de alarma es sólo el eslabón inicial de un proceso en cadena que al cabo de 24 horas eleva la resistencia del organismo a las influencias que han originado esta reacción. Precisamente esta disposición del organismo para un “nuevo encuentro” con una influencia dada se conoce como “reacción de espera”. Es el resultado de la activación de las reservas funcionales del organismo que ocasionan las respectivos cambios estructurales y aumentan la fiabilidad del sistema inmunitario. El efecto formativo de dicho fenómeno se manifiesta con claridad cuando la influencia externa tiene una periodicidad de 24 horas. Es entonces cuando la reacción de espera va modificando paulatinamente la correlación entre los componentes funcionales y estructurales: si en los primeros días ésta se forma ante todo por cuenta de la elevada actividad y capacidad de trabajo de los órganos y también de los tejidos participantes en la adaptación del organismo, posteriormente aumenta cada vez más la importancia de las modificaciones estructurales.

Según la intensidad de las influencias externas, todas las reacciones del organismo pasan por tres estadios.

En el primer estadio, el proceso adaptativo se realiza por cuenta de la elevada actividad funcional de los órganos y los tejidos directamente ocupados en dicho proceso. Se denomina adaptación dinámica, que pasa por tres fases que revelan la característica cualitativa del estado operativo del organismo.

La primera fase se distingue por la incorporación intensiva del organismo, que transcurre en condiciones de fatiga compensatoria y tiene expresión cuantitativa en criterios objetivos como: la frecuencia cardíaca, la ventilación pulmonar, el consumo de oxígeno, la acumulación de lactato en la sangre, etc.

La segunda fase se caracteriza por el pleno despliegue de la total capacidad funcional del organismo y el uso racional de sus reservas en las condiciones de una creciente fatiga, pero en el marco de una homeostasia estable.

La tercera fase refleja el desequilibrio entre los gastos corrientes del biosistema y su compensación como resultado del agotamiento de los recursos energéticos, la fatiga de los centros nerviosos y el desequilibrio de la regulación entre las funciones motrices y vegetativas del organismo. El paso frecuente a esta fase de adaptación dinámica se refleja desfavorablemente sobre los cambios estables adaptativos y en muchos casos provoca graves deformaciones estructurales y funcionales.

En el segundo estadio, el proceso adaptativo se efectúa por cuenta de las transformaciones estructurales y el aumento de las reservas del organismo. Es la conocida adaptación acumulativa. Transcurre en cuatro fases fundamentales que revelan la característica cualitativa del estado resistente del organismo (Volkov N., (1986)). Dichas fases se hallan en la base del entrenamiento deportivo y tienen gran importancia para la periodización del proceso de entrenamiento.

Fase inicial de adaptación: se realiza mediante la rápida movilización de las funciones vegetativas que toman parte en la garantización aerobia de la actividad muscular. Estas funciones se desenvuelven bajo los efectos de distintas influencias de entrenamiento, pero el proceso de la adaptación se efectúa de modo relativamente lento debido al carácter inespecífico de la carga. En principio, la fase inicial de la adaptación corresponde a la primera etapa del período preparatorio cuando se emplea un gran volumen de distintos ejercicios físicos de intensidad moderada. En algunos deportes esta fase puede continuar de 3 a 4 meses.

Fase de adaptación específica: se caracteriza por la formación de la conocida “huella sistemático-estructural” (Meerson F., 1981). Refleja los cambios específicos de adaptación en las funciones conductoras del organismo de las que en mayor grado depende el resultado de la actividad motriz respectiva. Esto sucede mediante el aumento de los ejercicios de preparación especial y la intensidad de las cargas de entrenamiento. La fase de la adaptación específica dura generalmente de 1 a 2 meses. Con ella finaliza el período preparatorio del macrociclo de entrenamiento.

