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ERNEST LLUCH, INTELECTUAL COMPROMETIDO DE LA GENERACIÓN DEL CONSENSO

MARC BALDÓ LACOMBA

Universitat de València

GENERACIÓN Y COMPROMISO

En este trabajo se considera que Ernest Lluch pertenece a la generación del 56. Estudiar generaciones históricas es una forma de construcción conceptual para captar el tiempo histórico. Entiendo por generación a aquel grupo de personas que se ven condicionadas en su vida adulta por determinados acontecimientos históricos que sucedieron principalmente en su infancia y juventud. El resto de la vida también influye, es evidente, pero los primeros veinticinco o treinta años marcan con fuerza la personalidad (y, sobre todo, la marcaba más fuertemente que no ahora en la segunda mitad del siglo XX, según criterio de Zigmunt Bauman).1

Cuando restringimos el campo de estudio a grupos concretos y relativamente reducidos, como son los universitarios (como hacemos ahora mismo), se destacan los rasgos comunes de una posición generacional, lo que nos ayuda a entender un tiempo histórico determinado y las circunstancias que contribuyen a perfilar las actitudes de las personas que integran el grupo.2 Hablar de generaciones es una manera de hablar de coyuntura. Se hace referencia a un tiempo vivencial que comporta «un reaccionar unitario» y sobre todo «un agitarse juntos» transversal. Por otra parte, los límites entre generaciones, como se desprende, nunca están perfectamente delimitados, dándose cierta superposición, y además varias generaciones conviven en un mismo tiempo histórico y se condicionan.

En la historia de la universidad española de la segunda mitad del siglo XX ha habido dos generaciones importantes: la de 1956 y la de 1968. La primera tiene estudiantes que nacieron durante los años de la República y la guerra; la segunda, comprende personas nacidas en la postguerra.3 Estas dos generaciones, disconformes cada vez más con el franquismo, presentan un rasgo común: se rebelaron contra la dictadura. Lo hicieron con estilos diferentes una y otra: con un tono más moderado, formal y convencional los del 56, y de forma más radical y libertaria los del 68. Los rebeldes del 56 actuaron desde formaciones clandestinas clásicas (PCE, PSUC, ASU, cristianos…), aunque con notables novedades como el FLP (FOC o ESBA). Los del 68, además de mantener la fidelidad a los grupos de oposición clásicos, se abrieron a grupos situados a la izquierda del PCE y a nuevas plataformas radicalizadas y con maneras libertarias, efecto del mayo francés. Unos y otros se rebelaron contra la dictadura y buscaron construir el futuro, lo que fue, probablemente, la más importante de las tareas que hicieron. Los del 68, además de oponerse a la dictadura, se opusieron con audacia a las convenciones sociales, contribuyendo así a construir el futuro y transformar el mundo. No faltaron matices y diferencias entre una y otra generación, diferencias que, cuando llegó la hora de la Transición en España fueron perceptibles. Mientras los jóvenes del 56, casi en bloque, apoyaron el proceso que fraguó el consenso, este posicionamiento fue más matizado en los jóvenes del 68, donde un sector (ni mucho menos todos) de aquella oposición antifranquista, entre 1975 y 1978 procuró «romper el consenso»: abocar a un proceso de transición «rupturista».4

Lluch, como otros compañeros de la su época, miraron hacia dentro y hacia el mundo, hacia el país atrasado y hacia Europa. Aprendieron, paso a paso, a ser libres, pensando y construyendo proyectos que planteaban un país mejor y un mundo mejor. Se hicieron demócratas dialogando y discrepando entre ellos y fueron maestros de universitarios e intelectuales comprometidos y algunos de ellos, como Lluch, llevaron el compromiso a la meta de la responsabilidad política. En 1974, Elías Díaz, escribía que este «grupo generacional» se caracterizaba por tres aspectos que me parecen relevantes que retratan a muchas de estas personas y, sin duda a Lluch: 1) por su seriedad científica (más que por el ensayismo brillante aunque superficial de otras generaciones universitarias anteriores), 2) por la ideología democrática y 3) por la mentalidad crítica respecto al sistema político entonces establecido.5 Rigor científico, democracia (más exactamente socialdemocracia) y antifranquismo, son, ciertamente, tres elementos clave que definen a Lluch.

La generación del 56 inició una nueva cultura política que tenía dos características.6 La primera eran las «inquietudes» de los jóvenes estudiantes, pronto rebeldía o protesta contra la universidad existente.7 Rebelarse era una forma de ganar el futuro. Estas actitudes fueron creciendo a lo largo de la década de los cincuenta y con ellas se encontró Ernest Lluch cuando llegó a la facultad de Económicas. El segundo aspecto es el respeto, la tolerancia, la idea de dialogar, negociar, hablar. Lluch, como muchos jóvenes de su generación, apostaba por el diálogo, el acuerdo, el razonamiento, la ecuanimidad, el gradualismo… Se oponía al dogmatismo y a las actitudes excluyentes. Cultivaba la convivencia civil y el diálogo desde que era estudiante. Lluch y muchos de sus compañeros y compañeras aprendieron de este modo un talante, una manera de obrar, una forma de hacer política (una cultura política dicho de otro modo) que ha sido muy importante para la política española de la Transición. El compromiso de esta generación –también de otras anteriores y posteriores– con la reconstrucción de la democracia es uno de sus principales haberes. Ernest Lluch pertenece, en resumen, a una generación en la que se produjo una mudanza en la cultura política que pugna, a la vez, contra el mundo cerrado de la dictadura y reclama el reconocimiento del pluralismo, el debate y el diálogo entre diversas posiciones, lo que fue importante para entender lo que sucedió en los años de la Transición.

FORMACIÓN

Ernest Lluch nació el 21 de enero de 1937 en Vilassar de Mar donde estaban, por razones de la guerra, la madre y los hijos de la familia, mientras el padre iba y volvía a Barcelona donde tenía el trabajo. Ernest Lluch era el menor de cuatro hermanos (Enric, Montserrat, Francesc –que murió de polio siendo niño– y Ernest). La familia vivía en Barcelona. Tenían un pequeño negocio familiar dedicado a fabricar y vender ligas, cinturones, tirantes, cintas de persiana. Una familia, pues, de clase media trabajadora, un ámbito privilegiado de aprendizaje para la vida, en el que la austeridad era un valor y en la convicción de que el trabajo es lo que forma a las personas. Ernest en su casa aprendió lo importante que era el esfuerzo y el trabajo que veía hacer a sus padres e hizo él mismo. En su personalidad tuvo una gran influencia su hermano mayor, que fue geógrafo en la Universidad de Barcelona y se llevaba 9 años con Ernest, pero también su madre, hija del médico de Vilassar, su hermana y dos tíos médicos.

Su padre era de Acció Catalana y Lluch recuerda que en su casa eran antifranquistas, a pesar de haber conocido una experiencia traumática: un familiar de nombre Ernest, de la parte de su madre, fue fusilado por la FAI y esa es la razón por la que a Lluch le pusieron el mismo nombre del familiar muerto.8 Sus primeros recuerdos son de los años de la autarquía. En su casa, su hermano escuchaba la BBC, leían la prensa diariamente y recibían la revista Destino. Estaban a favor de los Aliados y su madre admiraba el sistema político británico. En este ambiente, el pequeño Ernest tampoco simpatizaba con el régimen. Cuenta que cuando era colegial, de niño, se negó a acudir de público a una visita del dictador a Catalunya (era costumbre hacer ir a los niños con banderitas) para sorpresa de los profesores y de los compañeros de la clase.9

El colegio era el de los Salesianos «Josepets», donde hizo a la primaria y secundaria. Muchos padres republicanos, si tenían medios, enviaban a sus hijos a escuelas no estatales, fuesen academias o colegios religiosos, esquivando así el adoctrinamiento falangista más extremo de los años cuarenta. Además, de los tres colegios que los salesianos tenían en Barcelona, al que iba Lluch estaba pensado para la clase media y se encontraba cerca de donde vivía la familia. Los 53 compañeros que acabaron el bachiller mantuvieron una reunión anual, lo que le permitió a Lluch, escrutador infatigable de cuanto lo rodeaba, observar la evolución, en vivo, de una generación de clase media, la de su promoción.10

