Читать книгу Tecnología y nuevos modelos de negocio para la paz - Víctor Moctezuma Aguirre - Страница 6
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Crear tecnología e innovación con consciencia
¿Qué podemos hacer para que la tecnología y la ciencia sirvan para construir la paz y debiliten la violencia? ¿Cómo podemos utilizar las tecnologías innovadoras para contribuir a acabar con los conflictos y promover una paz sostenible?
Empecemos por entender el término «paz» en su manera más amplia para que podamos integrarla al discurso de «las tecnologías para la paz», y así combatir, minimizar o tratar de eliminar la violencia.
Los nuevos paradigmas generados por el avance de la ciencia y la tecnología han contribuido al cambio de las percepciones que tienen los individuos sobre ellos mismos, sobre la forma en la que interactúan y sobre la manera de relacionarse con la naturaleza.
El aumento cada vez mayor de la falta de veracidad en la información, la desinformación de las personas, la falta de educación, el ciberacoso, el empleo de algoritmos que deciden por nosotros o que manipulan nuestras preferencias, así como el constante uso de nuestros datos, tienen en común que surgen del avance e implementación de la tecnología, y aunque no es la intención de su creador que el impacto sea negativo, el devenir cultural, social y económico de la sociedad ha propiciado una utilización diversa y extrema de esta sin calcular las consecuencias, por lo que algunas de sus aplicaciones no han favorecido el bienestar de la sociedad.
En contraposición con lo anterior, también existen muchas iniciativas, académicos, investigadores y organizaciones que promueven el buen uso de la tecnología para que sea encaminada al bien común, al bienestar de la población; son personas que luchan porque su utilización aminore los efectos negativos y contribuya a enfrentar los retos sociales.
La mayoría de las personas, al escuchar el término «paz», inmediatamente lo contraponen al de «guerra»; pero debemos ir más allá del concepto negativo y violento, entendiendo como violencia todo aquello que, pudiéndose evitar, obstaculiza la potencialidad y el desarrollo del hombre. En cambio, la «paz», se puede entender como el proceso que contribuye a la satisfacción de las necesidades del ser humano, al respeto de sus derechos y al desarrollo de estos, en un ambiente de equidad y sostenibilidad (Sánchez y Rodríguez, 2004a).
En este orden de ideas, es de sumo interés entender la contribución de la tecnología tanto a la violencia como a la paz. La ciencia y la tecnología —a través de la innovación— pueden actuar como elementos transformadores pacíficos en contextos de conflictos sociales, teniendo en cuenta siempre que la tecnología se debe desarrollar con consciencia y responsabilidad, pues su finalidad debe ser el bienestar y el progreso social. Esto nos llevará a mejorar las condiciones de vida del hombre en sociedad y, por lo tanto, a trabajar por un ambiente adecuado y sano para poder vivir en paz.
El ser humano se encuentra en constante cambio y evolución de su entorno, y por eso se hace cada día más necesaria la innovación para poder ayudarlo a satisfacer sus necesidades y transformar su realidad. Esto, sin menospreciar el concepto de que las tecnologías actúan como factores que pueden acelerar procesos violentos, tales como la creación de armas de destrucción individual y masiva, armas biológicas y químicas.
De acuerdo con Sánchez y Rodríguez (2004b), las tecnologías aparecen relacionadas con procesos que provocan un deterioro en el medio ambiente y que generan conflictos sociales como los vinculados con la insatisfacción de las necesidades básicas (agua potable, energía, alimentación, vivienda, salud, educación, etc.), la mala distribución de fuentes de riqueza, la proliferación y desarrollo de armas nucleares y de destrucción masiva, así como el crecimiento de empresas transnacionales que muchas veces dificultan la promoción de la equidad entre los hombres y la puesta en marcha de un sistema económico justo.
Es por esta razón que debemos poner énfasis en el desarrollo y fomento de la investigación para la paz, la cual debe preocuparse por la relación de la tecnociencia con otras formas de violencia y con la promoción de condiciones pacíficas. Impulsar esta línea en los distintos centros universitarios y organizaciones, contribuirá a identificar los campos de acción fundamentales donde se debe marcar un camino para implementar y construir una cultura de paz.
