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ОглавлениеPARTE I
El kinesiólogo de Palestino acusado de abuso sexual
En 2018, Ignacio Osvaldo Montano Guerrero, kinesiólogo de la Universidad Autónoma de Chile, de 24 años, comenzó a trabajar con los equipos femeninos del Club Deportivo Palestino. Atendía desde la serie sub 15 hasta el plantel de adultas. Fue el jefe de la rama de mujeres de la época, Claudio Quintiliani, quien lo seleccionó: “Necesitábamos un kinesiólogo recién salido de la universidad, porque no teníamos con qué pagar (…), era hijo único, de una familia clase media, me pareció bien”.
Para Ignacio Montano fue su primer trabajo, estuvo un año y medio sin sueldo, hasta que el club le pudo pagar $ 150 mil mensuales.
El mismo año en que llegó a Palestino, Ignacio Montano atendió a Paz Espinosa, quien jugaba en la sub 17. Ella tenía 16 y ya llevaba un par de años en el club. Montano era cariñoso y “con algunas jugadoras tenía una cercanía distinta”, explica la exfutbolista.
El kinesiólogo comenzó a atenderla por una tendinitis en una rodilla a semanas de ser citada a la selección y se convirtió en una de las niñas cercanas a Ignacio Montano. Conversaban por WhatsApp pero siempre cosas relacionadas al fútbol. “Me hablaba, diciéndome ‘hola chanchita’, ‘hola mi amor’. Yo sentí que era normal, de amigos”, cuenta Paz Espinosa. A medida que avanzó el tiempo, las conversaciones se volvieron incómodas para ella.
Ignacio Montano empezó a hablarle en las noches. A ella eso le pareció raro. “Una vez me dijo ‘me duele el muslo’ y me mandó una foto donde me mostraba su calzoncillo y su pene”, recuerda. Paz Espinoza dejó de responder, pero él insistió.
A comienzos de 2019, la noche antes de un partido, Ignacio Montano le empezó a hablar y le insistió que fuera a su casa, pero ella se negó. Ante una de sus insistencias, ella le preguntó para qué y él respondió “para culear contigo”, recuerda Paz Espinosa, quien dice que esas conversaciones se perdieron en un cambio de celular. Ella cuenta que no volvió a contestar.
Al otro día la jugadora llegó al partido y evitó toparse con el kinesiólogo. Cuando terminó el encuentro, conversó con una amiga sobre los mensajes que había recibido la noche anterior. La amiga le advirtió que Ignacio Montano la estaba mirando y que se acercaba. Paz se puso nerviosa, no sabía qué hacer. Pero Montano hizo como si nada: “Se acercó a saludarme, me abrazó muy fuerte. Fue incómodo. Como si él no hubiese hecho nada”, recuerda.
A fines de 2019, con 17 años, se retiró de Palestino. “Me fui por Ignacio Montano”, afirma. Justificó su decisión con el argumento de terminar el colegio, porque nadie de su entorno sabía la verdadera razón.
El 21 de octubre de 2018 Boston College jugó contra Palestino. En la sub 17 del Boston jugaba Carla Pérez. Ella cuenta que llegó a ese partido con una lesión en el tobillo y que ese día su equipo no contaba con kinesiólogo. Pérez recuerda que Ignacio Montano le ofreció sus servicios, pero no aceptó. Días después se convenció de que necesitaba un kinesiólogo y sus amigas de Palestino le dieron el número de Montano. Ella lo contactó y él le ofreció sesiones gratis. Inicialmente, la atendió en la sede del club árabe y le solicitó que fuera con “ropa pequeña”, según recuerda, porque las conversaciones fueron borradas.
Ignacio Montano le dijo que las sesiones ya no se podrían hacer en la sede de Palestino, sino que debían ser en la “clínica” que tenía en su departamento. Carla Pérez aceptó. “Nunca hubo una clínica, no había ni camilla. Me atendió en la cama de su mamá”, cuenta la jugadora. En la siguiente sesión, Ignacio Montano le pidió reiteradas veces que se sacara el pantalón corto, pero ella no accedió.
Luego de esas incómodas insistencias, Carla Pérez dejó de ir, pero explica que continuaron el tratamiento a través de WhatsApp. Durante 2019, Ignacio Montano le mandaba mensajes coqueteándole: “Cosita más linda, pololea conmigo, te amo”, son algunos de los textos que quedaron archivados en pantallazos. La futbolista cuenta que no respondió esos mensajes y como no lo hacía, Ignacio Montano la llamaba. Pérez detalla que en 2020, en plena pandemia, Ignacio Montano la engañó, le inventó que su teléfono estaba malo y logró que ella le enviara su ubicación. Tras esa conversación, a Carla Pérez le llegó comida de regalo a través de servicios de entrega a domicilio en tres ocasiones. Ella le dijo que no lo debía hacer, que le resultaba incómodo. Cuenta que “cada vez era más degenerado con los mensajes” y sostiene que Montano le envió videos y fotos de su pene con textos como “mira como estoy por ti”. La futbolista dice que borró de inmediato el contenido multimedia.
En enero de 2019 Tonka Diocares tenía 16 años y se incorporó a la sub 17 de Palestino. A la semana se lesionó el tobillo y debió atenderse con Ignacio Montano. Era un esguince. Debió asistir a kinesiología casi todos los días. Tras una semana compartiendo con Ignacio Montano, Tonka relata que él le empezó a hablar por Instagram. “En menos de un mes, él ya era una persona súper confianzuda. Me decía que me conocía de pies a cabeza”, relata Tonka. Agrega que por redes sociales le hablaba con garabatos y un lenguaje que no correspondía a la relación que tenían.
Tonka Diocares explica que, luego de sanar su tobillo, solía ir a kinesiología después de los entrenamientos porque le dolía la zona inguinal. En una de las sesiones Ignacio Montano le dijo: “Tonka si no se te pasa lo del tendón (en la ingle), voy a tener que introducir mis dedos en tu vagina y descontracturar por dentro, porque desde ahí comienza la lesión”. La joven dice que quedó paralizada. Ignacio Montano le planteó que, si había que hacer eso, ella debía firmar un papel de consentimiento porque era menor de edad. Verónica Aliaga, miembro del directorio nacional del Colegio de Kinesiólogos, afirma que según la ley 20.584, que regula la atención en salud, “el consentimiento puede ser otorgado solo por mayores de 18 años”. Agrega que, de no ser así, “se está incurriendo en una ilegalidad”.
Verónica Aliaga indica que el tratamiento que describía Montano existe, pero dice que “son diagnósticos muy específicos de naturaleza ginecológica-obstétrica u oncológica y no corresponden a mujeres jóvenes, deportistas y sanas”.
Tonka cuenta que dejó de asistir por una semana a kinesiología, a pesar de los dolores, pero quería evitar que Ignacio Montano hiciera lo que le había dicho. También decidió cambiar su actitud con él, ser más distante. Pero él insistió con mensajes por redes sociales. Tonka rescató pantallazos de las conversaciones que tuvo con Ignacio Montano por Instagram.
—Que toy enamorao —escribió Montano
—¿De quién estás enamorado? —respondió Tonka.
—De tus ojos y de tu corazón.
Las reacciones de Montano a las historias de Instagram de Tonka Diocares eran constantes: generalmente emoticones de risa o con corazones en los ojos. El 21 de marzo de 2019, Tonka publicó una foto con su hermano menor. Ignacio Montano respondió: “Me siento engañado”, con emoticones de corazones rotos.
La jugadora relata que el comentario la dejó aterrorizada y que a partir de ese momento intentó ir siempre acompañada a las sesiones de kinesiología. Agrega que, a pesar de tener una actitud distante, trataba de no ser pesada para poder mantener sus sesiones. Pero la incomodidad era constante: “Aunque te lesionaras el dedo chico del pie, Ignacio igual te terminaba sobando el calzón”, detalla.
Sofía Sáez ingresó a Unión Española en enero de 2019, con 17 años. En el segundo semestre de ese año, tuvo una tendinitis en la rodilla. Cuenta que coincidió que Ignacio Montano se comunicó con ella por Instagram para ofrecerle sesiones gratis de kinesiología a cambio de promoción de sus servicios por redes sociales. “Lo pensé, pero me dio confianza que era el kinesiólogo de Palestino, un club respetado”, dice Sofía Sáez. Aceptó.