Ernest tenía un espíritu curioso y poseía una potente dotación intelectual y física. Devoraba libros desde jovencito y además era muy aficcionado al deporte, terreno en el que, siendo adolescente y joven (también después), destacó. Consiguió trofeos en atletismo11 y más tarde practicó el básquet. El deporte y los valores de disciplina, superación y esfuerzo que comporta se deben considerar como una parte importante de su educación y la conformación de su personalidad. El propio Lluch ha reconocido que su entrenador, Nemesi Ponsati, le enseñó mucho.12

Ernest Lluch entró a estudiar Económicas en la Universidad de Barcelona en 1956 y se licenció en 1961. Para las familias de clase media menestral, los estudios universitarios comportaban muchos sacrificios y suscitaban dudas que se produjeron en otros casos y también en la familia Lluch. Cuando acabó el bachiller en 1953, se dedicó al negocio familiar. Su padre era, como se ha dicho, guarnicionero y él se dedicó unos tres años a ser el viajante de la empresa familiar, tarea que le permitió recorrer y conocer buena parte de España, lo que le valió, dadas sus dotes de perspicaz y agudo observador, para el conocimiento directo del país.13

Lluch comenzó a estudiar en la universidad un poco a escondidas de su padre, que tenía previsto que se dedicara al negocio familiar. La atracción de Ernest por el estudio y la complicidad de su madre (una señora que leía todos los días la prensa, cosa nada común en aquellos años) y su hermana que siempre le apoyó, fueron más poderosas que la voluntad paterna. Comenzó el curso 1956-57 mientras hacía la mili (de voluntario en Montjuïc, para compatibilizar el servicio militar y las obligaciones del negocio familiar). Empezó Económicas sin sentir una atracción especial, casi por azar. Él sentía inclinación por la arquitectura, aunque de hecho le gustaba todo y entendía que todo podía acabar interesándole y gustándole si se entregaba y lo trabajaba. Además, Económicas era una mezcla de ciencias y letras y a Lluch la interdisciplinariedad siempre le cautivó, pero sobre todo tenía las clases por la tarde lo que le permitía seguir ayudando en el taller familiar.14 Las facultades de Económicas, por otro lado, entonces se estaban creando y eran el núcleo intelectual más dinámico y comprometido de la universidad española, y a su vez el más combativo tanto a nivel discente como docente, por reunir profesores más jóvenes y profesores consolidados que compatibilizaban su facultad de origen (derecho o letras, por ejemplo) con los retos del nuevo saber académico.15

La universidad de los años cincuenta aún no era exactamente el espacio de hijos de menestrales fabricantes de guarniciones, sino un «espacio burgués», dirá Fernández Buey, donde acudían, especialmente, hijos de profesionales.16 El mismo Lluch recordaba que de los treinta y siete compañeros que acabaron Económicas, siete eran modestos y al resto los veía, por sus costumbres y hábitos, de clase media más elevada. En este sentido debe señalarse que él, como otros compañeros de generación y alguna compañera (usualmente de letras) pertenecen al grupo de familias que comenzaron a romper el techo de cristal de una universidad restringida y elitista. No sería, sin embargo, el único techo que los de su generación rompieron, como veremos.

Fue un estudiante esforzado y brillante: obtuvo premio extraordinario17 y una de las «subvenciones fin de carrera» que estableció la Caja de Ahorros de la Diputación Provincial de Barcelona para premiar los estudiantes que hubiesen destacado en sus promociones.18 Aprovechó perfectamente los buenos profesores que le dieron clase: Vicens Vives, Jordi Nadal y sobre todo Fabià Estapé. No todos los universitarios de aquella época encontraban maestro. Lluch, en este sentido, fue afortunado: el profesor Fabià Estapé (1923-1912) fue un excelente economista e introductor en España de los estudios de Joseph Schumpeter y John Kenneth Galbraith. La relación entre Lluch y Estapé fue siempre intensa y estuvo llena de complicidades y admiración mutua.19 Desde la primavera de 1962 empezó a escribir artículos de economía en diversos medios (entre ellos Información Comercial Española, donde participó en un monográfico titulado «Noticia de Cataluña») o a participar en congresos, cursos y conferencias sobre temas económicos, lo que constataba la excelencia del joven economista.20

Pero, además de tener excelentes profesores y un buen maestro, por encima de todo LLuch, como otros estudiantes vivaces de su época, fue un joven curioso, despierto y crítico. Una personalidad con «criterios propios».21 Un estudiante «con inquietudes», se decía en el lenguaje un tanto cursilón de la época. Y fue un joven políticamente comprometido. Las convicciones políticas democráticas fueron tempranas: venían de la familia y además había un componente generacional: ni a él ni a muchos compañeros les satisfacía la dictadura y el limitado horizonte cultural y vital que ofrecía y se opusieron al franquismo. Muchos estudiantes de aquella generación desarrollaron una actitud cívica y política de rechazo a la dictadura. Esta actitud crecientemente crítica los aglutinaba, aunque las estrategias que pensaban sobre el futuro del país eran diversas.

Lluch estaba próximo al MSC, se sentía catalanista y del grupo de Serra d’Or.22 De estudiante mediaba entre todas estas tendencias y aún otras. Fue delegado demócrata en la primera vez que se hicieron estas votaciones en el curso 1959-60 en el marco del SEU. En estas elecciones a Cámaras de facultad fueron elegidos antifranquistas y críticos (también hubo falangistas). Lluch fue representante de su facultad y con otros organizó plataformas de representantes (Interfacultats se llamaban en Barcelona) que articulaban trabajo sindical reivindicativo y socialización cultural y política, organizando conferencias, cine-clubs, teatro, revistas internas (Oikos en Económicas)23 y otras actividades culturales –como cursos de catalán– desde las que creaban opinión y alcanzaban a otros compañeros. En este primer núcleo de oposición «Inter» estuvieron estudiantes como Isidor Boix, Isidre Molas, Albert Balcells, Rosa Borràs, Jordi Sales, Pere Parra, Octavi Gustà y el propio Lluch.24

Comenzó entonces a escribir en Serra d’Or, revista del área cultural catalana nacida en 1959 que aglutinaba puntos de vista diferentes de jóvenes intelectuales, y en la que Lluch se encargó de la sección de economía.25 Tres veces fue detenido cuando estudiaba Económicas: en una concentración de estudiantes demócratas de Montserrat (1959),26 en las acciones (pintadas) ocasionadas por el encarcelamiento de Jordi Pujol (1960), y por acudir a una asamblea de estudiantes de Derecho (1961), donde diversos representantes de los estudiantes se adhirieron a la realización de una conferencia internacional contra la dictadura. Fue juzgado por el TOP que, sin embargo, no pudo condenarlo por falta de pruebas (Lluch dijo que no estaba en ninguna asamblea), aunque fue destituido como representante y expedientado, problema del que pudo salir airoso gracias a las influencias de un primo hermano de su abuela que era cardenal.27

En 1962 completó sus estudios en París, en l’École de Haute Études. Siguió clases de Pierre Vilar y Jean Weiller. Trabajó sobre el pensamiento económico (Quesnay, John Stuart Mill y Helen Taylor, Marx, F. Engels, Schumpeter, John M. Keynes) y se centró en el análisis del pensamiento económico que influyó en España, tema del que trataría su tesis doctoral. En Francia, según ha explicado Estapé, además reforzó sus convicciones políticas, estudiando y articulando las líneas básicas de su visión para la democratización y la modernización del país, tarea a la que, complementaria a su función investigadora y docente, se dedicó tan pronto como retornó a Barcelona como profesor auxiliar. De este modo, según su maestro pasó de ser «líder natural a líder político».28

