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Capítulo 6. Modelos, programas y paradigmas

En la práctica de la oración contemplativa vamos despertando a un nuevo orden de ser y existir distinto a lo que veníamos viviendo. El Reino de Cristo que está cerca de nosotros y el Padre quiere dárnoslo.

“No temas pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el reino” (Lc 12,32)

Que Dios quiera, no significa que vaya a avasallar nuestra libertad. También nosotros tenemos que abrir la puerta.

Es como si estuviéramos encerrados en una habitación llena de nuestros juicios y etiquetas. Creemos que vemos el mundo, pero solo vemos nuestras propias ideas. Hay una puerta y del otro lado la realidad del amor de Dios. Él ha estado ahí siempre, pero nosotros no podíamos verlo porque nuestros pensamientos y emociones no nos dejan abrir la puerta. Por la oración contemplativa ahora vemos una puerta. Al soltar y confiar la abrimos.

Pero no es fácil asimilar que lo que vemos y sentimos nos tiene encerrados. Por eso nos detendremos en este punto un momento. Vamos a desarrollar un poco más que lo que no nos deja ver la realidad, son nuestros modelos, programas y paradigmas.

Tantas experiencias vividas, tantos juicios y etiquetas que fuimos aprendiendo, fueron labrando en nosotros un modelo con el que vemos el mundo. Ese modelo son nuestros propios paradigmas que están en nosotros y vienen de nuestra cultura y educación.

Cuando un misionero de Alemania llegó por primera vez a la Argentina fue a una parroquia de Santiago del Estero, donde estaban velando a un difunto. Era un recién llegado que no hablaba el idioma y una señora, para hacerlo entrar en confianza, le acercó un mate. Él lo agarró y ante el asombro de todos, empezó a rociar al difunto haciendo la señal de la cruz con la bombilla del mate.

Para este misionero lo que le estaban ofreciendo era un calderillo e hisopo que se usa en la bendición. No vio un mate, sino que vio lo que su paradigma cultural le indicaba. Lo que había aprendido. Todas las culturas tienen sus paradigmas. Modelos de comunicación, modelos de comportamiento. Modelos que los hacen ver las cosas de una u otra forma. En algunas culturas se recibe al visitante ofreciéndole lo mejor de la casa. Si este no lo acepta, el anfitrión lo toma como un desprecio. En otras, simplemente, lo toman como que no gusta algo sin molestarse en lo más mínimo. En algunas culturas un aro en la nariz resulta agradable, en otras no. En algunas las mujeres se tapan el rostro con velos y en otras usan poca ropa.

Estos paradigmas, pueden cambiar. Las personas pueden ver las cosas de otra manera. Un cacique de una comunidad originaria, cuando veía llegar a su territorio una camioneta de alta gama pensaba que era alguien que iba a robar. Con el tiempo conoció personas generosas y desinteresadas que venían a ayudar en esas camionetas. Entonces cambio su paradigma. Al ver estas camionetas, pensaba que tal vez era alguien que venía a ayudar.