Montano le pidió su número de celular para coordinar las sesiones que serían en su departamento. Ella se lo dio. Previo a la primera reunión, él le habló por WhatsApp y le pidió fotos en ropa interior para evaluar postura, cadera y abdomen. Sofía cuenta que le envió fotos de frente, de lado y de espalda, y luego él le dijo: “¿Puedes buscar ropa más chica para ver mejor los huesos de la cadera?”. Ella relata que no quería hacerlo, pero tras las insistencias le envió una foto. Ignacio Montano le dijo que la podía ayudar a mejorar su físico, porque él sabía que Sáez iba a jugar en la selección adulta el próximo año.
Para la primera sesión, Sofía le pidió a su mamá que la acompañara hasta el departamento de Ignacio Montano. “Conversaron, fue muy amable y utilizó lenguaje profesional todo el tiempo”, cuenta Sofía. Agrega que su madre se fue porque debía hacer trámites: “La primera sesión me evaluó y todo fue normal”.
La segunda, dice, le resultó incómoda. “Me tocó mis partes íntimas varias veces y justificaba que era propio del tratamiento”, detalla. La futbolista confió en su profesionalismo, pero le pareció extraño que Montano le pidiera que se quitara el peto deportivo para utilizar ventosas en su torso. Luego, para los siguientes ejercicios, no dejó que se vistiera y Sofía relata que debió realizarlos con sus pechos al descubierto mientras el kinesiólogo la observaba.
Sofía Sáez tuvo tres sesiones en el departamento de Montano. “Dejé de ir porque me sentía incómoda”, cuenta. El contacto siguió, pero solo por WhatsApp. Ella dice que aprovechaba que la atención era gratuita y le hacía consultas. La jugadora indica que intentó tener siempre una relación profesional con Ignacio Montano, pero él solía responder sus historias de Instagram: “Me decía ‘linda Sofi’ y a veces usaba garabatos que no correspondían de un profesional”, cuenta.
En uno de los mensajes, el kinesiólogo le pidió nuevas fotos semidesnuda. Sofía recuerda: “Me dijo que él ya me había visto entera así que no debía darme vergüenza”. Las jugadoras Carla Pérez y Tonka Diocares aseguran que vivieron la misma situación: Ignacio Montano les escribió para pedirles fotos, insistiendo que fuesen con ropa interior pequeña. Les dijo que era un trabajo para la universidad. Carla y Tonka le enviaron imágenes porque él les compartió las de otras mujeres que lo habían hecho y eso les dio confianza. Montano les aseguro que luego de usarlas, las borraba. Con el tiempo ellas se dieron cuenta de que las fotos que les enviaba como referencias eran de sus mismas compañeras.
La última vez que Sofía Sáez conversó con Ignacio Montano fue a principios de abril pasado, cuando ella le pidió ayuda por dolores en la rodilla. Él le mandó una pauta de ejercicios, pero “fue muy confianzudo para hablar”, explica Sáez. Cuenta que, debido a su actitud y al uso de garabatos, no le respondió más.
Camila Domínguez, atleta del Club Atlético Francés y enfermera de 25 años, conoció a Ignacio Montano en octubre de 2019. “Me acuerdo de todo y me da rabia”, dice. Él la buscó por Instagram y le escribió para ofrecerle ayuda kinesiológica. A ella le pareció una persona profesional y aceptó. La consulta fue en su departamento, donde él le dijo que solía atender.
Ignacio Montano siempre le habló en términos muy técnicos. “Se notaba que tenía conocimientos, pero ahí empieza a engañar”, relata Camila Domínguez. Al comenzar la consulta él le pidió tomarle unas fotos para ir registrando el avance del tratamiento, ella accedió. Pero él fue más allá y le pidió que se sacara las calzas, quedando solo en calzones. Todo seguía pareciendo profesional, por eso ella confió.
Después le pidió que se recostara en la camilla para aplicar ventosas. Ignacio Montano le dijo que para hacer el tratamiento tenía que sacarse el peto. Ahí, cuenta ella, comenzó a incomodarse. Además, le pidió que hiciera ejercicios semidesnuda. “Quedé sin nada y me pidió que hiciera unos ejercicios, en ciertas posiciones. Me causó extrañeza”, cuenta Camila Domínguez.
Ignacio Montano le dijo que trabajarían la zona pélvica: “Me dijo que me iba a enseñar unos trabajos en esa área, todo con lenguaje técnico, y ahí me tocó mis partes íntimas”, recuerda Camila Domínguez. Él le explicó que debía hacerlos ella con sus dedos, pero que él se lo mostraría primero. Camila Domínguez quedó shockeada. Nunca más volvió a hablar con Ignacio Montano. “Él me buscó, me decía ‘bebé’, ‘mi amor’”, relata Camila Domínguez.
Los primeros días de julio de este año Tonka Diocares estaba en su casa conversando por videollamada con una compañera de equipo. Mientras hablaban, cuenta, recibió un mensaje de Ignacio Montano y ella dijo en voz alta: “Ya está hueveando este huevón”. Su amiga le preguntó quién era. “Empezamos a pelarlo”, dice Tonka. La compañera le contó su experiencia y agregó que Emilia Pastrián vivió una situación similar con Ignacio Montano.
El 4 de julio, Tonka Diocares visitó a Carla Pérez y comentaron sobre el kinesiólogo. Tonka le propuso que hablaran con la amiga con la que había conversado días antes, “porque a ella también le pasaron cosas, como a nosotras”. Inmediatamente, crearon un grupo de WhatsApp entre las tres y agregaron una futbolista de Universidad Católica y amiga de Carla Pérez, que también asegura que vivió acoso de Ignacio Montano.
El grupo lo llamaron “Funa”. Tonka Diocares aclara que el nombre se lo pusieron en tono divertido, sin tener la intención de denunciar a futuro en redes sociales. Una de las jugadoras propuso agregar a Emilia Pastrián y lo hicieron esa misma noche. Tonka Diocares cuenta que fue Pastrián la que dijo que debían contarle a Claudio Quintiliani, entonces jefe de la rama femenina de Palestino.
El 6 de julio Emilia Pastrián le pidió a María José Urrutia, jugadora adulta del club, que le contara a Quintiliani las acusaciones. El director técnico asegura que, una vez advertido, llamó a Ignacio Montano para encararlo y despedirlo. Horas más tarde, Emilia Pastrián publicó la denuncia en su Instagram. En la publicación se compartieron conversaciones de las cinco futbolistas del grupo de WhatsApp. Pero varios testimonios se agregaron después.
“Quedé impresionada cuando tantas niñas empezaron a compartir sus conversaciones con Ignacio, porque era como si él copiara y pegara los mensajes”, comenta Tonka Diócares.
El grupo “Funa” comenzó a crecer. Tras la publicación de Pastrián, tres jugadoras publicaron en sus cuentas de Instagram denuncias contra Ignacio Montano: Sofía Sáez (Unión Española); Natalia Paredes (fútbol sala de Coquimbo Unido) y Paz Espinosa (Palestino). Ninguna de las tres se conocía. Tonka Diocares explica que la acusación de Pastrián generó que muchas mujeres le comentaran en privado que también habían sufrido acoso y abuso sexual de parte de Ignacio Montano. Las fundadoras de “Funa” decidieron ir uniéndolas al grupo.
Hasta agosto pasado “Funa” tenía 18 integrantes, 16 se declaran víctimas de Ignacio Montano. Todos los testimonios de este reportaje son de deportistas que forman parte de ese grupo. Las dos restantes son Javiera Moreno y Paloma Bermúdez, fundadoras de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF). La entidad gremial se contactó inmediatamente con las denunciantes, luego de la publicación en redes sociales, para brindarles apoyo psicológico y jurídico. El Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg) también les ofreció ayuda y con la ANJUFF realizaron una denuncia al Ministerio Público.
“Desde que conocimos todos los testimonios de las niñas, a mí no me gusta estar sola en mi casa. Me paso el rollo que Ignacio pueda aparecer y me haga algo. Todas las chiquillas piensan lo mismo porque prácticamente tiene las direcciones de todas”, afirma Tonka Diocares.
Ignacio Montano fue contactado para este reportaje, pero no quiso participar.
PARTE II
Ex DT de la Roja femenina condenado por violación de menor siguió trabajando en una escuela de fútbol de la UC
En 2009, Sergio Rojas Loyola fue condenado a siete años de presidio por violación de menor. Cumplió cinco años y siete meses. Aunque se le prohibió trabajar con menores durante diez años tras cumplir la pena, se hizo cargo de niños y niñas de 14 a 16 años en una escuela filial de la UC en Maipú. En el juicio se presentaron dos testimonios de abusos de exalumnas de un colegio donde hizo clases en los años 90. Él reconoce que ha tenido relaciones con menores. En la UC aseguran que no conocían sus antecedentes.
