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3. ASIA CENTRAL: RECURSOS E IMPORTANCIA ESTRATÉGICA PARA CHINA

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De modo general, la región de Eurasia es importante en términos geopolíticos por sus recursos energéticos y por su importancia logística (López, s.f.). Dentro de este territorio sobresale lo que Mackinder llamó la Heartland (Dougherty, 2003), que va desde Europa oriental hasta los confines de Asia oriental. De norte a sur se extiende desde la línea del Círculo Ártico hasta los desiertos y montañas del sur de Asia (López, s.f.). Así mismo, Eurasia posee importantes cuerpos de agua como el mar Báltico, el mar Negro, el mar Caspio y el golfo Pérsico. Por su parte, el Heartland o área pivote es una región interior casi inaccesible por medios navales, excepto por los mares Báltico y Negro; protegida por el norte por nieve y hielo y por el sur por desiertos y montañas (López, s.f.).

Según Mackinder, la potencia que controle el Heartland dominará, así mismo, la Isla Mundial que engloba Europa, Asia y África y tendría la mayor capacidad para proyectar poder a nivel global (Dougherty, 2003). De acuerdo con Brzezinski, citado por López (s.f.), los tres frentes claves para dominar Eurasia son el territorio ubicado en el extremo oeste en la división entre Europa oriental y occidental; extremo oriente particularmente, Asia oriental y en tercer lugar el suroeste de Eurasia desde los límites entre India y China hasta Asia central y meridional. Llegando incluso a Irán. De modo que cada uno de estos frentes tiene “Estados pinos” o Estados claves que, en virtud de sus recursos, localización estratégica o influencia política, pero también de sus vulnerabilidades militares o económicas, son atraídos por la influencia de potencias mayores (López, s.f.). De suerte que la articulación de estos Estados en regiones como Asia central o el sudeste asiático impulsan la consolidación de la esfera de influencia china (López, s.f.).

En este sentido, conforme con Mackinder, la dominación de Eurasia a comienzos del siglo XX se hizo posible en virtud de los avances tecnológicos en el transporte terrestre y fundamentalmente del ferrocarril (Dougherty, 2003). Como se anotó, Eurasia posee importantes recursos energéticos (Ver Cuadro 1) y si a esta importancia estratégica se le agrega una red eficiente de infraestructura y la “proyección de influencia” por parte de Beijing, lo que le facilita a su vez el acceso a los recursos energéticos de oriente medio que ostenta el 48% de las reservas mundiales de petróleo, es posible afirmar que China tiene claro en su estrategia que el acceso de recursos energéticos es un factor de poder y que a esta racionalidad responde Obor (López, s.f.).

TABLA 1: RESERVAS GLOBALES DE PETRÓLEO 2005-2015 EN MILLONES DE BARRILES


Nota: Recuperado de A Nova Rota da Seda: a fundamentação geopolítica e as consequências estratégicas do projeto chinês. Copyright por Ricardo López.

A su vez, Ploberger (2017) afirma que la emergencia de una interdependiente y conectada Eurasia transformaría la política global. De suerte que, Asia central como corazón de Eurasia, es uno de los objetivos cruciales para China (Ploberger, 2017), que como se dijo antes, en virtud de su dinamismo económico busca revivir su pasado de grandeza representado en la figura del almirante Zheng He, desarrollando nuevas ambiciones hacia una mayor proyección global derivadas, en parte, de nuevas “inseguridades” (Kaplan, 2013), pues, por ejemplo, Beijing debe proteger sus inversiones al otro lado del Índico: mercados de petróleo en Sudán, Angola y Nigeria; minas de hierro en Zambia y Gabón; al igual que cobre y cobalto en la República Democrática del Congo (Kaplan, 2013).

Esta necesidad de satisfacer su “interés nacional” la impulsa a establecer relaciones con sus vecinos y con regiones más distantes como el África subsahariana, en procura de asegurar, por ejemplo, acceso al mar del Sur de China y el océano Índico como conexión con el golfo Pérsico, garantizando el suministro estable de los recursos estratégicos para sostener su crecimiento económico (Kaplan, 2013).

Así las cosas, el “área de influencia” china en Eurasia y África viene creciendo mediante una estrategia pragmática basada en la idea de cooperación y desarrollo, compatible con la globalización que contrasta con la “actitud misionera norteamericana”. De modo que, con tan solo solventar sus necesidades materiales, China ha modificado el “equilibrio de poder” en el hemisferio oriental haciendo que su interés por moldear un “sistema regional chinocéntrico” choque con EUA, India y Rusia (Kaplan, 2013).

Es así como actualmente China, en virtud de sus intereses comerciales y de seguridad, compite en Asia central con Moscú que mediante la Unión Económica Euroasiática intenta mantener bajo su área de influencia a los Estados herederos del imperio Timurida (1370-1607) y de la Unión Soviética, que hoy están en un proceso de construcción de Estado-nación (Ploberger, 2017).

De suerte que, desde antes de Obor, ya Beijing venía aumentando su influencia en esta región con la construcción de un oleoducto que transporta petróleo desde el mar Caspio, pasando por Kazajistan hasta Sinkiang, la provincia más occidental de China; y un gasoducto que lleva gas natural desde la frontera con Turkmenistán y Uzbequistán hasta Sinkiang, atravesando por Uzbekistán y Kazajistán (Kaplan, 2013).

La estabilización de las fronteras continentales de China ha resuelto, en buena medida, una de las tradicionales preocupaciones de seguridad, como cuando sufría la presión del ejército soviético en Manchuria o las invasiones terrestres que en la antigüedad llevaron a la construcción de la Gran Muralla (Kaplan, 2013); esta mayor estabilidad, le ha permitido direccionar sus recursos hacia la transformación de sus Fuerzas Armadas y al fortalecimiento de sus capacidades navales, concretamente al mar del Sur de China y al océano Índico, como ya se ha podido señalar.

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