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CAPÍTULO 1
Los primeros pasos
Оглавление“UNA FUERTE VOLUNTAD ES EL MEJOR TÓNICO.
LA VOLUNTAD SE FORTALECE CUANDO SABES QUE ERES HIJO DE LA INMORTALIDAD,
O ALGUIEN QUE SE HA GANADO LA GRACIA DEL SEÑOR.
LA MEDICINA Y EL USO DE LOS HOSPITALES SON PARA AQUELLOS QUE DUDAN, VACILAN, Y DISCUTEN SI ESTE MÉDICO ES MEJOR QUE EL OTRO, Y SI ESTA DROGA ES MÁS PODEROSA QUE LAS DEMÁS.
PARA AQUELLOS QUE CONFÍAN EN EL MÉDICO SUPREMO, SU NOMBRE ES LA MEDICINA QUE CURA”.
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
Alrededor del año 2010, fuimos llevados desde la aldea, en la que habíamos vivido durante doce años, a una pequeña propiedad bastante escondida, no tan grande como para ser una granja que se pudiese explotar comercialmente como tal pero que, debido a su razonable tamaño y a su aislamiento, sin duda se adaptaría perfectamente a nuestras necesidades.
De acuerdo con las meditaciones que tenía en esa época, había llegado el momento de llevar a cabo nuestros «experimentos» a una escala mucho más grande. Consecuentemente, no solo necesitábamos un lugar más amplio, sino que también deberíamos obtener fácil acceso a agua para abastecer a los pocos animales que vivían con nosotros y para también cuidar del futuro huerto en el que cultivaríamos nuestros alimentos.
«Nuestra pequeña granja» tenía acceso a una fuente subterránea de agua no tratada, que no podía ser consumida por nosotros pero sí por los animales, y que también podía ser utilizada para cuidar de nuestros cultivos en este duro ambiente semidesértico, aun si tuviésemos que pasar por una larga sequía, un suceso bastante frecuente en esta región.
Nosotros, los humanos de la familia, beberíamos agua de lluvia que recolectaríamos en dos grandes tanques durante la temporada lluviosa y esta agua, una vez filtrada, sería potenciada por la maravillosa energía de los dos Lingams que habíamos recibido en uno de nuestros viajes a la India, allá por 1997.
Mientras tanto, como la propiedad había alguna vez formado parte de una extensa granja comercial en pleno funcionamiento, la utilización de fertilizantes químicos y otras formas de polución habían arruinado el suelo al punto de haberlo transformado en algo casi completamente infértil.
Además, muchos de los insectos y casi toda la fauna local habían sido ahuyentados por los químicos agregados al suelo, por lo que se nos encomendó la importante tarea de hacerlos regresar.
Otro trabajo sagrado que se nos confirió fue el de restaurar la relación perdida entre los humanos y las Fuerzas Fundamentales de la Naturaleza, representadas por los Devas que vivían en el bosque, algo absolutamente esencial si realmente queríamos tener la más mínima posibilidad de éxito.
Como los dueños anteriores solían criar ovejas para la producción de lana, a cierta distancia de la casa había un galpón de esquila bien construido, que contaba con conexión eléctrica, en el que yo podría establecer mi taller de carpintería.
Y de esta manera dimos inicio a nuestro «experimento» a gran escala, comenzando por la limpieza profunda de los terrenos alrededor de la casa que había en la propiedad y arreglando la vivienda, la cual estaba en mal estado, para poder hacerla habitable.
Todo lo que hicimos con el fin de reconectarnos con la naturaleza fue sobre la base de las meditaciones diarias que yo hacía bien temprano cada mañana, durante las que recibía orientación sobre lo que se esperaba de nosotros.
Con el tiempo, los Devas, que sabíamos que vivían en el bosque aledaño, vendrían y se comunicarían con nosotros, pero eso llevó bastante tiempo, puesto que el daño causado al lugar, tras muchas décadas de abuso y abandono, era enorme.
