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INTRODUCCIÓN

1. Vida

La fuente principal para conocer la vida de Licurgo es la biografía que sobre él hizo Pseudo-Plutarco en sus Vidas de los diez oradores 841-44a. Además, como apéndice, este autor incluyó el decreto en su honor propuesto por Estratocles en el 307 a. C., del que también tenemos fragmentos epigráficos (C.I.A. II 240). Esta biografía, a su vez, derivaría de la obra de Cecilio de Caleacte (s. I a. C.), quien utilizó también una temprana vida de Licurgo escrita por Filisco poco después de la muerte del orador. Foción nos transmite una biografía de Licurgo que es copia casi literal de la de Pseudo-Plutarco. La Suda incluye un pequeño artículo (s. v. ‘Licurgo’) donde aparece una lista de sus discursos conservados entonces. Hay también fragmentos de inscripciones relativas a su labor política (C.I.A. II, 162 168, 173, etc.) 1 .

Licurgo, hijo de Licofrón, era ateniense, del demo de Butadas. Su vida transcurre entre 390 2 y 324 a. C. aproximadamente. Nació en el seno de una noble familia, los Eteobútadas 3 , que estaba vinculada con el ejercicio de ciertos cargos religiosos hereditarios, los hombres, con el sacerdocio de Posidón Erecteo, que el propio Licurgo ejerció en persona, y las mujeres, con el de Atenea Poliada. La nobleza de su origen y las dignidades sacerdotales que acaparó su familia debieron de contribuir a la integridad y rigidez moral que siempre le caracterizaron 4 . Por otro lado, sabemos que su esposa se llamaba Calisto y que tuvo con ella tres hijos: Habrón, Licurgo y Licofrón; de ellos, Habrón y Licurgo murieron sin descendencia, mientras Licofrón tuvo una hija, llamada también Calisto. De sus hijos, Habrón tuvo una importante carrera política 5 .

Según Pseudo-Plutarco (841b), fue discípulo de Platón y asistió a la escuela de Isócrates, por lo que habría recibido la misma formación que su contemporáneo Hiperides. A la influencia de Platón, según su biógrafo Filisco, se habrían debido sus cualidades y su éxito como hombre de Estado. Con Platón se habría consolidado su admiración por las instituciones y el modo de vida de Esparta y su idea del sacrificio total del individuo al Estado. A Isócrates debería ciertos hábitos de estilo y expresiones reproducidas tal cual 6 .

Intervino tardíamente en los asuntos públicos de Atenas, quizás cuando contaba algo más de cincuenta años. Es posible que acompañara a Demóstenes, a Polieucto y Hegesipo en 343 en la embajada enviada a varias ciudades griegas para formar una alianza contra Filipo, tras su invasión del Epiro 7 . Se integró pronto en las filas del partido antimacedonio, aunque sólo ocupó un puesto importante en la vida pública tras el episodio de Queronea. Poco después de esta batalla 8 , y por un periodo de doce años, estuvo al frente de la hacienda pública, una magistratura extraordinaria y de gran importancia 9 . Como gestor de la hacienda se podía estar un máximo de cuatro años, una pentetéride, y Licurgo ocupó este cargo tres veces seguidas; pero como la ley no permitía que recayera en la misma persona durante dos periodos consecutivos, en el segundo de estos periodos el cargo recayó nominalmente en un amigo suyo, aunque en la práctica él siguió ejerciéndolo l0 .

Desde su puesto se encargó en primer lugar de llenar las exhaustas arcas del Estado. Para ello recurrió, en un principio, a préstamos de particulares, para atender las necesidades más urgentes, por un montante de 650 talentos, únicamente bajo su garantía personal l1 . Su gestión se coronó con el éxito, pues consiguió elevar los ingresos del Estado hasta los 1.200 talentos cuando antes habían sido de 600 12 .

