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QUÉ OCURRE SI NO HAY BUEN DESCANSO

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La Academia Estadounidense de Medicina del Sueño ha identificado más de 80 trastornos específicos del sueño. Y no solo hay más probabilidades de padecer alguno de ellos si se duerme poco; también si el sueño se interrumpe demasiado (ya sea por causas externas, como ruidos ambientales, o como consecuencia de un trastorno de salud previo, como es el caso de sufrir el síndrome de las piernas inquietas o apneas del sueño). No hay que ser agoreros ni caer en el error de pensar que por una mala noche nuestro organismo se va a desequilibrar por completo, pero sí conviene darle importancia al asunto si la dificultad para conciliar o mantener el sueño se repite noche tras noche. En ese caso, a largo plazo, se incrementa el riesgo de sufrir alguna de las alteraciones que mencionamos a continuación.

• Insomnes... ¡Y con sobrepeso! Desde hace tiempo se conoce perfectamente la relación que hay entre el insomnio y un peso excesivo, pero a medida que se han ido realizando estudios se han conocido más detalles. Y hay que decir que la relación se produce en dos sentidos: como veremos enseguida, tener un mal descanso de manera habitual acaba engordando a esa persona..., pero en muchos casos es la obesidad y los problemas asociados a ella (como los respiratorios o los que guardan relación con la temperatura corporal) lo que provoca despertares frecuentes durante la noche. Respecto al primer punto de ese vínculo conviene alertar que, según han demostrado un estudio de la Universidad sueca de Uppsala, una única noche de mal dormir ya provoca cambios en nuestros tejidos y en nuestra grasa subcutánea. No se trata de alarmar, por supuesto, pero sí de darle la importancia que merece. Además de esos cambios internos, no descansar lo suficiente puede llevarnos a aumentar de peso por lo siguiente:

✓ Se producen desajustes en la alimentación, ya que, al dormir mal, es muy posible que se alteren las horas a las que comemos. Puede requerir bastante fuerza de voluntad ponerse a cocinar algo saludable cuando uno está cansado o cuando el despertar se ha producido tarde porque uno ha logrado «coger el sueño» a última hora. ¿El resultado? Comidas rápidas, poco elaboradas, echar mano de las conservas un día tras otro... Y repetir eso con demasiada frecuencia puede comportar, a su vez, problemas digestivos (fundamentalmente, dispepsias secundarias a las salsas industriales, a los conservantes de los productos envasados...).

✓ Se alteran las hormonas que afectan directamente al apetito (la grelina y la leptina), y ese desequilibrio hormonal puede hacer que se acabe comiendo mucho más de lo que se necesita o de lo que se gasta haciendo ejercicio físico.

✓ Si dormimos mal, tendemos a escoger alimentos «malos». Científicos del Laboratorio del Sueño de la Universidad de California (Estados Unidos) han comprobado que las personas con ese problema seleccionan alimentos no demasiado convenientes (por ejemplo, con exceso de grasas o de azúcares). Es decir, las regiones del cerebro encargadas de tomar decisiones respecto a la comida funcionan peor cuando las horas de sueño no han sido suficientes. Nosotros sospechamos que, además de esta cruda realidad, de manera inconsciente elegimos productos más contundentes —y raciones más grandes— en un intento de contrarrestar esa falta de energía y también por una imperiosa necesidad de obtener recompensas en un momento en que no estamos al 100%.

✓ Nos volvemos más sedentarios. El cansancio acaba haciendo mella en nosotros y, con pocas energías, no quedan demasiadas ganas de hacer ejercicio físico. Es más, aunque sí se haga alguna actividad física en la jornada siguiente al desvelo nocturno, es muy probable que el rendimiento sea menor y que el ejercicio pierda eficacia y las calorías quemadas no sean tantas como cuando sí nos ejercitamos con ganas.

