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DEL ESFUERZO A LA BÚSQUEDA

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Marisol le entregó su vida a Jesús en su primer año de universidad. Yo percibí esa decisión en su rostro y en su comportamiento diario. Ella resplandecía de tal forma que su nueva relación con Cristo despertó la curiosidad de los demás. Ella ayudó a que amigos del colegio, de la universidad y miembros de su familia conocieran a Jesús. Marisol era una evangelista nata. La salvación y el gozo de Jesús brotaban de ella y esta nueva relación permanecía en su discurso.

Con el pasar de los años, como su amiga y mentora, pude ver el crecimiento de su influencia espiritual. Ella se convirtió en una líder en su universidad, fundó ministerios, viajó un verano a Turquía para interactuar con estudiantes universitarios musulmanes y aprendió y acompañó a muchos en las áreas urbanas marginales de Los Ángeles. Ella era una líder latina apasionada por Jesús.

Sin embargo, en unos años esa pasión desapareció gradualmente. Marisol se hizo más tensa y ansiosa. Su energía disminuyó y participaba en actividades cristianas (conferencias y estudios bíblicos) porque se suponía que debía hacerlo. Lloraba en su habitación y clamaba: «No puedo sentirte, oh, Dios». Asistía a la iglesia en busca de aquel sentimiento de amor que experimentó al entregarse a Jesús por primera vez. Marisol se encontraba a la merced de un vaivén incómodo en su relación con Jesús. Su estado alcanzó el punto crítico unas vacaciones de invierno, cuando regresó a casa deprimida, llena de la cultura cristiana, pero sintiéndose alejada de Dios y con el deseo de revivir su primer amor.

El siguiente semestre, ella se tomó un descanso del ministerio para enfocarse en Jesús. Ese año, Marisol descubrió que solo Cristo podía llenarla. Durante años, se había enfocado en estar cerca de Jesús en el ministerio, en lugar de estar con Él. Acudió a líderes, pastores y experiencias espirituales para saciar su sed, pero los talleres sobre sanidad no enmendarían su condición, sino estar con Jesús, escuchar Su voz y dedicarle tiempo. Marisol encontró su lugar secreto en Cristo. Ella afirmó: «Descubrí Su amor profundo por mí en la oración. Desde que me convertí, siempre he orado por otras personas y sus problemas y no por la intimidad con Jesús, por nuestra relación». Ella sintió el abrazo de Dios, que la atraía y la conquistaba hasta hacerla sentir como al principio, cuando descubrió el amor de Jesús por primera vez.

Marisol sabe que ese romance es eterno y que mientras más se acerque a Jesús, más crecerá la intimidad entre ellos. Esto ha fortalecido su liderazgo: ya no se compara con los demás tan a menudo, ni se deja guiar por sus inseguridades, ni tampoco espera que otras personas la llenen. Ella ora cada día y busca estar primero con Jesús, para luego poder orientar con ese amor a otros. Es increíble haber visto cómo su confianza en Jesús y en sí misma creció en tal magnitud en tan poco tiempo. Marisol está experimentando su primer amor y desea ser la amada de Cristo antes que todo lo demás.

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