PERSONALIDAD, ULTURA POLÍTICA E IDEARIO

Ernest Lluch tenía una personalidad «abassegadora», que todo lo alcanza. Profesor: catedrático de historia económica, historiador destacado del pensamiento de los siglos XVIII y XIX y de historia política y social, economista, creador de una escuela académica, rector de universidad; en clase era un «hombre cercano» ha dicho Clementina Ródenas.29 Político: dirigente estudiantil antifranquista, movilizador de grupos de oposición a la dictadura, cofundador de agrupaciones políticas, diputado, ministro. Intelectual en el sentido clásico de la palabra.30 Marçal Sintes lo define como «una autoridad moral».31 Desde los 22 años hasta su muerte fue divulgador incansable de sus conocimientos y analista de la sociedad a través de los medios. Practicó el atletismo y era competente comentarista de fútbol y otros deportes. Además, era culer, socio del Barça y de la Real Sociedad.32 Promovió en la editorial Oikos Tau una colección de libros de economistas contemporáneos y clásicos que aproximaron el pensamiento contemporáneo a estudiantes de ciencias sociales y humanidades.33 Tenía sentido del humor y estimaba vital e intelectualmente todas las tierras por las que pasaba.34 Entendido en música, fue capaz de desenterrar partituras de compositores del siglo XVIII.35 Sabía de arquitectura, gastronomía… Sentía una enorme curiosidad por todo, hacía hipótesis sobre todo,36 aunque de aquello que más le interesaba no hablaba a la ligera: se documentaba con rigor antes de dar opiniones.37

Para entender una personalidad tan multifacética no deben hacerse parcelas. Evidentemente, trabajaba mucho, tenía ilusión por el trabajo y era tenaz. «No sabía descansar si no era trabajando en otra cosa», ha señalado Vicent Llombart.38 Era capaz de combinar la actividad política intensa con la investigación: siendo ministro, por ejemplo buscaba libros viejos, acudía a leer a la Biblioteca Nacional –cerca del Ministerio de Sanidad y Consumo–, estaba al tanto de novedades científicas y hasta se informaba un día a la semana cuando era ministro sobre los trabajos y actividades de sus discípulos.39

Lluch es considerado por todos los testimonios que hay como un ejemplo de diálogo en todos los aspectos, pero principalmente en la política. Desde joven también buscaba el diálogo. Ya en 1959 consiguió poner de acuerdo al PSUC, PLP/FOC y MSC para llegar a un programa común en la facultad donde estudiaba y ser elegido delegado en el marco del SEU, pero en elecciones libres por primera vez.40 Era un hombre aglutinador de opiniones diferentes y sabía encontrar puntos de encuentro.41 Cuando era un joven profesor en Barcelona contribuyó a crear la Taula Rodona, precedente de l’Assemblea de Catalunya, y más tarde, en Valencia, aglutinó a los socialistas y actuó en la creación del Consell Democràtic del País Valencià.42

Este carácter dialogante, que no eludía en ocasiones las polémicas académicas y de interpretación histórica o políticas de quienes discrepaba, lo mantendría tota la vida.43 Gemma Nierga, el día de la gran manifestación de Barcelona después de matarlo ETA, pudo decir: «Estoy convencida que Ernest, hasta con la persona que le mató, hubiera intentado dialogar; ustedes que pueden dialoguen por favor».44 En la campaña de las elecciones municipales de 1999, en una de las treguas de ETA, apoyó a Odón Elorza en Donosti, y en un mitin, mietras le insultaba la izquierda abertzale, les respondía con vehemencia desde la tribuna: «¡Qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que ahora gritan, antes mataban y ahora solo gritan: qué alegría…! ¡Gritad más porque mientras gritéis no mataréis!».45 Entendía que el diálogo comenzaba por hacer comprensible la opinión de los contrarios y oponentes, lo que Jonan Fernández ha visto como «una visión muy creativa de la política».46 No era un hombre de temperamento doctrinario y ha sido definido como alérgico a las lógicas de aparato de partido,47 aunque hemos de decir que se supo manejar muy bien en el PSC y en todos los que estuvo. Estaba convencido de que un político, por negra, dura y compleja que fuese la situación, siempre tenía que buscar salidas y posibilidades de solución o mejora de problemas.48 Era consciente de los condicionamientos sociales que la acción política tenía y consideraba que todo político debía contar con ellos y ser hábil y operativo.49

Lluch era un hombre de izquierda moderada. Su hija Rosa lo define como una persona entre el socialismo, la socialdemocracia y el cristianismo de base.50 Y este perfil debió definirse muy joven: en sus años de formación, y lo mantuvo toda su vida. Es importante reseñar que en sus años de estudiante nunca estuvo en la órbita comunista, a diferencia de muchos compañeros que llegaron a las aulas algo después que él.51 Cuando era estudiante, Vidal Villa lo consideró como una personalidad definida por dos ideas: el antifranquismo y el catalanismo, sin embargo debía tener alguna más, si atendemos a lo que publicaba en la prensa juvenil y estudiantil: cuestiones sobre el estado del bienestar, reforma agraria… Sus ideas socialdemócratas cuajaron desde pronto. Cuando era estudiante se había interesado por los Informes Beveridge de 1942-44, base del Welfar State y la política d’Aneurin Bevan, ministro de Salud británico que en el gobierno de Attle de la postguerra introdujo el National Health Service.52 Esta posición socialdemócrata de Lluch era no propia de los estudiantes del 68, más radicales, pero sí de los del 56, más moderados. Tampoco era excepcional el posicionamiento que tenía ante la OTAN, a la que veía más como instrumento militar de la democracia que como instrumento del imperialismo, como sin duda captaba casi en bloque la generación del 68.53 Posiblemente su afección a la socialdemocracia europea se consolidó cuando estudió en París. Lluis Foix lo define como «un hombre de Bag-Godesberg».54 Segundo Bru ha dicho que Lluch era «radicalmente socialdemócrata».55 En los años setenta, en sus clases de la Universidad de Valencia, cuando los profesores progresistas hacían leer y comentaban el Manifesto Comunista, él explicaba y recomendaba el manifiesto de Bad-Godesberg (1959).56

Socialismo moderado y al catalanismo. Se sentía catalanista, pero no nacionalista, por entender que éste exalta el sentimiento de identidad por encima de todos los demás derechos que subordina y reduce.57 Además entendía que debía contarse con la experiencia del siglo XX en que el nacionalismo exaltado tuvo funestas consecuencias. Aquí entra su idea de la historia como retrovisor que sirve para caminar hacia delante: había que caminar hacia delante, mirando también el retrovisor, la experiencia del pasado.58 Mirar al pasado era, según Lluch, importante para saber qué era España. Quería profundizar en la Constitución y construir una España donde cupiesen todos los territorios e identidades y se encontrasen las naciones españolas a gusto. Esta idea se intensificó desde su experiencia política como diputado y ministro. En este sentido, detectó el cambio que se operó con el segundo mandato del presidente Aznar, que sutilmente se orientó a una recentralización.59

TRAYECTORIA PROFESIONAL: RENOVAR EL SABER Y REFORMAR LA SOCIEDAD

1963-1970

Acabados los estudios y ya de profesor ayudante de la facultad de Económicas, siguió su carrera profesional, su pasión por comunicar temas de su especialidad y su compromiso político. Fue ayudante de Estapé desde el curso 1963-64 hasta el año 1967, en que fue expulsado de la Universidad.

Su carrera académica se fue centrando en trabajos sobre estructura y política económica principalmente de Cataluña. Los trabajos tenían proyección práctica: precios el suelo industrial, regiones económicas de Lleida o Tarragona, pero también el País Valenciano o Escocia…, y paralelamente se fue especializado en el pensamiento económico, tema del que unos años después leyó su tesis doctoral.