Cabe mencionar que el grado máximo de concreción sobre la cultura de paz se dio en 1999, con la aprobación de la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En ella se sientan las bases conceptuales, así como las directrices y medidas para su desarrollo al señalar que:
La cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, al ser humano y su dignidad. Que pone en primer plano los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, así como la comprensión entre los pueblos, los colectivos y las personas (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1999).
Esta definición es importante para que la ubiquemos en tiempo y espacio en nuestra realidad y pronunciemos nuestros esfuerzos por alcanzarla, y en esta línea de ideas utilicemos la tecnología como instrumento para construir una cultura de paz. Por lo tanto, tecnología es toda aquella solución, desarrollo o conocimiento que facilita la vida en sociedad.
En el último medio siglo, los adelantos tecnológicos han sido tan trascendentes que, incluso, han modificado nuestra forma de vivir, de comunicarnos y de relacionarnos. La tecnología ayuda a resolver los desafíos del futuro, y uno muy importante es aprender a vivir en paz y crear las condiciones necesarias para poder trabajar en construir una cultura en este sentido, en donde se luche por satisfacer las necesidades de las personas en sociedad, por atender las del prójimo y erradicar la pobreza, combatir el subdesarrollo y tratar de vivir en armonía.
La tecnología siempre debe ir acompañada de una intención, de un propósito y de consciencia hacia los demás seres humanos. Debe proveer soluciones a los problemas de alimentación, falta de agua, sistemas de salud, energía, comunicación, movilidad y recursos para subsistir sanamente; también deberá tratar de llegar a todos los rincones, abordando distintos aspectos de la vida que se encuentran en constante cambio.
Temas como tecnología de la información, ciberseguridad, salud digital, inteligencia artificial, tecnología en alimentos, innovación sobre medicamentos que salvan vidas, aparatos médicos que ayudan al diagnóstico oportuno, sistemas de navegación y agrotecnología, entre otros, acercan al mundo, crean convivencia, construyen vínculos de cooperación y solidaridad entre sociedades, comunidades y países. A través de su uso adecuado, se invoca un espíritu de esperanza y nuevas posibilidades de colaboración, que ofrecen la posibilidad de abrir canales de comunicación que permitan trabajar para crear un ambiente donde haya solidaridad, ayuda, consciencia de acción y responsabilidad social.
La historia nos convierte en testigos de que la invención de la escritura, la imprenta, la pólvora, la brújula, la metalurgia del hierro, del bronce, la regla de cálculo, el telar automático, la vacuna contra las enfermedades, la locomotora, los automóviles, entre otros, dieron un giro radical a la vida de los seres humanos en todas sus dimensiones (económica, política, cultural, social). Este cambio, por sí solo, no hubiera tenido un desarrollo exponencial si no fuera porque el hombre decide cómo aplicará dichos inventos y hacia dónde dirigirá su desarrollo; a quién impactará y cómo manejará la invención para promover un bienestar social.
Generalmente, el punto de partida radica en la identificación del problema, ya que muchas veces se inventan o descubren hallazgos sin que haya una intención determinada. Como por ejemplo, en América Latina, la búsqueda constante de alternativas que contribuyan al desarrollo de un modelo de crecimiento con equidad social, y que ayuden a erradicar la pobreza e implementen formas de satisfacer las necesidades de los países en desarrollo, ha sido una de las tareas importantes de la promoción del estudio de la ciencia, la tecnología, la sociedad y la innovación (CSTI).
La determinación de situaciones que lleven al individuo a responder a la necesidad, la formulación del principio de funcionamiento, la idea que se llevará a la operatividad, el diseño anterior a la construcción del invento, la simulación o construcción de un prototipo, la fase de prueba, la validación y elaboración de una teoría general que sustente y valide el resultado, así como la consciencia de lo que se está creando, es lo que nos lleva a la implementación de tecnologías que sean solo una herramienta y no el fin. Instrumentos que puedan subsanar las necesidades básicas del hombre, que mitiguen la violencia, produzcan bienestar y una sana convivencia entre los hombres, dando como resultado la construcción de una cultura de paz.
