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EL NACIMIENTO DEL PSICOANÁLISIS

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El doctor Josef Breuer (18421925) apareció en casa de la familia Pappenheim un frío día de noviembre de 1880. Por aquel entonces, el doctor Breuer, a sus 38 años, gozaba de una estupenda reputación como científico enViena. Sin embargo, su nombre no hubiera pasado a la historia de la ciencia si no hubiera sido porque esa tarde atendería por primera vez a Anna O.

Bertha Pappenheim (1859-1936) era el verdadero nombre de Anna O.; se trataba de una atractiva y vivaz joven de 21 años que provenía de una acaudalada familia vienesa. Unos meses atrás, su padre había enfermado y Bertha había pasado algún tiempo cuidándolo a los pies de su cama. Poco después, la misma Bertha comenzó a presentar una serie de extraños síntomas, entre los que destacaban: tos nerviosa; parálisis de la pierna, del brazo derecho y, a veces, del lado izquierdo; alteraciones en los movimientos oculares, curiosas deficiencias en la visión; dificultades para sostener la cabeza; sentía asco de los alimentos e incapacidad de beber aunque tuviese una sed martirizadora. Uno de los síntomas más peculiares era su incapacidad para comprender y hablar su lengua materna, pudiendo solo expresarse, curiosamente, en inglés. Incluso cuando leía en voz alta un texto en alemán, su lengua materna, realizaba instantáneamente una traducción casi perfecta sin darse cuenta de lo que hacía, ni aun siendo advertida de ello.

Todo esto, aunado a sus estados de ausencia, su confusión y sus delirios, la hubiera condenado a la hoguera o al exorcismo unos siglos antes, pues francamente Bertha parecía estar poseída.

Por fortuna, a finales del siglo XIX, la histeria representaba ya un fenómeno de máximo interés para los científicos europeos; los doctores Jean-Martin Charcot (1825-1893) y Pierre Janet (18541947) llevaban tiempo investigando los efectos de la hipnosis en pacientes que mostraban una sintomatología similar en Francia. Sin embargo, la tendencia médica pasaba por alto o aislaba a dichas pacientes, pues la atención médica solo contribuía a fomentar y reforzar su padecimiento.

Fue una suerte que Joseph Breuer no incurriera en tal falta con Bertha; a pesar de no saber cómo ayudarle, le brindó toda su simpatía y su interés, tratándola amorosamente.

Así, con el tiempo, fue notando que en los estados de ausencia ella murmuraba palabras que parecían provenir de unos nexos en los que se ocupaba su pensamiento. No obstante, en sus momentos de alerta, Bertha no recordaba dichos nexos, por lo que su médico la hipnotizaba con el fin de inducirla a retomar estas ilaciones de ideas.

De esta manera, paulatinamente y ya sin necesidad de recursos hipnóticos, Bertha incursionó en lo que ella misma bautizó como «cura por el habla».1 Esta novedosa terapia consistía en hacer un seguimiento verbal del síntoma hasta el momento en que se produjo dicha expresión sintomática. El discurso de Bertha, poblado de fantasías y tristísimos y creativos relatos, le funcionaba como «limpieza de chimenea», tal y como ella misma lo definió en tono de broma y cuyo efecto deshollinador tuvo como consecuencia la eliminación de sus síntomas en un período de dos años.

El doctor Breuer contó con detalle todos los aspectos relativos al caso de Bertha a su gran amigo y protegido Sigmund Freud (1856-1939), quien en esos tiempos tenía apenas 24 años y se estrenaba como médico en Viena. Freud, a su vez, tuvo el caso en la cabeza durante 10 años, y llegó a comentarlo con el doctor Charcot durante el período en que se dedicó a estudiar bajo su tutela en París. A él no le interesó mucho el tema y Freud no lo retomó hasta 1892, ya de vuelta en Viena.

Breuer y Freud publicaron conjuntamente Estudios sobre la histeria en 1893, y el primer caso presentado en este escrito fue el de Anna O. Breuer y la descripción del método catártico, lo que la misma Bertha había calificado como «cura por el habla».

