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PRÓLOGO

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La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco.

SALVADOR DALÍ

De mentes y dementes me aprisionó desde las primeras páginas. Husmeé cada hoja con curiosidad y morbo preguntándome la razón de tal incitación, buscando el factor común que unía a tan diversos artículos en un todo congruente. A mi mente acudió, casi por asociación libre, un término en alemán: Das Unheimlich.

Este es el título de un libro que el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, publicó en 1919 y que se traduce como «lo ominoso» o «lo siniestro». Freud define lo ominoso como: «aquella variedad de lo terrorífico que remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo», y también como: «aquello que, estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz».

El psicoanalista utiliza los cuentos de Ernest Theodor Amadeus Hoffman para hablar del doble como la imagen inquietante por excelencia, lo que es claramente tratado en el capítulo «El otro, el mismo» de este libro. Pero De mentes y dementes se mete en otros senderos que también generan el fenómeno de lo ominoso, esa sensación de «inquietante extrañeza» que nos invade cuando algo con lo que nos hemos identificado inconscientemente y que nos pertenece en lo más íntimo —la locura— aparece ante nuestros ojos y nos perturba por su familiaridad terrorífica.

De entrada, este libro nos invita a penetrar en las grandes perturbaciones de la mente: la diferencia entre los psicóticos y los neuróticos; los diversos trastornos de la personalidad, como el trastorno esquizoide o el narcisista; las perversiones o manías más extrañas, como la amaurofilia —preferencia sexual por los ciegos— u otras conductas fetichistas. Nos divertimos al leer sobre la variedad y singularidad de síndromes, como el síndrome del Emperador, en el que encuentran justificación los padres de niños malcriados, o el síndrome de Cotard, en el que el afectado genuinamente cree estar muerto. Las lecturas nos llevan a entender cómo para llenar el vacío existencial, algunas personas se vuelven adictas al sexo o al Internet, y por qué grandes personajes han terminado con su vida por voluntad propia, como Virginia Woolf o Kurt Cobain. En fin, el texto implica toda una inmersión en el mundo de la locura y, en última instancia, en nuestra locura.

Acto seguido, De mentes y dementes nos permite fisgonear la vida de los personajes más dispares, como son los asesinos en serie, como Jack «el Destripador» o «la Mataviejitas»; o entender cómo es que los hermanos Collyere murieron enterrados en su casa por la basura que ellos mismos acumularon.

En un tercer y último desdoblamiento, el libro nos brinda estupendos escritos que analizan e informan sobre temas tan cautivadores como la interpretación de los sueños. Nos explica que el uso del no, de la ironía y del sarcasmo como formas lingüísticas desvela lo que poseemos de inconsciente.

Se trata de un viaje a los abismos de nuestras almas, de nuestros más íntimos secretos, un viaje que, una vez comenzado, es difícil abandonar. De mentes y dementes es como entrar en una habitación oscura con una vela: vamos alumbrando una esquina solo para percatarnos de todo lo que aún queda en penumbra. La mirada —cautiva, fisgona y voyerista— ha sido invitada a presenciar aquello que vive en lo más profundo de nosotros. Desvelarlo no puede más que generarnos susto, nervios y, en última instancia, una carcajada liberadora, al poder reconocernos en el espejo de la locura.

ALEXIS SCHRECK

De mentes y dementes

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