En el caso del misionero alemán, cuando luego de lo sucedido le explicaron qué era el mate, pudo diferenciarlo del elemento que se usa para bendecir e incluso pudo aprender a tomar mate. Los paradigmas cambian cuando aprendemos que lo que pensamos que es algo, no lo es. Pero aprender que lo que pensamos es falso es mucho más fácil que aprender que lo que sentimos es falso. Falso significa que no corresponde con la realidad. Un pensamiento verdadero de uno falso se diferencia en que uno corresponde a algo que existe en la realidad y el otro no. Pensar en algo y descubrir que el pensamiento es falso es gracias a nuestra capacidad inteligente. Pero con las emociones, es muy distinto. Nuestra capacidad inteligente puede ver que lo que siente es falso, pero igual nuestras emociones nos dominan. Si uno siente que el avión que viaja se va a caer, es una emoción falsa. El tema es que esta emoción nos puede dominar tanto, que no nos deje subir a un avión. Así tenemos muchos paradigmas emocionales que nos gobiernan. Nos quitan la paz. Nos preocupan he inquietan. Creemos que nos preocupa la realidad, pero el problema no está afuera sino en nosotros. Por eso estuvimos hablando de las etiquetas y juicios que nuestras experiencias produjeron. El conjunto de estos los llamaremos paradigmas. Un paradigma es la forma con la que vemos algo. Una metáfora podría ser la de unos anteojos. Si tenemos anteojos negros, vemos las cosas negras. Si son azules, vemos las cosas azules. Se ve la realidad, no estamos hablando que estamos locos e inventamos las cosas. Pero se las ve por medio de un anteojo de color. Este anteojo es lo que llamamos paradigma. Y este paradigma se construye a través de nuestras experiencias. La mayoría de las personas creen que ven las cosas como son, porque siempre han llevado puesto sus anteojos. Dios ve la verdad, nosotros vemos las cosas de determinada forma. Esta forma está impresa en nosotros como un modelo que nos hace ver desde el modelo. Un modelo interno con el que vemos algo de modo que nos hace experimentar ese algo, no de modo puro, como es, sino con el color de nuestros anteojos. Alguien nos puede enseñar otra manera de ver. De niños nuestros padres nos fueron enseñando una manera de ver. Y la aprendimos rápidamente. Incluso en esta etapa era más fácil que ellos mismos nos enseñen una nueva manera de ver y que esta cambie nuestra manera de sentir. Con el tiempo esto fue formando nuestros anteojos. Todavía tenemos la capacidad de cambiar nuestra mirada. Con las ideas y conceptos, es más fácil. Podemos aprender nuevas formas de pensar de manera instantánea. Tenemos la capacidad inteligente de llegar a las verdades y así cambiar nuestra manera de pensar. Pero esta capacidad, no puede cambiar nuestra manera de sentir tan fácilmente. Un pensamiento falso, puede cambiarse. Pero si nos dicen que lo que sentimos es falso, es decir, no corresponde a la realidad, no por eso nuestras emociones cambiarán. Las emociones que fuimos aprendiendo fueron construyendo una manera de sentir. Y transformar nuestra mirada emocional es un proceso.

En la oración contemplativa buscamos, disponernos a este proceso. Hacer silencio y contemplar la realidad, es también contemplar nuestros propios paradigmas emocionales. Estos no los podremos apagar, como quien apaga una llave de luz, pero si podremos, captarlos, contemplarlos y soltarlos. Ese será el fruto de la oración.

Otra manera de entender nuestros paradigmas emocionales es imaginarnos que nuestro cerebro es como una computadora en la que se fueron cargando muchos programas. Estos programas funcionan automáticamente de acuerdo a como fueron programados. Por ejemplo, al aprender a conducir un automóvil uno incorpora determinados conocimientos que los transforma en una capacidad. Luego con el tiempo uno conduce sin siquiera pensar en lo que hace. No piensa de que tiene que apretar el freno o el acelerador, de cuando pasar el cambio o de qué manera soltar el embrague. Sucede automáticamente porque por el aprendizaje se instaló en nosotros un programa que nos permite conducir el vehículo. Así el solo sentarnos en el lado del conductor y encender el automóvil nos activa un conocimiento que se realiza al conducir el vehículo. Este programa, por así llamarlo, es uno de tantos que tenemos para vivir. Y en este caso, es una capacidad. El problema es que muchos de nuestros programas nos enseñan cosas que en vez de hacernos bien nos hacen daño. Como el niño que aprendió a defenderse de los golpes y que luego ve golpes en todos lados, cuando en realidad buscaban acariciarlo.

Nuestros programas emocionales más profundos los aprendimos en nuestra niñez. En el capítulo sobre las necesidades vitales insatisfechas, los describiremos mejor. Ahora solamente queremos comenzar a hablar de un tema que es muy importante para que nuestras emociones no nos dominen.

Por qué te aferras a lo que te hace daño

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