Su faceta de comunicador también se consolidó durante los años de ayudante. Fue una de las actividades que más atraían a joven profesor y se vio potenciada cuando lo expulsaron de la Universidad y empezó a publicar casi cada día en la prensa. Abordó los más variados temas. Escribía sobre demografía, economía catalana, banca, balanza de pagos, turismo, las autopistas, Guinea, Japón, los países de Europa oriental, las raíces de la Mafia, el Mercado Común, la comarcalización, el País Valenciano o Aragón, sobre temas históricos… Traducía a Schumpeter y hacía crítica de libros y revistas, lo que le servía para estudiarlos a fondo y creo que eso, además de su inagotable capacidad de trabajo, era una de sus fuentes del saber. Es importante destacar que en algunos de sus trabajos de investigador y comunicador trabajaba con otros (Eugeni Giral, Joan Gaspar, Ramon Seró, Ramon Garrabou…), lo que significa otra fuente de su saber: el enriquecimiento mutuo inducido por el contraste de opiniones.

También intensificó el compromiso. Fue miembro de la primera plataforma unitaria de fuerzas políticas democráticas de Cataluña, la Taula Rodona Democràtica (1966, en el contexto de la Caputxinada), donde se integraban el PSUC, Unió Democràtica, los socialistas del MSC, el Front Obrer Català y el Front Nacional de Catalunya.60 La policía franquista también tenía claro su activismo y el su compromiso: lo tenía fichado como democratacristiano y socialista.61 Fue expedientado otra vez, pero en esta ocasión lo expulsaron de la Universidad de Barcelona por dos años, junto a otros 70 profesores ayudantes, encargados de curso y adjuntos más, por haber firmado en 1967 un telegrama que demandaba la dimisión del rector García Valdecasas (el represor de la Caputxinada).62 Valdecasas, Batlle Vázquez y Lora Tamayo fueron los responsables de esta purga, en el más puro estilo franquista.

Fuera de la Universidad, aunque mantuvo contactos con las universidades de Madrid, Zaragoza y Barcelona, Lluch se dedicó a ejercer el oficio de economista y escribir en la prensa. Hizo trabajos de campo sobre economía regional y urbanismo, al tiempo que avanzaba su tesis. La expulsión no lo acobardó como político e intelectual de oposición. Más bien al contrario. Incrementó su compromiso. Intensificó su colaboración habitual en revistas como Promos, Serra d’Or, Información Comercial Española, Banca Catalana, y añadió, des del 1967, artículos casi diarios en los periódicos El Correo Catalán (1977-68) y Tele/Exprés (1969-79).

En 1970 volvió a la Universidad. Fue contratado en la joven facultad de Económicas de Valencia por Rafael Martínez Cortina, que era discípulo de José Luis Sampedro y había ganado ese mismo año la cátedra de estructura económica de esta Universidad. Lluch pronto ganó la plaza de profesor agregado. Su presencia en Valencia fue un golpe de suerte para los estudios de economía y, en el fondo, para una generación de activos estudiantes de Económicas.

Ese mismo año leyó su tesis doctoral, El pensamiento económico en Cataluña entre el renacimiento y la Revolución Industrial: la integración de la escuela clásica y la respuesta proteccionista, que publicó en catalán en 1973.63 La investigación analiza cómo se produjo la acumulación de capital en Cataluña y se centra en la aportación que tuvieron las ideas económicas y políticas. Es muy lluchiana: muestra cómo las ideas promueven y condicionan la industrialización. Lluch siempre consideró que las estructuras (entonces en apoteosis historiográfica) son muy importantes, pero no piensan, por mucho que condicionen.64 Muestra, asimismo, la escasa importancia que tuvieron en Cataluña las Sociedades Económicas de Amigos del País y otras instituciones oficiales, y lo relevantes que fueron las iniciativas de la sociedad civil (que llamaríamos ahora) adaptando ideas del mercantilismo liberal.65 Lluch era economista e historiador y la historia la concebía como un instrumento para para explicarnos el presente.66 Era un historiador que gustaba de la exhumación documental y la constatación de preguntas, datos y hechos. Vibraba ante el documento y comprobación de datos. En su tesis doctoral, centrada en los siglos XVIII y XIX, le interesaron los precedentes del liberalismo económico y cómo ha condicionado este proceso la historia de Cataluña.

Pero más allá de su tesis, Lluch destacó como economista. La economía la entendía en su sentido práctico, como aplicación de ideas que no se imponían mecánicamente, sino pugnando en su contexto histórico: adaptándose a las experiencias, a los intereses políticos y sociales.67 Se sintió atraído por el keynesianismo de izquierda. Fue introductor de Piero Sraffa,68 Pierangelo Caregnani, Geoffrey Colin Harcourt, Joan Robinson, Paolo Sylos Labini, Siro Lombardini o Claudio Napoleoni. Como ha dicho Fabià Estapé:

«La visió teòrica i intel·lectual d’Ernest Lluch de l’economia era fonamentalment pragmàtica i utilitària, indissociable del seu pensament polític socialdemòcrata. El que Lluch ambicionà tota la vida era ajudar a canviar les coses d’una societat i d’un país que eren lluny de la democràcia i de la justícia social. El factor humanista era el motor que l’empenyia en la política i en l’economia. El capital humà era per a ell el més important i la base de tota transformació. Però, essent home d’ideals i de moltes idees en política no era un idealista somia truites ni un teòric estratosfèric com tants n’hi ha. Al contrari, volia resultats concrets, avenços reals i possibles. Era un pragmàtic allunyat de la fraseologia i la demagògia».69

1970-1976

En sus años valencianos, 1970-1976, se implicó en los movimientos cívicos y políticos del País Valenciano, trabajando para la recuperación de la democracia, la identidad valenciana, y el estudio de la economía y la sociedad. Fue uno de los organizadores del socialismo valenciano, el PSPV. Pero entiendo que sobre todo destacó su aportación universitaria e intelectual, planteando preguntas y alternativas a las explicaciones de la historia económica del País y su economía. Sus investigaciones –más allá de seguir las líneas de trabajo que venía desarrollando– en estos años se centraron en la economía contemporánea. Formó escuela en la Universidad valenciana y sus principales reflexiones las publicó reunidas en un libro germinal de ideas y estrategias políticas, La vía valenciana (1975). Este trabajo es muy lluchiano en el sentido de que la historia –conociéndola contrastadamente– sirve para para diagnosticar correctamente problemas y aspectos de una sociedad y permitir hacer una mejor gestión política que tenga en cuenta este conocimiento. El ensayo se construyó sobre la interpretación que Joan Fuster hizo en Nosaltres els valencians de la historia valenciana de los siglos XIX y XX. Fuster negaba importancia a la burguesía emprendedora o industrial y subrayaba su subordinación a la burguesía agraria, que propiamente al de Sueca no le parecía burguesa. Lluch advirtió, en cambio, la existencia de un sector dinámico e «industrializador» autóctono, similar al de la Mezzo Itàlia, que enraizaba con núcleos artesanos y había tejido una importante red de empresas industriales de pequeño tamaño, y también advirtió –y en esto podría ser coincidente con Fuster– un divorcio entre este sector y la burguesía terrateniente o «aristocracia financiera y especulativa», que desarrolló una ideología y una política conservadora, folklorista y acuñó los grandes tópicos sobre los valencianos que aún sostiene la derecha actual. Divorcio entre estos sectores económicos sería la palabra nuclear del ensayo. Lluch, a partir de este diagnóstico, planteaba la posibilidad de un futuro económico diferente: una política industrial que atendiera a estos sectores mezzo y potenciase al sector industrial marginado históricamente por la oligarquía de los prebostes.70 Sus discípulos, que gobernaron en los ochenta en la Generalitat y Ayuntamiento de Valencia, impulsaron con solvencia estas directrices.

1976-1986

Entre 1976 y 1986 Lluch fue figura política de primer nivel, como ha estudiado Salvador Almenar.71 Fue diputado y ministro. Fue diputado del PSC por Girona (desde 1976) y Barcelona (desde 1982) y además ministro de sanidad y consumo del primer gobierno socialista (1982-1986). Todavía siguió de diputado entre 1986 y 1989, pero apenas sin actividad parlamentaria.