Fase de adaptación completa: se alcanza un nivel máximo de la capacidad de trabajo general y especial que garantiza las condiciones óptimas para desarrollar y regular perfectamente las funciones conductoras. Éste es el período en el que se alcanza y se mantiene la forma deportiva. Tienen aquí una importancia prioritaria los ejercicios específicos (de competición) y los métodos de entrenamiento. Su duración varía de 3 a 6 semanas según la agenda deportiva y la especificidad del deporte respectivo.

Fase de readaptación: se caracteriza por el agotamiento paulatino de la “reserva adaptativa específica” y de las funciones conductoras, lo que inevitablemente conduce a la descoordinación en su actividad y respectivamente a la pérdida temporal de la forma deportiva. Dicho estado se puede superar mediante una variación razonable de las influencias de entrenamiento por magnitud, carácter y orientación, así como la eliminación de la tensión psíquica que acompaña a la actividad competitiva. La reserva adaptativo específica, recuperada de este modo, permite entrar de nuevo en la forma deportiva.

El tercer estadio del proceso adaptativo se caracteriza por un gran agotamiento de la “energía adaptativa general” (H. Selye) y cambios destructivos en la estructura y las funciones del organismo que son el resultado de las influencias inadecuadas y estresantes del ambiente. El agotamiento crónico de los mecanismos compensatorios sitúa la homeostasia del sistema en un estado crítico: en el límite entre la norma y la patología. En la esfera del deporte son los conocidos estados de gran fatiga, estado de sobreentrenamiento, etc., como resultado de la dosificación incompetente de las cargas de entrenamiento, el uso de estimulantes, la violación drástica del régimen deportivo, etc.

III.1.3.Actividad y especificidad del proceso de adaptación

El carácter fásico del proceso adaptativo es el resultado de la interacción en el sistema “ambiente-organismo”. Esto significa que las “complejas transformaciones estructurales y funcionales en el organismo no surgen de la influencia, sino de la interacción de los procesos. Uno de éstos es la influencia de los factores externos sobre el sistema vivo y el otro es la actividad del propio sistema respecto a dichos factores” (Leontiev A. N., 1966).

La actividad del proceso adaptativo es una propiedad que emana de los sistemas vivos para reflejar el ambiente (interno y externo) y conforme a ello regular de manera selectiva su actividad y conducta hacia cambios dinámicos en un momento dado y aquellos que han de surgir, es decir, elaborar en sí mismos las así llamadas reacciones anticipadas a estímulos externos.

Esta capacidad del organismo se efectúa a diferentes niveles (molecular, celular, tisular, en los órganos y en cada subsistema del organismo), pero merece especial atención el hecho de que sólo dentro del marco de todo el sistema las relaciones mutuas materiales, energéticas e informativas añaden unas peculiaridades cualitativamente nuevas al proceso adaptativo. Precisamente dichos aspectos y particularidades de la actividad del todo caracterizan la especificidad del proceso adaptativo. Por consiguiente, la actividad es una estructura integral de estados y reacciones del organismo que garantiza su autorregulación y equilibrio dinámico con los factores del ambiente. Se destaca por las siguientes características que posibilitan el revelar la especificidad del proceso adaptativo: adecuación, selectividad y eficiencia, regulación de las funciones y capacidad para formar reacciones anticipadas. La revelación de su naturaleza tiene una gran importancia gnoseológica y metodológica sobre la esencia del entrenamiento deportivo como proceso adaptativo.