Sin embargo, no se detuvo aquí su actividad pública, pues le vemos encargado de supervisar ciertos aspectos de la política militar 13 : reforzó los muros de la ciudad sustituyendo el ladrillo por la piedra y construyendo un foso alrededor; acumuló en la Acrópolis un armamento considerable, en concreto, hasta 50.000 armas arrojadizas; aumentó la flota hasta los cuatrocientos navíos y terminó los muelles y el arsenal que Eubulo había comenzado; bajo su mandato se cambió el sistema de elección de los generales, pues éstos pasaron a ser nombrados de entre todo el pueblo sin tener en cuenta la tribu a la que pertenecía; la efebía, creada hacía poco, fue reorganizada para que en ella los jóvenes atenienses de 19 y 20 años recibieran entrenamiento militar, bajo la autoridad de un kosmētḗs y un sōphronistḗs. Aunque no tenemos pruebas de que estas reformas fueran emprendidas por Licurgo en persona, sí se produjeron coincidiendo con su periodo de administrador militar 14 .

De otro lado, llevó a cabo también una cierta restauración religiosa. Su intervención en el culto se explica porque en la actividad del hombre público antiguo no se distinguía entre los intereses materiales de la ciudad y los de la divinidad; además, no debemos olvidar el influjo que en él ejercieron sus tradiciones familiares y el hecho de que él mismo desempeñara funciones sacerdotales 15 . En este terreno dio un mayor empuje a ciertos cultos, restituyó las estatuillas de oro de la Victoria en la Acrópolis, que durante la guerra del Peloponeso habían sido usadas para sufragar los gastos del conflicto l6 ; hizo construir vasos de oro y de plata para las procesiones sagradas; dictó normas para regular el comportamiento del público durante el sacrificio y el culto a los dioses, y pronunció discursos relativos a cuestiones del culto 17 .

Se embarcó también en un ambicioso programa de construcciones civiles: levantó un pórtico en Eleusis, terminó el estadio comenzado por Filón y reconstruyó el teatro de Dioniso, usando la piedra en vez de la madera. Como admirador del drama ático y para evitar la corrupción del texto en manos de los actores, mandó sacar copias de las obras de los tres grandes trágicos —cuyas estatuas hizo colocar en el recién reconstruido teatro de Dioniso— 18 .

Según su biógrafo, tuvo también a su cargo la vigilancia de la ciudad y el arresto de los malhechores, a los cuales expulsó, de modo que algunos de los sofistas dijeron que Licurgo firmaba órdenes contra los malvados con una pluma mojada no en tinta sino en sangre 19 .

Uno de los momentos más difíciles de su carrera tuvo lugar en 335, tras la toma de Tebas por Alejandro, cuando los macedonios exigieron la entrega de Licurgo, Demóstenes y otros destacados representantes del partido antimacedonio. La demanda fue retirada por la intervención de Foción y Démades 20 .

Licurgo dejó una profunda huella entre sus contemporáneos, por su sinceridad, su patriotismo, y su dedicación a la ciudad 21 , por lo que fue coronado muchas veces y se le levantaron estatuas 22 . Sin embargo, no pudo evitar frecuentes ataques de sus enemigos, que acabaron fracasando, incluso después de su muerte en 324 23 . En esta ocasión, su sucesor en el cargo, Menesecmo, le acusó de malversación de fondos, por dejar un déficit en el tesoro. A causa de ello, los hijos de Licurgo fueron encarcelados, aunque consiguieron pronto la libertad gracias a los esfuerzos de Hiperides y Demóstenes 24 . Él mismo y algunos de sus descendientes fueron enterrados a expensas del Estado y sus monumentos fúnebres estaban frente a la Atenea Peonia, en el jardín del filósofo Melando 25 .