Desde 2016 la Escuela Filial de Universidad Católica en Santa Ana de Chena (Maipú), para niñas y niños, contó con Sergio Rojas Loyola (65) como entrenador de la categoría 14 a 16 años. Rojas es exjugador de fútbol y exdirector técnico de la Selección de Fútbol Femenino de 1994, la segunda en la historia de Chile. “Siempre ha sido muy respetuoso de todos, de los niños y de los papás”, describe un apoderado de la escuela. “Llama la atención que esté trabajando ahí con la capacidad profesional que tiene”, comenta otro. Lo que ellos no saben es que Rojas fue condenado por violar a una menor de edad y asumió en la filial de la UC aunque tenía prohibido trabajar con niños.
Sergio Rojas volvió a Chile en 1989 con 34 años, luego de haber jugado en Argentina, Italia, Inglaterra y Suiza. Al llegar instaló una fuente de soda en calle Chile España (Ñuñoa). A pocas cuadras vivía una niña de 13 años que caminaba frente al local en su recorrido al colegio. Según lo que relata él, fue con un par de piropos y comentarios al pasar, que comenzaron a conversar. De a poco establecieron una relación amorosa, pese a la enorme diferencia de edad. Para Rojas eso nunca fue un impedimento: “Salí con 200 menores de edad”, afirma.
En 1990 fue contactado para hacerse cargo de la Escuela de Universidad de Chile en La Reina y luego del equipo de mujeres del mismo club. Ese año la Asociación Nacional de Fútbol Amateur de Chile (ANFA) decidió comenzar con un proyecto: la primera Selección Nacional de Fútbol Femenino. Un fútbol entonces desconocido por la mayoría, poco respetado y tampoco valorado. Para los hombres de la época solo era atractivo por el “cambio de camisetas”, recuerda Ada Cruz, delantera de la primera selección.
Mientras Sergio Rojas se instalaba como director técnico, su relación con la niña de 13 años se fue estableciendo. “Yo sé que la cosa no es muy racional, muy equilibrada, pero son cosas que se dan”, dice Rojas, respecto a la diferencia de 19 años. “Son cosas que pone la sociedad. Yo le gusto, ella me gusta, está bien”, dice.
Ella no alcanzaba los 16 años cuando lo acompañaba a los entrenamientos en La Reina y luego a Quilín, cuando lo eligieron como técnico de la selección. Las jugadoras la recuerdan. Al rato formalizaron y oficialmente la presentó como “su mujer”.
Paralelamente a su trabajo como director técnico, Sergio Rojas hizo clases de educación física entre 1992 y 1995 en el Colegio Terra Nova de La Reina, donde asistían sus dos hijos mayores. Su salida se debió a una acusación por abuso y acoso sexual a una alumna de octavo básico. La menor nunca quiso hacer la denuncia formal, pero sí informó a las autoridades del colegio, las que desvincularon a Rojas.
“Yo no lo eché, él se echó solo”, recuerda Raimundo Ramos, director del Colegio Terranova en esos años. Ramos explica que Rojas nunca tuvo problemas dentro del colegio, era después del horario escolar que él establecía relación con las alumnas. “Les ofrecía el oro y el moro, como hacen todos los pedófilos”, dice.
En 1994, la ANFA recibió una invitación para participar en el torneo internacional Jayalalitha Cup en Madrás, India. El equipo quedó en manos de Sergio Rojas, que a la vez seguía a cargo de la Escuela filial de Universidad de Chile en La Reina. El que también dirigió, como una suerte de asesor técnico, fue Carlos Encinas González. También era parte del equipo técnico de Universidad de Chile femenino y por ende conocía a muchas de las seleccionadas. A pesar de que Sergio Rojas dice haber sido escogido por Miguel Nasur, en ese entonces presidente de la ANFA, Encinas se adjudica su reclutamiento: “Yo lo elegí, a Miguel Nasur le gustó también”.
Carlos Encinas y las jugadoras nunca supieron de la diferencia de edad entre Sergio Rojas y su pareja. En ese entonces ella recién tenía 18 años. Cuando se les consultó si estaban al tanto de que la mujer que él llamaba su señora era menor de edad, las exseleccionadas se mostraron sorprendidas. Carlos Encinas lo pone en duda: “¿13 años? No, era una mujer”, dice.
Cuando seleccionó al equipo que fue al campeonato en India, Rojas tenía el criterio claro. No solamente tomó en cuenta el talento y la habilidad de las jugadoras, sino también el físico. “Tenía su prototipo de jugadora, monstruos en la cancha. Y las prototipo de jugadoras para la foto, las guapas”, recuerda Juana Astudillo, exjugadora que no fue elegida para conformar el grupo en esa ocasión por su baja estatura y delgadez. Años después Astudillo llegó a ser capitana de la selección.
El equipo tuvo un gran rendimiento en India, donde jugó con Hungría, Uzbekistán, Rusia y la selección local. “Regresamos con un tercer lugar. Muchas entrevistas, nos invitaron a programas y cocktails. Tuvimos harta difusión”, comenta Ada Cruz, destacada jugadora.
Las seleccionadas recuerdan la forma en que Rojas daba charlas y hablaba del nuevo proyecto que armaría en la selección. Frases inadecuadas y algunas acciones no hacían sentir cómodas a todas. “Tenía un comportamiento que no debiese ser el de un líder de una selección deportiva”, declara Alexandra Benado, exseleccionada nacional. “Mucha cercanía, mucha conversa”, agrega.
Él mismo recuerda que cuando asumió el puesto sus cercanos bromeaban. “Todos me echaban tallas: pusieron al zorro cuidando a las gallinas, decían”.
“Él tenía una personalidad bien coqueta, le gustaba conversar harto, era cariñoso”, agrega Ivonne Lobos.
En la actualidad Rojas se sigue jactando de su fama de galán. “Tenía una increíble fama con las mujeres. Yo tenía mi facha”, afirma. Y asegura que nunca tuvo relaciones con jugadoras que entrenó, menos con las seleccionadas. Según cuenta, jamás ha estado con mujeres que no cumplan un estándar físico tipo “modelo”. Y pone como ejemplo a su segunda pareja: “Si yo tengo de esposa a la reina del sector 5 de Reñaca, a la que le ganó el concurso a las hermanas Parsons, ¿Puedo acostarme con (menciona a una seleccionada) o la (nombra a otra)? No po’, es irracional. No tiene comparación”.
En junio de 2008 se ingresó una denuncia contra Sergio Rojas por violación a una menor de la familia. Rojas recuerda el día de la formalización: “Me presenté con pantalón blanco y chaqueta piel de camello Zara, una polera en V y zapatos con punta, pensando que era un trámite más”. Pero el juez dictó prisión preventiva.
En el juicio hubo dos testimonios claves desde el pasado del entrenador: exalumnas del colegio Terra Nova de La Reina. Entre ellas la mujer que en 1995 lo había denunciado a las autoridades del establecimiento. La testigo no llegó por casualidad al caso, fue la hija mayor de Sergio Rojas quien la llevó para testificar en contra de su papá. Se conocían del colegio, pero la hija de Rojas se enteró de este episodio en medio del proceso. No ha vuelto a tener contacto con él.
Otra testigo dijo que él la llevó a un parque e intentó abusar de ella. Él no niega lo que ocurrió. Cree que llamó la atención de las jugadoras por el auto que tenía y su físico. “Me decían: Checho regálame una minifalda. Y yo les decía: ya, pero te la quiero ver puesta, vamos al Parque Intercomunal. Ahí atraqué con ella”, relata Sergio Rojas.
Otra prueba fue la carta que le envió el acusado a la madre de la menor, mientras estaba en prisión preventiva. En ella pedía que lo disculpara por un “error de segundos”. Fue presentada en el juicio.
La sentencia fue clara: culpable de violación en grado consumado. Sergio Rojas Loyola fue condenado a siete años de prisión efectiva el 6 de febrero de 2009. Además se le dictó una medida accesoria: inhabilidad de diez años para trabajar con menores una vez cumplida la pena. Al día de hoy, según el Registro Civil, Sergio Rojas sigue inhabilitado para trabajar con niñas y niños.