La adecuación es una medida para la correlación entre las reacciones actuales del organismo y la especificidad de las influencias externas. El problema del abanico de influencias adquiere un peculiar carácter actual debido a las limitadas capacidades adaptativas del organismo y al hecho de que tras este umbral se penetra en la zona de la patología. Dentro del marco de este abanico las reacciones adaptativas se pueden activar al máximo sin las respectivas consecuencias patológicas. Esto se refiere ante todo a los así llamados factores extremos típicos para la actividad de entrenamiento y competición en el deporte. Generalmente en esta categoría se incluyen aquellas influencias ambientales que provocan un estado de descoordinación dinámica. En semejante estado se vulnera la adecuación de las reacciones fisiológicas, psicológicas y comportamentales humanas (Kuznetzov A. G., 1979), es decir, se exceden sus actuales recursos adaptativos (Selye H., 1960). En este sentido, el concepto de “carácter extremo” es sumamente relativo según el grado de preparación del organismo, es decir, de su estado de entrenamiento actual. Por tanto, el criterio más fiable del grado admisible de “influencia estresante” es el estado estable de los sistemas vitales básicos del organismo en unas condiciones ambientales inadecuadas. Por esta razón, las cargas extremas de entrenamiento y competición se deben considerar como un factor esencial para elevar la capacidad de trabajo general y especial del organismo en el caso de que no produzcan modificaciones patológicas momentáneas o posteriores.

La selectividad y la oportunidad son formas del proceso adaptativo que se manifiestan en la orientación selectiva hacia la influencia de aquellos factores del ambiente que poseen una importancia vital para la existencia del sistema vivo. De aquí se desprende también el carácter oportuno de sus acciones y conducta. Las investigaciones han confirmado que el organismo forma de manera más rápida y plena la así llamada reacción de espera cuando está sometido a estímulos considerables. Ante estímulos menos importantes la “reacción de espera” disminuye proporcionalmente su efectividad. Este hecho se halla en plena correspondencia con la teoría de los sistemas funcionales de Anojin P. K., según la cual es imposible efectuar simultáneamente en la célula y con igual efectividad reestructuraciones que aseguren su resistencia a varios estímulos. En este caso su actitud es selectiva: elige y, respectivamente, gradúa los que provocan las alteraciones más esenciales en el organismo y, en correspondencia con ello, “pasa” a la formación de una reacción específica de espera, orientada precisamente hacia la compensación de dichas alteraciones. Esta actividad específica del proceso adaptativo está influida tanto por la fuerza y el carácter de las influencias externas, como por su periodicidad. De lo contrario, la reacción de espera se extingue rápidamente –se reprime la actividad funcional de los sistemas y se destruyen las modificaciones estructurales surgidas vinculadas con las proteínas recién sintetizadas.

La función de regulación y dirección del proceso adaptativo se expresa ante todo en los cambios estructurales y funcionales, que dependen no sólo de la naturaleza del estímulo, sino también de la del propio organismo. La actividad de las reacciones adaptativas se manifiesta en este caso por un sistema de procesos reguladores que mantienen la constancia de las estructuras y de las funciones del organismo a distintos niveles. Este sistema, conocido en biología como homeostasia, se caracteriza por una admirable plasticidad de sus mecanismos adaptativos. Son numerosas las investigaciones que muestran que el dinamismo de los procesos adaptativos, efectuados en las distintas etapas de la preparación deportiva, se diferencia por una determinada sucesión.

Ante todo se activan los procesos bioquímicos que se distinguen por una regulación compleja y para cuya garantía se necesita la participación de un gran número de funciones fisiológicas. Un ejemplo típico es la respiración de los tejidos.

Los cambios adaptativos, vinculados con el desarrollo de las capacidades aerobias, transcurren muy lentamente y requieren un continuo período de entrenamiento. Se desarrollan de manera muy lenta también los cambios de adaptación, vinculados con las síntesis de las proteínas específicas que garantizan la alta capacidad contráctil de los músculos. Pero, al desarrollarse paulatinamente bajo la influencia del entrenamiento, ¡estos cambios se conservan largo tiempo en el nivel alcanzado!

Se desarrollan con mucho mayor rapidez bajo la influencia de las cargas físicas aquellos cambios adaptativos que se relacionan con la participación del proceso glucolítico anaerobio. Pero éstos desaparecen rápidamente después de suspender las cargas de entrenamiento. Éstas y una serie de otras peculiaridades del proceso adaptativo se deben conocer bien, porque sobre ellas se forma toda la diversidad de los medios y métodos de entrenamiento.