Respecto a la valoración de su labor política, hay acuerdo en considerarla más efectiva que la de Hiperides 26 . Este patriota de vida austera —de él se contaba que vivía como un espartano, llevando la misma ropa en invierno que en verano y caminando normalmente descalzo—, de moral inflexible, conservador y restaurador de la tradición en materia religiosa, desde su puesto de administrador de la hacienda y los asuntos militares, hizo mucho por levantar a su ciudad tras el desastre de Queronea y por devolverle parte de su confianza perdida; lo que ya no pudo hacer fue devolverle el puesto de gran potencia que tuvo antaño.

2. Obra

No sabemos si Licurgo pronunció discursos, ya ante la Asamblea, ya como acusador ante los tribunales, antes de 338. Toda la información que poseemos al respecto corresponde al periodo posterior a esta fecha, por lo que en él oratoria y actividad política van íntimamente unidas.

Pseudo-Plutarco nos habla de quince discursos auténticos, mencionando varios de ellos por sus títulos 27 . La Suda, en su artículo sobre Licurgo, menciona catorce discursos, citando también los recogidos en la biografía, así como algunas cartas y otro tipo de escritos 28 . Esta lista de catorce o quince discursos, sin embargo, no abarcaría su obra completa, sino sólo la que llegó a publicar. A éstos habría que unir un gran número de discursos que pronunció ante la Asamblea para defender las numerosas leyes que, según el decreto de Estratocles, llegó a presentar, y los que pronunció como acusador en causas particulares, como en los casos de Euxenipo y Licofrón, en los que Hiperides actuó como defensor 29 .

Los discursos que Licurgo compuso se pueden clasificar en tres grupos: a) discursos en defensa de su propia administración; b) discursos sobre cuestiones de índole religiosa; c) acusaciones públicas, muchas de ellas de claro trasfondo político y en las que pedía a menudo la pena capital 30 .

Entre los discursos en defensa de su administración (Apologías), se pueden citar con certeza dos, un Perì tês dioikḗseōs, citado así por la Suda y Harpocración, el cual incluye alguna glosa y algunos fragmentos muy breves, que es posible que Licurgo pronunciara al final de su primera pentetéride, en la rendición de cuentas de su cargo, o como respuesta a una acusación de Dinarco. El segundo, que Harpocración cita cuatro veces como Apologismòs hôn pepolíteutai y que podría identificarse con la Apología pros Dēmádēn que cita la Suda, sería una defensa general de su actividad pública 31 .

Entre los discursos sobre asuntos religiosos, destacamos un Katà Menesaíchmou eisangelía, citado así por Harpocración, del que poseemos algunos fragmentos, en el que Licurgo acusa a Menesecmo de impiedad, usando el procedimiento excepcional de la eisangelía, por haber violado las formalidades del rito durante un sacrificio a Apolo, con ocasión de una embajada, encabezada por él, enviada a Delos durante las fiestas del dios. No cabe duda de que este proceso está en la base del odio de Menesecmo contra nuestro orador y que se manifestó en el proceso que intentó contra sus hijos a la muerte de Licurgo. De temática también religiosa son: un Perì tês hiérelas, del que se conservan algunos fragmentos, que debía referirse a la sacerdotisa de Atenea Poliada, cuyo sacerdocio era hereditario entre las mujeres de la familia de Licurgo; el Perì tês hierosýnēs, citado por la Suda, se puede identificar con el Krokonidôn diadikasía pròs Koironídas, que cita el lexicógrafo Harpocración, y se trataría de un proceso entablado entre las familias Croconida y Coironida por algún privilegio sagrado, en el que el orador Dinarco debió de actuar como adversario de nuestro orador; por fin, un Pròs tàs manteías, citado únicamente por la Suda, que podría referirse a las consultas del oráculo de Delfos, hechas en época de Licurgo, para restablecer viejos usos o introducir innovaciones, aunque esto no deja de ser una mera hipótesis 32 .

Acusaciones públicas fueron la mayoría de los discursos atribuidos a Licurgo y, en particular, el único conservado, Contra Leócrates. Además, entre los antiguos fue proverbial su severidad y dureza como acusador, que no dudó en recurrir en causas privadas a procedimientos extraordinarios como la eisangelía, prevista en principio para los crímenes contra el Estado.