Por buena conducta, cumplió cinco años y siete meses. Los registros muestran que en septiembre de 2014 salió en libertad.
Hasta hoy piensa que lo que le hicieron fue una “maldad”. Afirma su inocencia férreamente. Dice que cuando salió de la cárcel encaró a la madre de la menor. “Le dije: mira, te voy a decir una pura cosa la reconcha de tu madre, yo te iba a matar a voh’ y ¿sabes quién te salvó? Dios. Dios no quiere que me pase para el lado de los malos”, relata.
Sergio Rojas está seguro que esto truncó su carrera como entrenador. “Yo como técnico tendría que estar en la Selección Chilena nuevamente o en un gran club”, asegura.
Cuando salió, decidió volver a trabajar en lo mismo, ignorando la sentencia vigente que le prohibía trabajar con menores. Él asegura que “lo taparon en pegas” en distintas escuelas de fútbol. Según cuenta, lo primero que hizo fue recurrir a Miguel Nasur para pedirle algo de plata para comprarse un auto y empezar a rehacer su vida.
A finales de 2015 contactó a Fernando Astudillo, exjugador de Universidad Católica y coordinador de varias escuelas filiales de ese club. Eran viejos conocidos. Rojas le había dado trabajo a Astudillo como entrenador en los años 90, en la Escuela de Universidad de Chile en La Reina. Le tocaba a Astudillo devolverle la mano.
Según Astudillo, se enteró después sobre la condena que cumplió Sergio Rojas. Dice que por muchos años “le perdió la pista”. Astudillo aceptó trabajar con él porque lo consideró inocente al escuchar la versión de Rojas. Lo que cuenta es lo mismo que relata el exentrenador de la selección femenina. Afirma que lo contrató para que dirigiera equipos en las escuelas porque lo conocía hace tiempo y nunca habían tenido ningún problema. “Dije: bueno, lo voy a tener en la mira”, explica.
Sobre los papeles para hacer el contrato y formalizar el trabajo, Astudillo dice que desde el club Universidad Católica solo le piden el currículum y no un certificado de antecedentes. “Los técnicos nos conocemos casi todos”, justifica.
Desde 2016 Sergio Rojas estuvo a cargo de niños y niñas de 14 a 16 años en la sede de la UC en Santa Ana de Chena. En agosto pasado se consultó a un funcionario de Universidad Católica sobre esta situación y afirmó que no estaban enterados (*). Los papás de la escuela se muestran sorprendidos al preguntarles acerca de la inhabilidad de Sergio Rojas: “Me toma por sorpresa”, dice uno de ellos, quien tiene cuatro años como apoderado. “Nunca he visto nada, ningún tipo de esbozo de algo, nada”, agrega.
Rojas señala que no cree en la justicia chilena, que volvió a trabajar con menores porque quiso “pasar por encima de las reglas” y que todo le da lo mismo. ¿Si es que ha pensado trabajar con mayores de edad para no tener problemas con la ley? Dice que no.
El 4 de octubre de 2018, el periodista Rodrigo Retamal lanzó su libro “La batalla de las pioneras”, la historia de la primera selección femenina. En una de las sillas del parque de Providencia llegó, para sorpresa de muchas, Sergio Rojas Loyola, quien no fue oficialmente invitado. La última vez que las exfutbolistas supieron de él, a través de rumores, era que había estado preso por casi seis años.
Llegó por invitación de Ada Cruz, figura y goleadora de la Roja femenina. Vestido con corbata, y chaqueta y pantalón en tonos claros, se acercó a Retamal antes que empezara el evento y le preguntó si su libro incluía la “hazaña” en la India, cómo él la llama. Pidió la palabra en la ronda de preguntas para hablar de su increíble trabajo, como él lo describe, con el equipo del 94. Cuando terminó la presentación, algunas jugadoras conversaron entre ellas. La presencia de Rojas las incomodó. “¿Y tú no me vai a saludar?”, recuerdan algunas asistentes que les dijo a las que prefirieron no hablarle después de enterarse de los motivos de su condena.
PARTE III
Un intento de suicidio en Unión Española: jugadora sub 17 fue acosada por un funcionario del club
Guissel Carrasco se integró a la sub 17 de Unión Española en 2019. Pero su sueño de ser futbolista se hizo pedazos. No quiso seguir jugando y cayó en una depresión que desembocó en un intento de suicidio. Los mensajes grabados en su teléfono indican que fue acosada por Branko Zitkovich, entonces coordinador del Fútbol Formativo del club. Esos pantallazos fueron prueba suficiente para que el gerente de Unión Española lo despidiera de inmediato. Pero los padres de la adolescente dicen que no fueron alertados por el club, por lo que la falta de contención oportuna habría agravado su estado emocional.
Unión Española cerró su rama femenina en 2015 por problemas económicos, pero tres años después se vio obligada a rearmarla debido a una nueva regla de la Conmebol: todos los clubes que quisieran jugar un torneo internacional tenían que tener el equipo de mujeres activo. La Unión, entonces, suscribió un convenio con la Corporación de Deportes de Cerro Navia que le entregó un espacio donde entrenar, camarines y una parte del cuerpo técnico, mientras que el club puso el nombre, la vestimenta, materiales para los entrenamientos y el resto del cuerpo técnico.
Branko Zitkovich, de 29 años, recién había terminado de estudiar Administración de Empresas en el Duoc UC cuando entró a Unión Española en noviembre de 2018. Lo hizo como coordinador del Fútbol Formativo y en 2019 incluyó en sus funciones la rama femenina en las categorías sub 17 y adulta. Este fue su primer trabajo relacionado con el deporte, anteriormente había sido cajero en un banco y tuvo un cargo de administración en una empresa de servicio al cliente.
El 5 de enero de 2019 se realizaron pruebas masivas para el equipo femenino. Entre las decenas de mujeres que asistieron estaba Guissel Carrasco. Participó de los entrenamientos durante todo el verano para lograr el primer paso hacia su sueño: llegar a la selección chilena. El 22 de enero, el día que cumplió 17 años, le informaron que había pasado la primera prueba y a fines de febrero fue formalmente admitida en la categoría sub 17 del club.
Su mamá, Marilyn Pizarro, cuenta que toda la familia viajó a Quillota para apoyarla en su primer partido oficial. “La alegría de mi hija antes y después de cada entrenamiento era mucha”, dice.
El domingo 25 de marzo, tras un partido, Guissel Carrasco volvió muy cansada a su casa. Tenía dolor de cabeza y se olvidó, en la cancha, de avisar al cuerpo técnico que ese día no asistiría al estadio a apoyar a sus pares hombres, como acostumbraban. Le escribió a su director técnico, Cristóbal López para excusarse.
Guissel logró recuperar algunos pantallazos de su celular y en ellos se lee que a las 00:45 de la madrugada, ya era el lunes 26, recibió un mensaje de Whatsapp: “Hola. Cómo está??”. El número no estaba registrado, pero ella se dio cuenta que era Branko Zitkovich, coordinador del club. Hasta ese día solamente habían compartido mensajes por un grupo que tenía el equipo con su cuerpo técnico. Guissel Carrasco pensó que Zitkovich le escribía por su inasistencia al partido de hombres y sintió que debía justificarse: le respondió que luego del entrenamiento no se sintió bien, que tuvo que ir al médico donde la pincharon y que ahora estaba mejor.
La jugadora creyó que la conversación llegaría hasta ahí, pero continuó hasta las 2:41. Branko Zitkovich le preguntó en que curso estaba, el liceo en que estudiaba, la comuna donde vivía y cómo se componía su familia. “Creí que a todas mis compañeras les hacía las mismas preguntas y por eso se las respondí. Como él era el encargado de esas cosas, pensé que era rutinario”, explica. Pero cuenta que empezó a sentir extrañeza cuando Zitkovich preguntó sobre sus gustos, pasatiempos y cosas más íntimas. “Pensaba que si no le respondía, él podía sacarme del equipo. Por eso le respondí las preguntas”, afirma.
Además, recuerda que él le insistía en que debía responderle porque necesitaba saber de ella. Branko Zitkovich se despidió esa madrugada y le dijo: “Sueña con una locura. Si la sueñas me la cuentas”. Guissel ya estaba dormida.
El lunes 26 de marzo Guissel Carrasco entraba temprano al liceo y a las 7:57 recibió un nuevo mensaje, un saludo de Branko Zitkovich. Ella le respondió horas después. El cuestionario continuó: le preguntó si estaba pololeando. “Me dio la sensación que él buscaba algo más. Me asusté mucho”, relata.