Afortunadamente, y al mismo tiempo, nuestra relación con el Gran Avatar crecía rápidamente a medida que dejábamos ir nuestras últimas conexiones con la sociedad y nos volvíamos totalmente dependientes de nuestra conexión con Dios.
Con bastante frecuencia, recibíamos visitaciones y mensajes, y de vez en cuando se nos ordenaba regresar a la India en un «viaje para recargar nuestras baterías», pero aparte de eso, nuestra existencia era muy tranquila y aislada.
Fue en ese entonces que, durante mis largas sesiones de meditación, los guías comenzaron a llevarme a lugares extraordinarios. Supongo que puedo llamarlos realidades alternativas, donde me encontraría con Seres Angelicales, algunos completamente desconocidos para mí y otros que conocía bien, pues ya me habían visitado en otras ocasiones.
Nuestra vida estaba dando un giro positivo hacia lo misterioso y, por consiguiente, empezamos a ver verdaderos progresos en los resultados que obteníamos en «nuestro trabajo».
Lo primero que debimos hacer fue introducir plantas que atrajeran, mediante sus flores, la vida Dévica que sabíamos que el lugar necesitaba.
«CUANDO UN TRABAJO SE TE ES DADO, DEBERÍAS PONER EN ÉL TODO TU CORAZÓN Y TODA TU ALMA, Y REALIZAR ESE TRABAJO CON LA MAYOR SINCERIDAD Y DEDICACIÓN HASTA EL LÍMITE DE TU CAPACIDAD».
Sri Sathya Sai Baba
Finalmente, nuestros genuinos esfuerzos por hacer contacto con los Devas empezaron a ser apreciados por ellos, y las abejas y las ranas regresaron al árido suelo de esta región tan inhóspita, seguramente como una respuesta directa a nuestro amoroso cuidado del medioambiente y de todo lo que en él vive. De esa manera, nuestro trabajo comenzó a dar frutos y, en consecuencia, nos sentimos mucho mejor.
A los pocos meses de iniciado el proyecto, nuestros guías empezaron a llamar a nuestro trabajo el «Proyecto Narayana», en referencia a mi devoción personal hacia el Creador en la magnífica y Sagrada Forma de El Señor Vishnu. Yo siempre había solicitado la ayuda de El Señor Narayana, el de los Ojos de Loto, durante tiempos difíciles, y Él respondía a mi humilde llamado una vez más.
En cuanto tuvimos un nombre, fue como si las cosas se aceleraran, y las visitas de los Seres Angelicales se hicieron más largas y frecuentes. Estábamos aprendiendo a establecer una comunicación muy fluida con los Fundamentales de la Naturaleza y ellos, como si su confianza en nosotros aumentase, se volvieron más amistosos, y los mensajes se multiplicaron y diversificaron a su vez.
Unos meses más tarde, en cuanto nos sentimos más cómodos con lo que estábamos haciendo, se inició una relación mucho más clara entre los Devas y nosotros, y las lecciones se volvieron más complejas.
Sabíamos que, si deseábamos obtener un éxito significativo, tendríamos que aprender a establecer adecuadamente nuestra intención primigenia, pues un «comienzo desordenado» solo nos llevaría a un resultado final confuso.
Una declaración clara y concisa de nuestros verdaderos propósitos sería la base firme sobre la que podríamos construir una estructura sólida que nos permitiera conseguir el éxito de nuestro trabajo, y nuestros guías le asignaban mucha importancia a este punto en particular.
Teníamos que aprender a dejar de lado cualquier razón egoísta que motivara nuestras acciones, si es que queríamos ser capaces de llegar hasta el final y conseguir los resultados que buscábamos. También debíamos ser incondicionalmente disciplinados para poder así desarrollar nuevas habilidades.
Estábamos siendo expuestos a los misteriosos senderos de la Alta Alquimia y se nos decía que cualquier paso inconsciente dado en la dirección equivocada resultaría crítico al momento de asegurar algunos resultados positivos en nuestra labor. Las conclusiones que fuéramos a obtener estarían en relación directa con nuestras razones para lograr lo que desde un principio habíamos intentado conseguir.
