Читать книгу Alfred Hitchcock presenta: Los mejores relatos de crimen y suspenso - VV. AA. - Страница 7
INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN EN CASTELLANO
ОглавлениеDESDE LA INFANCIA ME ENAMORÉ DEL CINE, un amor profundo y apasionado por esa joven forma de arte que iba a orientar y desorientar mi vida durante muchas décadas. Siento una especie de gratitud con Alfred Hitchcock, quien me regaló muchas horas del mayor goce estético posible. No soy un caso aislado; en mi generación fuimos relativamente abundantes los devotos de Hitchcock. Muchas veces salí deslumbrado del cine después de vivir dentro de una de sus películas durante más o menos noventa minutos. La gris realidad de la calle me resultaba mucho menos verdadera que lo experimentado con tanta intensidad en una butaca durante la proyección. Mi alma todavía inocente de algún modo fue así seducida por la fábrica de sueños de Hollywood en general, y por Alfred Hitchcock en particular.
Me tocó también contemplar el espectáculo de Hitchcock creando su persona pública. Sus películas, siempre arriesgadas en todos los sentidos, están repletas de travesuras. Quizá la más célebre de ellas sea su aparición como “extra” en cada uno de sus largometrajes: Hitchcock dio forma a un autorretrato que convirtió en marca. Tal imagen fue su principal instrumento de ventas: una silueta reconocible en una fracción de segundo que promete cierto tipo de emociones específicas.
La revista mensual Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine, fundada por Richard E. Decker —quien obtuvo licencia para utilizar el nombre del director en la publicación—, apareció en diciembre de 1956 bajo el sello H. S. D. Publications, con William Manners como coeditor. El puesto fue ocupado por Eleanor Regis Sullivan de 1975 a 1981 y por Cathleen Jordan de 1981 a 2002, cuando pasó a la editora actual, Linda Landrigan, también responsable de la presente antología.
En 1975, la revista fue adquirida por Davis Publications y en 1992 la compró Dell Magazines, su actual propietaria. Cincuenta años de existencia de la Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine significan miles de ficciones publicadas, que ofrecen un panorama amplio de las obsesiones creativas en torno a relatos en los que el crimen constituye el contexto narrativo y el centro de la trama. En la actualidad, la revista se sigue publicando puntualmente y existe además una versión digital: «www.alfredhitchcockmysterymagazine.com».
Entre los más prestigiosos autores que publicaron obras breves de ficción en Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine se cuentan Robert Bloch (autor del cuento en el que se basó el filme Psicosis), G. K. Chesterton (creador de la serie de relatos protagonizados por el padre Brown), Ron Goulart, Dorothy L. Sayers y Donald E. Westlake. Hay que apuntar que a partir de 1977 y hasta 1989 se publicó anualmente una antología con los mejores cuentos del año, elegidos por el mismo Hitchcock, no pocos de los cuales obtuvieron prácticamente todos los premios literarios para ficción breve del género negro, aparte de que la propia revista recibió el premio a la mejor en su categoría.
El lector de este tipo de relatos necesita creer en lo que lee. La literatura popular del género negro goza de una pátina profesional de “realismo” que la dota de credibilidad ante sus lectores a través de los retratos de personajes en situaciones insostenibles, obligados a trascender sus propios límites para sobrevivir. Es decir, situaciones que el lector asimila como propias con facilidad y le transmiten una tensión nerviosa que acaba por resultar satisfactoria, llamada “suspenso”.
¿Qué es aquello que está en suspenso? ¡La eterna lucha del bien indefenso contra el mal implacable dedicado al acoso y la destrucción! Un hombre, una mujer suspendidos sobre el abismo de una angustia mortal. No es poca cosa, y como tema literario lo apoyan milenios de tradición y abundantes venas populares. Literalmente es la imagen que se repite en el cine de Hitchcock, inventor del suspenso como subgénero narrativo en el cine. Podría decirse que esta colección presenta variantes de esa lucha entre el bien y el mal. El desenlace no siempre es a favor del bien, pero resulta sorpresivo en cada cuento, una suerte de revelación que cambia el mundo de los protagonistas de manera insospechada y regala al lector una solución sorprendente. El cuento corto resulta así un perfecto vehículo para inducir suspenso. Perla Ediciones ofrece este homenaje al artista y entrega una divertida antología al público lector que sabe disfrutar de esta rara sensación: el suspenso.
Las emociones contenidas en la obra de Hitchcock se basan en un equilibrio finamente logrado entre el terror y el humorismo. Hay gran desenfado, interés por la parodia, rigor preciso en cada detalle, historias paralelas dentro de la historia principal. Queda la sensación de un hombre que amaba el cine y disfrutaba de cada una de sus facetas, dotado de numerosos talentos y de una asombrosa inteligencia práctica que le permitió labrarse un lugar preponderante en la competida industria del entretenimiento.