Indudablemente, la actividad tecnológica repercute en el progreso social y económico, pero la gran interrogante es entender su carácter comercial, cuál es la dirección que seguirá, cómo entiende el Estado el bien común y cómo podemos medir la moralidad de las posturas de investigadores, científicos y opinión pública, entendiendo que el principal objetivo es satisfacer necesidades presentes de la sociedad y mejorar su bienestar (Aguilar, 2011).
El uso de la tecnología está determinado por la óptica del sujeto que la utiliza y que la valora; lo que permite inferir que puede ser comprendida como proceso observable que se pone en evidencia en los diversos procedimientos de formación y de aprendizaje; como sistema, expresada mediante las instituciones sociales; como producto, entendida como resultado de una acción; como modificadora de conductas, reflejadas en las actitudes y comportamientos individuales, sociales y culturales en general.
Al hablar de tecnología, y en especial en este contexto, debemos tener presente la intención de dirigirla hacia el propósito de construir una cultura de paz. Las tecnologías para la paz ponen el foco en los nuevos actores del cambio social: la ciudadanía, que contribuye mediante la promoción de la democracia, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra las desigualdades al desarrollo de sociedades más justas, equitativas, solidarias y pacíficas; que tratan de visibilizar el uso y el conocimiento de las nuevas tecnologías como un medio para borrar brechas sociales, generar innovación social y propiciar el empoderamiento de los ciudadanos.
El cumplimiento de estos objetivos se logra mediante cuatro líneas de acción:
1 Ser vocero de la realidad social que se vive.
2 Generar un cambio en esa realidad a través de la voz o de las acciones.
3 Promover la paz, la democracia, la justicia, la igualdad y la defensa de los derechos humanos.
4 Utilizar las distintas herramientas tecnológicas a nuestro alcance para la promoción de una cultura de paz.
Cuando se habla de la construcción de la paz a través de la tecnología se hace referencia a la promoción y a la detección de experiencias e iniciativas donde se utilicen las tecnologías de la información y de la comunicación para construirla y prevenir conflictos. A espacios donde dichas tecnologías abren accesos a oportunidades económicas que favorecen la existencia de medios de vida sostenibles y servicios sociales básicos; a fomentar y fortalecer el respeto a los derechos humanos, ya que promueven un mayor conocimiento de los ciudadanos sobre sus propios derechos, para exigirlos y denunciar su no cumplimiento; al impulso de la participación activa de los ciudadanos en todos los aspectos de la vida política, económica y social y, particularmente, en los asuntos que les afectan directamente; por último, se refiere a la prevención del uso de armas y a la erradicación de aquellas causas que incentivan su uso.
Todo lo anterior desde una comunicación efectiva y asertiva, donde los individuos puedan comunicar mensajes de contenido y educar en favor de estas grandes necesidades; donde exista un eco entre el que habla y el que escucha, que sea capaz de abrir un entendimiento sin juicios, para evitar conflictos y poder construir relaciones duraderas.
Así mismo, debemos usar la tecnología para contribuir al desarrollo y consolidación de la democracia y del Estado de Derecho, del respeto a los derechos humanos y de las libertades fundamentales, temática importante en el desarrollo de una cultura de paz.
Es aquí donde se abre el debate a los siguientes cuestionamientos que pueden llevar a diversos conflictos:
¿Qué genera, crea o posibilita la tecnología?
¿Qué preserva o aumenta?
¿Qué recupera o revaloriza?
¿Qué reemplaza o deja obsoleto?
¿Son deseables todos los efectos sociales y ambientales de las tecnologías actuales y venideras?
¿A qué objetivos y prioridades deberían servir las modernas tecnologías?
¿Qué cambios serían necesarios en la construcción de la tecnociencia con el objeto de modificar sus efectos y ponerla al servicio de objetivos socialmente más deseables?
El uso de la tecnología puede constituirse en un problema o en una posibilidad; puede alienar, cosificar, destruir, marginar o puede potenciar la superación, el progreso, el confort, el bienestar. Por ejemplo, un arma puede usarse para matar a una persona y apropiarse de sus bienes o para salvar su vida matando a un animal salvaje que atenta contra ella.
Identificar cuál es la tecnología apropiada y hacer un uso adecuado de la misma son tareas fundamentales de todo ser humano en la actualidad. Pero he aquí otro problema a considerar: ¿cuándo son apropiadas las tecnologías? Generalmente, se considera que lo son cuando tienen efectos benéficos sobre las personas y el medio ambiente.