En su etapa de diputado anterior a ministro fue portavoz del grupo parlamentario Socialistes de Catalunya desde 1980 y deben destacarse sus intervenciones sobre la política económica y sobre la organización territorial del Estado. Sobre el primer aspecto se mostró partidario de desarrollar una política económica que consolidase la democracia y los Pactos de la Moncloa e hizo un seguimiento minucioso de éstos, siendo crítico con la forma de aplicación del ministro Abril Martorell.72 Con Trías Fargas también tuvo debates relacionados con las posiciones y la política económica de CiU. Sobre la cuestión territorial participó en la discusión de la Ley Orgánica de Financiación de Comunidades Autónomas (LOFCA), aprobada en septiembre de 1980, y en la mucho más polémica Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), aprobada después del 23F, en junio de 1982. La primera de estas leyes, que regulaba la financiación de las autonomías de «régimen común» (todas menos País Vasco y Navarra), consiguió el acuerdo entre centristas, socialistas (incluidos los catalanes) y comunistas. Los partidos de izquierda, que la negociaron con el gobierno, al final del proceso la consideraron aceptable, no así los nacionalistas (CiU, Esquerra Republicana y PNV) que la vieron contraria a las emergentes o futuras autonomías. Lluch la defendió y entendió que era un primer paso sólido en la descentralización y traspaso de recursos así como en la creación del Fondo de Compensación Interterritorial, lo que le supuso vivaces debates con los nacionalistas catalanes.73

Mucho más polémica fue su participación en la LOAPA. Desde que empezó el proceso de discusión de esta ley, en marzo de 1981, surgieron puntos de vista diferentes entre el PSOE y el PSC y dentro mismo del PSC.74 Lluch entendía que debía configurarse un desarrollo autonómico viable y basado en el realismo político.75 Buscaba una posición constructiva que diera estabilidad tras la crisis política del 23 F y estaba convencido de que regular/ordenar/armonizar el proceso autonómico era una necesidad política para consolidar las autonomías, aún en germen.76 El PSC, con sus dos almas identitarias, se tensionó. Lluch tenía una posición distinta a la de la dirección del PSC y, paradójicamente, ésta quiso que fuese él quien entregara en el último instante unas enmiendas (tendentes a salvaguardar la autonomía catalana) en el texto pactado por UCD y PSOE. Lluch no quiso hacerlo. Las razones eran tres: porque era condición del acuerdo llevar a la mesa del debate los diversos asuntos y no presentar enmiendas no negociadas en el último momento; porque, en el fondo, Lluch no era partidario de gestos o posiciones testimoniales si, como era el caso, se podía avanzar en la negociación de la mesa del acuerdo, y porque entendía que la proyecto de ley no afectaba a las competencias autonómicas catalanas.77 El debate fue intenso y el parlamento se dividió entre una mayoría pro LOAPA y una minoría anti LOAPA, que recurrió al Tribunal Constitucional, el cual falló con una sentencia salomónica (agosto 1983) que limitaba el carácter orgánico de poder armonizar las competencias de las autonomías recogidas en la Constitución.78

Lluch fue ministro de Sanidad y Consumo por decisión de Felipe González, para mantener precisamente una línea moderada frente a la radical que mantenían muchos socialistas, y precisamente porque era un economista y humanista comprometido y conocedor de la socialdemocracia lo veía el presidente con buenas perspectivas para hacer la reforma sanitaria que se precisaba. Su carácter cuadraba mucho con este tipo de actividad política que es capaz de ayudar a los conciudadanos. El día que se aprobó la Ley de Sanidad, su hija Rosa, entonces muy joven, recuerda que cuando llegó a casa dijo: «avui puc dormir tranquil perquè sé que des d’ara qualsevol persona que necessite un metge el tindrà».79 Su filosofía de servicio a la comunidad, de creer que al final de la vida uno tiene que dar a los demás más de lo que ha recibido,80 cobraba toda su fuerza.

La reforma que hizo Ernest Lluch en la sanidad, una de las grandes conquistas sociales y pilar fundamental del estado del bienestar se recoge en la Ley General de Sanidad de 1986 y otras normas como la regulación de estructuras sanitarias básicas, el régimen de incompatibilidades, la regulación del gasto farmacéutico…

La ley de 198681 ha sido el marco regulador encargado de dar coherencia al sistema sanitario previsto en la Constitución; además, ha completado la transformación del sistema que comenzó a plantearse después de las reformas de 1978 derivadas de los Pactos de la Moncloa. La ley Lluch se inspiraba en el modelo del National Health Service británico y para España significaba un cambio de rumbo del modelo sanitario por el que se pasaba del modelo «continental» (que cubría a los trabajadores y dependientes de éstos) al modelo socialdemócrata (que cubría a todos los ciudadanos).82 Sus objetivos, principalmente, eren tres: 1) extender la cobertura del sistema sanitario a toda la población con derecho de ciudadanía; 2) crear un sistema descentralizado que atendiera la salud de los ciudadanos, acercándoles el servicio y promoviendo la salud comunitaria, y que profundizara en el proceso de transferencias de competencias sanitarias a las comunidades autónomas (proceso que se hizo entre 1985 y 2001), y 3) establecer el marco de coordinación («engarce organizativo general») entre los sistemas de salud de las autonomías y el central.83 El cambio de modelo no fue sencillo.

El nuevo modelo sanitario, aunque lo condensa la ley Lluch, tuvo precedentes desde la conquista de la democracia. Por ejemplo, antes del primer gobierno socialista se fue ampliando la cobertura a sectores excluidos de atención (como el incremento de edades de los hijos de los trabajadores, los clérigos y otros sectores) y se introdujeron otras novedades que allanaron el camino para poder dar el salto a la ley de 1986.

Una de las novedades principales fue aumentar las prestaciones sanitarias; especialmente relevantes han sido la mejora de la atención primaria y la organización de áreas de salud, piezas básicas de los servicios sanitarios comarcales. La atención primaria obligó a crear centros de salud, equipos de atención primaria, dar un nuevo enfoque de la medicina familiar y comunitaria y nuevas funciones a la enfermería. Otras novedades eren fomentar la investigación biomédica y los convenios educativos con las universidades, definir los derechos y deberes de los usuarios, la relación médico-enfermo, así como ordenar las actividades privadas de los facultativos.84 La cobertura, en unos años, aumentó hasta el 99 por ciento de la población, incorporándose ocho millones de personas, lo que comportó incrementar el gasto sanitario público y los correspondientes ajustes fiscales. Los resultados se reflejan en los indicadores subjetivos.

Esta reforma tuvo un largo proceso de gestación (dos años de gestación y 14 borradores),85 difíciles puntos de equilibrio entre diversos intereses (organizaciones médicas, sindicatos…), amplia votación a favor de la ley, adecuación a las disponibilidades presupuestarias, programación paulatina de la generalización de las prestaciones gratuitas y de las transferencias autonómicas… La ley de Lluch tuvo que afrontar, por otro lado, duras presiones que convergieron con protestas como la reforma de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres supuestos (1983-1985). Esta campaña estaba perfectamente orquestada por los poderosos intereses privados que la ley lesionaba los cuales organizaron una «campaña destinada a la sensibilización de la opinión pública» que ha sido descubierta en sus propios documentos y publicada después, y que dirigió Pedro Arriola.86

Importante fue también en su gestión ministerial la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que aspiraba a dotar a los consumidores de instrumentos para su defensa; el Real Decreto que definió y sentó las bases de la red de atención primaria; el Plan Nacional sobre Drogas; la aplicación de la Ley de Incompatibilidades, así como la comisión de estudio orientada a lograr una utilización más racional de los medicamentos.87

1986-2000

El último tramo de la vida de Lluch cubre los años que van de 1986 a su asesinato por ETA en 2000. Aunque continuó su actividad parlamentaria hasta 1989, ésta disminuyó del protagonismo anterior. Dedicó su vida a sus grandes pasiones que eran la universidad (investigación y gestión) y la colaboración con los medios. En 1986 ganó la cátedra de Doctrinas Económicas de Barcelona; entre 1989 y 1995 fue rector de la UIMP, y luego se reincorporó a la cátedra de Barcelona. Como rector de la UIMP, relanzó su proyección internacional y su presencia en España creando o impulsando otros centros. En su tarea de intelectual comprometido con la regeneración del país, participó de forma estable, desde septiembre de 1986, en El Periódico de Cataluña, Cinco Días, La Vanguardia y en otros muchos esporádicamente, o en tertulias radiofónicas como la de la SER. Hombre multifacético, entre 1987 y 1991 fue presidente de la Fundación Riotinto para la Historia de la Minería y la Metalurgia (luego pasó a formar parte del patronato), en la que impulsó la creación del Museo Minero que abrió en 1988, y desde 1989 fue miembro del patronato de la Fundación Duques de Soria, dedicada a difundir la cultura española colaborando con el hispanismo y las universidades.

