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EL PARADIGMA DEL OBRERO

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En la Biblia abundan los paradigmas y el del obrero es uno desde el cual operan muchos creyentes y líderes espirituales. Solemos referenciar pasajes bíblicos cargados de visión, acción y verdad; versículos que nos inspiran a unirnos a un ministerio y expandir el reino de Dios. Esos textos nos revelan la necesidad de guiar a más personas hacia la gracia y el amor de Jesús, entonces se convierten en la misión de nuestras iglesias y en nuestro propósito de vida. Esto es bíblico y santo; sin embargo, corremos el peligro de trabajar por la misión y soslayar a Cristo. Podemos llegar a obsesionarnos con estos proyectos y a olvidar a Aquel quien es la razón de nuestra obra. A continuación, encontrarás pasajes bíblicos donde Jesús trata el paradigma del obrero: Mateo 9, Mateo 28 y Hechos 1.

La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. (Mat. 9:37)

Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mat. 28:19-20)

Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hech. 1:8)

Estos pasajes muestran el preciso e increíble plan de Dios para redimir y rescatar a Su pueblo, Su creación. Son textos cargados del anhelo del Señor de traer el cielo a la tierra. Esa necesidad puede motivarnos a participar en el proyecto, a asociarnos con Dios para efectuar un cambio en el mundo. El paradigma del obrero es verdadero y bíblico. No obstante, debemos entender que Dios no basa nuestra identidad en ese concepto. Él no nos ve como empleados, trabajadores o sirvientes. Jesús es el nuevo pacto, que nos trajo un nuevo método de salvación: una relación personal con Él, mas no la religión, la cultura cristiana ni nuestros esfuerzos por ser los mejores obreros.

Cristo vino para reconciliarnos con el Padre y con nuestra identidad como hijos de Dios, Su novia y los coherederos del paraíso. Él vino como un novio para rescatar, redimir y alistar a Su novia para Su regreso. Estos pasajes sobre la obra inconclusa nos motivan, pero si nuestro acercamiento al plan de Dios no es mediante el paradigma de la novia, podemos quedar desconectados de nuestra fuente de vida y amor. Corremos el riesgo de olvidar por qué creemos en estas verdades y albergar resentimiento hacia Jesús, el empleador. No debemos olvidar que gozamos de la amistad y del amor de Cristo.

Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. (Juan 15:15)

Nuestra intimidad, amistad y amor por Él nos impulsan a cosechar la mies, a trabajar con intrepidez hasta los confines de la tierra. Sin embargo, nuestra identidad no puede fundamentarse en el trabajo o el servicio, sino en Jesús, el novio, que nos llama Su amada. A los 34 años de edad, me sentía completamente agotada por el ministerio. Pronto noté que trabajaba para expandir el ministerio de Jesús, pero que lo había soslayado a Él. En el quebrantamiento de mis oraciones comencé a aprender lo que significa ser la amada de Jesús.

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