A pesar de que el tema es y seguirá siendo objeto de intenso debate, hay algunos acuerdos sobre las principales características que una tecnología debe tener para ser social y ambientalmente apropiada. Se enumeran a continuación.
No causar daño previsible a las personas ni daño innecesario a los animales y las plantas.
No comprometer ni arriesgar el patrimonio natural de las futuras generaciones con un daño que sea irreparable.
Esforzarse en mejorar las condiciones básicas de vida de las personas, independientemente de su situación económica.
Respetar los derechos de quienes utilizan o no la tecnología, ya que el uso de esta es personal.
No provocar efectos sociales irreversibles, aunque parezca que pueden crear algún beneficio específico.
La satisfacción de las necesidades humanas básicas debe ser prioritaria para los gobiernos en el tema de la implementación de tecnologías.
En los últimos tiempos, la tecnología de la información y de la comunicación ha creado una nueva plataforma: la digital. En ella, Internet es un puerto virtual importante en la era del acceso, del conocimiento y de la información. Vivimos una época donde el concepto de «red» posee consecuencias prácticas para la determinación estructural de la nueva sociedad que exige no solamente el procesamiento de la información, sino también el procesamiento del saber.
La educación, basada en la tecnología, deberá proponerse como tareas:
Concientizar acerca del uso de los medios de información y de comunicación.
Proporcionar técnicas, tácticas y estrategias para resolver problemas.
Potenciar la capacidad comunicativa.
Promover la formación de individuos con principios y valores.
Propiciar el desarrollo del espíritu crítico, analítico, reflexivo, constructivo y propositivo.
Generar seres autónomos, libres pensadores y emprendedores capaces de responder a las nuevas exigencias sociales.
Por el contrario, quien no se aproxime al conocimiento y al uso de la nueva tecnología corre el riesgo de quedar marginado y de ser parte del analfabetismo digital. De acuerdo con Aguilar (2011), para cumplir con las tareas mencionadas la educación deberá superar una serie de dogmas, falsas creencias, suposiciones y mitos que obstaculizan el logro de una educación integral.
La puesta en práctica del uso de las redes tecnológicas en la educación es múltiple, involucra innumerables cambios cuantitativos y cualitativos, modificaciones en las concepciones del tiempo y del espacio, en la forma de enseñar y de aprender que configuran un entorno social, laboral, educativo y cultural diferente; amplía las posibilidades de aprender de modo diversificado y autónomo; potencia la producción de conocimientos y el desarrollo de la creatividad; crea procesos integrados e integrales en diferentes situaciones de aprendizaje; propicia modificaciones en las relaciones de poder y de control, así como en los cambios de roles que garantizan el protagonismo del estudiante como constructor de su conocimiento, con competencia para cuestionar, asimilar, comparar, argumentar, indagar, interpretar y producir; promueve transformaciones en los modos de acceder a la información y en la construcción del conocimiento; modificaciones en hábitos y costumbres personales y sociales; en fin, tiene influencia en todos los niveles y dimensiones humanas.
La educación, considerada como institución multicultural, debe ser portadora de nuevos valores y estructuras mentales capaces de incorporar la tecnología, la ciencia y, por ende, la innovación a través de una propuesta que tenga alto contenido social, donde el hombre y la sociedad sean su foco principal; una formación que estimule siempre el desarrollo de un pensamiento constructivo y crítico con una identidad amplia y una capacidad para abrir espacios de valor y justicia para nuestras comunidades, instituciones y sociedades; que trate de cambiar el enfoque de valor económico y social, transformando el individualismo competitivo en una cultura de colaboración y solidaridad. Es muy importante, por lo tanto, que las instituciones educativas incorporen en sus planes de estudios a la ciencia, la tecnología y la innovación como parte de una formación estratégica para construir un mundo mejor.
Se trabajará en la promoción de una comprensión social de la ciencia con valores que lleven a propuestas para resolver problemáticas y necesidades sociales con base en un análisis de desarrollo humanista, donde la ciencia, la tecnología y la sociedad representan espacios de interacción de constante conocimiento y participación pública.