Un buen ejemplo de su manera de actuar fueron sus dos discursos Contra Licofrón, de los que tenemos noticias por el discurso, que conservamos de modo fragmentario, de Hiperides, que actuó en este caso como defensor. El motivo del proceso contra Licofrón, hiparco, que fue coronado varias veces por sus servicios, fue una acusación de adulterio que éste habría cometido con una mujer ateniense, cuyo resultado habría sido un hijo. En realidad, detrás se ocultaba un oscuro caso de herencia 33 . Para este proceso, como ya se ha dicho, Licurgo compuso dos discursos, uno que pronunció ante la Asamblea y otro como synḗgoros del acusador principal, un tal Aristón. A pesar de lo banal del caso, la acusación utilizó el procedimiento excepcional de la eisangelía, arguyendo que el comportamiento criminal del acusado podía subvertir la institución familiar y el propio sistema democrático. En parecidos términos Licurgo actuó en el Contra Euxenipo, sólo que ahora se acusaba al procesado de haber cambiado los términos de un sueño revelado por el héroe Anfiarao y por el que se obligaba a dos tribus atenienses a devolver un lote de tierras que se les había concedido en Oropo, tras la entrega del territorio a Atenas por Filipo 34 . Aquí Licurgo de nuevo tuvo en frente a Hiperides como defensor y nuevamente se utilizó el procedimiento de la eisangelía.

Otros discursos de este grupo son:

Contra Aristogitón, discurso pronunciado en 324 a. C., poco antes del proceso contra Hárpalo, en el que Licurgo actuó como acusador principal, hablando antes que Demóstenes por el privilegio de la edad. El acusado, Aristogitón, era un orador y sicofanta profesional, que había llevado a los tribunales a Hiperides y a Demóstenes (a éste nueve veces), aunque con poco éxito —él mismo fue acusado varias veces y condenado a pagar diversas multas—. El discurso de Licurgo, que no nos ha llegado, debía de ser bastante extenso y se dedicaba a exponer y discutir los hechos. Su tono era muy tenso.

Contra Cefisódoto 35 , del que conservamos un pequeño fragmento, fue pronunciado contra este personaje, que en 334 había propuesto que se concedieran honores excepcionales a Démades —una estatua de bronce en el ágora y manutención en el Pritaneo— por su trayectoria política y sus favores a la ciudad 36 . En este caso, la acusación fue dirigida por Licurgo y Polieucto de Esfeto —Demóstenes guardó silencio— y es un claro ejemplo de proceso con trasfondo enteramente político. El resultado del proceso fue contrario a nuestro orador.

Contra Lisicles fue pronunciado en 338 contra este general ateniense al que se acusaba de ser el responsable de la derrota de Queronea 37 . El discurso, del que conservamos un fragmento, estaba lleno de vehemencia y desprecio hacia el acusado y es buena prueba del desconcierto que reinaba en la ciudad tras esta infausta batalla. La acusación consiguió la pena capital para el acusado.

Contra Autólico, del que conservamos fragmentos, fue pronunciado poco después de los hechos de Queronea contra este miembro del Areópago que, tras la derrota, había huido de la ciudad para poner a salvo a su familia. Las circunstancias del caso coinciden en todo con las del Contra Leócrates, y en ambos comprobamos la determinación del acusador por perseguir conductas individuales que consideraba censurables en momentos de peligro para la ciudad. También aquí la acusación consiguió la pena de muerte para el acusado 38 .

El discurso Contra Leócrates, el único conservado más o menos completo, fue pronunciado en 330 a. C., poco tiempo antes del discurso de Demóstenes sobre la corona. Está relacionado con la derrota de Queronea y en él Licurgo actuó como fiscal, persiguiendo a aquellos que, en los momentos de peligro para la ciudad, son capaces de abandonarlo todo por salvar sus vidas, como ya hizo en el mencionado proceso contra Autólico. Gran parte de las circunstancias que rodearon el caso nos son conocidas por el propio discurso.

