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Capítulo 1. Somos responsables de lo que sentimos

Muchas veces creemos que nos sentimos bien o mal por algo externo a nosotros. Hay algo, que nos hizo sentir bien, algo nos hizo sentir mal, algo nos preocupó, algo nos alegró. Así hay algo, externo a nosotros que nos hace sentir de tal o cual manera. Pero no nos damos cuenta, que ese algo que nos hace enojar, entristecer o alegrar; no está solamente fuera de nosotros, sino que depende de nosotros, de nuestra manera de ver. Y cada uno de nosotros es responsable de su manera de ver.

No podemos vivir culpando a todos, de lo que nos pasa. Somos responsables de lo que sentimos. Tal vez, si un perro nos ladra, nos afecta, pero nos afecta de distintas maneras. A algunos les da miedo, a otros les molesta, otros lo toleran y hay personas que les gusta oírlos. Por eso no solo debemos responsabilizar al ladrido, sino que también a como lo escuchamos. Al responsabilizarnos de cómo lo escuchamos, tal vez no podamos cambiar en un instante como lo percibimos, pero sí cambiamos el foco de atención del perro a nosotros. Dejamos de ser la víctima del ladrido para ver que también tenemos opciones. Sea el ladrido del perro o cualquier cosa que ocurra, tenemos opciones.

“¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga que hay en el tuyo?” (Mt 7,3)

Cada vez que nos molesta la paja del ojo del hermano, hay una viga en el nuestro dice el versículo. Parece bastante desproporcionada la frase. No dice que en nuestros ojos también hay una paja o un palo. Jesús dice que, ¡hay una viga! O sea, hay algo bastante grande que no nos deja ver. Por eso la invitación es a hacernos responsables de esta viga y quitarla dice Jesús: “... quita primero la viga de tu ojo... ” (Mt 7,5). Por lo tanto, en vez de mirar al otro nos miramos y nos hacemos responsables de nuestra viga. Esta distorsiona nuestra mirada y por lo tanto, creemos que vemos, pero lo que vemos es nuestra viga que se interpone entre nosotros y la paja del ojo del hermano. Esa viga, veremos más adelante, son nuestros juicios, pensamientos y experiencias que bloquean nuestra mirada. Nos hacen sentirnos de acuerdo con lo que creemos que vemos, pero en realidad, todo el tiempo estamos viendo la viga. La buena noticia es la invitación de Jesús a quitarla. Poder ser responsable de algo es que podemos manejarlo. Nadie es responsable de lo que no maneja. Pero en esta imagen Jesús nos invita a sacar la viga. Somos responsables de nosotros mismos.

El mismo acontecimiento, puede afectar de manera distinta a dos personas. Lo que a una le produce enojo a la otra no la afecta en lo más mínimo. Porque todo lo que percibimos, todo lo que nos pasa, no es solo consecuencia de algo externo que nos afecta, sino que también depende de nuestra manera de ver. Y nuestra manera de ver, no es como nuestra estatura o color de ojos. Podemos cambiarla. Sea la paja del ojo del hermano, la lluvia o las crisis económicas, es nuestra manera de percibir lo que hace que veamos las cosas de una manera u otra. Y somos responsables de ello.

Generalmente cuando algo nos afecta negativamente queremos cambiar eso que creemos que es la causa de nuestro malestar. Pero la causa de nuestro malestar no está solo afuera nuestro, sino también en nosotros. Es la viga que llevamos en nuestros ojos, lo que no nos deja ver. Por supuesto que si algo nos genera malestar y podemos cambiarlo, lo hacemos. Pero muchas veces no podemos cambiar lo que acontece, necesitamos cambiar nosotros.

Si algo externo a nosotros es responsable de cómo nos sentimos, vivimos a merced de los acontecimientos y de las personas. Ellos nos controlan. Así estamos bien o mal por lo que pasa, como un velero que lo lleva el viento sin darse cuenta de que tiene un timón que puede usar, para darle la dirección que quiere. Tener el timón de nuestros sentimientos es aprender que, aunque haya viento en contra, podemos decidir la dirección de cómo nos sentimos. Somos responsables de conducir nuestro velero. Es verdad que puede haber tormentas, pero si vivimos permanentemente en la tormenta debemos preguntarnos si estamos usando el timón para salir de ella o nos dejamos arrastrar por la tormenta todo el tiempo.

En la oración contemplativa descubrimos la viga que hay en nosotros. La descubrimos con paz, sin culparnos. La aceptamos y ya no le damos tanta importancia a lo que creemos ver, porque sabemos que no vemos las cosas como son. Entonces al soltar nuestros juicios sobre las cosas, situaciones o personas vamos aprendiendo a mirarlas de otra manera. Al experimentar la realidad del amor de Dios y mirar todo desde esta verdad, aprendemos a ver las cosas como son. Así nuestra viga cae, vemos el amor.

Nuestros miedos son una viga, nuestros juicios son una viga, nuestras expectativas son una viga, nuestros resentimientos son una viga, nuestro orgullo es una viga, nuestros aferrarnos a algo es una viga, nuestro sentirnos culpables, nuestras carencias, nuestros rencores, nuestras heridas y tantas experiencias que nos han marcado y creemos insuperables.

La buena noticia es lo que Jesús nos dice: “¡Quita la viga!” Sí podemos. Somos responsables.

Por qué te aferras a lo que te hace daño

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