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Las digresiones 95

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Existían reglas retóricas para la descripción de lugares (ékphrasis tópou) , pues los lectores esperaban que se les delineara claramente las escenas de los relatos históricos 96 . Además, los historiadores se desviaban del tema principal para variar, entretener y descansar un poco del tema central 97 . Así, Tucídides, por ejemplo, comienza la narración de la expedición a Sicilia con la descripción de la geografía de la isla (VI 1-5) o Salustio intencionadamente se desvía del hilo narrativo en la Guerra de Jugurta dando cuenta de la etnografía del norte de África (XVII 1-XIX 8), de las discordias civiles en Roma (XLI 1-XLII) o de la leyenda de los hermanos Filenos (LXXIX 1-10). Y es que las digresiones, además de constituir un recurso meramente retórico, se convierten en una pista para averiguar los asuntos que más preocupaban al historiador.

Tácito (Anales IV 33, 3) reconoce que «la localización de los pueblos, las alternativas de las batallas, el destino de los líderes brillantes, los éxitos de los generales esclarecidos fascinan y refuerzan la atención de los lectores». Y las Historias están salpicadas de digresiones, tanto geográficas como etnográficas: el templo de Venus en Pafos (II 3), el falso Nerón (II 8-9), informe sobre las fuentes y anális del poder (II 37-38), la historia de Cremona (III 34), guerras civiles durante la República (III 51, 2; 72, 1; 83, 3), la historia del Capitolio (III 72), África y Alejandría (IV 48-53), el origen de Serapis (IV 83-84), Judea y los judíos (V 2-9).

Historias. Libros I-II

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