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Оглавление* Cristóbal Macías Villalobos ha colaborado en la Introducción General y en las de Licurgo, Dinarco e Hiperides.
1 Habitualmente en las ciudades sometidas se entregaba el poder a un grupo de diez oligarcas —las llamadas decarquías —, simpatizantes con la causa espartana, tras expulsar a los partidarios de Atenas; luego se instalaban guarniciones de soldados espartanos al mando de un comandante militar o harmosta.
2 Aunque formalmente Esparta y Persia estaban unidas por un tratado de alianza, firmado el 411, esto no fue obstáculo para que ambos se enfrentaran abiertamente en varias ocasiones: así, en 399-394, cuando los espartanos intervinieron en Asia Menor para liberar a las ciudades griegas del dominio persa; o cuando los persas apoyaron la rebelión de las polis griegas contra Esparta en la Guerra de Corinto.
3 En esta ocasión Tebas, Atenas, Corinto y Argos se aliaron, con el apoyo persa, para enfrentarse a Esparta. La guerra terminó con la llamada Paz del Rey o Paz de Antálcidas (386 a. C.), donde, de nuevo con intervención persa, Esparta recuperaba provisionalmente su hegemonía, al quedar como garante de los acuerdos.
4 La restauración de la Liga Délica parecía confirmar la esperanza ateniense de recobrar su antiguo papel dirigente. Pero el sueño duró poco, pues a partir de 357 algunos aliados la abandonaron, lo cual provocó la reacción violenta de Atenas en la llamada Guerra Social o Guerra de los Confederados (357-355).
5 Conquista de Anfípolis (357), Pidna y Potidea (356), Metona (354), la península Calcídica y Olinto (349-348), etc. Con estas conquistas Filipo se garantizaba una salida al mar, mientras que Atenas veía amenazado el control de los Estrechos y su propio suministro de cereales que importaba de la región del Mar Negro.
6 La alianza estuvo integrada en un principio por Atenas, Acarnania, Acaya, Ambracia, Corcira, Corinto, Eubea, Léucade y Mégara. A última hora se unió Tebas y la confederación beocia. A pesar de todos los esfuerzos, los Estados del Peloponeso no quisieron abandonar su neutralidad.
7 G. KENNEDY , The art of persuasion in Greece, Princeton, 1963 (1974, 6.a reimpr.), pág. 27. En efecto, desde los primeros tiempos, todos los géneros literarios atestiguan la importancia que el arte de la palabra tenía para los griegos: los debates que aparecen en Ilíada I y II; el llamamiento de Príamo de Ilíada XXIV; la práctica de los poetas líricos de incluir discursos en sus obras; la aparición, en las Euménides de ESQUILO , de una escena de juicio, que refleja las prácticas procesales atenienses, etc.
8 G. KENNEDY , ibíd.
9 Por lo pronto, obligó al simple ciudadano a tener un cierto dominio del arte de la palabra, pues era costumbre que los discursos se pronunciaran sin la ayuda de ningún texto escrito; en segundo lugar, favoreció la aparición de los logógrafos, o «redactores de discursos», profesionales de la oratoria y con amplios conocimientos de derecho que, por un precio determinado, confeccionaban un discurso para sus clientes, que éstos luego memorizaban y pronunciaban ante el tribunal —como es sabido, la logografía constituye el núcleo de la oratoria forense griega y alcanzó su pleno desarrollo en el s. IV —; finalmente, el carácter no profesional de los jueces-jurados atenienses favoreció entre los oradores una serie de prácticas habituales como: simpatizar con su auditorio por medio del discurso, mostrando un carácter democrático y políticamente correcto (el éthos o «carácter»); excitar sus sentimientos para conseguir un veredicto favorable (el páthos o «pasión»); provocar la admiración y el goce estético a través de la perfección formal del discurso pronunciado (sobre esto, cf. A. LÓPEZ EIRE , Retórica clásica y teoría literaria moderna, Madrid, 1997, pág. 17).
