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CARTA A JULIUS EDUARD HITZIG, DE VON CHAMISSO

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TÚ, QUE NO TE OLVIDAS de nada, te acordarás de un cierto Peter Schlemihl, que hace tiempo viste algunas veces en mi casa, un muchacho zanquilargo al que se le tenía por torpe, porque era zurdo, y que parecía perezoso por su desidia. Yo le tenía cariño… No puedes haber olvidado, Eduard, cómo en nuestros buenos tiempos una vez se escapó de nuestros sonetos; yo lo llevé a uno de nuestros tés poéticos y él se durmió mientras escribíamos, sin esperar a la lectura. Y ahora me acuerdo también de un chiste que hiciste a su costa. Lo viste una vez —Dios sabe cuándo y dónde— con una vieja kurtka,1 que por entonces siempre llevaba encima, y dijiste: “Este muchacho podría considerarse feliz si su alma fuera la mitad de inmortal que su kurtka”. ¡Lo estimabas tan poco! Yo le tenía cariño… Pues de este Schlemihl, que hace muchos años perdí de vista, procede precisamente el cuaderno que te doy a leer. Y te lo doy a ti solo, Eduard, mi amigo más íntimo y cercano, mi mejor otro yo con el que no quiero guardar ningún secreto, únicamente a ti; y, por supuesto, a nuestro Fouqué, arraigado en mi alma lo mismo que tú. Pero a él se lo doy sólo como amigo, no como poeta. Comprenderás que me sería muy molesto que algo así como la confesión que un hombre honrado ha depositado en mi corazón, fiado de mi amistad y lealtad, fuera puesta en la picota, publicada como obra literaria, o tan sólo que sucediera algo desagradable, así como alguna broma pesada a costa de algo que no es broma ni debe serlo. Naturalmente tengo que reconocer que es una lástima de historia convertida en una tontería por la pluma de un pobre hombre y que acaso podría revelar toda su fuerza cómica a través de otra mano más hábil (¡qué no hubiera hecho de ella Jean Paul!).2 Además, querido amigo, quizá se nombra en ella a personas que todavía viven, y eso también hay que tenerlo en cuenta.

Todavía unas palabras de cómo han llegado a mí estas páginas. Me las dio ayer temprano, al despertar por la mañana, un hombre extraño, con larga barba gris y una kurtka negra gastadísima. Llevaba colgada una caja de botánico y, como estaba el tiempo húmedo y lluvioso, chanclos encima de las botas. Preguntó por mí y me dejó esto. Afirmó que venía de Berlín.

ADELBERT VON CHAMISSO

Kunersdorf, 27 de septiembre de 1813

Posdata: Te adjunto un dibujo que el artista Leopold3 —que en ese momento estaba en la ventana— hizo de su chocante aspecto. Cuando notó el gran interés que tenía por el boceto, me lo regaló gustoso.

1 Una kurtka es un abrigo largo de piel, cerrado con cordones; de origen polaco-ruso, militar en un principio. [N. de la T.]

2 Von Chamisso admiraba a Jean Paul (seudónimo de Johann Paul Friedrich Richter, 1763-1825), teólogo, filósofo y novelista. [N. de la T.]

3 Era un retrato de Von Chamisso camuflado bajo una larga barba, realizado por Franz Joseph Leopold (1783-1832). [N. de la T.]

El hombre que perdió su sombra

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