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Las primeras conceptuaciones

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En los primeros años de la evolución de la sociología empírica en América Latina (entre las décadas de 1950 y 1960), se entendía por diseño de investigación “el arreglo de las condiciones para la recolección y análisis de datos con el objetivo de combinar la relevancia de los propósitos de la investigación con la economía en los procedimientos” (Selltiz et al., 1959: 60).5 En consecuencia, concluyen estos autores, los diseños variarán de acuerdo con los objetivos de la investigación. A partir de estas ideas propusieron distinguir tres tipos de estudios clasificados según su diseño:

 i) Exploratorios: aquellos en los que el investigador busca familiarizarse con el fenómeno a estudiar o generar conocimientos más profundos para lograr una mejor formulación del problema de investigación o proponer nuevas hipótesis por generalización empírica (Selltiz et al., 1959: 60).

 ii) Descriptivos: cuyo propósito central es dibujar, lo más precisamente posible, las características y atributos de las unidades de análisis (personas, grupos, empresas, regiones, etc.), ya sea determinando las frecuencias con que ocurren, o bien cómo los segundos se relacionan. Estas investigaciones pueden contener hipótesis iniciales (Selltiz et al., 1959: 60).

 iii) Explicativos: que se proponen someter a prueba una relación causal entre variables (Selltiz et al., 1959: 60).

Los estudios exploratorios deben tener un diseño flexible considerando que sus propósitos centrales son generar conocimiento en situaciones en las que poco o nada se sabe sobre los temas de la investigación. Esta flexibilidad ayuda a la formulación de preguntas de investigación más precisas y probablemente dará origen a hipótesis que necesariamente deberán contrastarse con otros datos.

Por su parte, los estudios descriptivos requieren realizar medidas sin sesgo y con altos niveles de confiabilidad. En tanto que en los explicativos no solo importan las mediciones precisas e insesgadas, sino que también deben permitir realizar inferencias causales válidas.

Según esta clasificación, los estudios exploratorios tienen como una de sus finalidades concebir hipótesis, mientras que los descriptivos se pueden llevar a cabo con o sin hipótesis y los explicativos requieren establecer hipótesis causales.

Detrás de dicha caracterización subyace una concepción muy limitada de la noción de hipótesis, dado que se restringe a enunciados derivados de un cuerpo teórico susceptibles de ser contrastados con la evidencia empírica. Sin embargo, esta no es la única forma de conceptuarla.6 Bunge (1979a: 283-284) distingue cuatro niveles en la operación de conjeturar: i) ocurrencias, que son hipótesis sin fundar teóricamente ni contrastar; ii) hipótesis empíricas: conjeturas aisladas sin convalidación, que se apoyan en las regularidades observadas de la evidencia empírica, pero que carecen de fundamento conceptual; iii) hipótesis plausibles, que tienen apoyo teórico, pero que no se han sometido a la prueba de la experiencia, e iv) hipótesis convalidadas, que son enunciados conceptuales teóricamente fundados y contrastados con la experiencia.

Con base en esta clasificación queda claro que en los tres tipos de diseños de investigación que distinguen Selltiz et al. intervienen hipótesis. En el inicio de los estudios exploratorios, las hipótesis empleadas toman la forma de conjeturas y cuando aquellos concluyen, la de hipótesis empíricas.

En los estudios descriptivos el investigador puede plantear hipótesis sobre la base de regularidades empíricas tras haber iniciado la investigación con una ocurrencia previa; o bien, establecer una relación hipotética fundada en una teoría sobre cómo sería el caso, por ejemplo, de la hipótesis ampliamente investigada, “las personas con mayores niveles de instrucción tienden a votar por los partidos de izquierda”, sin que ello implique una imputación causal.

Por su parte, la característica de los estudios explicativos, según la clasificación de Selltiz et al., consiste en el planteamiento e indagación de hipótesis causales.

En conclusión, se puede afirmar que cualquier diseño de investigación emplea hipótesis, en cualquiera de sus cuatro formas, como uno de los motores del proceso de investigación.

La clasificación de los estudios en exploratorios, descriptivos y explicativos, a veces se entiende como un conjunto de categorías mutuamente excluyentes, es decir, que toda investigación debe ser clasificada en una y solo una de ellas. Sin embargo, cabe la posibilidad de que un mismo estudio transite de una a otra de esas categorías en un mismo proceso de investigación. Incluso los autores mismos de tal clasificación reconocen que no siempre son claramente distinguibles los tres tipos de diseños, pues cualquier investigación puede ser inscrita en dos o más de ellos. No obstante, el énfasis en una investigación específica usualmente corresponde a solo uno (Selltiz et al., 1951: 51). Por otra parte, nada impide que un análisis exploratorio se convierta en descriptivo en la marcha de la pesquisa, aunque las regularidades y las características observadas del fenómeno requieran de la producción adicional de observaciones o, aún más, que con base en los resultados obtenidos se llegue a una hipótesis. Para que esto último ocurra es necesario abundar en el trabajo conceptual a fin de localizar la hipótesis en el cuerpo de una teoría, derivar hipótesis empíricas de ellas y construir los observables, así como seleccionar los métodos adecuados para llevar a cabo la contrastación. Aunque en la práctica la distinción entre los tres tipos no sea nítida, es útil para discutir la pertinencia de emplear tal o cual diseño en la investigación (Selltiz et al., 1951: 51).

En esta clasificación de los diseños, la característica definitoria de los estudios explicativos es que planteen y sometan a prueba una hipótesis causal. Selltiz et al. convocan a emplear métodos experimentales para estudiar la causalidad, aunque reconocen que las “pruebas de hipótesis” que florecieron en la disciplina estadística distan de ajustarse a la forma como se trata la causalidad en los experimentos (Selltiz et al., 1951: 51). Campbell y Stanley retomarán y desarrollarán esta idea en la década de 1960. Lo cual será el tema del próximo apartado.

Además, Selltiz et al. sostienen que si bien no es posible estudiar los vínculos causales empleando métodos no experimentales sí lo es inferirlos con base en los datos observados. Para saber si dos registros empíricos (variables) mantienen una relación de causalidad (X causa a Y) basta saber que: i) la causa precede al efecto, ii) se observa una variación concomitante y iii) todos los restantes factores que podrían tener influencia sobre X o sobre Y deben ser controlados (Selltiz et al., 1951: 83-88).7 Los intentos de inferir nexos causales con base en datos obtenidos por observación serán retomados y desarrollados a partir del segundo quinquenio de los años cincuenta, constituyéndose en uno de los polos de la preocupación metodológica de la época, cuyo interés decayó a comienzos de los setenta. En los últimos años se ha visto su renacer con la incorporación de la idea de “contrafactual”. Este tema se abordará en la sección dedicada a los diseños correlacionales.

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