Читать книгу Redes peligrosas - Vik Arrieta - Страница 10
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—Lu, Luchita amor, despertate.
Su mamá la sacudía con notable tenacidad. Estaba resuelta a despertarla, y Lucila estaba resuelta a seguir soñando con que Pipo dejaba a Natacha y le pedía que fuera su novia para siempre. Despegó sus ojos con dificultad. La luz del velador parecía ácido sobre sus pupilas.
—¿Qué pasa, ma? –su boca se sentía seca, la lengua se le pegaba al paladar.
—Lucila, recién me llamó la mamá de Piru, para decirme que Piru nunca llegó a su casa.
Lucila se incorporó sobre la cama. La noticia resultó ser un balde de agua fría.
—No entiendo, ma, Piru nunca fue al colegio, tenía gripe o algo así…
—No Luchita, no. La mamá de Piru me dijo que Piru fue al colegio y que a la salida le dejó un mensaje en el contestador diciendo que se iba a lo de Anita a comer. Y que no volvió. Entonces llamó a la mamá de Anita. Y resulta que la mamá de Anita cree que Anita se fue a dormir a lo de Piru. Ahora las mamás de Piru y de Anita no saben qué hacer, si llamar a la policía o si llamar al rector, o a la cadena de padres…
—Pará mamá, pará un poco –Lucila agarró a su mamá por los hombros–. ¿Anita tampoco volvió a su casa?
Su mamá asintió, algo insegura. A Lucila se le estrujó el corazón. Dos de sus mejores amigas habían desaparecido, y otras dos estaban en Rosario. De repente se sintió muy sola. Entonces las manos de Lucila buscaron las manos de su mamá. Ambas se sentían totalmente desconcertadas y bastante asustadas, pero al menos estaban ahí, una junto a la otra.
—Piru no fue al colegio hoy –confesó Lucila–. No sé por qué, pero nunca llegó. Pensamos que estaba engripada, pero ahora ya no entiendo nada. No sé qué decirte ma. Yo también estoy preocupada. Al principio pensé que las chicas estaban armando algo en secreto. No sé, hasta una sorpresa para mí. Ahora siento que me dejaron afuera, pero no sé de qué. Y quizás hasta es mejor que haya sido así, porque a mí todo esto no me gusta nada.
La sensatez de Lucila conmovió a su mamá, que finalmente terminó por llevarle leche caliente y galletitas para que volviera a dormir. Mañana tenía prueba de Matemática, había estado estudiando hasta tarde y no quería que la irresponsabilidad de sus amigas alterara la vida de su hija. Evidentemente ese no era el mejor grupo de amigas y con tiempo, tendría que buscar una solución al respecto. Salió de su habitación cuando Lucila volvió a dormir, y llamó a la mamá de Piru para contarle todo lo que sabía.
Lucila se despertó nuevamente con la cara de su mamá en primer plano. Esta vez, la acompañaba un café con leche y más galletitas. Descartó las galletitas con un gesto de asco, se sentía llena, hinchada y agotada.
Agarró la taza de café y su mamá apoyó la bandeja sobre el escritorio.
—Ayer dieron aviso a la policía, las están buscando –Lucila abrió los ojos, sus pupilas empequeñecidas por la luz artificial de su cuarto. El café tembló ligeramente en su mano. Policía. Esa no era una buena palabra, la policía significaba que todo esto ya no era una broma, una travesura, un secretito de amigas. Significaba que todo esto se había ido a la mierda.
—Y no las pueden llamar al celular porque ninguna lo tenía, ¿no? –su mamá asintió. Lucila suspiró con desazón. Maldita María Marta.
—No te preocupes Luchita, probablemente las chicas se escaparon para ir a bailar a algún boliche trasnoche, seguramente están bien. Yo creo que es un ataque de rebeldía, además justo coincide con que hoy tenían prueba de Matemática.
Su mamá había señalado un dato importante. Ni Anita ni Piru destacaban en Matemática y sabía que siempre les costaba estudiar para esa materia. Se las imaginó desayunando en algún café, haciendo tiempo para volver a sus casas después del mediodía como si nada hubiese pasado, tratando de ocultar la rateada.
—¿Hablaste con la mamá de Clari? O la de Vicky…
—No, me imagino que las mamás de Anita y Piru ya las habrán llamado. No creo que las chicas sepan nada, ¿no habían viajado el martes a Rosario? –Lucila asintió.
Probablemente era mejor que no supieran nada, pero se moría de ganas de tener al menos una amiga cerca con quien compartir su angustia.
—No te angusties Luchita –dijo su mamá, adivinando sus pensamientos, como las mamás suelen hacer–pero decime, ¿tenés ganas de ir al colegio? Porque hoy tenés esa prueba de Matemática, pero podemos hablar con la profesora y explicarle lo que está pasando. Si te querés quedar en casa…
—No, ma, no. Dejá –descartó Lucila haciendo un gesto con la mano, mientras se levantaba de la cama como una tromba–. Para el mediodía seguramente aparecen haciéndose las boludas. ¡Las voy a matar cuando las vea!