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La red transparente

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En 2002, meses después del colapso de Enron, el científico computacional Jonathan Abrams fundó Friendster, la primera red social del mundo basada en internet. Friendster hizo posible publicar perfiles personales y difundir contactos. En los dos años posteriores, emprendedores lanzaron LinkedIn, Myspace y Facebook, que ofrecían acceso entre desconocidos. En 2012, mil de los siete mil millones de habitantes del mundo eran usuarios activos de Facebook, o sea más de diez por ciento de la población mundial. “Siempre ha habido redes sociales”, escriben los psicólogos Benjamin Crosier, Gregory Webster y Haley Dillon, “sólo que en fecha reciente la internet ha suministrado una vía para su explosión electrónica. [...] De la comunicación rutinaria a conocer al amor de tu vida e incitar revoluciones políticas, los vínculos en la red son conductos para compartir información y recursos”.10

Estas conexiones en línea han reproducido una característica definitiva del antiguo mundo. Antes de que las revoluciones tecnológicas nos permitieran comunicarnos por teléfono y correo electrónico y viajar en coche y avión, la gente disponía de una cantidad relativamente razonable de vínculos sociales en ceñidos círculos transparentes. En esas redes aisladas, le era fácil reunir información sobre prestigio y observar el pavoneo de otros. Al simplificarse la comunicación y el transporte y aumentar la población, las interacciones se hicieron más dispersas y anónimas, y la fama y el pavoneo menos visibles. Por eso Ken Lay pudo mantener ocultos gran parte de sus abusos. Al pasar de un puesto y organización a otros, no siempre sus contactos tenían fácil acceso entre sí, y los nuevos miembros de su red no disponían de mucha información sobre su fama. En Enron, sus actos impremeditados no podían documentarse en YouTube, propagarse en Twitter, indizarse fácilmente en una búsqueda en Google ni publicarse en forma anónima en blogs internos o la intranet de la compañía.

Ahora es mucho más difícil para los interesados hacerse pasar por generosos. Hoy podemos hallar en internet información sobre el prestigio de nuestros contactos accediendo a bases de datos públicas y descubriendo relaciones comunes. Y ya no necesitamos el informe anual de una compañía para sorprender a un interesado, porque el pavoneo, en sus diversos grados y formas, abunda en los perfiles de las redes sociales. Claves menudas como fotos y palabras pueden revelar muchas cosas sobre nosotros, y las investigaciones sugieren que cualquiera puede identificar a un interesado con sólo examinar su perfil en Facebook. Tras pedir a un grupo de personas contestar una encuesta para saber si eran interesadas o no, varios psicólogos remitieron a desconocidos al perfil en Facebook de aquéllas. Los desconocidos identificaron a los interesados con increíble precisión.11

La información publicada por los interesados se juzgó en este caso más autopromocional, abstraída y presuntuosa. Sus frases se consideraron vanidosas y arrogantes. Tenían asimismo mucho más amigos en Facebook, acumulando relaciones superficiales para poder publicitar sus logros y recibir favores, y difundían fotos suyas más atractivas y halagüeñas.

Howard Lee, exdirector de Groupon en el sur de China, es una entre las cada vez más numerosas personas que se sirven de los medios sociales para sorprender a interesados.12 Cuando contrataba a vendedores, gran cantidad de buenos candidatos eran agresivos, lo que dificultaba distinguir entre interesados y candidatos sociables y motivados. Gratamente impresionado por un candidato con un currículum notable, desempeño sobresaliente en la entrevista y excelentes referencias, temió que se tratara de un farsante: “Hablar unas horas con alguien te brinda apenas un destello de él, la punta del iceberg”, pensaba Lee, “y no hay que olvidar que cada quien selecciona sus referencias”. A un interesado le habría sido fácil hallar superiores dispuestos a cantar sus loas.

Lee recorrió entonces sus redes propias en LinkedIn y Facebook e identificó a un amigo mutuo, quien le dio información desconcertante sobre el candidato: “Había indicaciones de peso de que era un interesado. Si él ya había sido implacable en una compañía, ¿lo quería yo trabajando con nosotros?”. Lee cree que las redes sociales han revolucionado el proceso de contratación de Groupon. “Ya no tengo que llamar a una compañía para enterarme del prestigio de alguien. Todos nuestros candidatos están muy bien relacionados. Una vez que aprueban las rondas técnicas, consulto su LinkedIn o Facebook. A veces resulta que tenemos amigos en común, o que fuimos a la misma escuela, o que alguien de mi equipo tiene un vínculo con ellos”, explica Lee. “Ahora puedes conocer rápidamente la fama de alguien en un nivel de igualdad.” Dada la actual visibilidad de la fama y las relaciones, hoyes más difícil triunfar como interesado, y seguirlo siendo.

En Silicon Valley, un individuo apacible y con apariencia de oso panda ha llevado las redes transparentes a un nuevo nivel. Se llama Adam Forrest Rifkin, también conocido como el panda gigante de la programación. Rifkin dice ser tímido, un nerd introvertido de la computación con dos lenguas preferidas: JavaScript, el lenguaje de programación de computadoras, y klingon, el idioma de los extraterrestres en Star Trek (Viaje a las estrellas).*3 Es de igual modo un “anagramaniaco”: ha dedicado horas enteras a reacomodar las letras de su nombre para descubrir el que mejor lo representa, generando versiones como Offer Radiant Smirk (“Ofrece una sonrisa radiante”) y Feminist Radar Fork (“Tenedor de sintonía feminista”). Rifkin cuenta con dos maestrías en ciencias de computación, es dueño de una patente y ha desarrollado aplicaciones de supercomputadoras para la NASA y sistemas de internet para Microsoft. Al aproximarse el nuevo milenio, fundó con Rohit Khare KnowNow, compañía de software dedicada a volver más eficiente y rentable el manejo de información por las empresas. Luego de atraer más de cincuenta millones de dólares de financiamiento de riesgo, KnowNow cosechó una década de éxitos. En 2009, aún en su treintena, Rifkin anunció su retiro.

Tropecé con Rifkin entre los contactos en LinkedIn de David Hornik, el capitalista de riesgo del que se habló en el capítulo anterior. Cuando abrí su perfil, vi que había dejado su retiro para lanzar PandaWhale, empresa destinada a crear un registro público permanente de la información que la gente intercambia. Como es obvio que Rifkin es un firme defensor de la transparencia en las redes, me dio curiosidad ver cómo lucía la suya. Así, hice lo propio en un mundo interconectado: entré a Google y tecleé “Adam Rifkin”. Al recorrer los resultados de búsqueda, la decimosexta liga llamó mi atención. Decía que Rifkin había sido designado el mejor formador de redes del mundo por la revista Fortune.

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