Leócrates era un ciudadano ateniense, de condición acomodada, herrero de profesión, que al enterarse de la derrota de la ciudad en Queronea frente a Filipo, optó por reunir todas las pertenencias que pudo y embarcó rumbo a Rodas. A su llegada difundió el rumor de que Atenas había sido tomada por Filipo, lo cual originó el pánico, hasta que se descubrió que era falso. Más tarde se trasladó a Mégara, donde se dedicó al comercio de grano. Allí permaneció como residente extranjero durante casi seis años. Su intención parecía que era no regresar a la ciudad, pues vendió a su cuñado Amintas todas sus propiedades en Atenas y pidió que le enviara sus penates. Sin embargo, inopinadamente, volvió a la ciudad ocho años después de su marcha, pensando quizás que el tiempo habría hecho olvidar su acción. Sin embargo se equivocaba, pues poco después de su llegada Licurgo presentó contra él una acusación de traición, y escapó a la condena por un solo voto 39 .

La tesis de Licurgo es la siguiente: La huida de Leócrates no sólo supone un acto de cobardía, sino también un auténtico crimen contra la patria, que debe ser castigado con la muerte. Para demostrarlo recurre más a argumentos morales que jurídicos, prueba de un patriotismo radical que no perdonaba las debilidades. En el exordio comienza diciendo nuestro orador que él no siente un odio personal contra Leócrates. Entre las circunstancias agravantes de la conducta del acusado cita las dificultades a las que tuvo que hacer frente la ciudad; que con su actitud contribuyó a destruir su propia ciudad; que abandonó a los dioses de Atenas; que renegó de todas las tradiciones gloriosas de su patria. Por ello, son los mismos dioses los que claman venganza. Recordando leyendas antiguas y citando versos de Eurípides y Tirteo, nos traza un retrato de lo que antaño se entendía por patriotismo. Por ello, aprovechando este caso, los jueces tienen la ocasión de dar un buen escarmiento.

Es casi seguro que Leócrates no infringió ninguna ley concreta al abandonar la ciudad, aun cuando Licurgo mencione ciertas medidas de excepción aprobadas después de la batalla y que el acusado habría incumplido 40 . De hecho Autólico, un areopagita, como hemos visto, fue condenado a muerte por infringir una de esas disposiciones. Es probable también que Leócrates se marchara de la ciudad antes de que esas medidas se hubieran aprobado, pues en ese caso se habría esperado un ataque más directo de Licurgo contra el acusado. En efecto, el discurso está lleno de motivos generales en torno al patriotismo, y los argumentos que usa nuestro autor a veces son poco convincentes. Da la sensación de que Licurgo actuó con excesivo rigor respecto a un hombre en el que sería más censurable su actitud personal que el hecho de haber cometido un auténtico delito 41 .

Respecto a la valoración que de él hicieron los antiguos, su biógrafo indica explícitamente su falta de dotes naturales para la oratoria y para la improvisación, pues nos lo describe estudiando día y noche y durmiendo en una cama incómoda, con un solo cobertor, para tener el sueño ligero y no quitar así horas al estudio 42 . Introducido en el canon de los diez mejores oradores, Hermógenes lo colocó penúltimo, delante de Dinarco 43 . Sabemos que Dídimo lo había comentado. Los autores latinos lo citan de pasada, sin damos su opinión 44 .