Pero desde el punto de vista académico, lo más destacable de su actividad fueron sus investigaciones, tanto sobre pensamiento económico como sobre historia política y social. Como historiador, Lluch desde siempre buscaba explorar la génesis (los factores, fundamentos y procesos) de las experiencias históricas que han condicionado el siglo XX, sin desatender –y esto es importante para lo que vamos a comentar– las alternativas que se plantearon y no se desarrollaron, pero que explican tendencias, líneas segmentadas de historia que retornan.88

Así sucede exactamente con la cuestión de la organización territorial de España. Las investigaciones que desarrolló se vinculaban a dar respuesta a estas cuestiones. Exhumó y analizó los planteamientos neoforalistas de la Corona de Aragón que no se impusieron, que fueron vencidos por imponerse los centralistas. Sin embargo, los planteamientos derrotados laten y en determinados momentos del XVIII, del XIX, del XX (y del XXI) retornan. Se trataba de investigar con erudición contundente la vieja cuestión de la organización territorial de las Españas. Y a ello se dedicó los últimos años de su vida. En sus libros La Catalunya vençuda del segle XVIII (1996), Las Españas vencidas del siglo XVIII (1999), La alternativa catalana (1700-1714-1740) (2000) plantea una reflexión sobre la organización territorial de España basada en estudios históricos sólidos en los que exhuma material de archivo y manuscritos a veces totalmente olvidados.89 En su investigación, Lluch arranca en el siglo XVIII porque de haberse seguido con el neoforalismo que tenían los cuatro territorios de la Corona de Aragón en vez del unitarismo centralizador, tal vez se hubiese seguido un camino histórico distinto, a la inglesa o la holandesa, y menos traumático.90 La centralización borbónica eliminó antiguas libertades (mayores o menores), hipermilitarizó los territorios de la Monarquía tanto en España como en América, no potenció el pensamiento crítico aunque existiese, prohibió el uso administrativo y religioso de los idiomas que no fuesen el castellano… Era partidario, en fin, de la convivencia de formas e identidades culturales e historias diversas que compartían España y se beneficiaban mutuamente por esta convivencia.91 Tuvo una idea de España como pluralidad y creía que debían buscarse fórmulas para la integración en el marco constitucional de los hechos diferenciales. Y, lógicamente, desde esta perspectiva, polemizó con profesores que defendían otras posiciones.

Conocedor profundo de las Españas, estudió a fondo la cuestión vasca, país con el que compenetró desde su llegada al rectorado de la UIMP. Se comprometió con su identidad y su cultura y participó (con el sentido práctico que nunca faltó en sus investigaciones, fuesen de economía, pensamiento económico o historia política) en obras colectivas dedicadas a resolver cuestiones prácticas, como es el caso del libro colectivo Derechos históricos y constitucionalismo útil (2001).92 Paradójicamente, por situarse al lado de la cultura de Euskadi y defenderla desde la política y rechazar de plano la violencia e irracionalidad de ETA, ésta organización lo asesinó el 21 de noviembre del 2000.

1. Para al concepto de generación, desde una perspectiva histórica, sigo a Karl Mannheim (1993 [1928]), «El problema de las generaciones», originalmente publicado en 1928 y reeditado en 1993 por la Revista española de investigaciones sociológicas, 62 (1993), pp. 193-242. La cita en p. 225. Sobre el concepto han aportado, entre muchos, Comte, Dilthey, Ortega y Gasset, Heidegger, Gramsci o Zygmun Bauman. Una síntesis reciente en Carmen Leccardi y Carles Feixa: «El concepto generación en las teorías sobre la juventud», Última década, 34 (2011), pp. 42-50. La propuesta inicial de José Ortega y Gasset en: En torno a Galileo, O.C., Madrid, Taurus y Fundación José Ortega y Gasset, 2004-2010, vol. VI; y los planteamientos de Zygmun Bauman en El arte de la vida: de la vida como obra de arte, pp., Barcelona, Paidós, 2009, pp. 73-113.

2. Si, por contra, se amplía el concepto de la generación a más grupos (como por ejemplo universitarios y trabajadores, mujeres…), sus rasgos ciertamente se difuminan.

3. Ideológicamente, y no solo en España, son dos generaciones con horizontes culturales diferentes. Marc Baldó, «Los movimientos estudiantiles en la España de los cincuenta y sesenta», en Aurora Bosch; Teresa Carnero; Sergio Valero eds., Entre la reforma y la Revolución: la construcción de la democracia desde la izquierda, Granada, Comares, 2013, pp. 105-121.

4. Gonzalo Wilhelmi, Romper el consenso: la izquierda radical en la transición española (1975-1982), Madrid, Siglo XXI, 2016.

5. Elías Díaz, Pensamiento español 1939-1973, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1974, p. 264 ss.

6. Por cultura política entiendo, siguiendo el rastro de Gabriel A. Almond y Sidney Verba, el conjunto de orientaciones que tienen las personas o los grupos sobre un sistema político y sus elementos así como las actitudes sobre el sistema y las formas de participación. Para el concepto cultura política, G. A. Almond y S. Verba, «La cultura política» en Almond et al., Diez textos básicos de ciencia política, Barcelona, Ariel, 1992, pp. 171-201 (la cita en p. 175), también Javier de Diego Romero, «El concepto de “cultura política” en ciencia política y sus implicaciones en historia», Ayer (2006), pp. 233-266.

7. En la de Barcelona tenía raíces desde finales de los años cuarenta y primeros cincuenta, cuando aparecieron revistas universitarias que expresaban este mundo de inquietudes. En 1949, Curial, que se proponía «evitar aquesta vida mecànica i gris de la majoria d’estudiants». Otra revista, de vida tan breve como la anterior, Ictini, en 1950, reiteraba la idea de «derrocar l’estancament, la inactivitat i la manca de zel per a les coses que han de merèixer l’aprovació de la humanitat sencera». El mismo año, Fòrum denunciaba la miseria de la universidad española y reclamaba una vida intelectual activa y a la altura del mundo, proponía seminarios, «cercles d’estudi» y se preocupaba por el paro que afectaba a los jóvenes profesionales. La dictadura acabó con les revistas de los estudiantes, pero no con las ideas… Sobre estas revistas, Joan Samsó, La cultura catalana: entre la clandestinitat i la represa pública, 2 t., Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, t. II, pp. 185-199; J. M. Colomer i Calsina (1978), Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, 2 vols., Barcelona, Curial, 1978, v. I, pp. 81-85; Albert Manent, La represa: Memòria personal, crónica d’una generació, Barcelona, Edicions 62, 2010. En 1949, 1950 y 1951-52, los estudiantes catalanes publicaron antologías poéticas de estudiantes universitarios.

8. Entrevista a Rosa Lluch Bramon, Mestres de Ciutadania, http://147.156.205.24/mestresciutadania/sobre-ernest-lluch.html

9. Marçal Sintes, Qué piensa Ernest Lluch, Barcelona, Dèria, 2001, p. 51. Testimonio en Fundació Ernest Lluch, Ernest Lluch: l’esforç per construir un país amb la força del diàleg, https://www.youtube.com/watch?v=wvUPF-3RS-w

10. Sintes, Qué piensa…, p. 20.

11. En los campeonatos juveniles de 1957, campeonatos juveniles de Cataluña, 3000 metros lisos y relevos 4x100, La Vanguardia española, 18-9-1957.

12. Sintes, Qué piensa…, p. 24; Entrevista a Rosa Lluch en Mestres de ciutadania…

13. Testimonio del propio Lluch, intervención de Fabià Estapé y de Eugeni Giralt en Ernest Lluch: el diàleg, A la Carta, TVE de Catalunya, 17 de noviembre de 2009, <http://www.rtve.es/alacarta/videos/arxiu/arxiu-tve-catalunya-ernest-lluch-dialeg/625610/>.

14. Sintes, Qué piensa…, p. 22.

15. Entrevista a Josep Fontana en Mestres de ciutadania

16. Fernández Buey, Por una universidad democrática: escritos sobre la universidad y los movimientos universitarios (1965-2009), Barcelona, El Viejo Topo, 2009, vid. «Estudiantes y profesores universitarios contra Franco».

17. La Vanguardia española, 6 octubre de 1962.

18. La Vanguardia española, 2 de noviembre de 1961.

19. Entrevista a Rosa Lluch en Mestres de ciutadania…

20. Información Comercial Española, 342 (febrero 1962); La Vanguardia española, 4 de abril de 1962.

21. Este rasgo de su personalidad lo destaca Odón Elorza. Véase su testimonio en Ernest Lluch: el diàleg

22. Sintes, Qué piensa…, pp. 29-30.

23. Oikos: Revista del Consejo de Segundo de Ciencias Económicas, 1 (1960).

24. Josep Maria Colomer, Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, Barcelona, Curial, 1978, v.1, 110.

25. La revista fue fundada el 1959 «amb la voluntat de cercar un mitjà d’expressió que atorgués un lloc plural a les diferents expressions artístiques, literàries, historiogràfiques, polítiques i crítiques de la cultura catalana sota el franquisme», veure Lletra de literatura catalana <http://lletra.uoc.edu/ca/revista/serra-dor-1959-2>.

26. Montserrat expresa la recuperación del sentimiento catalán, apisonado por el nacionalcatolicismo subsiguiente a 1939. Jaume Vicens Vives señalaba refiriéndose a la iglesia catalana que era testimonio de «una preocupació cada día més considerable i un encorament pregon a les [v]eus indestructibles de l’esperit de la terra». Véase Notícia de Catalunya, 2a edición, Barcelona, Àncora, 1960, p. 103.

27. Sintes, Qué piensa…, p. 53; Colomer, Els estudiants de Barcelona…, pp. 164-165.

28. Testimonio de Fabià Estapé, Ernest Lluch: el diàleg

29. Entrevista a Clementina Ródenas, Mestres de ciutadania

30. Por intelectual entiendo a una personalidad destacada en su campo que ejerce una función crítica y reflexiva de la política y la sociedad y que analiza con independencia y libre criterio el poder, procura descubrir sus problemas y contradicciones y da a conocer –a través de los medios de comunicación– sus posiciones, ideas, reflexiones y propuestas. Enzo Traverso, ¿Qué fue de los intelectuales?, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014; Josep Picó y Juan Pecourt, Los intelectuales nunca mueren, Barcelona, RBA, 2013; Pascal Ory y Jean François Sirinelli, Los intelectuales en Francia: del caso Dreyfus a nuestros días, Valencia, PUV, 2007; Michel Wiknok, El siglo de los intelectuales, Barcelona, Edhasa, 2010; Pierre Bourdieu, Intelectuales, política y poder, Madrid, Eudeba, 2012. El primer autor citado define: «El intelectual cuestiona el poder, objeta el discurso dominante, provoca la discordia, introduce un punto de vista crítico», p. 18.

31. Entrevista a Maçal Sintes, Mestres de ciutadania…

32. Sintes, Qué piensa…, pp. 34-38.

33. Dirigió la colección de economía de la editorial Oikos Tau, fundada el 1963 por Jordi García i Bosch, a partir de una empresa de artes gráficas familiar. <http://www.elpuntavui.cat/article/29-necrologiques/340969-jordi-garcia-i-bosch.html>.

34. Entrevistas Lluis Foix y Vicent Soler en Mestres de ciutadania

35. Ernest Lluch, La passió per la música. Recerques d’un músic il·lustrat, ed. de Oriol Pérez i Treviño, Girona, Edicions CCG, 2004.

36. Véanse las entrevistas a Salvador Almenar y Lluis Foix en Mestres de ciutadania

37. Entrevista a Rosa Lluch, Mestres de ciutadania

38. Entrevista a Vicent Llombart, Mestres de ciutadania

39. Entrevista a Salvador Almenar, Mestres de ciutadania

40. José María Vidal Villa, «Han matado a un profesor: Ernest Lluch», Butlletí informatiu de la Fundació MÓN-3, 79 (2000), cit. en Josep Maria Carreras Puigdengolas, «Enrest Lluch i Martin: economista i polític a Catalunya, 1956-1970», en II Congrés «Societat, treball i llengua»: la potenciació económica de l’arc, mediterrani en homenatge a Ernest Lluch, Valencia, UGT, 2007, p. 76.

41. Entrevista a Marçal Sintes, Mestres de ciutadania…; Lluis Maria de Puig, «Pròleg» a Ernest Lluch, Darrers escrits, Barcelona, Editorial Base, pp. 11-28.

42. Entrevistas a Vicent Llombart y a Vicent Soler, Mestres de ciutadania

43. Por ejemplo sobre la evolución de la identidad de España, con Fusi, Savater… Véase Lluch, «La España del vasco-españolismo según Fusi», Pasajes, 3 (2000), pp. 147-151.

44. Parlamento final de la manifestación de Barcelona el 23 de novembre de 2000 realizado por Gemma Nierga y reproducido en Ernest Lluch: el diàleg…

45. Ernest Lluch dando el mítin, reproducido en Ernest Lluch: el diàleg

46. Testimonio de Jonan Fernández en Ernest Lluch: el diàleg

47. Testimonio de Raimon Obiols en Ernest Lluch: el diàleg

48. Entrevista a Salvador Almenar, Mestres de ciutadania…

49. Entrevista a Marçal Sintes, Mestres de ciutadania…

50. Entrevista a Rosa Lluch, Mestres de ciutadania

51. Entrevista a Marçal Sintes, Mestres de ciutadania…

52. Ernest Lluch, «Beveridge-Bevan», Promos, 6 (1960), pp. 45-48.

53. En una ocasión, muchos años después le preguntaron a Lluch si era «antiatlantista», y contesto, marcando las diferencies con la generación universitaria siguiente, que no: «No, nunca lo he sido. Antes que nada, por la edad. No tengo una posición tan anti OTAN porque yo entendía la OTAN como el triunfo de los Aliados contra los nazis, mientras que la gente más joven lo analizaba más bien en clave anticomunista». Véase Marçal Sintes, Qué piensa…, p. 49.

54. Entrevista a Lluis Foix, Mestres de ciutadania

55. Entrevista a Segundo Bru, Mestres de ciutadania

56. Entrevista a Segundo Bru, Mestres de ciutadania… El programa de Godesberg es famoso porque el SPD abandonaba el marxismo y la hostilidad al capitalismo, se abría a capas medias (no solo a la clase obrera), predominaba la negociación y el acuerdo frente a la nacionalización/socialización de los medios de producción, etc. Se trataba de un socialismo de contenido «crítico», de raíz neokantiana que fomentaba la idea de socialismo como postulado práctico para la vida humana comunitaria y era solidario con un mundo moderno de trabajo. El socialismo era para el presente (no tanto para un futuro). Era más que no meta, camino. «Libertad, justicia y solidaridad son los valores del socialismo democrático», dice el programa. Y añade: «Los socialistas luchan por una sociedad en la que cada hombre pueda desarrollar libremente su personalidad y como miembro al servicio de la comunidad pueda colaborar responsablemente en la vida política, económica y cultural de la humanidad», citado en Ignacio de Otto y Pardo, El Partido Socialdemócrata Alemán: de la oposición a la participación en el Gobierno, en O.C., Oviedo, Universidad de Oviedo-Centro de Estudios Constitucionales, 2010, p. 234.