La actividad y la especificidad del proceso de adaptación revelan con mayor plenitud su naturaleza en la capacidad de los sistemas vivos para crear estructuras de reacciones anticipadas, es decir, anticipar la marcha de los acontecimientos sucesivos en el mundo exterior, reproduciendo los importantes factores vitales del ambiente con los que se encontrarán en el futuro. Dichos “modelos del futuro indispensable” (Bernstein N. A., 1966) o “aceptor de la acción” (Anojin P. K., 1962) convierten el proceso adaptativo en un sistema sumamente fiable y activo para un equilibrio dinámico con el medio ambiente. Algunas investigaciones sistemáticas, realizadas en los últimos años, han comprobado que el reflejo anticipado es una manifestación regular de la vida que permite a los organismos, con la ayuda de las relaciones de reflejo condicionado y todo el aparato de regulación, asomarse profundamente al futuro y construir unos modelos sumamente precisos de la actividad futura. Esta peculiaridad del proceso de adaptación halla su manifestación suprema en el ser humano bajo la forma de actividad eurística y científico-pronóstica.

A la luz de las ideas expuestas el entrenamiento deportivo debe estudiarse como un “instrumento” sumamente eficaz para influir de manera activa y oportuna sobre la naturaleza biosocial del ser humano con el fin de desarrollar, perfeccionar y manifestar sus capacidades motrices e intelectuales. Con este objetivo hay que conocer tanto las influencias del entrenamiento (la carga), así como las modificaciones funcionales del organismo (la fatiga y la recuperación) que provocan unos cambios adaptativos duraderos para elevar la capacidad de trabajo (el estado de entrenamiento y la forma deportiva) y alcanzar altos resultados deportivos.

III.2.EL ENTRENAMIENTO COMO PROCESO DE REGULACIÓN

III.2.1.Cuestiones metodológicas generales

El perfeccionamiento deportivo se caracteriza ante todo por su estructura multifacética y las relaciones complejas de causa y efecto que no siempre se someten a una observación directa. Son inabarcables desde el punto de vista de las ideas pedagógicas tradicionales sobre la organización del proceso de entrenamiento y pueden entenderse sólo sobre la base de los principios generales de la regulación formulados por la cibernética.

El surgimiento de la cibernética es una etapa notable en el desarrollo del conocimiento humano sobre la naturaleza y la sociedad. Las ideas principales para su aparición se generan a mitad de la década de los años treinta y durante la Segunda Guerra Mundial con los esfuerzos mancomunados de biólogos, matemáticos, físicos, ingenieros y otros técnicos.

Las obras fundamentales de K. Shenon, D. Noyman, A. Kolmogorov y el primer libro de generalización de N. Viner, “Cibernética de control y comunicación en el animal y la máquina”1 (1948), tienen una importancia especial para crear el núcleo de la cibernética. La denominación se ha dado por analogía con el griego antiguo –”kibernetes” = “timonel”–, es decir, la habilidad para manejar un barco. Se considera que el primero en emplear dicho término en un plano científico fue el filósofo griego Platón (427-347 a.C.) como arte de gobernar la sociedad. Mucho más tarde, apenas en 1843, surge la “cibernética” en la sistematización de las ciencias sociales del matemático y físico francés A. Ampère como ciencia para gobernar el Estado.

Por su esencia la cibernética es una ciencia muy general para gestionar complejos sistemas dinámicos mediante los procesos informativos que se efectúan en éstos o entre éstos y el medio ambiente. Por consiguiente, el concepto de “sistema” ocupa un lugar central en la cibernética, porque sin el sistema, fuera o independientemente del mismo, no puede existir la gestión. La característica fundamental del sistema consiste en un gran número organizado de elementos mutuamente vinculados en un todo único con un objetivo general.

