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Me preguntarías que a qué huelen, ¿a que sí, Chico B? No lo sé, no sé a qué huelen las bolas de alcanfor. Que por qué me gustan entonces, dirías. Porque es un olor intenso. Me recuerdan que solo existe hoy. En casa utilizo antipolillas. Huelen a lavanda. O eso dicen. A mí me huelen también a alcanfor. Me gusta el de la marca que tiene dibujado un hombre con un sombrero verde, unos ojos saltones y un abrigo verde con un agujero hecho por las polillas, o eso imagino yo. El monigote se parece a esos hombres que van vestidos solo con un abrigo y un sombrero, y que cuando se les cruza una mujer lo abren y gritan: «¡Sorpresa!». Que por qué quiero meterte un par de bolitas en los bolsillos, sería tu siguiente pregunta, ¿verdad? Porque ahora hueles bien, Chico B, estás recién duchado, pero dentro de un rato no olerás a domingo. Y supongo que no querrás que tu madre y tu padre te huelan así.

La última vez que fue ayer

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