Por esta razón, se hace un llamado general a adoptar una consciencia con responsabilidad, ética y compromiso social. Se hace un llamado a la sociedad para poder desarrollar actitudes y aptitudes que ayuden al científico a tomar decisiones adecuadas, y así poder resolver conflictos de manera constructiva y manifestar una actitud responsable frente al desarrollo.
Al respecto, José A. López Cerezo opina que:
El cambio académico de la imagen de la ciencia y la tecnología es un proceso que comienza en los años 70 y que hoy se halla en fase de intenso desarrollo. Se trata de los estudios CTS (ciencia, tecnología y sociedad). La clave se encuentra en presentar la ciencia-tecnología no como un proceso o actividad autónoma que sigue una lógica interna de desarrollo en su funcionamiento óptimo, sino como un proceso o producto inherente social donde los elementos no teóricos (por ejemplo: valores morales, convicciones religiosas, intereses profesionales, presiones económicas, etc.) desempeñan un papel decisivo en su génesis y consolidación. La complejidad de los problemas abordados y su flexibilidad interpretativa desde distintos marcos teóricos, hacen necesaria la presencia de esos elementos no técnicos bajo la forma de valores o intereses contextuales (López, 1998).
Estos estudios tenían la función primordial de educar a los científicos en temas humanísticos para que pudieran entender la ciencia y la tecnología de manera humana y con un carácter social, con esto el científico se haría responsable de sus propios actos ante la sociedad. Por todo ello, uno de los objetivos principales de los estudios CTS es «alfabetizar a los científicos» en estos temas, promoviendo una visión más humanista de su trabajo y de los efectos que genera. Los CTS apoyan la participación de la comunidad en las decisiones sobre el control del desarrollo tecnológico y en la evaluación de los distintos proyectos con miras a marcar las estrategias a seguir con un profundo sentido social. Lo que da como resultado una preocupación por la sociedad y la promoción de un sentido que marcará el camino para trabajar en aras de una cultura de paz.
La Conferencia de Budapest (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO],1999) considera, además, prioritarias las siguientes estrategias para la educación sobre tecnología dirigida a promover la paz y el desarrollo:
La educación en ciencias sociales.
La educación en ciencias ambientales.
La evaluación de riesgos y vulnerabilidad, así como la alerta sobre catástrofes y riesgos naturales.
La educación interdisciplinaria.
La cooperación entre universidad e industria.
La educación en cultura y desarrollo.
La búsqueda de la cooperación internacional y regional.
Consolidar la integración universitaria a nivel interno.
Manejar una política de actualización permanente.
Involucrar a los estudiantes en la investigación.
Poner la ciencia y la tecnología al servicio de la paz, el desarrollo y la coexistencia.
Todas ellas involucran una educación interdisciplinaria, apoyando diferentes enfoques que tienen algo que decir en el campo del desarrollo de la innovación tecnológica, donde se pretende que el sistema educativo tenga una actitud cultural de innovación fundamentada en una mentalidad abierta de cambio, haciendo contrapeso para neutralizar los múltiples conflictos que nos exigen una innovación social, ética y moral de la estructura de la educación actual, donde el diálogo, la empatía y la tolerancia sean pilares importantes y con ellos promovamos un espíritu crítico para un buen desarrollo de la economía y la ciudadanía.
Entre los cambios que pueden llegar a modificar una época están:
La distribución de la riqueza y la lucha contra la pobreza.
La ampliación del espacio de solidaridad social y responsabilidad pública.
La demanda del carácter público (educación, salud y las distintas esferas públicas) como ámbito de democratización.
La demanda de marcos regulatorios para la protección de los derechos del usuario y del consumidor.
La demanda de marcos regulatorios de las economías. La revolución en la tecnología de la información también viabiliza otras revoluciones como la robótica, nuevos materiales, nanotecnología, ingeniería genética (biogenética, biotecnología), etc. (de Souza, 2004).
Más allá de la economía, la tecnología, la ecología y la ciencia, la convivencia social de las personas se convertirá en el motor creativo para buscar tecnologías que satisfagan las necesidades tanto individuales como sociales; lo que obligará al ser humano a desarrollar habilidades y destrezas que le permitan enfrentar los nuevos desafíos, que le exijan también buscar mecanismos diversos para responder a los nuevos requerimientos de la cultura de la humanidad. Esto requerirá de nuevos conocimientos, métodos y estrategias para afrontar y resolver los conflictos que se dejan ver como las misiones de paz, por ejemplo, en contraposición con la idea de la guerra.