La complejidad de un sistema se puede estudiar ante todo desde dos puntos de vista:

–como complejidad de la estructura, es decir, la diversidad de los eslabones y las relaciones que informan sobre el estado del sistema;

–como diversidad de actividades, es decir, los distintos estados en que se puede hallar o transformar el sistema (de equilibrio, transitorios, periódicos).

La transformación de un sistema dado de un estado a otro es de importancia excepcional para su funcionamiento y estabilidad. Según U. R. Ushby, la estabilidad es una de las cualidades más notables del sistema y está estrechamente vinculada con la invariancia, es decir, a pesar de que el sistema soporta una serie de cambios, conserva algo inalterable. Es la así llamada adaptación o capacidad para acomodarse a los cambios del ambiente. Está desarrollada en sumo grado en los organismos vivos, cuyos mecanismos se reconstruyen rápidamente y mantienen el sistema en un estado estable. En este proceso complejo y multifacético destaca ante todo el mecanismo fisiológico para ahorrar (optimizar) las funciones, es decir, conservar la homeostasia del sistema con el menor gasto de materia, energía e información.

Es imposible estudiar y optimizar los procesos de gestión sin aclarar la esencia del concepto de “información”. Según N. Viner, a pesar de hallarse en estrecho vínculo con los procesos energético-materiales, la información no es materia ni energía. De hecho, es la que se halla más estrechamente vinculada con el reflejo, que es atributo de la materia. La cibernética adopta la información como medida de la variedad de objetos y procesos que por su parte siempre generan, conservan, transfieren o consumen información. Por tanto, el proceso informativo es de tal manera un reflejo de la estructura interna y del ambiente externo, que el sistema lo emplea para proteger su determinación cualitativa y su desarrollo. En otros términos, la interacción o diversidad dada para convertirse en información debe ser “reflejada” ante todo (una condición necesaria del proceso informativo) y, en segundo lugar, reflejada por un sistema de autorregulación, es decir, debe adquirir sentido y valor para transformarse finalmente en un factor de la gestión (la regulación) de dicho sistema. De este modo el concepto de “información” se convierte en una categoría específica de descripción de los procesos y fenómenos junto con las categorías “materia”, “movimiento”, “espacio” y “tiempo”.

El enfoque cibernético hacia el proceso del entrenamiento deportivo puede determinarse esquemáticamente como una relación de lo general hacia lo particular, es decir, como las leyes generales de la regulación, reveladas por la cibernética, se manifiestan en el caso particular de la regulación: perfeccionamiento de la estructura y las funciones del organismo humano en las condiciones de la actividad de entrenamiento y competitiva. El empleo de dichas leyes de regulación, la transformación de la información y el análisis de los complejos sistemas dinámicos es una de las vías más progresistas para el desarrollo de la teoría y la práctica del deporte. Precisamente desde estas posiciones el objeto de la regulación en el proceso de entrenamiento –el organismo vivo– representa un complejo sistema de relaciones vinculadas dinámicamente tanto entre sus eslabones internos (sistemas, órganos y partes) como con el ambiente externo. La adaptación activa a este ambiente es la esencia del entrenamiento deportivo que, desde las posiciones de la cibernética, se puede considerar tanto como un proceso, como un complejo sistema dinámico: el papel del subsistema dirigente lo ejerce el pedagogo deportivo (el entrenador) y el del subsistema dirigido y autorregulador, el deportista (fig. 3.2).

Fig. 3.2. El entrenamiento como proceso de regulación (bloque-esquema).


La esencia de la regulación consiste en transformar el sistema dirigido de un estado en otro (previamente planificado) mediante una influencia sobre sus variables. Esto se efectúa mediante una carga de entrenamiento, es decir, la señal de entrada, y el resultado de dicha influencia, la señal de salida, que serán las desviaciones y modificaciones de los tejidos, órganos y sistemas del organismo.