Nuestro objetivo final, según nos dijeron nuestros guías, sería el de sumar nuestra humilde contribución al esfuerzo común del restablecimiento de la «mente consciente» en toda la humanidad, porque sin esta nada podría cambiar y la instauración de la Edad de Oro estaría seriamente comprometida.
Existían «formas correctas» y «formas incorrectas» de realizar lo que nos empeñábamos en conseguir y, para asegurarnos de hacerlo bien, tendríamos que abandonar los «Viejos Métodos» mediante un completo desaprendizaje de lo que nosotros creíamos saber. Esa fue la parte más difícil para nosotros, al menos al principio, pues debíamos ir en contra de todo lo que la sociedad nos había dicho que era apropiado.
Nuestros Guías nos explicaron que, en caso de necesitar alguna herramienta, ya fuese para el jardín o para el taller, pedir el dinero para comprarla sería un gasto total de energía, debido a que eso mostraría una falta completa de confianza de nuestra parte. Por lo tanto, esa era la forma incorrecta de hacerlo.
«SI NECESITAS UN MARTILLO, PIDE UN MARTILLO», fue el mensaje que recibimos un día en particular. Esta era la forma correcta, y debimos incorporarla a nuestro comportamiento normal. La “nueva” forma debería volverse parte natural de nuestro modo de hacer las cosas de ahí en adelante.
Antes de que pudiéramos obtener resultados visibles, tuvimos que aprender muchas lecciones, pero nosotros estábamos absolutamente resueltos a terminar lo que habíamos iniciado, ya que entendíamos que eso que estábamos haciendo era primordial.
Tuvieron que transcurrir muchos meses, pero al fin nuestras cabezas y corazones, endurecidos por la inactividad, comenzaron a ablandarse gracias al amor incondicional proveniente de los Devas, y en su debido momento las cosas se hicieron más fáciles.
«USAR LOS MÉTODOS QUE USASTE AYER PRODUCIRÁ LOS MISMOS RESULTADOS QUE OBTUVISTE AYER».
Eso dijo nuestro amado Maestro en una ocasión.
Bueno, sabíamos que cambiar el modo de ver las cosas haría que las cosas cambiaran de forma, literalmente, y esa era la meta principal en un comienzo. No teníamos más opción que desarrollar una nueva manera de pensar que, con el tiempo, cambiaría el mundo físico a nuestro alrededor.
Y luego estaba el asunto crucial que al principio no pudimos comprender: «USTEDES NO SON LOS HACEDORES».
«NI SIQUIERA UNA BRIZNA DE HIERBA SE MOVERÍA SIN LA VOLUNTAD TODOPODEROSA DE DIOS».
Una y otra vez, nuestros guías nos dijeron que los seres humanos no éramos más que humildes instrumentos que necesitaban ser guiados por La Mano Todopoderosa que Todo lo Hace, pero no podíamos verlo de esa manera. Aun cuando invertíamos mucho tiempo y esfuerzo en prepararnos para el trabajo, este no podría llevarse a cabo si no éramos capaces de liberarnos de los errores del pasado.
Ocurre que tantas veces la sociedad nos dijo que éramos nosotros los que hacíamos las cosas, que terminamos por creerlo. Debíamos abandonar la costumbre de creernos los hacedores.
Si la guía era correcta, y sabíamos que lo era, si nosotros no éramos los hacedores de nuestra realidad, ¿cómo podíamos deshacer algo que no habíamos hecho en primer lugar?
Teníamos dudas lógicas y entendibles, pero, a menos que pudiésemos deshacer el nudo conceptual, no tendríamos forma de salir del hoyo ético en el que estábamos metidos. Por lo tanto, estaba claro que deberíamos iniciar la expansión de nuestros propios cerebros para poder así resolver el acertijo que nos presentaba nuestro Divino Maestro.
