Читать книгу Doctor Sutilis (Cuentos) - Leopoldo Alas - Страница 7

V

Оглавление

Índice

Ya había sido miembro de varias comisiones de hacienda municipal y provincial, y estaba á punto de ser diputado á Cortes Pablo Soldevilla, cuando su primer amor se decidió á sondearle aludiendo á las tristezas del pasado:

—¿No te casas, Pablo?—dijo Restituta cuando se vió á solas con él en la glorieta del jardín, cerca ya de la noche.

—¿Casarme? ¿Yo? Lo dicho, dicho, prima. Aunque lo haya dicho hace ocho años, dicho está. Yo he amado á una mujer, á una sola, ¿entiendes?, y de una vez para siempre. Ya sabes que creo en la pluralidad de los mundos habitados, que creo, como si lo viera, ¡que mi alma ha de vivir en todas esas estrellas que ahora empiezan á lucir allá arriba!... Te advierto que son infinitas; pues bien, Restituta; yo que espero vivir en todas, en todas seguiré amando á la mujer que amé aquí, en esta pobrecita y tristísima tierra que se va quedando tan obscura. (Y era verdad que obscurecía, y Pablo daba pataditas sobre una planta de violetas). Bien podrán preguntarme después de un millón de vidas: ¿No te casas, Pablo? Yo contestaré siempre: lo dicho, dicho.

Restituta apreció en todo su valor este trozo de literatura corrosiva, como la llaman, con razón, las almas honradas.

Hubo una pausa. Al fin Restituta, como quien varía y no varía de conversación, exclamó:

—Oye, y desde que te has hecho comerciante y sabio hacendista, ¿ya no haces versos? ¡Qué bonitos los hacías! Parece mentira; pero la verdad es que á la larga no se puede vivir sin versos, buenos, se entiende, como los tuyos.

—Hace ocho años escribí los últimos; son los únicos que conservo... en la memoria.

—¿Quieres recitarlos?

—¡Si los hice en alemán!

—Pues no importa; dime la substancia.

Pablo dijo la substancia, sin poner, pero no sin quitar, pues creyó del caso suprimir aquello de que el amor, al mirarse en la fuente, no se había conocido. Concluyó diciendo que el amor busca el amor.

¡Qué pensativa se quedó Restituta!

—Oye, Pablo—dijo cuando ya era noche del todo—qué amargos son esos versos; parece que piensas, según ellos, que nadie quiere el amor por el amor, que necesita otros atractivos, que ha de revestirse de mil requisitos y tomar mil precauciones para que no le lastimen los abrojos de la vida.

—Y es la verdad: á mí no me quisieron cuando ofrecí un amor sincero, inocente; mi tío me aseguraba que hasta que fuera hombre no me querrían... y trabajé y fuí hombre, y ahora, aunque me quieran, ¿qué me importa?, porque... lo dicho, dicho...

Doctor Sutilis (Cuentos)

Подняться наверх