La joven cuenta que sin que ella hubiese preguntado, Branko Zitkovich le contó de su vida privada y sus fracasos amorosos. Le insistió con que a él le gustaba la locura y le preguntó a ella si le entretenía ser loca en otros sentidos. “Sus preguntas me hacían sentir súper incómoda y yo no tenía ganas de seguir hablando”, aclara Guissel Carrasco. “Por miedo a perder mi puesto en Unión Española, le seguí respondiendo”.
La rama femenina entrenaba tres veces a la semana en Cerro Navia. Cynthia Marambio, arquera del equipo adulto, comenta que nunca había visto un coordinador que visitara tanto los entrenamientos. “De los tres días, Branko iba a uno por lo menos”, detalla. Su compañera Nicole Tobar concuerda: “Pasaba muy metido en los entrenamientos y entre las jugadoras nos preguntábamos por qué”.
Un martes, a principios de abril, Guissel Carrasco estaba en el recinto deportivo de Cerro Navia y se cruzó con Branko Zitkovich. Ella cuenta que se saludaron amablemente y que siguió su camino hacia la cancha. Ese misma tarde él insistió con los mensajes. Según recuerda la joven, Branko Zitkovich le escribió: “¿Te gustaría escaparte conmigo?”. Luego le detalló que le gustaban las mujeres menores y que a ella la encontraba hermosa. “Me dio terror. Cambió totalmente el tono”, comenta.
Los mensajes eran constantes. Los pantallazos muestran que a las 18:07 Branko Zitkovich no tuvo respuesta e insistió a las 19:03:
—Cómo va el estudio??
Tampoco fue respondido. A las 23:03 sonó el teléfono nuevamente:
—Hola. Cómo estás. ¿Cómo estuvo tu día? —escribió Zitkovich.
Guissel le respondió y la conversación continuó.
—Yo igual soy muy de piel. Doy mucho cariño. Me excedo jajaja —comentó Branko Zitkovich a la 1:52 de la madrugada.
—Yo también… soy muy mamona no solo con mi familia si no con mi chico y mis amigos —respondió Guissel.
—¿Qué es lo que más te prende? —preguntó Branko Zitkovich.
—¿A qué te refieres? —respondió la futbolista.
—Lo que más te activa —dijo él.
En ese minuto, a las 2:01 Branko Zitkovich la llamó por videollamada pero ella le cortó.
Un jueves, a mediados de abril, día de entrenamiento, Guissel Carrasco se acercó a dos compañeras del equipo, entre ellas Anaís Novoa, para preguntarle si Branko Zitkovich les había hablado alguna vez en privado por WhatsApp. Ambas dijeron que no. Entonces siguió conversando con Anaís Novoa, porque le tenía más confianza. Le contó lo que le estaba pasando con Branko Zitkovich. La compañera le aconsejó que le dijera a alguien del cuerpo técnico.
Antes del entrenamiento, Guissel Carrasco quiso ir al baño y una compañera le pidió que le llenara su botella con agua. Al salir del baño la jugadora se encontró con Branko Zitkovich de frente. “Me asusté”, dice, y explica que bajó la mirada de inmediato, pasó por el lado y siguió su camino. “Pero Branko me siguió, me agarró el brazo, me giré y quedé mirándolo. Me preguntó cómo estaba y le respondí”, relata. Decidió continuar su camino, pero “Branko me tomó por la espalda, se me acercó al oído y me preguntó: ¿Quieres hacer cosas locas conmigo?”. Ella dice que quedó paralizada. Cuenta que se le resbaló la botella con agua y que comenzó a llorar. En ese momento personas que se encontraban alrededor comenzaron a mirar, Branko Zitkovich la soltó y para no llamar la atención, le dijo: “tranquila, todo va a pasar”. Guissel cuenta que agarró la botella y corrió a la cancha.
Nadie se dio cuenta de lo que había ocurrido. Guissel Carrasco dice que se secó las lágrimas para evitar preguntas. “No pude entrenar bien. Tenía mucho miedo, Branko estaba mirando a todas las niñas”, explica. En medio de la práctica se alejó de sus compañeras. Anaís Novoa se acercó y le preguntó qué le pasaba. No logró ocultarlo. Le contó lo que había sucedido.
Anaís Novoa la impulsó para que le contara a alguien del equipo técnico. “Siempre pensé que Branko tenía más poder que yo y me daba mucho temor que no me creyeran”, explica Guissel Carrasco. Pero la futbolista decidió hablar. Se acercó a Ignacio Cancino, preparador físico y le mostró los mensajes que le había mandado Branko Zitkovich. Cancino le dijo que hablara con Liliana Díaz, la paramédica del equipo. “Como ella era mujer, me podía entender mejor”, fue el argumento que le dio el preparador físico, recuerda la joven.
Según Guissel Carrasco, contarle a Liliana Díaz fue una muy mala decisión. La jugadora recuerda que la paramédica le dijo que no le contara a su mamá ni a sus compañeras porque ella lo iba a solucionar. Liliana Díaz hizo que Guissel le tomara fotos a las conversaciones con Branko Zitkovich y que se las enviara a su celular. “Después me dijo que borre las fotos, también las conversaciones con Branko y que bloquee su número. Confié y le hice caso”, cuenta.
Liliana Díaz niega haberle dicho a Guissel Carrasco que eliminara los registros. Luego cuenta que se dirigió a Elian Rosales, jefe técnico de la rama femenina y director técnico de la categoría adulta, y que mientras le mostraba las fotos le dijo: “Hay un problema muy serio y necesito resolverlo ahora. Branko se mandó este condoro”. Elian Rosales recuerda que le pidió que le enviara las pruebas, porque a la mañana siguiente iba al club. “Recibí la información en la noche y a la mañana ya estaba reunido con el gerente”, detalla Elian Rosales.
Ese jueves la jugadora terminó la práctica entre las 20:00 y 20:30. Recuerda que salió entre las primeras futbolistas que
abandonaron el recinto. Su padre solía estar esperándola, pero esa noche se demoró. Al salir, se encontró con Branko Zitkovich. Ella cuenta que él la tomó fuerte del brazo y le dijo: “No seas sapa. Sé todo de ti, dónde estudias y dónde vives. Te voy a ir a buscar por lo que me estás haciendo”. Guissel dice que se puso a llorar, que estaba asustada y que le pidió reiteradamente que la soltara. Relata que él dijo que la dejaría ir solo si ella le aseguraba que no diría nada más. En ese momento, cuenta, otras jugadoras comenzaron a salir del estadio y Zitkovich se fue.
Guissel Carrasco recuerda que estaba muy asustada. Le habían recomendado no decirle a nadie y la angustia, dice, se acumulaba. Esa noche recibió el último mensaje de Zitkovich. Como lo había bloqueado, él le insistió por mensajes de texto. La conversación quedó archivada en un pantallazo.
—Oye no te enojes, solo quise ser buena onda, que estés bien un abrazo nos estamos viendo— escribió Zitkovich a las 23:40.
—Por favor déjame tranquila… yo solo quiero cumplir mis sueños no te interpongas en ellos —le respondió.
Guissel Carrasco cuenta que lloró toda la noche.
La denuncia contra el coordinador avanzó en Unión Española. Elian Rosales le mostró las pruebas a Luis Baquedano, gerente general del club. Branko Zitkovich fue despedido de inmediato.
Después de contarlo en el club, durante una semana Guissel se guardó el acoso ante su familia. Pero, como inventaba excusas para no ir a los entrebamientos y no salía de su habitación, su mamá empezó a sospechar. El 30 de abril la familia estaba sentada en la mesa. Marilyn Pizarro decidió conversar con su hija y le comentó que era raro que no quisiera ir a entrenar, que la notaba diferente. Le dijo: “No me digas que pasó algo con algún profe”. La cara colorada de Guissel Carrasco la delató. Decidió contar todo.
“Tuvieron a mi hija una semana aguantando todo sola, porque en el club le recomendaron que no me dijera nada”, reclama Marilyn Pizarro. El jueves 2 de mayo fue al estadio de Cerro Navia a encarar al director Elian Rosales. Entró sin permiso a la práctica, cruzó la cancha y lo enfrentó: “Sentí que me estaban esperando”, cuenta Marilyn Pizarro. Ella piensa que él tenía preparadas las respuestas: “El club lamenta lo ocurrido y no te preocupes, Branko fue despedido”, recuerda que fueron las palabras de Rosales.
