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ОглавлениеTESTIMONIOS ACERCA DE LICURGO
VIDA DE LICURGO
(tomada de las Vidas de los diez oradores atribuidas a Plutarco)
Licurgo tenía por padre a Licofrón, hijo de Licurgo (a [1] quien los Treinta Tiranos dieron muerte; autor de su muerte fue Aristodemo, del demo de Bate, el cual, tras haber sido helenotamía, fue desterrado bajo el régimen democrático); era del demo de Butadas, del linaje de los Eteobútadas. Como [2] fue discípulo del filósofo Platón, al principio cultivó la filosofía; más tarde fue discípulo también del orador Isócrates, se distinguió como hombre de Estado, tanto de palabra como de obra. Se le confió la administración de las finanzas; [3] fue, en efecto, tesorero, durante quince años, de catorce mil talentos, o, como dicen algunos, (el que decretaba los honores para él fue el orador Estratocles) de dieciocho mil seiscientos cincuenta; al principio fue elegido él personalmente; después, inscribiendo a uno de sus amigos, se encargaba él mismo de la administración, introduciendo con antelación una ley que prohibía al designado para dirigir las finanzas públicas, ejercer la administración por más de cinco [4] años. Tanto en verano como en invierno continuó siempre [5] al frente de los trabajos. Elegido para la preparación de la guerra, mejoró muchos aspectos de la ciudad y equipó [6] cuatrocientas trirremes para el Estado. Arregló y plantó de árboles el gimnasio del Liceo, construyó la palestra y concluyó, como presidente, el teatro de Dioniso. Custodió doscientos cincuenta talentos que le habían confiado unos [7-8] particulares. Aparejó, a cuenta del Estado, vasos de oro y plata, [9] y Victorias de oro macizo. Terminó muchos trabajos que había recibido a medio hacer, las dársenas y el arsenal. Trazó el cimiento en torno del estadio panatenaico; llevó a cabo esta obra y allanó el barranco, propiedad de un cierto Dinias, que había adquirido ese lugar y lo había cedido a la ciudad, declarando que se le concediera como don a Licurgo. [10] Obtuvo también la vigilancia de la ciudad y el apresamiento de los malhechores, a quienes expulsó en su totalidad, según dicen algunos letrados, a saber, que Licurgo componía sus discursos contra los malvados, no con tinta [11] sino untando el cálamo en la muerte. Por ello, cuando fue [12] reclamado por el rey Alejandro, el pueblo no lo entregó. En la época en que Filipo luchaba con los atenienses en la segunda guerra, fue de embajador con Polieucto y Demóstenes [13] al Peloponeso y a algunas otras ciudades. Pasó toda su vida gozando de buena fama entre los atenienses y considerado justo, de suerte que en los tribunales el hecho de que hablara Licurgo parecía ser una ayuda para el defendido.
[14] Introdujo también leyes: una, acerca de los actores cómicos, consistente en realizar un concurso de rivalidad en el teatro, en la fiesta de las Marmitas, y en que el vencedor fuera inscrito de derecho en la ciudad, cosa que antes no era [15] posible; recuperaba así el concurso ya desaparecido. Una segunda ley ordenaba erigir imágenes en bronce de los poetas Esquilo, Sófocles, Eurípides, copiar sus tragedias para guardarlas en un archivo común, y el secretario de la ciudad las debía leer a los actores; pues no era lícito representar al margen de ellas. Una tercera ley prohibía a los atenienses [16] y domiciliados en Atenas comprar, de entre los capturados, a una persona libre para someterla a esclavitud, ni a un esclavo sin el consentimiento de su primer dueño. Más aún, [17] decretó establecer en el Pireo un concurso de no menos de tres coros cíclicos en honor de Posidón, y conceder a los vencedores diez minas, ocho a los segundos y seis a los clasificados en tercer lugar. Todavía más, prohibió a las mujeres [18] ir en carro a Eleusis, a fin de que las mujeres del pueblo no fueran humilladas por las ricas; caso de que alguna fuera descubierta, debía pagar seis mil dracmas. Cuando su propia [19] mujer desobedeció a la ley y la sorprendieron los sicofantas, les dio un talento; más tarde, acusado ante el pueblo, dijo: «sí, pero se me ha visto dando, no recibiendo». En cierta [20] ocasión en que un recaudador había puesto las manos encima del filósofo Jenócrates y lo llevaba a pagar el impuesto de los metecos, Licurgo les salió al encuentro con un bastón, lo llevó contra la cabeza del recaudador y liberó a Jenócrates, mientras que al otro lo encerró en la cárcel por no haber procedido como era debido. Como se le elogiara por [21] la acción, a los pocos días, Jenócrates, encontrándose con los hijos de Licurgo, les dijo: «rápidamente, niños, he devuelto a vuestro padre el favor, pues muchos lo elogian por haberme ayudado». Introdujo también decretos, recurriendo [22] a un tal Euclides de Olinto, muy versado en los decretos. A [23] pesar