El carácter informativo de la carga de entrenamiento se determina por la relación de doble sentido entre las influencias externas (la carga física) y los cambios adaptativos en el organismo del deportista. Como todo proceso de regulación, la influencia en vía de formación de los medios y métodos de entrenamiento está relacionada con la elaboración de la información: unas específicas señales que entran en el sistema y ejercen una u otra influencia sobre su estado. La esencia material del proceso informativo se contiene en las señales, portadoras de la respectiva información. Son los ejercicios físicos con sus características espaciales, temporales y de fuerza. El valor informativo de estas últimas se determina tanto por la cantidad y la calidad (la utilidad) de la información entrante, como por la capacidad receptora del sistema. En otros términos, la información dirigente se contiene en el algoritmo de las influencias externas sobre los parámetros morfofuncionales del organismo, y su parte elaborada, conocida como “efecto neto”, en los respectivos cambios adaptativos de sus vínculos internos y externos.

Por consiguiente, la esencia física de la información, su naturaleza material, se relaciona con la magnitud y la estabilidad de los cambios estructurales y funcionales del organismo como función de la fuerza, la secuencia y la cantidad de los estímulos que actúan sobre el organismo en el proceso de entrenamiento. Pero, como subraya Verkhoshansky Y. (1970), si cada carga de entrenamiento es un estímulo, no todos los estímulos llevan una partícula de información dirigente sobre el estado dado del sistema. Se hace evidente que el progreso de la metodología del entrenamiento está vinculado de forma inseparable con el aumento del valor informativo de los complejos utilizados por las influencias reguladoras. Este problema fundamental de la teoría del deporte se resuelve mediante el estudio de la capacidad del organismo como un sistema biosocial para recibir, procesar y conservar información según su estado funcional. Del bloque-esquema principal se deriva que el resultado inmediato de la carga física es el así llamado efecto de entrenamiento inmediato, que se manifiesta por la reducción o el agotamiento de la capacidad de trabajo como consecuencia de procesos activos de desasimilación. Dicho en otros términos, se llega a un estado de fatiga parcial o global, cuyos magnitud y carácter provocan el despliegue de procesos activos de recuperación para su eliminación y para recuperar el equilibrio dinámico (la homeostasia) del sistema con una fase posterior de supercompensación (véase IV.1.1). En otros términos, la carga y la recuperación, independientemente de su orientación contraria, deben estudiarse como dos fases mutuamente relacionadas del entrenamiento deportivo: la carga, como un proceso de producción y acumulación de fatiga; la recuperación, como un proceso de eliminación de la fatiga (Iliev Il., 1996). La suma del crecimiento neto y la capacidad de trabajo del organismo, como función del tiempo, conduce al así llamado efecto acumulativo de entrenamiento, con sus características estables de elevada adaptación general y especial, respectivamente, hasta alcanzar altos resultados deportivos.

Se hace evidente que para optimizar las cargas de entrenamiento, es decir, para aumentar su “potencial entrenamiento”2 es de suma importancia la fiabilidad de la información sobre la magnitud y el carácter de la fatiga, la dinámica y los procesos de recuperación, así como sobre el efecto acumulativo del entrenamiento. Precisamente sobre esta base se pueden buscar las combinaciones más eficaces de los distintos componentes de la carga, conforme a las etapas de la preparación y la especificidad de la correspondiente actividad motriz.

La realización práctica de este ciclo cerrado y su elevación periódica a un nivel cualitativamente nuevo dependen de una serie de circunstancias de las que las más esenciales son dos:

•la información más completa y fiable sobre los cambios en el sistema dirigible “deportista” y su orientación oportuna hacia el sistema dirigente “entrenador” por la vía del vínculo inverso;

•procesamiento y análisis rápido y preciso de la información obtenida por el eslabón dirigente y selección de la variante óptima para introducir correcciones en el siguiente programa de entrenamiento.

Dicho intercambio bilateral de información requiere un alto grado de organización de todo el sistema (el entrenamiento deportivo), es decir, el logro de un máximo efecto con unos gastos materiales, energéticos e informativos relativamente bajos. De hecho, es la así llamada optimización del proceso de entrenamiento, es decir, la selección de la variante más oportuna de todas las posibles.

