Читать книгу Pensamientos salvajes en busca de un pensador - Rafael E. López-Corvo - Страница 8

¿Es el psicoanálisis un procedimiento médico?

Оглавление

Es muy factible que el entrenamiento médico de Freud, que al comienzo de su carrera le permitió la gran mayoría de sus descubrimientos, también le impidiese, posteriormente, delinear el verdadero propósito y futuro alcance del psicoanálisis; después de todo, el psicoanálisis para Freud fue un accidente, porque originalmente su intención era crear la especialidad de Neurología, y en esta búsqueda se aventuró a Francia interesado en la fama de Charcot, y allí se tropezó con el oscuro desafío de la histeria y posteriormente del inconsciente. En 1913 expresó lo siguiente:

El psicoanálisis es un procedimiento médico que intenta la cura de ciertas formas de enfermedades nerviosas [las neurosis] mediante una técnica psicológica [SE, 13, p. 165]

Pero la verdad es que nunca se podrá mensurar la mente con los mismos parámetros con que medimos el cuerpo, por cuanto sus perspectivas son absolutamente opuestas. El cuerpo, por lo general, nos será siempre hasta cierto punto extraño, y el médico tendrá una perspectiva más privilegiada y un mejor conocimiento sobre nuestros órganos, que el que alguna vez pudiese tener el neófito. Pero este argumento cambia diametralmente cuando nos referimos a la mente, por cuanto diferente del cuerpo, nadie podrá en última instancia lograr un mejor conocimiento de nuestra mente, como el que podamos alcanzar nosotros mismos, salvo el psicoanalista, aunque siempre con la ayuda del paciente. El hecho de que el cuerpo, en comparación con la mente, permanezca siempre alienado, ajeno, determina el grado de regresión, idealización y dependencia que los pacientes lógicamente experimentan hacia sus médicos; diferente del psicoanálisis, el cual tiene como objetivo resolver la dependencia infantil y lograr la autonomía. De otra parte, nunca consideraremos como una solución el que los pacientes estudien medicina para curarse a sí mismos, porque no solo resultaría imposible, sino que además nadie podrá lograr jamás un grado total control sobre su cuerpo, por lo cual, ¡los médicos siempre necesitarán de otros médicos para tratarse! Sin embargo, este razonamiento cambia completamente cuando lidiamos con la realidad psíquica, donde la autonomía del yo es absolutamente indispensable para todo ser humano, si es que se desea lograr un grado razonable de tranquilidad y bien-estar. Por esto el propósito real del psicoanálisis es el auto-análisis o la capacidad de adquirir la mejor autonomía del yo sobre el self. La dificultad de tal logro durante la vida de una persona, es producto, como lo sabemos, de la división natural entre la consciencia y el inconsciente, así como la tendencia de la primera a mentir; es decir, no poder contener la compulsiva repetición de las fijaciones infantiles, o “trauma pre-conceptual” como yo le he llamado; o la “adhesividad de la libido y la agresión”, las resistencias, y finalmente las características crípticas y simbólicas del lenguaje inconsciente, además del analfabetismo que naturalmente tenemos para su lectura.

Aunque las soluciones a los males del cuerpo y de la mente1 se logran por caminos diferentes, existe una obstinada tendencia a tratar de forma similar a ambas condiciones, tanto por los pacientes como por los terapeutas. En tiempos antiguos, en el intento de diferenciar la medicina de las artes espirituales, se consideraba a la primera como muta art, o arte muda. En la Eneida, Virgilio por boca de Iapix, quien estaba tratando de curar las heridas de su padre, dice: “Él prefiere aprender los poderes de las hierbas, la forma como un curandero practica sin gloria las artes mudas” (1964, pp. 542-543). El self corporal siempre será desconocido, salvo que el paciente sea un médico. Esto significa que tal ignorancia sobre la fisiología corporal hará siempre de la visita al médico algo muy similar a la consulta que podríamos hacer a un mecánico sobre el funcionamiento de nuestro automóvil. La mente, por otra parte, representa el propio lugar del self, el sitio donde se encuentra la verdadera esencia de lo que somos. Es el lugar donde nadie más puede estar, aun cuando debido a la represión decidiéramos no saber algo y prefiriésemos, mediante la proyección, que otros lo supiesen, como una forma de dependencia o de disposición epistemofóbica.

