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Los discursos 98

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Los discursos aparecen en la literatura clásica en la misma épica de Homero. Servían para delinear mejor el carácter de los personajes y para incrementar la tensión dramática en la poesía y en la historiografía, el género en prosa más cercano a ella. Y si una de las finalidades de insertar discursos en las obras históricas era artística, no debemos esperar que las palabras pronunciadas en estilo directo respondan exactamente a la realidad, porque los discursos en la historiografía antigua eran un producto de la inventio retórica. En la antigüedad, aparte de las notae Tironianae en Cicerón, no existían ni cámaras ni magnetófonos para dar fe exacta de lo que decían generales o emperadores. Por lo tanto, se tenía libertad para dar cuenta de las palabras pronunciadas por otros. Sea como fuere, en Roma desde la historiografía antigua, como el discurso de Catón el Censor (234-149 a. C.) en favor de los rodios 99 , los discursos formaban parte esencial de la historiografía. Salustio y Livio dieron buena cuenta de ellos en sus obras respectivas. Y el maestro en la elaboración de discursos retóricos fue, desde luego, Tito Livio, llamado por el mismo Tácito (Agrícola X 3) veterum eloquentissimus auctor . Quintiliano (X 1, 101) ensalzó el arte de Livio en los discursos, diciendo que se adaptaban a las circunstancias y al que los pronunciaba. Tácito en sus discursos no siguió el camino trazado por Tucídides 100 y su imitador latino, Salustio, quienes cultivaron en sus discursos un estilo algo oscuro según la opinión de Cicerón (Orador , XXX: ipsae illae contiones ita multas habent obscuras abditas sententias, vix ut intelligantur) , sino que siguió más bien el estilo ciceroniano de Livio.

Decíamos que no hay que esperar encontrar una fidelidad absoluta en las palabras que Tácito pone en boca de los que pronuncian los discursos, aunque a veces reprodujera casi las mismas palabras (ipsa verba) de sus personajes, como las de Vitelio en III 39, 1. Es la excepción. Ya se ha analizado hasta la saciedad el discurso de Claudio sobre el ius honorum de los galos de Lyon en la Tabula Claudiana (CIL XIII 1668, Dessau, ILS 212) 101 y Anales (XI 24) para constatar hasta qué punto Tácito, como todos los historiadores antiguos, anteponían el arte narrativo a la fidelidad histórica 102 . Ahora bien, Tácito nunca aburre a los lectores con sus discursos, como a veces ocurre con Tito Livio, ni los hace difíciles de entender, como sucede con los complejos discursos de Tucídides.

En las Historias se encuentran trece discursos: Galba a Pisón (I 15-16); Pisón a la guardia del palacio imperial (I 29, 2-30); Otón a las cohortes pretorianas (I 37-38, 2), a soldados rebeldes (I 83, 2-84) y antes de su suicidio (II 47); Licinio Muciano a Vespasiano (II 76-77); Antonio Primo a la asamblea militar en estilo indirecto y directo (III 2) y a los soldados, también mezclando el estilo indirecto con el directo (III 20); Curcio Montano en el Senado contra Aquilio Régulo (IV 42, 3-6); Dilio Vócula a los soldados amotinados en Germania (IV 58); un embajador de los tencteros en Colonia Agripinense (IV 64) y la respuesta de un ciudadano de Colonia (IV 65, 1-3); y Petilio Cerial a tréviros y lingones en una asamblea militar (IV 73-74). Los discursos en estilo directo de las Historias se distinguen no solo por sus cualidades retóricas, sino también por su función de delinear caracteres y exponer las causas y consecuencias de los acontecimientos narrados.

Miller 103 distingue seis tipos de discursos, sea en oratio recta u obliqua : 1) Contio o discurso formal a un cuerpo de ciudadanos, al ejército (cohortatio) o al Senado; p. e., el discurso de Galba con motivo de la adopción de Pisón (I 15-16); 2) «Conversación» entre oradores en una asamblea, como la mantenida entre Civil, Tutor y Clásico en IV 76; 3) Dictum o comentario breve y conciso, como el de Galba en I 5, 2 («Yo recluto, no compro a mis soldados»); 4) «Resúmenes» de palabras u opiniones sobre un asunto, como los consejos que se ofrecen a Galba entre dos propuestas (defensa o ataque) en I 33; 5) Formula a través de un oráculo, una súplica o un edicto, como en Anales II 22 (inscripción); III 6 (edicto) o XIII 51 (edicto).

Los discursos pueden versar sobre política interna, política internacional, asuntos militares o personales. A veces se superponen, pero siempre suele predominar un asunto sobre otro. Los discursos se pronuncian en ciertas circunstancias y en diferentes lugares: 1) in castris , donde se dirigen discursos en los campamentos a los soldados o a embajadas dentro de un contexto militar, como el discurso de Otón a los pretorianos (I 37-38); 2) in proelio o arenga a los soldados antes de la batalla, como la de Antonio Primo a los soldados en estilo indirecto y directo (III 20); 3) apud populum o ante el pueblo de Roma u otros ciudadanos, como el de Cerial a los tréviros y lingones (IV 73-74); 4) in senatu , como Curcio Montano en el Senado contra Aquilio Régulo (IV 42, 3-6); 5) in concilio o dirigido a una asamblea fuera de Roma, como los discursos pronunciados ante la asamblea de los ciudadanos de Colonia (IV 64-65); 6) apud legationes o ante embajadas no localizadas ni en el Senado ni en campamentos (IV 32, 2-3); 7) inter privatos o discursos pronunciados en contextos diferentes a los anteriores, como el de Muciano a Domiciano en IV 85.

Me voy a detener en el tercero de Otón (II 47), antes de su suicidio. Existen versiones similares en Plutarco (Otón XV 4-8), Suetonio (un resumen de las palabras de Otón en Otón X 2) y Dión Casio (LXIV 13). El ejemplar, pero inútil, suicidio de Otón se abre con una escena patética antes de una muerte estoica que lavó un poco su sórdida vida. De todas formas, Tácito pretende con esta mors laudata despertar las emociones de los lectores 104 . La estructura de esta cohortatio parenética es como sigue 105 :

1) Exordium ab auditoribus et a persona (47, 1). Otón pide a sus soldados (ab auditoribus) que no le aconsejen seguir con vida, porque en la lucha que él (a persona) ha mantenido con la Fortuna ha salido perdedor. Por tanto, que no insistan (ab auditoribus) en que no ha disfrutado de poco tiempo de imperio, porque es mejor para él (a persona) acabar pronto para no caer abusando de un poder que se sabe que durará poco.

2) Tractatio ab hoste et a me (47, 2-3a): a) impium/pium . Vitelio, no yo, comenzó las hostilidades, un hecho impium frente a mi actitud de abandono de las mismas, todo un ejemplo de piedad hacia los demás (pium ); b) inutile (3a). Continuar la lucha supondría la inútil pérdida de la juventud romana, que debe sobrevivir.

3) Conclusio (47, 3b). El suicidio irrevocable de Otón será la mejor opción para todos.

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