La complejidad de la regulación en el proceso de entrenamiento consiste en los intentos por influir sobre el sistema de autorregulación (el organismo), cuya conducta desde el punto de vista de la cibernética puede definirse como estadísticamente determinada (Eshby U. R., 1964); es decir, se define por sus propias leyes, gran parte de las cuales se desconocen. La regulación de semejantes sistemas tiene carácter estocástico, es decir, el resultado de la influencia reguladora no se puede pronosticar de una manera simple. De este modo, la gran entropía3 no permite elaborar modelos precisos del estado inicial, restringe los métodos de observación sobre los cambios dinámicos y sus mecanismos, y, finalmente, (según Amosov N. A., 1968) obstaculiza el formular claramente el propósito de la regulación, es decir, elaborar un modelo para el estado final del sistema dirigido. El modelo es sumamente general, poco claro, ante todo cualitativo. Falta una característica cuantitativa de sus parámetros básicos.

A las razones objetivas hay que añadir también otra complejidad de la regulación: su carácter indirecto. Por ejemplo, el estado funcional (fuerza, resistencia, rapidez, etc.) no se puede mejorar de una manera directa. Esto se hace posible mediante el así llamado efecto acumulativo de entrenamiento como resultado de la influencia global de cada entrenamiento: efecto de entrenamiento inmediato. La valoración (objetivación) de estos dos efectos se elabora sobre una serie de criterios, a veces totalmente contradictorios. Por eso tenemos una regulación en el sentido estricto de la palabra sólo en relación con la conducta del deportista (Zatziorsky V. M., 1968), lo que genera otro tipo de efecto de entrenamiento, cuya suma a fin de cuentas conduce al resultado deseado.

III.2.2.Conceptos modernos de regulación de la actividad motriz

La superación de estas dificultades es posible a la luz de las nuevas ideas de la estructura jerárquica y la organización de los sistemas vivos. Desde estas posiciones, cada fase del complejo motor forma un sistema jerárquico, elaborado sobre el principio de la correlación y la subordinación que garantiza una realización eficaz del potencial motor del individuo en el marco de una tarea motriz concreta. Según Alexiev M. A., Gurfinkel V. S., Schick M. y Gydikov A. (1970), dicha estructura dinámica posee las siguientes particularidades:

–el aparato motor tiene muchos grados de libertad;

–en cada movimiento natural toman parte varias decenas de músculos;

–en los movimientos naturales el funcionamiento de los distintos músculos está coordinado;

–cada músculo puede funcionar en régimen estabilizante y fásico, y participar en distintos movimientos;

–en los movimientos estabilizantes siempre se contiene un número de 2-4 diferentes correcciones en el tiempo;

–los movimientos que se distinguen por clases no son muchos;

–la cantidad de los movimientos realizados es bastante más baja que la de todos los movimientos biomecánicamente posibles;

–los errores en el complejo sistema cinemático no se suman, sino que existen movimientos en los que las desviaciones en el punto de trabajo son menores que en los eslabones intermedios.

Conforme a la concepción expuesta, la elaboración de los movimientos se estudia como una labor “minimizante” en lo que se refiere a las desviaciones de la trayectoria del movimiento realizado respecto a lo planificado. Es posible solucionar este problema sólo cuando el movimiento se estudia inseparablemente de la interacción externa. En la base del motor humano se halla no la simple secuencia de reflejos externamente determinados, sino un sistema complejo de procesos nerviosos, mucho más dinámico y funcionalmente flexible y adaptativa a los cambios en el entorno interno y externo del organismo. La regulación arbitraria de este sistema se elabora sobre la información presentada (su procesamiento y programación probable) y se realiza mediante la información operativa (el mando) y el control sobre la actividad (con la ayuda de la información inmediata por los canales del vínculo inverso). De este modo, la conducta del complejo sistema biosocial “deportista” se estudia como determinado a un nivel “fónico” más bajo y como estocástico a un nivel semántico más alto, lo que se considera primordial (determinante), porque refleja una forma de conducta cualitativamente más alta.

