Читать книгу El fin del autoodio - Virginia Gawel - Страница 14

Оглавление

RENACIMIENTO

Hoy volveré a nacer: pido permiso.

Permiso, útero, permiso, cordón prieto.

Permiso, agua, placenta, oscuridades.

No podrá retenerme la tibieza

plácida y calma del vientre cobijante.

No podrán disuadirme las presiones

de este túnel de carne que hoy me puja.

Con decisión inequívoca y sagrada

determino nacer: me doy permiso.

Y aquí estoy, desnudo de corazas,

dispuesto a recibir besos y abrazos

(no la palmada que provoque el grito:

ya no permitiré que me golpeen).

Parteros de quien vengo renaciendo,

miren quién soy: soy digno. Los recibo.

Miren quién soy: adultamente niño.

Miren quién soy: vengo a ofrecer mi entrega.

Miren quién soy: apenas si respiro,

pero, de pie, me yergo y me estremezco,

dándome a luz en mi realumbramiento.

Tengo coraje para empezar de nuevo:

fortalecido en mis fragilidades

lloro de dicha, de dolor... Lloro de parto.

Lloro disculpas a quienes no me amaron,

por el maltrato, el frío, el abandono:

lloro la herida de todo lo llorable.

Y lloro de ternura y de alegría

por tanto recibido y encontrado:

lloro las gracias por el amor nutricio,

por la bondad de los que me ampararon.

Lloro de luz, y lloro de belleza

por poder llorar: lloro gozoso.

Bienvenida es vuestra bienvenida.

Sin más queja, dolido y reparado

por la caricia de este útero abrazante,

aquí estoy: recíbanme. Soy digno.

Me perdono y perdono a quien me hiriera.

Vengo a darles y a darme íntimamente

una nueva ocasión de parimiento

a la vida que siempre mereciera.

Me la ofrezco y la tomo. Me redimo.

Con permiso o sin él, YO me lo otorgo:

me doy permiso para sentirme digno,

sin más autoridad que mi Conciencia.

Bendito sea este Renacimiento.


El fin del autoodio

Подняться наверх