La sociedad ha tenido que repensar el fenómeno de la guerra, y en lugar de implementar e invertir conocimientos para desarrollarla, tuvo que inventar y poner en marcha estrategias para evitarla y mantener la paz; así como tecnologías para satisfacer las necesidades individuales y globales ante la violencia y la destrucción. Para ello, ha creado herramientas como satélites, cables submarinos, Internet, antenas de alto alcance, inteligencia artificial, ciberseguridad y computación cuántica, y las ha utilizado para abordar perspectivas de políticas y seguridad pública. Estas tecnologías no solo responden a contextos geopolíticos, a las finanzas, la salud, el comercio o la seguridad, sino que también sirven para misiones de mantenimiento de la paz.
El uso de estas tecnologías aporta un valor, reduce la incertidumbre y permite agilizar los procesos donde hay falta de recursos y choque de intereses. Sin olvidar que esto puede traer aparejados fallos, deficiencias y puntos ciegos. Además, no debemos olvidar que ni las tecnologías son todo lo que necesitan las misiones para preservar la paz, ni las personas deben confiar 100 % en ellas y delegarles toda la responsabilidad sobre los efectos que puedan traer. Las tecnologías podrán mejorar la gestión de los recursos, ser preventivas, agilizar las respuestas que se deben tener ante una crisis compleja y facilitar el cumplimiento de instrucciones bajo poderes; pero la decisión de usarlas, por sobre todas las consideraciones, es solo del hombre. De ahí que se presenten las siguientes interrogantes:
¿Quién posee la titularidad de la tecnología y qué garantías, transparencia y limitaciones tiene su uso?
¿Cómo proteger la vulnerabilidad y la desprotección tecnológica de aquellos que no tienen recursos para adquirirla o conocimiento para operarla?
¿Cómo afectarán las tecnologías los derechos de los seres humanos?
Estas reflexiones son esenciales en su aplicación para el bienestar social y global. Podríamos preguntarnos dónde está la madurez de la humanidad para afrontar las nuevas realidades y tratar de vivir en un mundo democrático donde el bienestar común sea el móvil principal, donde la credibilidad de la construcción de la paz y la seguridad internacional sean el parteaguas de la transición.
Si las usamos para velar por la paz ante las injusticias de la violencia, por qué no usarlas para preservarla persiguiendo un bien común y el bienestar social, satisfaciendo las necesidades de los individuos en sociedad y siempre con una aplicación en un tono ético y moral: con responsabilidad social.
La tecnología lleva consigo nuevas maneras de transformar al mundo, nuevas formas de entender el entorno y nuevos mecanismos de instalarse o situarse en este. Lo que da como resultado una nueva configuración de todo lo que nos rodea. Y como parte del mundo que se transforma, el hombre, a través del trabajo físico e intelectual, evoluciona dentro de nuevas realidades y retos que lo llevan a determinar dónde está su terreno de acción y hacia dónde dirige el impacto de estas acciones.
Por una tecnología más humana
Una de las finalidades de las tecnologías es la tendencia a lograr la transformación del entorno humano (natural y social) para adaptarlo de la mejor forma posible a sus necesidades y deseos. El avance científico y tecnológico genera nuevas formas de ser, de pensar y de estar en el mundo. El ser humano deberá realizar un uso racional de la tecnología para evitar la cosificación e instrumentalización, o inclusive, su propia destrucción, recordando que la tecnología no es un fin en sí mismo, sino que constituye un medio para alcanzar las metas y objetivos propuestos. Es preciso considerar que la tecnología en sí no es buena ni mala, es su uso lo que determina la calidad del juicio valorativo emitido por el sujeto que juzga.
A través del tiempo se ha demostrado que el ser humano —como creador de tecnología— ha ido depositando cada vez más la confianza en sus productos con miras a lograr niveles superiores de desarrollo, de progreso, de superación. Dando un giro humanista a la tecnología, y entendiendo cuál es el lugar del ser humano en el mundo con respecto al uso de esta, podremos promover siempre una cultura de paz donde, con un gran sentido de responsabilidad, la utilicemos para el bienestar de la sociedad.
