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ОглавлениеNOTA EDITORIAL
Al igual que la Eneida misma, esta su traducción sale a la luz velada por las sombras de lo póstumo y sin que su autor alcanzara a darle la última mano. D. Javier de Echave-Sustaeta, que había trabajado en esta versión desde muchos años atrás, se vio sorprendido por la muerte el 14 de julio de 1986, cuando, ya al borde de sus 79 años, nadaba en las aguas del Mediterráneo, el mar de la Eneida . Sobre su mesa de trabajo quedaba el original de estas páginas, que él estaba acomodando a las sugerencias formuladas tras la revisión que es de rigor para cuantos publica la Biblioteca Clásica Gredos. El entonces asesor de la sección latina de la misma, D. Sebastián Mariner, mantuvo el compromiso de publicar este texto; pero tampoco a él le iba a permitir la muerte llevar a término el empeño. En fin, cuando a mediados de 1988 se hicieron cargo de la serie sus actuales responsables, hubieron de comenzar, por lo que a esta traducción se refiere, por un laborioso proceso de reconstrucción informativa, toda vez que ya no vivían los testigos más directos de su situación anterior.
La crónica, por fuerza elegíaca, de los fata libelli parece suficiente para justificar el retraso con que esta traducción se publica; pero además parece necesaria para explicar algunas singularidades que la misma presenta con respecto a la práctica más habitual en los volúmenes de la colección que la alberga, singularidades que hubieran sido menos y de menor cuantía si el Dr. Echave-Sustaeta hubiera podido llevar a término la tarea de su preparación para la imprenta. No pudo ser así, y los responsables de la colección, por razones técnicas y también por un hondo sentido de respeto a la memoria del traductor, han preferido editar el original sin otros retoques que los exigidos por meros y evidentes errores materiales.
Las singularidades a que nos referimos afectan, en primer lugar, a las notas explicativas. Según puede verse, la vasta erudición clásica del traductor parece haberle llevado en ocasiones a considerar innecesaria la glosa de algunos realia que tal vez no resulten tan obvios para el público, aunque culto, no necesariamente especializado al que esta colección se dirige. Por el contrario, también puede verse que el Dr. Echave se valió en ocasiones de esas mismas notas para formular comentarios personales —banales nunca— sobre pasajes en los que su entusiasmo por el genio de Virgilio se sentía estrecho en el ceñido marco de la mera traducción. Ahora bien, no hará falta ponderar ante el razonable lector los inconvenientes de toda suerte que han disuadido a los editores de la idea de añadir o quitar cosa alguna a las notas que D. Javier de Echave dejó escritas.
Las singularidades a que hemos aludido atañen también al texto latino empleado como base de la traducción. Ya hemos dicho que ésta fue tarea de muchos años de la vida de su autor, quien desde su juventud había tenido como edición de cabecera de Virgilio la oxoniense de Hirtzel, aparecida en 1900. Sobre ella reposa la versión que ahora se publica, mas no sin disidencias de las que damos cuenta detallada más abajo, y con adhesiones tan significativas como la que supone comenzar con los cuatro famosos versos del proemio, indudablemente virgiliano, que Tuca y Vario eliminaron a requerimiento de Augusto. No hará falta decir que si la muerte no se lo hubiera impedido, el traductor habría realizado y ofrecido ahora al lector, cuando menos, una revisión crítica de los pasajes de su versión en los que la edición de Hirtzel ha de considerarse superada por otras posteriores; empezando por la de Mynors, que en 1969 reemplazó a aquélla en la ilustre serie de Oxford. Por su parte, los responsables de esta colección han tenido bien claro cuál era su deber a este respecto: dar cuenta al lector de la verdad de los hechos, no manipular ni alterar el legado del Dr. Echave y publicarlo ya sin más dilaciones.
Queda, en fin, por comentar una última singularidad de esta traducción frente a la práctica habitual de la Biblioteca Clásica Gredos; pero ésta no cabe en modo alguno contarla entre las que hubieran precisado del postrer labor limae que el destino negó a su autor. Nos referimos al enfoque y estilo que el Dr. Echave quiso dar a su versión.
Como saben los lectores de la Biblioteca Clásica Gredos, no es habitual en ella que los textos poéticos se traduzcan en forma que refleje la condición versificada de su original. En efecto, no es exigible que los traductores lleven a cabo la hazaña de recoger todo cuanto el contenido de un texto poético antiguo puede dar de sí en un lenguaje que reproduzca con sensible semejanza los efectos rítmicos del original; y puestos a elegir, no cabe duda de que la opción ha de decantarse por garantizar la traslación auténtica del contenido. Ahora bien, sentado esto, tampoco cabe descartar la posibilidad de una versión que, fiel a la esencia de lo que el texto dice, procure dar a su estilo castellano un aire rítmico , si no sistemático, sí al menos predominante, capaz de suscitar en el espíritu del lector —o más bien, del auditor — una música verbal comparable, mutatis mutandis , a la que consigo llevaban las palabras originales de la obra traducida. Obvio es decir que esta clase de versiones sólo son posibles tras una meditación de años sobre el texto originario; una meditación como la que D. Javier de Echave había ido haciendo durante toda su vida académica sobre el de Virgilio, y de cuya hondura todavía da fe, no menos que sus doctos trabajos, el testimonio de sus numerosos alumnos en el Instituto Jacinto Verdaguer y en la Universidad de Barcelona. Entre éstos se contaba precisamente D. Sebastián Mariner, que en los momentos fundacionales de la Biblioteca Clásica Gredos haría al Dr. Echave el encargo que ahora ve la luz. Mariner tenía buenas razones para pensar que en semejante caso valía la pena dar un voto de confianza a la aventura y al esfuerzo del traductor poeta. Eso mismo creen quienes ahora se honran presentando a los lectores los frutos de tal esfuerzo, y dedicando las tareas que les ha exigido la puesta a punto del original, a modo de piadoso homenaje, a la memoria de su autor.
J. L. MORALEJO y J. J. Iso
Madrid, mayo de 1992.