Los estudios intensivos de la evolución morfofuncional de las funciones motrices durante los últimos años nos han dado la noción de su organización por niveles. En este sentido merecen atención especial las ideas de Gelfand I. M., Tzeytlin M. L. y Gurfinkel V. S. (1960, 1966, 1971) para el conocido modo de regulación “matricial”. Conforme a este concepto, las estructuras dirigentes del cerebro, que se hallan a un nivel más alto, envían a las instancias medulares de un nivel más bajo no mandatos concretos (detallados) a los músculos, sino señales de conexión de unas u otras “matrices de regulación”. Estas últimas son sistemas de reglas anteriormente elaborados, localizados en los aparatos segmentarios de la médula espinal. De este modo el hábito motor se puede considerar como un proceso que transcurre dentro del marco de las matrices de regulación, cuya realización se determina por el tipo eventual de dependencias entre los eslabones del aparato laboral. Sobre esta base se formuló también el “principio de la interacción menor” según el cual el complejo sistema multigradual de regulación de los movimientos se estudia como un conjunto de subsistemas que poseen autonomía relativa. Cada uno de éstos tiene su tarea “personal” según el tipo de movimiento dado, lo que disminuye los grados de libertad del aparato motor y hace que el movimiento sea regulable, es decir, ejecutable. Esta concepción está en plena correspondencia con uno de los principios fundamentales de la cibernética, el de la “simplificación de la complejidad”, es decir, para la “diversidad necesaria” formulado por Eshby U. R. En este sentido, la automatización de los actos motores es una aspiración de los niveles superiores de minimizar su interacción con los niveles inferiores.

Dichos mecanismos de regulación de los movimientos han sido comprobados experimentalmente en muchas investigaciones (Delgado H., 1971; Granit R., 1973; Kotz M., 1975, etc.). Con la ayuda de métodos electrofisiológicos modernos se descubrieron mecanismos importantes en los sistemas de regulación de la actividad motriz. Schick M. L. ofrece un modelo del sistema de regulación de los movimientos en general a tres niveles distintos de organización. El primer nivel consta de las secciones superiores del cerebro que garantizan las locomociones por vía de la activación del “área locomotriz”, enviando hacia ésta un flujo de impulsos excitantes. La intensidad de la actividad motriz (por ejemplo el cambio de correr a caminar y viceversa) se logra aumentando o disminuyendo el flujo excitante. El segundo nivel comprende el “área locomotora”. Dicho nivel realiza el régimen necesario de trabajo, es decir, los parámetros de frecuencia de los impulsos de las neuronas. Por otra parte, éste forma un sistema de interacción entre las así llamadas “sinergias” de grupos. El tercer nivel, el medular, realiza la regulación directa de los músculos y las extremidades. Para garantizar una actividad motriz normal, debe ingresar una aferentación cíclica en las secciones superiores del cerebro que se compare con el programa del acto motor. Las funciones de programación, comparación y corrección con la ayuda del impulso aferente pertenecen a los sistemas localizados en las secciones frontales del cerebro.

Las ideas expuestas más generales de la regulación del motor humano en el deporte muestran que en la base de su estructura dinámica se halla la correlación y la condicionalidad entre los procesos de diferenciación e integración de los elementos dinámicos, su promedio estadístico (probable) donde surgen nuevas cualidades del sistema complejo (la así llamada emergencia) ausentes en cada uno de sus elementos (Eshby U. R., 1959). Como resultado de esto, el sistema motor representa un todo orgánico que reacciona y se perfecciona funcionalmente.

1Viner, N. “Cibernetics of control and communication in the animal and machine”, 1948.

2Verkhoshansky Y., 1989

3La entropía es la medida de lo indefinido (lo desconocido).

Bases del entrenamiento deportivo

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