La educación en ciencia, tecnología, sociedad e innovación implica una enorme transversalidad que debe recorrer sostenidamente la formación superior, la investigación y la extensión universitaria. Por lo tanto, los cuadros académicos y administrativos deben participar en este proceso de alfabetización social del desarrollo tecnológico, descubriendo valores y principios para la construcción de una nueva sociedad. La innovación, como proceso social, debe responder entonces a políticas de estímulo, fomento y apoyo generalizado, teniendo en cuenta que compromete la creatividad, la calidad y la excelencia. (Acevedo y Núñez, 2008).
La ciencia y la tecnología tienen límites, es preciso conocerlos y evaluarlos para poder superar las barreras del subdesarrollo en materia de investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas. Es necesario programar cursos, seminarios, foros, debates, publicaciones, investigaciones y unidades académicas dedicadas a fortalecer una educación científica y tecnológica de amplio contenido social.
El proceso de una educación y el impulso de una cultura de paz exigen el apoyo nacional e internacional, con el fin de crear un clima favorable de desarrollo, cuyos desafíos impactan vertical y horizontalmente a la sociedad. Por ello, es muy importante plantear las aspiraciones democráticas de nuestros pueblos como una importante estrategia para lograr la equidad, cualidad que a su vez permitirá orientar una mayor asignación de flujos de presupuesto en tecnologías de paz y no de guerra.
Es entonces cuando los principios éticos de la ciencia deben desempeñar un rol importante en las estrategias tecnológicas y científicas de una sociedad, y con ellos construir economías de desarrollo que involucren negocios inclusivos, verdes y de responsabilidad social, donde el prójimo sea una importante preocupación del progreso social y con ello erigir culturas de armonía, empatía y paz.
Debemos declararle la guerra a la guerra, luchar por aminorar los conflictos internos, sociológicos, psicológicos, políticos, sociales, económicos y culturales que atraviesa la sociedad contemporánea, para construir partiendo de la adecuada enseñanza de la ciencia, la tecnología, la innovación y la sociedad; impulsando la participación de fuerzas productivas generadoras de cambios sostenidos, y creando un ambiente de paz y democracia para propiciar un desarrollo del conocimiento con responsabilidad social y ética ambiental; configurando así una cultura de paz donde valores como la tolerancia, el diálogo, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo y una visión interdisciplinaria, marquen las posibles soluciones hacia una nueva estructura de paz.
Referencias citadas
Sánchez, J. A. y Rodríguez, F. J. (2004a). «Ciencia y tecnología para la Paz». En: López, M. (dir.). Enciclopedia de Paz y Conflictos. Universidad de Granada.
Sánchez, J. A. y Rodríguez, F. J. (2004b). «Ciencia y tecnología para la paz». En: Molina, B. y Muñoz, F. A. (coords.). Manual de paz y conflictos. Universidad de Granada.
Asamblea General de las Naciones Unidas. (1999). Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz. https://www.un.org/es/ga/62/plenary/peaceculture/bkg.shtml
Aguilar, F. (30 de diciembre de 2011). «Reflexiones filosóficas sobre la tecnología y sus nuevos escenarios». Colección de filosofía de la educación. https://doi.org/10.17163/soph.n11.2011.06
López, J. A. (1998). «Ciencia, Tecnología y Sociedad: El Estado de la cuestión en Europa y Estados Unidos». Revista Iberoamericana de Educación. Vol. 18. https://doi.org/10.35362/rie1801091
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. (UNESCO). (1999). Declaración de Budapest. Conferencia Mundial sobre Ciencia para el siglo XXI. Un Nuevo compromiso. https://ilamdocs.org/documento/2870/
de Souza, J. (2004). «La Educación Latinoamericana en el Siglo XXI. Escenarios hacia las pedagogías de la alienación, domesticación y transformación». Red «Nuevo Paradigma» para la Innovación Institucional en América Latina. Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI). http://www.actaf.co.cu/index.php?option=com_mtree&task=att_download&link_id=890&cf_id=24
Acevedo, E. B. y Núñez, J. (2008). Apreciación social de la ciencia en la periferia. Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Universidad de la Habana, Cuba. Cátedra Colombia de CTS+ICOLCIENCIAS - OEI.