En ese momento, era evidente que debíamos resolver el misterio antes de poder continuar nuestro camino hacia la verdadera libertad.
¿Qué vino primero: el huevo o la gallina?
Había un punto muy reñido que deberíamos entender bien con el fin de realizar nuestra tarea. Para poder introducir nuestra nueva forma de trabajo, debíamos deshacer el daño que décadas de desinformación y mentiras habían causado en nuestras cabezas. Era indispensable olvidar todo lo que creíamos saber para así poder reemplazarlo con el nuevo material que recibíamos.
«NO IMPORTA QUÉ TANTO HAYAS CAMINADO. SI HAS TOMADO EL CAMINO EQUIVOCADO AL COMIENZO DE TU VIAJE, INEVITABLEMENTE TENDRÁS QUE REGRESAR AL PRINCIPIO Y VOLVER A EMPEZAR».
Tu Baba
Los Devas estaban más que dispuestos a ayudarnos, pero muchas veces nuestros hábitos se nos cruzaban en el camino y no podíamos entender la guía, pues tratábamos de comparar lo que creíamos saber con la información que estábamos recibiendo y estas dos no se correspondían.
Habiendo atravesado por más de doscientos años de revolución industrial, los «nuevos inventos» con los que se nos ha estado bombardeando han provocado un daño irreparable en el conocimiento ancestral y, si nosotros realmente queríamos iniciar un cambio para mejor, tendríamos que deshacer el daño hecho y empezar de nuevo.
Al principio, y en relación con la cuestión fundamental de poder cultivar nuestros alimentos, se nos presentó el asunto de arar el suelo para permitir la entrada de oxígeno y a la vez quitar la maleza, como hacen los granjeros.
Bueno, la verdad es que la maleza no existe. La verdadera definición de maleza es la siguiente: una mala hierba es una buena planta que crece en un lugar donde no queremos que crezca. Nuestra generosa e increíblemente inteligente Madre Naturaleza no comete errores.
Obviamente, esta forma de pensamiento se opone a todo lo que los grandes monstruos —como Monsanto y otros— quieren que creas, ya que, de no existir las malas hierbas, la necesidad de utilizar herbicidas desaparecería de la noche a la mañana, y la humanidad presenciaría el colapso de una de las mayores maquinarias de generar enormes cantidades de dinero —aparte de la del cáncer— que el lado oscuro de la humanidad haya creado alguna vez.
Y la única forma de deshacer una maquinaria tan bien aceitada y establecida es desmantelar las rígidas estructuras de nuestro cerebro para poder así recibir la nueva información y utilizarla para el bien común.
Nuestra Madre Naturaleza no ara la tierra, de la misma manera que no hay desechos inservibles durante el proceso natural de nacimiento, desarrollo de la vida y muerte de seres, tanto animales como plantas. En la naturaleza todo sucede por una razón. Y es siempre una buena razón.
Nos llevó tiempo darnos cuenta, pero finalmente comprobamos que las verduras comunes también pueden crecer bien en un campo donde habitan otras plantas. La verdad es que no existe la competencia, sino una contribución natural y gentil entre las distintas especies de plantas.
De hecho, la idea misma de la colaboración entre los diferentes cultivos se basa en el concepto fundamental de una planta protegiendo a otra y ambas compartiendo generosamente el espacio físico y los nutrientes del suelo.
«UNA MANO LAVA A LA OTRA Y LAS DOS, JUNTAS, LAVAN LA CARA»,
Nos dijo Swami una vez.
Necesitábamos aprender una «nueva forma» de hacer las cosas si realmente deseábamos volver a los viejos tiempos, aquellos cuando no existían el cáncer, el sida ni ninguna de las otras enfermedades creadas por el hombre.
Por lo tanto, formulamos muchas preguntas y, como resultado, obtuvimos muchas respuestas de diferentes fuentes que nos ayudaron a desentrañar tantos mitos que hoy en día las mentes oscuras utilizan libremente con el fin de controlar a la sociedad moderna.
