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EL SOMBRERERO LOCO

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Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.

GATO CHESHIRE A ALICIA

En el séptimo capítulo de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas —título original— (1865), Alicia llega a la mesa donde la Liebre de Marzo —March Hare—, el Sombrerero —The Hatter— y el Lirón —Dormouse— beben té de forma muy peculiar. Desde el principio se percata de que algo no va bien, pues le dicen que no hay sitio para nadie más cuando en realidad sobran asientos; le ofrecen vino que no hay y le preguntan acertijos de los que ellos no saben ni jota. En particular, le parece extraño que el Sombrerero hable de forma ilógica y que su reloj, el que escucha y remoja en la bebida caliente, le dé el día del mes, mas no la hora. Fastidiada por los cuentos absurdos del Lirón, los constantes juegos de palabras sin aparente lógica del Sombrerero y los modos rudos de la Liebre de Marzo, decide partir de ahí con la idea de haber participado en «Una merienda de locos», título del capítulo.

A pesar de que Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), mejor conocido por el seudónimo de Lewis Carroll, nombrara al personaje del bombín simplemente como Sombrerero, en el imaginario popular se le conoce con el calificativo de Loco, lo cual no está tan errado si se atiende a las afirmaciones del Gato de Cheshire —que desaparece con y sin sonrisa— en el capítulo anterior y si se juzga el comportamiento del anfitrión como excéntrico debido a las constantes preguntas sobre el sentido de las palabras: «veo lo que como» y «como lo que veo», por ejemplo. En cualquier caso, resulta interesante que Carroll haya elegido a alguien con este oficio para protagonizar un capítulo tan disparatado.

Se sabe que en la época en la que el matemático y escritor británico Dodgson escribió esta entrañable novela, creada a partir de unos cuentos que les narró a tres hermanas —una de ellas llamada Alice Liddell, a quien le dedicó su obra— en un paseo por el río, el oficio del sombrerero gozaba de una popularidad singular —recordemos la frase: «Loco como sombrerero»—, debido a que el uso de mercurio para procesar el fieltro producía en los artesanos intoxicaciones crónicas y agudas que les hacía sufrir patologías, alterando sus facultades mentales. De hecho, no fue sino hasta 1953 cuando se comenzó a estudiar seriamente este fenómeno y se llegó a la conclusión de que este metal era el responsable de ocasionar trastornos graves, lo cual se denominó científicamente como hidrargirismo. Además de los síntomas comunes de intoxicación, esta enfermedad produce cambios en el ánimo y en el comportamiento, como tristeza, ansiedad, insomnio, irritabilidad, excitación y susceptibilidad emocional.

Ahora bien, si recordamos que el Sombrerero le cuenta a Alicia que fue condenado por el Tiempo a permanecer en la hora del té, las 6 de la tarde, por querer matar el tiempo cantando —¡qué dilema!—, y se pasea ansioso alrededor de la mesa, cambiando de lugar cada vez que necesita una taza limpia, melancólico, esperando que su reloj cambie la hora, con una verborrea atípica, no nos parecerá extraña la elección del autor por un oficio que, aunque con sombrero, deja volar a «la loca de la casa».

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