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La reforma en la enseñanza de la arquitectura
ОглавлениеEl año académico de 1946, iniciado con notable retraso, fue doblemente diferente para los miembros del Departamento de Arquitectura. Por un lado, aparte de algún laboratorio y servicio, fuimos la única dependencia de la Escuela que para las tareas educativas, clases y prácticas, permaneció en la vieja casona de la calle Espíritu Santo, los otros departamentos fueron a ocupar el nuevo local de la avenida Túpac Amaru, en el Rímac.
Por otro lado, las mencionadas tareas se ofrecieron con cambios muy importantes8, frutos de la Reforma. Nuestros tres únicos maestros de años anteriores, arquitectos Marquina, Malachowski, Velarde, recibieron la compañía de otros seis arquitectos y tres ingenieros incorporados a la docencia de la especialidad, según lo propuesto por nuestra Comisión y acordado por la Junta Mixta de Reforma. Es decir, el personal docente se triplicó. Los nuevos profesores fueron los siguientes:
Para el Taller de Diseño (antes Dibujo Arquitectónico):
– arquitecto Juan Benites Dubeau, Taller de Diseño, 2.° y 3.er año;
– arquitecto Enrique Seoane Ros, Taller de Diseño, 4.° y 5.° año (ambos bajo la coordinación de don Rafael Marquina);
– arquitecto Luis Miró Quesada Garland, curso Análisis de la Función Arquitectónica en 2.° año;
– arquitecto Fernando Belaunde Terry, curso Problema Nacional de la Vivienda en 4.° año;
– arquitecto Carlos Morales Macchiavello, Materiales de Construcción (2.° año) y Procedimientos de Construcción (3.er año);
– arquitecto Paul Linder, Estética de la Arquitectura (4.° año) y Filosofía del Arte (5.° año);
– ingeniero Luis Dorich Torres, curso de Planeamiento Urbano en 5.° año, como segunda parte de Urbanismo, que, a cargo siempre del ingeniero Alberto Alexander, se bajó del 5.° al 4.° año;
– ingeniero A curso de Topografía, 3.er año;
– ingeniero B cursos Instalaciones I y II en 4.° y 5.° año.
Se agregó además un tercer curso de Historia del Arte, a cargo del arquitecto Héctor Velarde, así como Planos de Obra I y II en 2.° y 3.er año.
La inclusión de las nuevas materias exigió, naturalmente, la eliminación de cursos prescindibles para los estudiantes de Arquitectura, llevados en común con la especialidad de Ingeniería Civil hasta antes de la Reforma, tales como Hidráulica, Química Orgánica, Física II, Construcciones Especiales, etcétera.
Para quienes terminábamos los estudios no había grandes mejoras en el programa de cursos de 5.° año, pero con gusto varios nos matriculamos adicionalmente en cursos nuevos de años inferiores. Yo lo hice en cuatro de ellos: Análisis de la Función Arquitectónica, Problema Nacional de la Vivienda, Estética y Filosofía del Arte, los dos cursos de Paul Linder.
En su curso, Miró Quesada –inseguro y aún tímido al comienzo, brillante finalmente y siempre de una sencillez ejemplar– reafirmó los conceptos expuestos en su libro, que ya conocíamos, pero además incidió con profundidad en dos aspectos técnicos nuevos para nosotros: asoleamiento y acústica, en cuyo dominio demostró la amplitud de su versación. El curso de Belaunde sobre vivienda nos abrió un nuevo panorama con la teoría de la unidad vecinal, cuyo primer intento de realización en el Perú, además, ya estaba en trabajos preliminares por la comisión que había creado el Congreso. Pero fueron los cursos de Linder los que nos cautivaron especialmente, no solo por el contenido sino también por la calidad de sus exposiciones. Además, había estado en la Bauhaus como discípulo de Gropius, conoció a Albers, Kandinsky, Klee… era, pues, un testigo de los primeros momentos de la modernidad, que nos transmitió con entusiasmo.
Terminamos los estudios de arquitectura entrado ya el año 1947, puesto que habíamos iniciado el 5.° año con gran retraso, envidiando a los alumnos de ciclos inferiores que iban a gozar de las reformas introducidas. Pero, sin falsa modestia, contentos de haber contribuido a esas mejoras. Dejamos el CEA a la nueva directiva presidida por Jorge de los Ríos, y nos alistamos para emprender otra tarea: editar una revista de arquitectura y arte moderno. No estábamos de acuerdo con la línea de El Arquitecto Peruano, porque publicaba eventualmente, por ejemplo, la nueva arquitectura de Brasil o alguna casa moderna norteamericana, pero prefería en sus páginas las casas estilo Tudor, californiano o neocolonial, proyectadas por ingenieros y arquitectos peruanos9. Y para dirigir la revista que soñábamos pensamos, naturalmente, en Miró Quesada y en Linder.