• ¿Qué tiene que ver el insomnio con la diabetes 2? No faltan tampoco los estudios que determinan cuán sensible es nuestro metabolismo a la falta de sueño (o al horario de sueño cambiante, porque trabajar por turnos también afecta). Como hemos visto en el apartado anterior, la composición metabólica puede modificarse y puede haber más tendencia a acumular grasa, pero es que también se alteran los niveles de glucosa en sangre y la manera como hacemos uso de la insulina que fabrica el hígado, lo que puede predisponer (si ese trastorno se cronifica) a la diabetes tipo 2. También se ha comprobado que a las personas adultas que ya tienen diabetes les cuesta más controlar sus niveles de glucosa si duermen menos de 6 horas.

• Hasta la presión arterial puede desbocarse. Una de las recomendaciones que solemos hacer los médicos a los pacientes con hipertensión arterial resistente o con problemas cardiacos es que procuren descansar el tiempo y en la medida que su cuerpo lo demanda. Ocurre tanto en hombres como en mujeres, pero parece ser que en estas últimas aún es más evidente (quizá por una cuestión hormonal) y que en ellas no hace falta que sean muchas noches de insomnio, sino que basta con que sean problemas leves al dormir para que la presión a la que circula la sangre se altere. Sabemos que en muchos de ellos hay una clara tendencia a pasar malas noches. Faltan estudios que nos den más claves de por qué se da esa asociación, pero en la consulta comprobamos que eso se da en una alta proporción de hipertensos. En algunas investigaciones recientes sí se ha visto que puede producirse, además, una cierta inflamación endotelial, es decir, la capa que protege las paredes arteriales y que tiene, entre otras, la importantísima función de ayudar a evitar la formación de trombos.

• Otra estrecha relación: insomnio ydolor. Efectivamente, también se ha comprobado que cuando dormimos mal nuestro organismo está más sensible y somos menos tolerantes al dolor. Al parecer, en esas situaciones se pierde hasta un 25% de la resistencia a una sensación dolorosa. Los científicos están estudiando por qué sucede, pero parten de una hipótesis: la falta de sueño pudiera provocar una hiperestimulación de los nervios y tejidos, lo cual aumentaría todas las sensaciones que reciben, también las dolorosas.

• Más nervios, más estrés, más cortisol. La falta de sueño y la fragmentación de este puede llevar a sufrir mayores niveles de estrés y nerviosismo ante situaciones cotidianas que, con un cuerpo y una mente descansados, quizá resolveríamos en menos tiempo, con más eficacia y menos nervios. El aumento de la hormona del cortisol, que se produce con un insomnio agudo, así como esa sensación de fragilidad que aparece al no dormir son los causantes de ese estado nervioso.

• Ojo con la tiroides. Los problemas tiroideos, sobre todo cuando son subclínicos y no hay una sintomatología clara, son otro de los caballos de batalla de la medicina actual. Y ahora sabemos que el sueño desempeña un papel importante en el equilibrio de esa glándula y de las hormonas que fabrica —denominadas T3 y T 4— y que intervienen en multitud de procesos fisiológicos que regulan el metabolismo. De nuevo hay que volver a hablar de una relación en doble sentido: los problemas para dormir pueden contribuir (junto con otros factores) a que se produzca una alteración tiroidea porque conduce a un aumento en la producción de la hormona estimulante de la tiroides (llamada TSH); pero cuando la glándula está alterada también suele haber mayor dificultad para conciliar o mantener el sueño (no solo por el trastorno en sí, sino por lo que comporta esa disfunción, por ejemplo, sudores nocturnos o ansiedad). Y por parte de los médicos aún debemos ser cuidadosos en otro aspecto: ser muy precisos a la hora de pautar la medicación. Los pacientes que deben seguir el tratamiento durante un periodo largo pueden empezar a notar problemas de sueño. A ellos los debemos avisar de que compartan esa información en la consulta; y nosotros tenemos que ser ágiles a la hora de modificar la dosificación.

Combatir el insomnio

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