Para la madre, el despido no era la solución para su hija, porque estaba sufriendo y su estado emocional se agravó con la semana en que enfrentó sola lo vivido.
Marilyn Pizarro recuerda que Elian Rosales le pidió que no le contara a nadie, porque no querían que las jugadoras se enteraran y deseaban mantener la situación bajo perfil. El DT Cristóbal López, que por esos mismos días fue cesado en su cargo por rendimiento, concuerda en que el club “no quería que saliera a la luz pública”.
Pero Marilyn Pizarro estimó que era relevante advertir a los apoderados y esa noche les escribió al grupo de WhatsApp que también integran los miembros del cuerpo técnico del equipo.
Luego de recibir la denuncia y desvincular a Zitkovich, la gerencia de Unión Española informó a Felipe Rivera, encargado del área social del club. Rivera revisó los mensajes de WhatsApp que, según relata, “no correspondían al horario laboral y el contenido no se vinculaba a una relación entre coordinador y jugadora”.
Felipe Rivera y un psicólogo externo reunieron los antecedentes y conversaron con Guissel Carrasco y su madre. Además, presentaron una denuncia al área de protección del Servicio Nacional del Menores (Sename) de la comuna donde reside la joven. “Nosotros no podemos entrar en profundidad, ni somos expertos. Lo que la ley dice es que recurramos a estas áreas proteccionales de la comuna y derivar el caso a ellos”, explica Felipe Rivera.
El funcionario de Unión Española dice que se contactó con la familia para explicarles que buscarían la mejor alternativa para derivar el caso de su hija y que le ofrecieron apoyo psicológico, pero que les informaron que Guissel ya estaba en terapia. Según Felipe Rivera, luego de informar al Sename de la comuna, él hizo seguimiento y Guissel Carrasco nunca asistió a las reuniones programadas. Marilyn Pizarro explica que jamás se enteró que el club se había comunicado con el Sename y que ellas no fueron contactadas por ese servicio.
Jugadoras de la sub 17 de Unión Española cuentan que el club citó a sus apoderados a una reunión y luego las convocaron a ellas para explicar el despido de su coordinador. Belén Politis, jugadora de esa categoría, cuenta que les explicaron que el coordinador fue despedido y que la compañera afectada no volvería. “También nos pidieron que no divulguemos el tema”, comenta.
La categoría adulta también tuvo una reunión, debido a que Branko Zitkovich era su coordinador. La capitana Andrea Cerda comenta que el club no tuvo buen manejo en general, por falta de experiencia, empatía y recursos.
La familia Carrasco Pizarro se contactó con el abogado Fernando Álvarez para analizar las opciones legales que tenían. El abogado se reunió dos veces con Luis Baquedano, gerente de Unión Española. El club entregó los papeles que pidió el abogado para una posible acción legal, la que nunca ocurrió porque “la expectativa de justicia de Guissel no podía cumplirse con las pruebas que teníamos”, explica Álvarez.
Luis Baquedano confirma las dos reuniones con el abogado y dice que hicieron todo lo que pudieron haber hecho como club. “Leí las conversaciones y despedí a Branko de inmediato”, afirma. Agrega que “Guissel no debió seguirle el juego a Branko y debió haber denunciado antes”. Al consultarle por las versiones que indican que hubo peticiones para mantener en reserva lo ocurrido, Luis Baquedano dice que el club nunca tuvo esa intención y aclara que desconocía que funcionarios de la institución hubiesen solicitado eso a Guissel Carrasco y su familia.
Marilyn Pizarro dice que Branko Zitkovich frustró el sueño a su hija de jugar profesionalmente y aclara que las consecuencias las vive hasta hoy.
Una mañana de mediados de 2019, el padre de Guissel Carrasco la dejó en la puerta del liceo y siguió a su trabajo. Minutos después, profesores de la joven se comunicaron con Marilyn Pizarro para preguntarle por qué su hija no había asistido. Recién al mediodía, recuerda la madre, recibió una llamada de un número desconocido. Era una señora que dijo haber encontrado a Guissel Carrasco perdida. “Estaba en una avenida lejos de su liceo”, cuenta Marilyn Pizarro. Sin saber lo que hacía, Guissel Carrasco había caminado y no se acordaba de nada.
La adolescente iba a terapia de psicólogo y psiquiatra. Ambos coincidieron en el diagnóstico: depresión. “Tenía mucho miedo de cruzarme a Branko en alguna parte. Lo que sufrí fue muy fuerte para mí. No quería vivir más. Me quise suicidar dos veces”, cuenta Guissel. Su madre se estremece al recordar el día que escuchó llorar a su hija en su pieza con la puerta cerrada: “Decidí entrar y la encontré con los brazos cortados, llenos de sangre”.
Marilyn Pizarro debió renunciar a su trabajo como vendedora de ropa para acompañar a Guissel durante el día. A veces, cuenta, no podía dormir por la preocupación de que pasara algo con su hija en la noche.
Desde pequeña, Guissel fue fanática del fútbol. Siempre quiso ser parte de un club para llegar a la selección. Tras el acoso que sufrió, Guissel Carrasco no podía ver un balón. “Ese fue uno de los mayores daños, abandonó totalmente su interés por lo que más quería”, dice su mamá. Pasaron meses de terapia para que su hija pudiera ver una pelota nuevamente. Pero la joven es enfática y aclara que no quiere jugar fútbol profesionalmente.
Branko Zitkovich fue contactado para este reportaje, pero no quiso participar.
PARTE IV
Diez años de malos tratos para las futbolistas de Everton
Mario Vera es uno de los entrenadores más exitosos del fútbol femenino chileno. Al mando de Everton fue bicampeón nacional y finalista de la Libertadores. Pero su registro contrasta con el maltrato que denuncian algunas de sus dirigidas. Gritos destemplados en los camarines, insultos y comentarios homofóbicos son parte de los episodios que varias de ellas hoy se atreven a revelar. Tras zamarrear a una joven sub17, la asociación nacional de jugadoras le abrió una investigación. Everton solo lo cambió de puesto y lo dejó a cargo del fútbol joven.
En 2007 Mario Andrés Vera Bazáez de 29 años, junto a Antonio Bloise, entonces presidente de Everton, crearon la rama femenina del club. Mario Vera fue su director técnico y no solo eso, fue durante tres años el entrenador de fútbol femenino más exitoso de Chile.
Everton salió campeón en 2008 y 2009, mismo año en que participó de la primera edición de la Copa Chile. Llegó a la final y se enfrentó a Colo-Colo. Cuatro a dos fue el resultado a favor de la escuadra de Mario Vera. Everton fue el primer equipo chileno femenino en participar en la Copa Libertadores en 2009 y 2010. En 2009 logró el cuarto lugar y en 2010 perdió la final por uno a cero frente al Santos de Brasil.
Nicole Tobar llegó a Everton en 2009, tenía 18 años y fue su primer club profesional. Ella junto a cinco compañeras, que venían del Lago Rapel, vivieron con Mario Vera en una cabaña en Quilpué. Como eran jóvenes y el fútbol femenino no es profesionalizado, había jugadoras que no tenían dónde vivir. Nicole Tobar entró a Everton con la promesa de recibir $ 60 mil mensuales y que sus servicios básicos estarían cubiertos: comida, transporte y residencia. El compromiso era con Mario Vera, pero no todo se cumplió. El dinero pactado no llegó hasta su tercer mes en Everton y Nicole Tobar recuerda: “Muchas veces pasamos hambre, no teníamos dinero, tampoco había almacenes cerca de la casa, porque quedaba en un lugar retirado y Mario no siempre nos tenía comida para cocinar”.
Mario Vera explica que en esta época muchas jugadoras querían ir a jugar a Everton porque era el equipo campeón. Pero reconoce que “al fútbol femenino jamás le han dado la importancia que merece”. Entonces, dice, él trataba de ayudarlas. Mario Vera no vive del fútbol femenino, desde 1999 es dueño de una empresa de arriendo de maquinarias y ese es su principal ingreso. Según Vera, su mamá le daba la comida diaria a las jugadoras, pero Nicole Tobar lo desmiente y cuenta que “cuando Mario se olvidaba de abastecernos con comida y andaba apurado, nos dejaba en la casa de su madre antes de ir a entrenar y nos daba once. Porque sabía que ella siempre nos daría algo”.