de ser rico, llevaba un solo vestido, y el mismo, en invierno y en verano, y se calzaba en los días en que era necesario. Se ejercitaba día y noche, estando no bien dotado por [24] naturaleza para la improvisación, recostado sobre una pequeña cama sobre la que había sólo un pequeño vellón de oveja y un cojín, para despertarse fácilmente y darse a la meditación. [25] Al reprocharle alguien que remunerara a los sofistas por ejercitarse a su lado en discursos, dijo que si alguien le prometía hacer mejores a sus hijos, le cedería, no mil [26] dracmas, sino la mitad de su hacienda. Era también franco hablador a causa de su noble nacimiento. Un día, al no soportar los atenienses que hablara en público, exclamó fuera de sí: «¡Oh látigo de Corcira, de cuántos talentos eres digno!». [27] Y a su vez, al aclamar ellos a Alejandro como a un dios, dijo: «Vaya un dios, si al salir de su templo es preciso purificarse». [28] Al morir él, entregaron a sus hijos en manos de los Once, siendo Menesecmo el acusador y Trasicles el redactor de dicha acusación. Cuando Demóstenes, entonces desterrado, escribió a los atenienses diciéndoles que eran tenidos en mal concepto a causa de los hijos de Licurgo, se arrepintieron y los soltaron, después de la defensa que hizo en favor de [29] ellos Democles, discípulo de Teofrasto. Fue enterrado él y algunos de sus antepasados con honores públicos, y sus túmulos están frente al templo de Atenea Peonia, en el jardín del filósofo Melantio; las mesas trabajadas, con el nombre del propio Licurgo y el de sus hijos en ellas inscrito, se han conservado incluso hasta nuestros días. Lo más importante es que [30] estableció para la ciudad mil doscientos talentos de renta, [31] cuando antes entraban sesenta. A punto de morir, mandó que se le llevara al Metroo 1 y a la sala del Consejo, queriendo dar cuentas de su administración. Y cuando nadie se atrevía a acusar, excepto Menesecmo, habiendo refutado las calumnias, fue conducido a su casa y murió; considerado un hombre honrado a lo largo de toda su vida y elogiado en sus palabras, no fue condenado en ningún proceso, a pesar de sus muchos acusadores. [32] Tuvo tres hijos de Calisto, hija de Habrón y hermana de Calias, hijo de Habrón, del demo de Bate, que fue tesorero de los fondos militares durante el arcontado de Querondas. De este parentesco habla Dinarco en su Contra Pistias. Dejó [33] hijos: Habrón, Licurgo, Licofrón, de los que Habrón y Licurgo murieron sin hijos, pero Habrón murió después de haber cumplido brillantemente como hombre de Estado. Licofrón, [34] que se había casado con Calistómaca, hija de Filipo, del demo de Exona, engendró a Calisto; con ésta se casó Cleómbroto, hijo de Dinócrates, de Acamas, y engendró a Licofrón; a éste lo adoptó su abuelo Licofrón; murió sin hijos. Después de la muerte de Licofrón, Sócrates se casó con Calisto y tuvo [35] un hijo, Símaco; de éste nació Aristónimo; de éste Cármides; de éste Filipe; de ésta y de Lisandro, Medeo, que llegó a ser exegeta entre los Eumólpidas. De éste y de Timotea, hija de [36] Glauco, nacieron los hijos Laodamía y Medeo, que tenía el sacerdocio de Posidón Erecteo, y Filipe, que fue después sacerdotisa de Atenea. Antes se había casado con ella Diocles [37] de Melisa, que engendró a Diocles, estratego de los hoplitas. Éste se casó con Hediste, hija de Habrón y engendró a Filípides y a Nicóstrate. Con Nicóstrate se casó Temístocles, el hijo [38] de Teofrasto, y engendró a Teofrasto y a Diocles; heredó también el sacerdocio de Posidón Erecteo. [39-40]
Se atribuyen al orador quince discursos. Fue coronado [41] por el pueblo muchas veces y obtuvo estatuas. Se alza de él una estatua de bronce en el Cerámico, en cumplimiento de un decreto de tiempos del arconte Anaxícrates; durante este arcontado recibió también la manutención en el Pritaneo, él y Licurgo, el mayor de sus descendientes, con arreglo al mismo decreto. Al morir Licurgo, el mayor de sus hijos, Licofrón, disputó ese privilegio. Habló también muchas veces [42] de los cultos religiosos. Acusador de Autólico, miembro del Areópago, de Démades, hijo de Démeas, de Menesecmo y de otros muchos, a todos los hizo condenar. Juzgó también a Dífilo por haber sustraído de las minas de plata las columnas [44] que soportaban los pesos excesivos que sobresalían y que, en contra de las leyes, se había enriquecido con ellas, y, siendo la muerte el castigo, lo hizo condenar y distribuyó a cada uno de sus conciudadanos cincuenta dracmas sacadas de la confiscación; se reunió un total de ciento sesenta talentos, o, según otros, una mina. Promovió contra Aristogitón un proceso por rendición de cuentas, contra Leócrates y [45] Autólico por cobardía. Era invocado Licurgo con el nombre de Ibis, como dice Aristófanes:
[46] Ibis para Licurgo, para Querefonte, murciélago.