Los psicoanalistas, por lo tanto, están continuamente expuestos a la misma forma de exigencia que los médicos generales, y los pacientes esperan ser cuidados, guiados y aconsejados por estos. Los pacientes responden a su propia cultura somática, o como ya lo he expresado, a la necesidad de satisfacer sus núcleos de dependencia, junto a la idealización de los procesos de curación, la resistencia al cambio y la ignorancia acerca de los logros reales del psicoanálisis. En otras palabras, la única persona capaz de resolver nuestros problemas mentales es uno mismo; el terapeuta puede mostrar las razones de un conflicto, aquello que lleva a un individuo a la depresión o niveles altos de ansiedad, pero el resolverlo tiene que ser siempre el producto del esfuerzo de la propia persona. Del lado del analista podría existir la herencia freudiana sobre la concepción del psicoanálisis como “un procedimiento médico”, así como la identificación proyectiva ejercida por los pacientes conteniendo núcleos infantiles de dependencia, los cuales inducen sentimientos contratransferenciales de responsabilidad hacia el tratamiento, el deseo de curar o furor curandis, como lo expresó Freud, así como una necesidad narcisista hacia la idealización. Kohut se ha referido a esto último, aunque indirectamente, en su concepto de la “idealización de la transferencia”, mientras Lacan, en forma más específica, le ha calificado como el “lugar del supuesto saber”.

Freud nunca intentó defender al psicoanálisis como una ciencia exacta; por el contrario, como podremos ver, él estuvo mucho más interesado en lo opuesto, y en casi todos sus escritos evadió la precisión de la medicina y escogió, por lo tanto, la vaguedad de la psicología y la sociología. Sin embargo, si fuéramos más meticulosos, podríamos inferir que, en el lineamiento básico del psicoanálisis, Freud mantuvo, a pesar de sus esfuerzos, algunas ataduras significativas con aquellas teorías neurofisiológicas presentes en el Proyecto; como por ejemplo, la teoría de los instintos. Quizás algunos de sus artículos publicados en la cercanía de su muerte, tales como “Moisés y el monoteísmo” (1938), o su artículo póstumo “Fragmentación del yo al servicio de la defensa” (1940), apuntaron a un posible distanciamiento de la orientación biológica.

Acerca de la defensa de Theodore Reik –un prominente miembro no médico de la sociedad de psicoanálisis– sobre el curanderismo, en las Cortes de Viena en el año de 1926, Freud produjo el muy conocido panfleto de “la cuestión del análisis laico”. Teniendo la posibilidad de escoger entre la precisión de la biología y la aproximación de la psicología, sociología y campos vecinos, Freud favoreció a esta última y abiertamente proclamó su resistencia a restringir la práctica psicoanalítica solamente a la mano de los médicos. Así dijo:

Lo que conocemos como la educación médica, creo que es una forma ardua y tortuosa para llegar a un acercamiento de la profesión psicoanalítica. No hay duda que ofrece al analista mucho más de lo que es indispensable para él. Más bien le sobrecarga demasiado de cosas que nunca va a necesitar usar, además del peligro de distraer su interés y de impedir que su pensamiento pueda dirigirse hacia la comprensión del fenómeno psicoanalítico […]. El psicoanálisis es una parte de la psicología; no de la psicología médica como antes se creía, no de la fisiología de los procesos mórbidos, sino simplemente de la psicología. [Freud, S., 1926, p. 252]

No creo que el énfasis puesto por Freud sobre la defensa del análisis laico pueda haber sido únicamente una consecuencia de la acusación a Reik. La intensidad y la pasión invertida por Freud en esta defensa habla de algo más. Peter Gay (1988) cita a Freud diciendo en una carta escrita a Ferdern en 1926, lo siguiente: “La lucha por el análisis laico debe pelearse en algún momento. Mejor ahora que más tarde. Mientras yo viva, haré todo lo posible para evitar que la medicina devore al psicoanálisis” (p. 491). Y un año más tarde, Freud expresó algo que sigue muy presente en algunas asociaciones: “los médicos analistas se muestran muy inclinados a envolverse en investigaciones muy cercanas con lo orgánico, en lugar de hacer investigaciones psicológicas” (p. 497).

Esta actitud de Freud no era nueva: 13 años antes, en su introducción al libro El método psicoanalítico de Oskar Pfister, Freud expresó lo siguiente:

La práctica del psicoanálisis necesita mucho menos del entrenamiento médico que de la instrucción psicológica y el de un panorama humano libre. La mayoría de los doctores no están equipados para practicar psicoanálisis y totalmente fallan en captar el valor del proceso terapéutico. Los educadores y los trabajadores pastorales están unidos por el estándar de sus profesiones que le permiten hacer uso de las mismas consideraciones, cuidado y contención, en igual forma a como usualmente los doctores lo hacen en su práctica… [1913a, pp. 330-331]

¿Qué hizo que Freud desarrollara tal animosidad en contra de los médicos, cuando la gran mayoría de sus seguidores eran doctores? Más aún, en 1895, en la época de su bien conocido sueño sobre la inyección de Irma, Freud lo enfatizó en otra forma, al resaltar la necesidad de una evaluación de cualquier padecimiento físico, previo al comienzo de la terapia psicoanalítica. Sin embargo, su mayor diferencia y crítica fue con la asociación norteamericana, quienes hasta hace poco habían limitado el psicoanálisis al personal médico únicamente, como una forma de lidiar con varios casos de charlatanismo de individuos no médicos, envueltos en “conductas inapropiadas” mientras practicaban alguna forma de psicoterapia. Como consecuencia, en 1927, Eitingon y Jones organizaron un simposio internacional sobre el tema del análisis laico, donde se dieron opiniones totalmente discordantes y en el cual los norteamericanos, dirigidos por A. A. Brill, plantearon un punto de vista más radical, sosteniendo que los médicos deberían ser las únicas personas certificadas para practicar el psicoanálisis, una proposición que produjo una gran fricción, al punto de que Freud decidió romper con la Asociación Psicoanalítica Internacional:

Tan temprano como 1929, como la controversia se mantenía en pie, Freud se preguntó si quizás pudiese tener sentido separarse pacíficamente de los analistas norteamericanos y permanecer firme en la cuestión del análisis laico. El desagradable sentimiento de Brill, de que Freud pudiese desear deshacerse de los norteamericanos, no era una fantasía sin fundamento. [Gay, 1988, p. 500]

Freud llegó hasta el extremo de dudar de la integridad de Jones, y en una carta a su hija Anna le expresó que debería estar feliz de no haberse casado con él. ¿Pudo ser esta pasión y el compromiso personal mantenido por Freud sobre la defensa del análisis laico, una expresión de su deseo de proteger a sus amigos y seguidores, tales como Pfister, Rank, Reik y hasta su misma hija? O quizás su propósito fuese más bien la expresión de una aguda intuición, como pensar que la conciencia de los procesos mentales, representando algo completamente diferente del mundo físico, pudiesen enfrentar el peligro de ser impedidos de la posibilidad de ser considerados como una ciencia, y que, por lo tanto –Freud supondría– era indispensable apoyar una apertura a otros campos de conocimiento menos precisos. Sabemos por Jones (1953, p. 253), que Freud vio la medicina como un hándicap, para cualquiera que intentase el entrenamiento psicoanalítico. Refiriéndose a un encuentro con Freud, Clarence Oberndorf (Jones, 1953) recuerda a Freud preguntándole, con “un tono de enojo e impaciencia”, qué cosa tenía él en contra del análisis laico:

Traté de explicarle que las leyes del estado de Nueva York lo prohibían [al análisis laico] y que los miembros en América pensaban que un conocimiento de las manifestaciones físicas de una enfermedad orgánica, eran necesarias para que el médico pudiese compararlas con aquellas que eran producto de un trastorno psicológico. Que especialmente en América, los charlatanes e impostores extremadamente ignorantes de los elementos del psicoanálisis, presumían de ser verdaderos analistas. Freud rechazó mi respuesta con un abrupto “yo sé todo eso”, se dio vuelta y caminó lentamente hacia la casa. [p. 182]

Peter Gay (1988, 310n) cita una carta de Freud a Hendrick de Man, fechada el 13 de diciembre de 1925, donde él expresaba que “las aplicaciones extramédicas del psicoanálisis, serían tan significativas como las médicas, al punto que las últimas podrían quizás tener mayor influencia en la orientación mental de la humanidad”. ¿Si Freud no estaba defendiendo una cuestión legal, ética o política, qué era en realidad lo que le preocupaba?

Aún en la actualidad existen, ante todo en Norteamérica, numerosos psicoanalistas médicos que prefieren lo concreto de la medicina a la abstracción de lo mental. Para muchos es más fácil medicar los síntomas que indagar en la obscura profundidad del inconsciente, adjudicando más importancia a la conducta e ignorando la razón etiológica del síntoma. Existe también un componente económico importante, por cuanto es más productivo medicar cuatro pacientes en una hora, que inquirir pacientemente las razones inconscientes de un solo paciente. Anteriormente (López-Corvo, 2017) expresé lo siguiente:

Psicoanalistas y psicoterapeutas enfrentan la necesidad de crear para su propio uso, un modelo comprensivo y multidimensional del funcionamiento mental. Así como los marineros requieren coordenadas numeradas, conocidas como latitudes y longitudes, que le sirvan de índices referenciales para encontrar su rumbo en la desconocida inmensidad del mar, los psicoanalistas podrían sentirse presionados a crear un instrumento similar, que les ayude a encontrar su camino en la inmensidad del desconocido y siempre cambiante mar de abstracciones, y poder así navegar con facilidad por todos los rincones de la mente. [pp. 21-22]

Quizás inspirado por el Budismo Zen, Bion insistió con frecuencia en la importancia de la intuición –o prajna como le llaman los budistas– como un instrumento indispensable para reducir la distancia entre la investigación del psicoanalista y la oscuridad del inconsciente del analizando. En esta forma, para permitir que la intuición florezca y predomine, Bion insistió en la necesidad de callar otras instancias y que la escucha analítica siempre se apoyase, tanto en la renuncia del deseo, como en la ausencia de la memoria y la comprensión.

Pensamientos salvajes en busca de un pensador

Подняться наверх