Además de incumplir compromisos económicos, el maltrato como director técnico es lo primero que recuerdan las jugadoras al preguntarles por sus años en el club. Gloria Cantillana también entró a Everton en 2009. Ella era de Rancagua, se integró con 15 años al equipo sub 17 y se quedó hasta 2012 en una primera etapa. “La relación con Mario era mala. Yo no tenía a nadie que me fuera a defender, alguien que fuera a decir: Oye, ¿qué te pasa con mi hija? De repente una se equivocaba en un pase y te echaba del entrenamiento”, recuerda.
Mario Vera estaba a cargo de la rama femenina del club y era director técnico de la sub 17 y de la adulta. Sobre el trato, Gloria Cantillana es enfática: “Hacía lo que quería con nosotras en la sub 17, como sabía que nos gustaba tanto el fútbol, nos podía tratar mal y siempre estaríamos ahí”.
Nicole Tobar recuerda el partido contra Colo-Colo en 2009: “Era el entretiempo, íbamos perdiendo y nos fuimos al camarín. Mario Vera le preguntó gritando a una compañera: ¿Qué te pasa? Ella respondió que nada y trató de excusarse cuando Mario le dijo que se pusiera de pie, le puso la mano en el short y le gritó: ¡Mira, estás toda cagada! ¡Avísame cuando sepas jugar a la pelota!”. La protagonista de ese episodio, que prefirió no dar su nombre, confirmó lo ocurrido: “Me gritó que tenía un mojón en el short”.
Una compañera que fue testigo, agrega: “Me acuerdo que hizo que se parara, le tocó el poto y le gritó. Todas quedamos paralizadas y nadie se atrevió a decirle algo”. Mario Vera niega haber tocado a la futbolista. Según su versión, en la cancha debe sacarle los miedos a sus jugadoras, pero asegura que nunca usó esas palabras. Nicole Tobar reflexiona que en el equipo había mucha normalización de los comentarios y gritos de Mario Vera.
Constanza Villanueva jugó en Everton como refuerzo para la Copa Libertadores de 2010 y en 2011, con 21 años, entró oficialmente al club. Se quedó hasta 2013 en una primera etapa. Ella coincide con Nicole Tobar y asegura que normalizaba el trato y lo trataba de justificar, pensando “Mario es así”. Hoy está en su último año de pedagogía y reflexiona: “Ahora entiendo que ese no debiera ser el trato a un deportista y pienso ¿cómo aguanté tanto?”.
“Para mí ha sido el DT que más me ha marcado. Me enseñó en la parte técnica súper bien, pero como persona, siempre falló”, explica Gloria Cantillana. En los primeros cuatro años que ella estuvo en Everton, la actitud de Mario Vera no cambió: “Nos decía que éramos malas y que no servíamos para el fútbol”. Agrega que ni su madre conoce todo lo que le tocó vivir en Everton en esos años: “Me gustaba tanto el fútbol que me la comí sola y me dejé pasar a llevar mucho”. A Gloria Cantillana le afectó psicológicamente lo vivido con Vera. “Creo que hasta hoy me afecta, porque me cuesta creer en mis capacidades. Pienso constantemente la frase que Mario me decía sobre que no iba a lograr nada”, detalla.
Verónica Riquelme jugó solo en 2013 por Everton y recuerda episodios donde le tocó ver gritos y comentarios hirientes a compañeras. “¡Sácate los pañales, estás toda cagada jugando! ¡Empieza a despertar!”, son algunos de los gritos que recuerda Riquelme en su año con Mario Vera. El director técnico justifica que el dicho de los pañales se lo ha escuchado a 20 técnicos del fútbol femenino, explica que “es una expresión, no es una humillación” y que todo depende del contexto. Pero Javiera Moreno, vicepresidenta y jefa de Género y Desarrollo de la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF) es enfática:
“Es una frase inaceptable. Es un ataque directo y una humillación. Además traspasa el límite de lo que sí corresponde como frases de motivación para las jugadoras. Urge hacer un cambio cultural para erradicar ese tipo de frases”.
Esos comentarios, dice Verónica Riquelme, generaban miedo en sus compañeras: “Las que eran débiles de mente cagaban. Mario se las comía. Pero las que éramos más fuertes, tratábamos de no pescarlo ni caer en su juego”.
En 2013, Gloria Cantillana vivió un proceso de selección para representar a Chile en la categoría sub 20, equipo dirigido por Ronnie Radonich. Cuando asistió a entrenar, el seleccionador le dijo que la habían llamado dos veces antes y le preguntaron por qué no había asistido. “Quedé en blanco”, dice la jugadora. Nunca supo de los dos llamados previos. Constanza Villanueva asegura que le pasó lo mismo por lo menos una vez. Mario Vera se justifica y explica que “deben haber más de 100 llamados y dos se me pasaron… todas las demás fueron”. Él reconoce que no le gustaba el manejo de Marta Tejedor, entrenadora de la selección entre 2007 y 2011, porque a su juicio armaba un grupo de amigas y no una selección. Pero las jugadoras no opinan lo mismo.
Cuenta Gloria Cantillana que a Mario Vera no le gustaba que fueran a la selección chilena y filtraba a las que podían asistir. “La selección es para ir a huevear, es para volverse lesbiana”, recuerda Cantillana que eran las palabras de Mario Vera. Lo confirma Nicole Mariñelarena, actual jugadora de Everton. Mariñelarena y Sofía Rojas, quien también integra el plantel del club, cuentan que se burlaba de las seleccionadas en sus charlas de entrenamiento. Ambas recuerdan que se refirió a una jugadora (cuya identidad Ciper mantiene en reserva) como “mongólica”.
Sofía Rojas llegó en 2014 con 15 años al equipo y tiene marcada una escena que vivió en el camarín. Fue en un entretiempo de un partido sub 17 contra Santiago Morning en la cuarta fecha del Torneo de Apertura de ese año. Jugaban en Viña del Mar y perdían por tres goles a cero. Entraron a los vestidores y Mario Vera estaba enfurecido: “Se descontroló y comenzó a pegarle a las paredes y a gritarnos cagonas”, dice Sofía. A algunas jugadoras, agrega, les gritó directamente en la cara: “¡Eres una cagona de mierda!”.
Karime Orozco, compañera de Rojas, tenía 14 años y confirma la escena. Ella cuenta que en la fecha siguiente, contra Ovalle, en un partido de la categoría adulta pero donde jugaban en su mayoría niñas de la sub 17 por falta de equipo, ocurrió algo similar. En el entretiempo Mario Vera entró gritando al camarín, le pegó a la pared y se quebró la mano, detalla Karime Orozco. Vera entrega su versión: “No golpeé a nadie, ni le grité a nadie. Perdimos y por la rabia le pegué a la pared y me quebré la mano”.
A fines de 2014 Everton cerró su rama femenina y Mario Vera se hizo cargo del fútbol joven del club. Pero un grupo de hinchas y apoderados crearon Deportes Viña del Mar Fútbol Femenino. En 2015 hicieron un trato con Everton que les permitió jugar en el campeonato nacional y llevar su nombre. Varias exbasquetbolistas de la zona se sumaron para poder armar un equipo. En 2017, quienes dirigían el equipo le pidieron a Mario Vera hacerse cargo de la escuadra y le ofrecieron un sueldo. Según afirma Cristián Díaz, dirigente de la época, desconocían las actitudes de Mario Vera hacia las jugadoras.
El entrenador consiguió una cancha donde entrenar, reorganizó el plantel, fichó nuevas jugadoras y dejó fuera a otras. Uno de los fichajes fue el de Gloria Cantillana. Ella dice que retornó porque Mario Vera la convenció de que estaba más calmado y decidió darle una segunda oportunidad. Carolina Berkhoff era una de las
basquetbolistas que se sumó al plantel, sobre la vuelta de Vera asegura que “muchas veces cedimos en el trato por tener una persona que nos podía ayudar a surgir. Porque ser Mario Vera te abre puertas y dejamos que hiciera lo que quisiera”.
Nicole Mariñelarena fue entrenada por Mario Vera en 2008 y volvió al club diez años después. Ella comenta que en ese primer año el director técnico solía comentar y burlarse de la orientación sexual de las jugadoras. “¡No la vas a dejar pasar porque te la comiste!” y “no se corten el pelo como hombre”, recuerda Mariñelarena y Gloria Cantillana que eran algunas de las frases que decía Mario Vera. Al reflexionar sobre su segundo período en el equipo, Nicole Mariñelarena dice: “Volver fue revivir todo, pero diez veces más”.