Hacían remontar su linaje a Butes y a Erecteo, el hijo de Tierra y Hefesto, y, más inmediatamente, a Licomedes y a [47] Licurgo, a los que el pueblo honró con sepulturas a expensas del Estado. Esta ascendencia del linaje de los sacerdotes de Posidón está en una placa de tamaño natural que se alza [48] en el Erecteo, grabada por Ismenias de Calcis, así como unas imágenes de madera de Licurgo y de sus hijos Habrón, Licurgo, Licofrón, que realizaron Timarco y Cefisódoto, hijos de Praxíteles. La placa la consagró Habrón, su hijo, [49] quien, por línea genealógica, obtuvo el sacerdocio y lo cedió a su hermano Licofrón, y por ello está representado Habrón entregándole el tridente. Elaboró un registro de toda su [50] administración, y lo grabó en una estela ante la palestra por él construida, para quienes quisieran examinarlo. Nadie ciertamente pudo acusar al hombre de malversación. Propuso [51] también coronar a Neoptólemo, hijo de Anticles, y erigirle una estatua, porque prometió dorar el templo de Apolo en el ágora, conforme al óraculo del dios. Propuso también [52] honores para Diotimo, hijo de Diopites, de Euonimea, durante el arcontado de Ctesicles.
VIDA DE LICURGO SEGÚN EL LÉXICO SUDA
Licurgo, hijo de Licofrón, ateniense, eteobútada por el linaje, figura entre los oradores admitidos juntamente con Demóstenes. Habiendo vivido irreprochable, muere de enfermedad, dejando hijos; hablando en defensa de ellos desde el destierro el orador Demóstenes, cuando fueron objeto de calumnias, los salvó. Los discursos auténticos de él que se han conservado son:
Contra Aristogitón
Contra Autólico
Contra Leócrates
Contra Licofrón, dos discursos
Contra Lisicles
Contra Menesecmo
Contra Démades
Defensa del mismo acerca de las rendiciones de cuentas
Contra Isquirías
A propósito de los oráculos
Sobre la administración
Sobre la sacerdotisa
Sobre el sacerdocio
Cartas y otros escritos
JUICIOS DE LOS ANTIGUOS
SOBRE LA ELOCUENCIA DE LICURGO
A Licurgo, que en el hablar no es inferior a ninguno de sus conciudadanos, y que ante éstos pasa por ser moderado y honrado.
HIPERIDES , En defensa de Euxenipo 12, col. 26.
El discurso de Licurgo es enteramente dado a la amplificación, elevado y solemne, y en general apto para la acusación, amigo de la verdad y franco; no es ciertamente gracioso ni dulce, sino imperioso. De él es preciso imitar sobre todo las exageraciones.
DIONISIO DE HALICARNASO , Examen de los escritores antiguos V 3.
Te aconsejaría ir al encuentro de Licurgo, por ser más ligero que ésos (Hiperides y Esquines) y revelar en sus discursos cierta simplicidad y nobleza de carácter.
DIÓN CRISÓSTOMO , 18, 11.
Así pues, Licurgo es un orador político como ningún otro, excepto tal vez por el carácter acorde con la simplicidad, y posee en gran medida lo áspero y vehemente sin elegancia; de algún modo, en efecto, sería el mismo que Dinarco. Por la expresión es mucho más áspero que él; es por ello por lo que sostengo que él, de la elocuencia, poseía el exterior, no la realidad; pues sus discursos son más figurados y a veces hacen incursiones en los hechos demostrados. Se sirve a menudo de las digresiones en gran número, dejándose llevar hacia los mitos, historias y poemas, cosas que, también por sí mismas, son propias de un talento aparente.
HERMÓGENES , Sobre las formas de oratoria, H. Rabe, 402, 14.