Debíamos devolver al sagrado suelo que se nos dio para trabajar todos los nutrientes que se habían perdido a través del uso de los venenos químicos. Fue así como comenzamos a recolectar abono de varias fuentes, y con él empezamos a producir fertilizante orgánico que ayudara a retornar sus recursos naturales al suelo.
Comenzamos a plantar algunos tipos de plantas, como las habas, no tanto para comerlas, sino porque nos ayudarían a establecer el nitrógeno que mejoraría el suelo, y así prepararlo para plantar lo que queríamos consumir.
Cuando el ciclo de vida de las plantas llegara a su fin, dejaríamos el arbusto exánime en el lugar donde había crecido para que se descompusiese y, de esta manera, la materia orgánica resultante, tan llena de microorganismos, alimentase el suelo sagrado, al igual que lo haría la Madre Naturaleza.
Viajamos a un lugar de playas y de la orilla del mar obtuvimos algas marinas, y las usamos para elaborar fertilizante líquido. Una vez que termináramos la preparación de los diferentes nitratos, añadiríamos los desperdicios de la operación a la pila de abono, y así sucesivamente continuaría nuestra amorosa labor de reconstitución del suelo.
En cuanto empezamos a comprender las razones por las que realizábamos nuestro trabajo, en unos pocos meses logramos que la tierra respirara nuevamente. Asimismo, la materia orgánica hizo que lombrices e insectos de muchas clases diferentes regresaran y, como estos atrajeron tantas variedades de aves, pudimos completar sin esfuerzo la maravillosa sinfonía de la naturaleza.
Una vez que logramos reactivar la actividad orgánica del suelo nos sentimos mucho más cómodos. Sabíamos que encontraríamos desafíos a lo largo del camino, pero nunca nos sentimos mejor en nuestras vidas, y los posibles retos que aparecieran no lograrían hacernos regresar a una sociedad que considerábamos decadente.
Nunca fuimos grandes admiradores de los médicos ni de la medicina en general, pero al no haber doctores cerca, la «tentación» de enfermarse no era una posibilidad que pudiésemos considerar, e incluso aquellos accidentes «fortuitos» que podrían ocurrir de vez en cuando no formaban parte de la complicada ecuación de nuestra vida.
«NO ES UN SIGNO DE BUENA SALUD EL ESTAR BIEN ADAPTADO A UNA SOCIEDAD PROFUNDAMENTE ENFERMA».
Jiddu Krishnamurti
«EL ALIMENTO ES TU ÚNICA MEDICINA».
Los trabajos de la granja eran muchos y muy variados, lo cual nos mantenía en buena forma física y, como consecuencia, nos conservábamos sanos y energéticos.
Un día, Swami dijo: «NINGUNA ENFERMEDAD PUEDE ATACAR A UN CUERPO SANO», por lo que sabíamos que estábamos protegidos de las varias enfermedades comunes que la mayoría de las personas sufren.
Pero esa es una historia para contar en otro capítulo.
«UNA DIETA SÁTVICA (PURA, FOMENTADORA DE LA SALUD) NO ES SOLAMENTE EL ALIMENTO QUE INGERIMOS A TRAVÉS DE LA BOCA, SINO QUE TAMBIÉN ES EL AIRE PURO QUE INHALAMOS POR NUESTRA NARIZ, LA VISIÓN PURA QUE PERCIBIMOS POR LOS OJOS, LOS SONIDOS PUROS QUE OÍMOS A TRAVÉS DE LOS OÍDOS Y LOS OBJETOS PUROS QUE TOCAMOS CON LOS PIES Y LAS MANOS. TODO LO QUE PASA A TRAVÉS DE LAS PUERTAS DE LOS ÓRGANOS SENSORIALES ES LO QUE PODEMOS DESCRIBIR COMO DIETA. ESCUCHAR SONIDOS MALOS, MIRAR COSAS MALAS, TOCAR COSAS MALAS NO CONSTITUYEN UNA DIETA SÁTVICA».
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba