Читать книгу Escultura Barroca Española. Las historias de la escultura Barroca Española - Vicente Méndez Hermán - Страница 16
3.2.Francisco Rincón (c.1567-1608)
ОглавлениеFrancisco Rincón[90] era el escultor más importante con taller abierto en Valladolid durante el cambio de centuria, “el de más nervio” para Martí y Monsó; amigo o colaborador de los discípulos de Gaspar Becerra, Isaac de Juni y Manuel y Adrián Álvarez, y de su coetáneo Pedro de la Cuadra, aunque por corto espacio de tiempo; titular de un obrador con notable actividad artística, que era reclamado desde Palencia, Burgos, Medina de Rioseco, la propia Valladolid, Alaejos, etc.; y cuya importancia hay que valorar no solo en función de la calidad de su obra, sino también por el hecho de haber atraído a Gregorio Fernández desde Galicia para entrar en su taller en calidad de oficial, tal vez por mediación de los ensambladores Juan de Vila —a quien también se cita como escultor— y Juan de Muniátegui, yerno este de Isaac de Juni, y aquel colaborador de Rincón en Medina de Rioseco antes de su traslado a Galicia para realizar la sillería de la catedral de Santiago en colaboración con Gregorio Español en 1599. El obrador que regentaba Rincón se había convertido en el referente vallisoletano después de la muerte casi coetánea de Isaac de Juni (1597), Adrián Álvarez (1599) y Esteban Jordán (1598), artista del que heredó el clasicismo romanista que le sirvió de punto de partida para su ulterior evolución; sin embargo, su prematura muerte y la fama que pronto adquiriría Fernández terminaron por eclipsarle[91].
Francisco Rincón destaca por haber dado una orientación naturalista a la escultura, abriendo con ello el camino que luego seguirá y potenciará notablemente Gregorio Fernández. Entre las características de su obra destaca el plegado, blando y combado, elegante, con ritmo curvo y sin angulosidades, que tiende a ser cada vez más menudo. Se multiplican en su obra los detalles naturalistas, como los mechones de pelo que luego tomará Fernández; el lenguaje de las manos, que potencian la expresión; las barbas, serpenteantes, alejadas ya de las hirsutas y caudalosas del Romanismo. Entre los modelos que le proporciona a Fernández, recordemos el bello relieve de san Martín partiendo su capa, situado en el retablo —segundo cuerpo, lado del Evangelio— que hizo para el hospital de Simón Ruiz en Medina del Campo (1597) junto a Pedro de la Cuadra, y que Fernández retomará para el grupo del mismo tema en 1606, hoy conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid. Y se considera también uno de los principales impulsores para otra de las facetas en las que destacó Gregorio Fernández, los pasos procesionales, con los que sin duda este entró en contacto a través del paso de la Elevación de la Cruz (1604-1606, hoy en el Museo Nacional de Escultura) que hizo Francisco Rincón, y donde alcanza el cénit de la representación a lo vivo, como ya señaló Martín González (Fig.10). La asunción de los nuevos ideales también se pone de manifiesto en el San Jerónimo de la iglesia vallisoletana de Santiago, que le atribuye Urrea; de finales del siglo XVI, se trata de una escultura en la que Rincón se revela como un anatomista, a lo que se añade el deseo de inscribir la figura humana en un paisaje que quiere ser naturalista.
Fig. 10. Francisco Rincón, Paso de la Elevación de la Cruz, terminado en 1604. Valladolid, Museo Nacional de Escultura.
Francisco Rincón trabajó como escultor de madera policromada, piedra y alabastro. Citemos las obras que hizo para la vallisoletana iglesia penitencial de las Angustias. En 1605 concertó las esculturas de la fachada, con la Piedad y las figuras de san Pedro y san Pablo. Un año después, el ensamblador Cristóbal Velázquez terminaba el retablo mayor de esta misma iglesia, cuyas esculturas Martín González atribuyó a Rincón. Las imágenes exentas de san Agustín y san Lorenzo escoltan al magnífico relieve de la Anunciación, que se eleva sobre los evangelistas situados en el banco, y se acompaña en el ático por la Virgen de las Angustias, verdadero modelo también para Gregorio Fernández. En el tema de la Anunciación descuella el tratamiento naturalista con el que ya se conciben los rostros del Arcángel y de María, que ve cómo aquel irrumpe en la estancia para poder comunicar el anuncio; el plegado es menudo, animado, pretendiendo despegarse de los fríos pliegues manieristas (Fig.9).
Fig. 9. Francisco Rincón, Anunciación, relieve central del retablo mayor; el retablo estaba pagado en 1606. Valladolid, iglesia penitencial de Ntra. Sra. de las Angustias.
Francisco Rincón es también el autor del paso de la Exaltación de la Cruz del Museo Nacional de Escultura (Fig.10). La obra estaba terminada en 1604, y un reflejo de la fama que debió tener la recoge la historiografía artística, al insistir en que sirvió como modelo para el paso que en 1614 contrató el escultor Lucas Sanz de Torrecilla para Palencia[92]. Se trata del primer paso realizado en Valladolid con varias figuras de tamaño natural, para cuya hechura emplea la madera y no ya el papelón. El plegado es sobrio y sencillo, y los sayones describen, al incurvarse para elevar la cruz, una deformación corporal que permite introducir en el conjunto un elemento expresionista; el carácter caricaturesco con el que son tratados es un aspecto que retomará Fernández en sus conjuntos procesionales. Se insiste por ello en la concepción de la escena. Y en cuanto a la autoría del paso, Martín González sugiere la participación de Gregorio Fernández, que actuaría en calidad de oficial integrado en el taller de Rincón, poco antes de independizarse en 1605[93]. Francisco Rincón realizó también otra serie de imágenes de devoción, como el Nazareno de la colegiata de San Antolín, en Medina del Campo, que el profesor Urrea le atribuye habida cuenta de la relación estilística que tiene con otras obras del artista, y que advierte tanto en el rostro de Cristo como en la voluminosa corona de espinas tallada en la madera; la imagen capta el momento en que Jesús duda de poder llevar el peso, y vuelve la cabeza hacia el creyente invitándole a compartir la cruz, según una versión del Nazareno muy extendida en la Contrarreforma. También se le atribuye a Rincón la efigie de Cristo con la cruz a cuestas de Nava del Rey, de la Cofradía de la Santa Vera Cruz[94].
Francisco Rincón hizo asimismo una serie de crucifijos esculpidos. Se ha llamado la atención sobre el Cristo de los Carboneros, realizado para la ilustre Cofradía penitencial de las Angustias hacia 1608. La amplitud de la silueta curva y la corona tallada directamente en la cabeza son aún rasgos manieristas, frente a lo cual se alza el patetismo que se desprende del paño abierto, puntiagudo y no exento de una evidente profundidad, que acentúa el canon esbelto y alargado de la figura, de correcta anatomía. En todos los casos, se trata de un Cristo que ya ha expirado.
Recientemente, Pérez de Castro ha ampliado el catálogo de obras de nuestro escultor con el Calvario de la reja del coro de la catedral de Burgos, que le atribuye y que viene a ser el corolario para el conjunto fundido por el magnífico rejero, y empresario sobre todo, Juan Bautista Celma (c.1540-1608)[95].