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4. OBOR EL DILEMA DE INDIA
ОглавлениеCepik (2009) aborda la cuestión de la distribución de poder en las distintas regiones del planeta partiendo de los complejos regionales de seguridad identificados por Buzan y Waever, en el sur de Asia (subcontinente indio) las capacidades militares de India y Pakistán definen una distribución regional de poder bipolar, aunque se trata de una bipolaridad asimétrica. De allí que, en esta región, las principales dinámicas de seguridad son interregionales, pues desde el fin de la guerra fría, y en virtud de su acelerado crecimiento económico, la mayor preocupación de la India es consolidarse como potencia regional; aspiración que, desde el punto de vista logístico, le exige resolver cuestiones como: el acceso a los mercados del este asiático; controlar el paso por el Índico; acceso al petróleo del medio oriente y la expansión del uso de energía nuclear (Cepik, 2009). De allí que, India busque mantener relaciones comerciales con Rusia en materia de equipos bélicos; negociar acuerdos con los países de Asean; evitar una disputa directa con China; y mantener alianzas con Estados Unidos y Japón orientadas a “contrabalancear” a China y Pakistán (Cepik, 2009; Ploberger, 2017).
Este es el contexto de seguridad en el que deben ser entendidas las críticas de India en relación con Obor argumentando que socava su soberanía e integridad territorial, The Times of India (2018) impulsa una conectividad “unilateral” y no es suficientemente transparente en términos de los detalles operacionales (Concatti, 2017, p. 180).
Al mismo tiempo, India es quizás el mayor ejemplo de los desafíos enfrentados por la Obor, a pesar de las oportunidades que el proyecto ofrece para sus socios en términos de infraestructura y desarrollo económico. En especial, tomando en cuenta las propias ambiciones geopolíticas. Por esto la participación de este reluctant partner dentro de la Ruta de la Seda tiene varias razones: India ve con recelo que Obor incremente la influencia China en el sur de Asia, “área geográfica”, que Nueva Delhi percibe como parte de su “área de influencia” (Ploberger, 2017, p. 299) lo que conduciría a una alteración de la dinámica geoestratégica y del statu quo en Asia (Concatti, 2017).
Parte de esta desconfianza apunta al corredor marítimo de Obor, pues sus costas sobre ambos lados del océano Índico, una de las zonas de vital importancia para China y razón por la cual proyecta construir una red de puertos a través de los cuales vincular el noreste, sudeste y sur de Asia con la península arábiga, el golfo Pérsico, África oriental y el Mediterráneo (Concatti, 2017). Siendo conveniente retomar el hecho de que como se advirtió más arriba, el principal interés de Beijing responde a proyectar poder naval para fundamentar la seguridad regional; una de las razones por las que, en el futuro cercano, podría disputar el control del Pacífico con Estados Unidos (BBC News Mundo, 2017).
Un buen ejemplo de esta proyección estratégica china es la base de Yibuti, localizada en el cuerno de África y que tras ser inaugurada en 2017 constituye su primera base militar en el extranjero (Fontdegloria, 2017). Con unos 10.000 efectivos, Yibuti es el mayor complejo militar en toda el África occidental y entre otras capacidades, posee condiciones para operar sistemas no tripulados Wing Loong con alcance en todo el golfo de Adén, el cuerno de África y la península Arábiga. La construcción de esta base respondió a los ataques terroristas en Mali y a la crisis en Libia en 2011; pero principalmente, busca asegurar la estabilidad en la región de Adén debido a los intereses económicos y energéticos de Beijing en el golfo, es decir: proteger sus inversiones en la región; proyectarse económicamente en África occidental y salvaguardar la libre navegación por el estrecho de Bab el Mandeb. Del mismo modo, Yibuti es parte del denominado “collar de perlas” (Fontdegloria, 2017) con que China extiende su presencia militar a lo largo de las rutas de transporte de petróleo del océano Índico y el mar del sur de China y a la vez complemento de Obor en el propósito de conectar Europa y China por Asia central y África (Sánchez & Palacian, 2018; Zhou, 2014). Ver Mapa 2
MAPA 2: CHINA CONSTRUYE UN COLLAR DE PERLAS EN EL SUBCONTINENTE
Fuentes: Elaboración propia a partir de Sánchez y Palacian (2018).
Otra cuestión problemática para India en relación con Obor alude a la estrecha relación entre Beijing e Islamabad y, en particular, al corredor económico China-Paquistán al que se hizo referencia más arriba y que atraviesa territorios en disputa: Cachemira, Gilgit-Belistan y Balochistan ocupados por Pakistán (Concatti, 2017). Este corredor se localiza en un paso estratégico que tensa las históricamente conflictivas relaciones con Paquistán.
Vale recordar que como señala Cepik (2009) en el plano regional a pesar de la debilidad relativa de Pakistán las guerras indo-pakistaníes de 1947, 1965 y 1971, y las frecuentes disputas “militarizadas” indican la continuidad de esta rivalidad como la principal fuente de tensión en el subcontinente indio. Mientras Pakistán presiona militarmente a su vecino en Cachemira, desarrolla armas nucleares o apoya guerrillas maoístas (Naxalitas) que operan en el nordeste y este de la India. Nueva Delhi hace lo propio, poniendo en alerta sus fuerzas armadas, desarrollando armas termonucleares o apoyando grupos insurgentes separatistas en Sind, Baluchistán y Waziristán (Cepik, 2009). Aunque China argumenta que el corredor con Pakistán permitiría también mejorar su conectividad con India en el oriente, este país ve con inquietud que las inversiones chinas por unos 46.000 millones de dólares para la construcción de infraestructura como el puerto de Gwadar (France 24, 2017), podrían darle a Pakistán una posición de superioridad en materia logística al paso que Beijing conseguiría otra ruta para sus exportaciones hacia Europa y África (Concatti, 2017). Gwadar no solo es estratégico para China en términos del comercio internacional de petróleo y gas, pues también le garantizaría una presencia naval permanente entre el occidente del océano Índico y el golfo de Omán (Concatti, 2017), por donde circula el 30% del petróleo (Espinosa, 2010) que se comercializa en el mundo, lo que también es motivo de desconfianza para India, máxime si se considera el peso histórico de su conflicto con China en 1962. A este factor de largo plazo se suma que tras la llegada del nacionalista Narendra Modi al gobierno en 2014 la desconfianza hacia su vecino ha aumentado considerablemente (Concatti, 2017).
Un importante incentivo para India, en relación con Obor, es el acceso a importantes inversiones en infraestructura con los que podría desarrollar económicamente su región noreste, territorio relativamente pobre y donde se sitúa Arunachal Pradeshen disputado con China (Lima, 2018), que se beneficiaría mediante el corredor económico Bangladesh-China-India-Myanmar (Ploberger, 2017). En el nordeste indio, China invertiría 22.000 millones de dólares en la construcción de un puerto en Calcuta impulsando la apertura económica de esta región (Concatti, 2017).
En el marco de Obor, China tiene intenciones de explotar en India sectores como infraestructura ferroviaria; construir una red eléctrica ligando Tíbet, Nepal y la India; impulsar el sector inmobiliario, manufacturas y comercio electrónico. Por ello, mientras el gobierno intenta maniobrar entre las presiones y la persuasión de los chinos, su empresariado parece más receptivo a aprovechar las oportunidades que surgen con la Franja y la Ruta en áreas como ingeniería ligera, bienes de consumo, servicios profesionales y energías renovables (Concatti, 2017, p. 184).
Adicionalmente, hay que advertir que las inversiones chinas mejorarían la conectividad entre India y Asean coincidiendo uno de los objetivos estratégicos de Nueva Delhi (Ploberger, 2017). Como quiera que sea, India tiene en el sudeste asiático un “compromiso económico y una presencia” importante de tiempo atrás en áreas como comercio, cultura y conectividad; relación que ha venido aumentando su perfil desde 2012 cuando alcanzó el nivel de Asociación Estratégica (Concatti, 2017, p. 181). Esta relación con Asean tal y como también ocurre con China, continua ganando intensidad a medida que se profundiza el proteccionismo de la administración Trump (Almoguera, 2018). De hecho, para la India tal acercamiento busca ampliar el Acuerdo de Libre Comercio vigente con Asean, incluyendo servicios e inversiones (Ploberger, 2017).
Esta aproximación se tradujo en un cambio en la política exterior india, pues la antigua Look East policy cambió para una compleja estrategia que contempla, tanto la dimensión bilateral como multilateral que el gobierno Modi formalizó bajo la “Act East Policy”, respondiendo al hecho de que el comercio de la India con el este y sudeste asiático ahora supera los intercambios con Estados Unidos y Europa (Ploberger, 2017).
A pesar de la importancia de las relaciones con Asean, cuando se observa la postura de India frente a Obor, es importante advertir que su prioridad se dirige a garantizar la estabilidad en el sur de Asia, región en donde China ha tenido una exitosa inserción; mientras su proyección hacia el Este asiático tendría carácter secundario, en el evento que la situación en el sur de Asia se deteriore (Ploberger, 2017). Los recientes incidentes militares en Cachemira y sus consecuencias, junto a su limitado poder económico, son factores condicionantes de su potencial avance indio hacia el este (Ploberger, 2017).
Finalmente, la ambivalencia de India frente a Obor alude, por un lado, a evitar una participación subordinada a los intereses de China, pero al mismo tiempo a que si opta por marginarse, y Obor tiene éxito, comprometería tanto sus ambiciones en relación con Asean e incluso su mismo rol dentro del sur de Asia, su espacio geográfico por excelencia (Ploberger, 2017).