Resulta divertido observar que la noción de catarsis, tomada de Aristóteles, acababa de ponerse de moda otra vez en la década de 1880 gracias a una obra dedicada a la teoría aristotélica de la tragedia, cuyo autor, Jacob Bernays (1824-1881), era precisamente el tío de la futura esposa de Sigmund Freud. Utilizando este método, Freud se vio obligado a abandonar los tratamientos hipnóticos, estableciendo en su lugar el procedimiento de la asociación libre, en la que el paciente habla libremente y sin censura de aquello que va surgiendo en su conciencia durante el transcurso de la sesión.

De alguna manera, el doctor Breuer y Bertha fueron descubriendo que la causa de los múltiples síntomas de esta última era el haber cuidado de su padre enfermo, por el que profería un amor exagerado. Por solo citar un ejemplo, Bertha se dio cuenta de que la parálisis y el adormecimiento de su pierna y de su brazo derechos surgieron cuando, en una ocasión en que vigilaba angustiadamente el lecho de su padre en estado de gravedad, apoyaba el brazo derecho sobre el respaldo de la silla en la que estaba sentada. En tal momento, Bertha, entre sueño y vigilia, vio o soñó cómo una serpiente se deslizaba desde la pared hacia la cama del enfermo; trató de espantar al animal, pero el brazo se le había dormido y no se podía mover. Entonces quiso rezar, pero en su angustia no encontró palabras, hasta que por fin dio con un verso infantil en inglés y pudo seguir pensando y rezando en esa lengua. Una vez hubo recordado la causa de sus síntomas, Bertha volvió a sentir y mover sus brazos y sus piernas, y pudo hablar de nuevo en alemán.


Sigmund Freud


Constantino Escalante, litografía, 1861.

Había nacido el psicoanálisis, con el doctor Breuer como padre y Bertha Pappenheim como madre, pero con Sigmund Freud como partero del deseo inconsciente de la histeria. A partir de ahí, Freud seguiría trabajando en un asunto que Breuer decidió dejar por la paz, señalando a la histeria como el resultado de un trauma que permanecía inconsciente y actuaba como un cuerpo extraño, una espina en el psiquismo del paciente. Por tanto, era necesario tener conciencia del momento traumático a través del recuerdo y dar libre expresión verbal al efecto ligado a este suceso, dominando lo inconsciente al traerlo al terreno de lo consciente por medio de la catarsis. Sin embargo, posteriormente, Freud se daría cuenta de que no bastaba con recordar los sucesos, sino que era menester repetirlos en el espacio psicoanalítico, y es aquí donde otra vez recurre al caso de Anna O.

Cuenta la mitología del psicoanálisis que Breuer dejó repentinamente a Bertha a cargo de otro médico, en 1882, debido a un suceso que lo atormentó tanto que jamás pudo publicarlo: después de una breve ausencia, Breuer regresó a casa de la familia Pappenheim y encontró a Bertha con un agudo dolor en el vientre gritando que estaba dando a luz a un hijo del doctor. En ese instante, Breuer se percató de que la paciente se había involucrado de tal forma que estaba expresando sentimientos amorosos hacia él que no le correspondían, siendo el médico un hombre serio con un matrimonio estable. Aunque Breuer se desmarcó totalmente de tal hecho, Freud asumió en ese y en sus casos posteriores que los pacientes presentan hacia los analistas una neurosis de transferencia que sustituye la problemática por la que inicialmente acudieron a tratamiento.

Hasta aquí quedan señalados dos de los tres objetivos terapéuticos más ambiciosos del método psicoanalítico: el primero, recordar el o los sucesos traumáticos que precedieron a la instalación del padecimiento, y el segundo, repetir mediante la transferencia todo aquello que no puede ser recordado, pero que es puesto en práctica en la relación con el analista.2

No obstante, en 1893 nació el psicoanálisis como una disciplina científica que ayudaría a millones de personas en los años venideros. Freud nunca dejó de agradecer al doctor Breuer y a Bertha Pappenheim su valiosa contribución. Bertha se convirtió en la primera trabajadora social de Europa, consagrando su vida a los necesitados, y Breuer continuó centrado en su labor psiquiátrica, sin intenciones de retornar a las pasiones del psicoanálisis.

NOTAS

1 Talking Cure.

2 El tercer objetivo del psicoanálisis es la elaboración progresiva de lo desvelado en los dos procesos anteriores.

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