Su filmografía sonora sumó más de treinta títulos como director, y fue también productor de muchas de sus propias películas. Varias de sus mejores obras se basan en ficciones ya publicadas. Puede uno imaginar a Hitchcock leyendo a Cornell Woolrich o Patricia Highsmith, Daphne du Maurier o tantos otros escritores, y empezando desde la lectura a visualizar su película. ¡Experiencia que comparte todo lector, por supuesto! Uno lee ficción para ver viva la historia, más que para entenderla.
La historia de Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine corre paralela entre 1955 y 1965 con las series semanales de televisión Alfred Hitchcock presenta y La hora de Alfred Hitchcock, en las cadenas CBS y NBC. Muchos autores publicados en la revista colaboraron en los guiones para las películas de ambas series televisivas, por ejemplo: Ed McBain, Jack Ritchie, Ed Lacy, Henry Slesar, Donald E. Westlake y Talmage Powell. Cada programa era presentado por Hitchcock, quien al final comentaba las películas con inteligencia y sentido del humor. Recurrió a actores y directores de primer orden, y siempre ocupó los horarios predilectos en la programación general. Para entonces, Hitchcock se había convertido ya en su propia leyenda.
Hitchcock sin duda fue un gran lector, ávido de buena literatura, y un correcto supervisor editorial que dejaba su impronta, ya prefabricada, en cada proyecto. Mi devoción a su obra fílmica ha influido para llevarme repetidamente a la revista, cada uno de cuyos números contiene varios cuentos espléndidos. Suele incluir autores primerizos junto con otros renombrados. Esta edición, por cierto, logra un nuevo deleite dentro de la abundante iconografía del realizador. Ahí está sir Alfred, en la portada, como conserje de hotel de lujo, listo para servirnos un pájaro negro con la mayor elegancia imaginable. Buen retrato del cineasta y del libro.
El peso de una temática de trasfondo más apropiado para la tragedia se evita en estas narraciones gracias a la ligereza de tono, que aporta una incertidumbre esencial al suspenso; admite incluso giros humorísticos en la naturalidad de la prosa que nos hacen sonreír, en ocasiones, ante desenlaces crueles y sangrientos. En suma, se trata de una medicina para preparar el alma ante las atrocidades de la existencia, al menos para los aficionados al género de terror.
La categoría de pulp fiction, a la que pertenece Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine, no es estrictamente literaria, sino económica. Incluye algunas obras que se pagaban por cantidad, a tantos centavos de dólar por palabra, y solían publicarse en revistas impresas en papel reciclado de pulpa. Proveyeron de ingresos a muchos autores jóvenes posteriormente consagrados, como Isaac Asimov, Ed McBain, Philip K. Dick o Avram Davidson. Hay una variable interesante: los proyectos editoriales modestos no reciben mucha atención de la censura y gozan de cierta libertad de la que carecen otras manifestaciones. De hecho, una de las antologías de la revista está dedicada a relatos que no tuvieron permiso de adaptarse para la televisión.
La maldad en muchos de estos cuentos se presenta como resultado de circunstancias, más que atributos o inclinaciones de los personajes. Eso contribuye a la credibilidad: todos tenemos acceso al mal, especialmente si se nos ofrece sin temor al castigo. En algunos casos, el bien no puede triunfar sino recurriendo a actos de maldad. Más que un simple recurso narrativo, esto pareciera formar parte del estado mental de los Estados Unidos modernos y de su visión de la condición humana.
Un safari en la selva profunda del corazón de África, un suburbio burgués en el estado de Florida, una gran mansión en Los Ángeles, un salón de masajes de relajación, la gran ciudad, el pueblecito insignificante, los oscuros e intrincados lazos en la confrontación de dos sacerdotes, las intrigas criminales de ambiciosos productores de cine, funerales sin cadáver o con un exceso de difuntos en un mismo ataúd, tribunales que dictan sentencias de muerte, trayectos fatales en carretera, peculiaridades de municipios ultraconservadores de Nueva Inglaterra, violencia en torno a un dios venido de la India, una arena de box en la Inglaterra del siglo XVIII. La variedad de escenarios es notable y aporta una calidad presencial a los relatos. En cada contexto aparece un poder radical de la maldad que amenaza a sus víctimas. A veces el tono es humorístico, en ocasiones el enfrentamiento va cargado de referentes sociales. No siempre triunfa el bien; al contrario, pareciera que la maldad es más eficaz en lograr sus objetivos: una gran verdad en la historia de las sociedades humanas que no suele presentarse con tanto desenfado en tipos más serios de ficción.
El genio creativo de Alfred Hitchcock forma un capítulo aparte en la historia del arte del siglo XX. Una obra abundante y audaz que logra meter al espectador en sus extraños vericuetos, desafiando todas las ideas preconcebidas sobre la moral e implicándonos en su obsesión personal por perseguir inocentes. Es, sin duda, el autor más perverso entre todos los grandes cineastas. Quizás el más ambicioso en muchos sentidos.
RICARDO VINÓS
Ciudad de México, junio de 2020