10 Cuenta la tradición que la retórica fue «inventada» por el siciliano Córax, cuando tras la caída de la tiranía, enseñó a los siracusanos implicados en procesos por expropiaciones de tierras efectuadas por los tiranos, las distintas maneras de argumentar (sobre esto, cf. L. RADERMACHER , Artium Scriptores. Reste der voraristotelischen Rhetorik, Viena, 1951, págs. 11-35).
11 El primero de estos tratados fue elaborado por Tisias, discípulo de Córax, y en él ya se establecían las cuatro partes que acabaron siendo las habituales en el discurso forense clásico: el proemio o introducción, la diégesis o narración, la pistis o demostración, y el epílogo o conclusión.
12 Lo que hoy conocemos como «oratoria ática» fue un concepto desarrollado fundamentalmente por los retóricos y gramáticos alejandrinos de los siglos II y I a. C., aunque ya los atenienses tenían cierta conciencia de ello (v. gr. ISÓCRATE S , Antídosis 295-296). En algún momento del siglo II a. C., uno de estos estudiosos, quizás Apolodoro de Pérgamo, seleccionó un grupo de diez oradores áticos cuyos discursos consideraba que eran más dignos de conservación y estudio, constituyéndose así un «canon» que luego fue generalmente aceptado. Este canon estaba formado por: Antifonte, Andócides, Lisias, Isócrates, Iseo, Demóstenes, Esquines, Licurgo, Hiperides y Dinarco. De ellos, salvo Antifonte y Andócides, los demás desarrollaron total o parcialmente su actividad en el s. IV . Aunque de origen alejandrino, de este canon sólo empezamos a tener documentación en la época de Augusto, de la mano de Cecilio de Caleacte, Quintiliano y PSEUDO -PLUTARCO , autor de unas Vidas de los diez oradores que, como veremos, es la fuente principal para conocer a la mayoría de los llamados «oradores menores», el objeto de este libro.
13 En efecto, la división de la oratoria en géneros con límites precisos y marcados fue un trabajo desarrollado por Aristóteles y sus sucesores.
14 La participación del synḗgoros se hacía insustituible cuando el encausado era un menor de edad, un meteco o una mujer.
15 Cf. A. LÓPEZ EIRE , «La oratoria», en J. A. LÓPEZ FÉREZ (ed.), Historia de la literatura griega, Madrid, 1988, pág. 579, contradiciendo en este sentido la opinión de K. J. DOVER , Lysias and the Corpus Lysiacum, Berkeley-Los Ángeles, 1968, respecto de Lisias.
16 G. KENNEDY , «La oratoria», en P. E. EASTERLING , B. M. W. KNOX (eds.), Historia de la literatura clásica, I. Literatura griega [trad. F. ZARAGOZA ALBERICH ], Madrid, 1990, págs. 541-570, en esp. pág. 550. De sobra es sabido que en los procesos judiciales no se leían los discursos y ni siquiera se usaban notas. Por ello hay que sobreentender que los discursos que conservamos de los oradores griegos no fueron los realmente pronunciados ante el tribunal. La decisión de escribir un discurso respondía a veces a otras intenciones, como demostrar ante los posibles rivales las dotes intelectuales y artísticas propias o para servir como arma arrojadiza en el enfrentamiento político. Cuando se implantó y difundió la enseñanza de la retórica, el discurso escrito se convirtió en un instrumento fundamental para el trabajo docente.
17 Cf. G. KENNEDY , «La oratoria», pág. 553.
18 G. KENNEDY , «La oratoria», pág. 554.
19 H.-I. MARROU , Histoire de l’éducation dans l’antiquité = Historia de la educación en la antigüedad [trad. JOSÉ RAMÓN MAYO ), Editorial Universitaria, Buenos Aires, 19702 , pág. 99.
20 PLATÓN , Fedón 266b. Sobre el papel de la retórica en Platón remitimos a G. KENNEDY , «La oratoria», págs. 74-79.
21 MARROU , Historia..., págs. 101-102.
22 MARROU , Historia...., pág. 104.
23 PLUTARCO , Isócrates 837d.