En cuanto a la crítica moderna, la mayor parte de los juicios deben hacerse a partir del único discurso conservado. Éste confirma las valoraciones que los antiguos hicieron sobre su elocuencia. Su principal característica es la deínōsis o aúxêsis, es decir, la tendencia a magnificar los temas. Se le reconocían como virtudes la elevación, la franqueza, la gravedad y la nobleza de espíritu, pero le faltaba, en cambio, gracia: era, en suma, demasiado duro y áspero. Su estilo resulta a menudo monótono, por la repetición continua de las mismas construcciones, de las mismas palabras; falta armonía entre las diversas partes y no siempre se respeta el orden lógico en el desarrollo del pensamiento. El tono es uniformemente tenso y elevado. Contribuyen a romper esta uniformidad las frecuentes citas de poetas y el uso, en la narración, de mitos. Le falta, como a Demóstenes, el sentido del humor 45 . Se ha señalado también que si por un lado se nota la influencia de su maestro Isócrates —sobre todo, en la armonía de la frase, en la claridad del periodo, en la tendencia a evitar el hiato—, se aleja de éste por la fuerza de su carácter y temperamento 46 .

3. Tradición manuscrita

Dado que las fuentes para conocer el texto de Licurgo y de Dinarco coinciden, hemos creído conveniente estudiar juntas ambas tradiciones manuscritas 47 . El texto de ambos autores nos ha llegado en dos manuscritos fundamentales que parecen derivar de un arquetipo común perdido en la actualidad:

1) El Crippsianus o Burneianus 95 (A), fue adquirido en Grecia por J. M. Cripps en 1803 y vendido más tarde a J. Bumey. Ahora se conserva en el Museo Británico. Este manuscrito incluye a los oradores Andócides, Iseo, Dinarco, Antifonte y Licurgo. Se cree que es del siglo XIII 48 . El texto de A contiene muchos errores obvios y hay algunos pasajes en que está seriamente corrompido.

2) El Oxoniensis Bodleianus (N), incluye a los oradores Dinarco, Antifonte y el Contra Leócrates, §§ 1-34, 98-147. Se conserva en Oxford y se cree que es de los siglos XIII o XIV 49 . El texto de N fue escrito de manera mucho más cuidadosa.

La similitud de ambos manuscritos es tal, que hay que admitir que derivan de un arquetipo común. En cuanto a la autoridad relativa que hay que atribuirles, Blass se inclina por concedérsela a N, mientras que la mayoría de los críticos se la atribuyen a A 50 . Esta discusión no tiene apenas interés tratándose del texto de Licurgo, pues las diferencias son mínimas.

Los dos manuscritos presentan un cierto número de correcciones: las primeras (A1 , N1 ), que son las más numerosas e interesantes, corresponden a los mismos copistas que las hicieron al releer su texto, según el original que transcribían; las otras (A2 , N2 ) no son más que conjeturas hechas posteriormente, o bien por los propios copistas, o bien por un lector según sus criterios personales, por lo que no tienen más valor que el de simples conjeturas.

Junto a estas fuentes principales encontramos estos otros manuscritos: el Laurentianus (B), el Marcianus (L), el Ambrosianus (P), el Burneianus 96 (M), todos del siglo XV , y el Vratislaviensis (Z), quizás del siglo XVI 51 , que derivan uno del otro en el mismo orden en que los hemos enumerado y, como han demostrado Blass y Bürmann, el más antiguo de ellos, B, deriva de A.

Entre las fuentes del texto, hay que mencionar la editio princeps de Licurgo, una Aldina de 1513, que contiene variantes tomadas de un manuscrito desconocido para nosotros, y que se convirtió en la vulgata adoptada por todos los editores hasta comienzos del siglo XIX ; un ejemplar de la Aldina, conservado en la Biblioteca municipal de Hamburgo, añade al margen algunas lecturas nuevas de procedencia desconocida 52 .

4. Nota sobre esta traducción

En primer lugar, no conocemos ninguna traducción de Licurgo en español. De otro lado, como texto base para nuestra traducción hemos seguido la edición de N. C. Conomis, Lycurgus. Oratio in Leocratem, Leipzig, 1970.

Nos apartamos del texto de Conomis en los siguientes pasajes:


Oradores menores. Discursos y fragmentos

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