Una de las jugadoras que fichó en 2019 en Everton fue Carol Negrón. Volante con más de diez años de experiencia en el fútbol, llegó desde Puerto Montt a los 29 años. Las negociaciones las hizo con Mario Vera. Él le ofreció alojamiento y $ 300 mil mensuales. “Todo quedó en nada, las 300 lucas me las pagó dos meses, después 100 lucas, luego 50 y finalmente, nada”, dice Negrón. Con la casa sí cumplió. Ella cuenta que vivió en una cabaña de Mario Vera al oriente de Quilpué. Le quedaba lejos del centro de entrenamiento y no tenía transporte. Vera la llevaba y traía.
Carol Negrón fue testigo de constantes gritos a sus compañeras. Cuenta que generalmente gritaba “marca a la negra, a la guatona o a la huevona”. Ella se preguntó por qué nadie le respondía y sus compañeras le dijeron que siempre había sido así.
El jueves 4 de abril de 2019, Pía Zamorano, segunda arquera de Everton, se lesionó. La falta de apoyo del club a la jugadora indignó a Nicole Mariñelarena, capitana de la época, quién denunció ese mismo fin de semana por redes sociales lo ocurrido.
La denuncia tuvo repercusiones. Una fue la respuesta del club en relación a la cobertura de las lesiones. Gustavo Dalsasso, gerente deportivo de Everton, dijo que desde ese momento la institución iba a correr con los gastos de las lesiones del plantel. Otra consecuencia la vivió Nicole Mariñelarena, porque en el entrenamiento siguiente, Mario Vera la castigó por la publicación y le quitó la capitanía a ella y a la segunda capitana, Joanna Osorio. “Por reclamar por lo justo, Mario me gritó y me dijo que nunca más sería capitana”, cuenta Mariñelarena. Agrega: “Mario siempre nos decía que con poco debíamos hacer mucho y ese pensamiento nos estancaba”.
Tras la conversación en que Mariñelarena y Osorio perdieron la capitanía, Carolina Berkhoff dio su opinión. Mario Vera la quedó mirando fijo y empezó a encararla: “¿Tú, quién eres? Primero debes rendir en la cancha para hablar. No sirves para nada, no puedes opinar”, recuerda Berkhoff que fueron algunas de las palabras del director técnico. Ella le respondió que esa discusión no era para ese momento, pero él continuó gritando. Nicole Mariñelarena junto a otras compañeras la defendieron. Sofía Rojas cuenta que “la empezó a atacar y menospreciar. Le decía que era mala”. Carolina Berkhoff comenzó a llorar y Mario Vera dijo que ninguna estaba obligada a estar ahí. Eso provocó que varias jugadoras abandonaran el entrenamiento, entre ellas Nicole Mariñelarena, Sofía Rojas, Carolina Berkhoff, Tania Hidalgo y Gabriela Herrera.
Al preguntarle a Mario Vera por el conflicto con Carolina Berkhoff, dice que nunca le gritó, solo le explicó que ella no estaba en los planes del equipo y que entrenaba para hacerle un favor.
Tras lo ocurrido, Mariñelarena, Rojas, Berkhoff y Herrera se ausentaron por varios días y fueron eliminadas del grupo de Whatsapp del equipo. Gustavo Dalsasso se comunicó con ellas y las citó a una reunión. Las cuatro le relataron lo que pasó en ese entrenamiento y cuentan que Dalsasso desconocía la real discusión. En consecuencia, se disculpó por lo ocurrido y les pidió que se reintegraran. Pero ellas le explicaron que Mario Vera era el que no quería su retorno. Según las jugadoras que estaban en la reunión, el gerente deportivo decidió llamar a Mario Vera frente a ellas y le dijo:
—Mario, tengo cuatro chicas acá que el lunes vuelven a entrenar.
Mario Vera no entendió a quienes se refería y Dalsasso decidió darle los nombres. Las jugadoras confirman que escucharon claramente la respuesta, aunque Dalsasso no tenía su teléfono en altavoz.
—¡Sofía Rojas, esa concha de su madre no vuelve a entrenar! —respondió Mario Vera.
Gustavo Dalsasso y otros directivos del club fueron contactados, pero no quisieron participar del reportaje. “Everton de Viña del Mar está en un proceso de reestructuración de su área femenina”, respondió el club.
Después de unas semanas Sofía Rojas, Carolina Berkhoff y Gabriela Herrera, abandonaron el club. “No me daban ganas de entrenar. Me fui de Everton por Mario Vera”, aclara Sofía Rojas. Para Carolina Berkhoff su salida fue difícil y relata: “Tenía 32 años, Mario siempre se dedicó a denigrarme, a pesar de mi esfuerzo por mejorar. Psicológicamente me dejó muy mal”. Por motivos económicos Berkhoff no asistió a un psicólogo, a pesar que sintió la necesidad.
El 14 de septiembre de 2019 Everton enfrentó a Santiago Wanderers, el clásico regional, en el estadio de Villa Alemana. Primero fue el partido de la sub 17 y a continuación jugó el plantel adulto. En el entretiempo del equipo juvenil, el marcador estaba igualado sin goles y las adultas ya estaban en los vestidores preparándose para su partido. Las jugadoras dicen que Mario Vera ingresó golpeando las paredes y gritando. Según cuentan Nicole Mariñelarena, Carol Negrón y otra entrevistada que prefirió no ser mencionada por miedo a represalias, el DT se paró frente a Trinidad Bernales, la tomó de los hombros, la zamarreó contra la pared y le gritó al oído: “¡Corre, corre, corre!”. La joven lo empujó para alejarlo, comenzó a llorar y se fue a los baños.
Las jugadoras juveniles quedaron paralizadas. Fueron algunas de la categoría adulta las que alzaron la voz para pedirle a Mario Vera que se detuviera, que se calmara. “Mario, ¿qué estás haciendo? ¡Para! ¿Cómo tomas así a una cabra chica!”, le gritaron.
Mario Vera cuenta su versión de lo ocurrido con Bernales: “Cometí un error. No eludo mi responsabilidad. Yo le grité más o menos cerca del oído, pero jamás la toqué”, explica. Cuenta que en esa ocasión puso su cargo a disposición, que habló con la jugadora y sus papás, que les explicó que estaba pasando por un mal momento, porque se estaba separando de su pareja y que ellos lo entendieron. Tras lo sucedido, reflexiona: “Cada día creo que no estoy para dirigir niñas chicas”.
Lo ocurrido el 14 de septiembre hizo que las jugadoras se cuestionaran el actuar que Mario Vera ha tenido por años. “Yo soy profe, el día de mañana voy a ejercer mi profesión y no puedo quedarme con eso en mi cabeza”, pensó Carol Negrón. Fue ella, junto a Nicole Mariñelarena y otras jugadoras, las que se organizaron. Recopilaron información, audios y contactaron a la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF).
En mayo de 2019 la ANJUFF estrenó su Protocolo de Abuso y Acoso Sexual, documento pionero dentro del fútbol femenino de Latinoamérica. Este protocolo comienza a operar una vez recibida la denuncia en la página web de la ANJUFF o a través de un correo electrónico que se dispuso exclusivamente para ello. Luego, la asociación se contacta con la denunciante para reunir antecedentes y entregar apoyo jurídico, comunicacional o emocional. La ANJUFF asesora y acompaña a la denunciante, protegiendo su identidad.
Javiera Moreno fue la encargada en la ANJUFF de llevar la investigación sobre Mario Vera. Desde que recibieron la denuncia hasta diciembre pasado se reunieron 13 testimonios bajo reserva de identidad. Se redactó un informe donde se enumeraron las conductas inapropiadas del director técnico y a mediados de diciembre lo presentaron a los dirigentes de Everton. Javiera Moreno cuenta que los directivos ya estaban al tanto de algunas de las actitudes de Mario Vera y que quedaron en hacer una investigación interna.
Hasta febrero de 2020 la ANJUFF no tuvo noticias de Everton. La primera semana de ese mes, la asociación insistió y la dirigencia le respondió que decidieron desvincular a Mario Vera de la rama femenina. El club no lo despidió, sino que lo dejó a cargo del fútbol joven. Según Mario Vera, él no fue cambiado de función por la denuncia y le quita valor a la investigación. De acuerdo con su versión, el real motivo sería una disputa interna con un compañero que quería su puesto.