57. Ernest Lluch, «Catalanisme y nacionalisme», Darrers escrits, p. 227.

58. Entrevista a Lluis Foix, Mestres de ciutadania

59. Por ejemplo, el año de su muerte publicó en La Vanguardia artículos como «Federal de 1706 o actual» (6 enero); «Nacionalismo y catalanismo» (10 de febrero); «Contra la angustia nacionalista» (24 de febrero); «El castellano también» (6 de abril); «Nacionalismo español cañí» (25 de mayo); «La España invariable» (6 de julio); «Catalán: respeto y protección» (20 de julio).

60. Joan Creixell, La Caputxinada, Barcelona, Edicions 62, 1987, p. 113. Veu Taula Rodona de Maria Capdevila i Candell a en el diccionario Catalunya durant el franquisme, Vic, Eumo editorial Vic, 2006.

61. Sàpiens, 118 (juliol 2012).

62. La Vanguardia española, 16 septiembre de 1966.

63. Con el título El pensament econòmic a Cataluña (1760-1840): els orígens ideològics del proteccionsime i la presa de consciència de la burgesia catalana, Barcelona, Edicions 62, 1973. La noticia de novedad editorial apareció en la prensa en febrero de 1974. Fue reseñado brevemente en La Vanguardia española el 4 de abril de 1974 y ampliamente el 25 de abril del mismo año.

64. Ernest Lluch, «Pròleg inacabat» al libro de Rosa Maria Alabrús, Felip V i l’opinió dels catalans, Lleida, Pagès, 2001, cito por Darrers escrits, p. 29.

65. Éste y otros libros eran retos que estimulaban a los jóvenes intelectuales y suscitaban debates sobre el pasado, el presente y futuro, razón por la que los franquistas solían entorpecer su difusión. Así, el acto de presentación previsto en Valencia por Fontana, fue suspendido por Oltra Moltó, el gobernador civil de las multas. La Vanguardia española, 17 de julio de 1974.

66. Salvador Almenar Palau, «Aportacions d’Ernest Lluch a la història del pensament econòmic», Revista Econòmica de Catalunya, 42 (2001), pp. 581-588.

67. Entrevista a Vicent Llombart, Mestres de ciutadania

68. Josep Maria Bricall Masip, «Ernest Lluch i la introducció de Sraffa», Revista Econòmica de Catalunya, 42 (2001), pp. 30-33.

69. Fabià Estapé, «Pròleg», Miscel·lània d’homenatge a Ernest Lluch (coord. Jaume Claret), Vilassar de Mar, 2006, v. 1, p. 17.

70. Ernest Lluch, La via valenciana (introducció epíleg i bibliografia de Vicent Soler), Catarroja, Afers, 2003, 3a edició. Vicent Soler i Marco, «Lluch i la via valenciana», Revista Econòmica de Catalunya, 42 (2001), pp. 46-49. También una síntesis de los planteamientos de este trabajo en la entrevista a Clementina Ródenas, Mestres de ciutadania

71. Para la etapa política de Lluch, Salvador Almenar, «La luz de la política: Ernest Lluch, Diputado y Ministro», en II Congrés, Societat Treball i Llengüa, Ernest Lluch, Valencia, UGT, 2007, pp. 101-121.

72. Lo ilustra, por ejemplo, Boletín Oficial de las Cortes, 29 de junio de 1978, p. 2572. Véase Joan Trullen i Thomas, «Ernest Lluch i els Acords de la Moncloa», Revista Econòmica de Catalunya, 42 (2001), pp. 50-55.

73. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, 15 de abril de 1980, pp. 5414-5415; La Vanguardia, 17 de abril de 1980.

74. La Vanguardia, de 7 abril de 1981.

75. Declaraciones a La Vanguardia, 13 de octubre de 1981.

76. Ver sus intervenciones en Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Comisión Constitucional, 1 de junio de 1982, pp. 3979-3980; Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, 23 de junio de 1982, pp. 14646-14648.

77. La Vanguardia, 19, 20, 23 y 24 de diciembre de 1981.

78. Sintes, Qué piensa…, pp. 69-73.

79. Entrevista a Rosa Lluch, Mestres de ciutadania

80. Sintes, Qué piensa…, 26.

81. Ley 14/1986 General de Sanidad de 25 de abril.

82. Entrevista a Ana Marta Guillén, Mestres de ciutadania… Es importante en este sistema el reconocimiento del derecho de ciudadanía, como la coyuntura reciente ha puesto de manifiesto. Véase también de Ana Marta Guillén y Margarita León, eds, The Spanish Welfare State in European Context, Farnham, Ashgate, 2011.

83. Diario de Sesiones del Congreso de Diputados, 11 de junio de 1985, pp. 9852-9855, 9871-9872.

84. Francisco Javier Moreno Fuentes, «Del sistema sanitario de la Seguridad Social al Sistema Nacional de Salud descentralizado» y Manuel Aguilar Hendreickson, «Servicios sociales: las tribulaciones de un sector emergente», en Luis Moreno (ed.), Reformas de las políticas del bienestar en España, Madrid, Siglo XXI, 2009, pp. 101-135 y 171-205 respectivamente; Fernando Lamata Cotanda y Cristina Pérez Andrés, «25 años después de la reforma sanitaria de Ernest Lluch», Revista Española de Salud Pública, 84 (2011), pp. 241-246; Fernando Lamata y Francisco Ortega, «La Ley General de Sanidad (Ley 14/1986 de 25 de abril)», en Francisco Ortega y Fernando Lamata, eds., La dècada de la reforma sanitaria, Madrid, Ex-Libris, 1998, pp. 21-27; Francesc Raventós Pujol, «L’etapa d’Ernest Lluch com a ministre de Sanitat i Consum», Revista Econòmica de Catalunya, 42 (2001), pp. 56-62; María del Carmen Giménez Muñoz, «La reforma sanitaria durante el período de Ernest Lluch (1982-1986)», Historia del Presente, 27 (2026), pp. 131-148.

85. La Vanguardia, 3 de abril de 1985.

86. Ernest Lluch, «La “Operación Primavera” contra la Ley General de Sanidad» en F, Ortega y F. Lamata, La década de la reforma sanitaria…, pp. 29-34 y en el mismo libro: «Anexo III. Notas para una campaña destinada a la sensiblilización de la opinión pública y de la Administración, en torno al tema de la sanidad 83 de enero de 1984)», pp. 495-504.

87. Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios; Real Decreto 137/1984, de 11 de enero, sobre Estructuras Básicas de Salud que desarrollaba la atención primaria; Real Decreto 1677/1985, de 11 de septiembre, de Coordinación Interministerial para la ejecución del Plan Nacional sobre Drogas.

88. Ernest Lluch, Darrers escrits, p. 19.

89. Ernest Lluch, La Catalunya vençuda del segle XVIII: foscors i claros de la Il·lustració, Barcelona, Bsrcelona, Edicions 62, 1996; Las Españas vencidas del siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1999; La alternativa catalana (1700-1714-1740) (2000). Lluis Foix, entrevista en Mestres de Ciutadania

90. Ernest Lluch, «L’Espanya invariable», Darrers escrits, 247.

91. Ernest Lluch, «Perquè soc austrohongarès», Darrers escrits, p. 258.

92. Miguel Herrero de Miñón y Ernest Lluch (eds.), Derechos históricos y constitucionalismo útil, Barcelona, Crítica, 2001.

Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias

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