Читать книгу Hermanas - Natalia Rivera - Страница 27

DE OBREROS A AMANTES

Оглавление

Cuando leí Cantares por primera vez y comencé a profundizar en ese mundo de intimidad con Jesús, descubrí con asombro que yo podía cautivarlo y que Él se deleita en mí. Yo sabía que Jesús me cuidaba y que murió para salvarme, pero no imaginaba que Él pudiera disfrutar mi ser y mi compañía. La faceta de cortejador y pretendiente de Jesús le parecía extraña a esta mente trabajólica mía. Jamás había escuchado el concepto de Cristo como novio en las múltiples iglesias que visité de niña, de adolescente y de joven adulta. Jesús, el que ama mi alma, era una realidad espiritual que no me habían enseñado durante mi educación y crianza cristiana.

El ministerio del que yo formaba parte enseñaba que Jesús era el eterno novio, como lo muestran los Evangelios. Sin embargo, yo nunca había comprendido la relevancia de esto para mi relación con Cristo y mi liderazgo. En su lugar, adopté con denuedo la identidad de obrera por Jesús. Con el tiempo, esto provocó que yo viera al Señor como mi director, mi jefe y mi supervisor en este gran proyecto de cosecha en la tierra. Yo disfrutaba trabajar y me apasionaba la misión. Trabajaba para Él más de 70 horas a la semana, procurando agotar las entradas a Su venida y determinada a producir lo más posible para el Señor. El proyecto me consumía y no me dejaba tiempo para cuidar de mi relación personal con Jesús: Ser Su amada, escuchar Su voz, conocer Su corazón, invertir en nuestra intimidad. Había mucho trabajo por hacer.

Nosotros los latinos trabajamos duro y comprendemos la palabra esfuerzo. Nos es familiar trabajar a medio tiempo, en condiciones difíciles, varios empleos a la vez para que el dinero alcance en nuestro hogar, pagar la cuenta del teléfono y ahorrar un poco para cuando nos agobie una crisis. Nuestros padres, tíos, hermanos, primos y amigos se reúnen afuera de Home Depot o en los parques para obtener algún trabajo ese día o toda la semana. En cada ciudad, la gente sabe dónde hallar jornaleros; esos son nuestros hombres proveyendo un servicio. Somos muy creativos e ingeniosos cuando de empleo se trata. Si un trabajo no nos conviene, nos contactamos con un familiar o un amigo para que lo intente. Nuestra gente es trabajadora y sentimos un orgullo sano al respecto.

No hay nada de malo en trabajar para mejorar la situación de nuestra familia. Sin duda tampoco es erróneo esforzarse para que el evangelio alcance comunidades, subculturas, familias, ciudades y naciones que no lo han experimentado. Sin embargo, es peligroso cuando nuestra identidad yace en el trabajo y en ser obreros de Jesús. ¿Qué crees tú? ¿Te identificas con ser una obrera o alguien amada por Jesús?

Hermanas

Подняться наверх