Читать книгу Tres cruces - Alejandro Paniagua Anguiano - Страница 9
Оглавление[Orden ilógico]
Estela sólo tiene dos grandes anhelos en la vida: morirse y volver a tomar alcohol.
Y hoy enuncia en su mente ambos deseos justo así —en ese orden ilógico— como si de verdad pudiera morir de súbito y más tarde recaer en el alcohol.
La mujer camina por la avenida con una caja de galletas bajo el brazo. Son las galletas que los alcohólicos de su grupo de A.A. consumirán, con nerviosismo, mientras escuchan las razones por las que los otros dejaron de beber, o por las que todavía tienen deseos de hacerlo. Las veinte variedades de galletas incluidas en el paquete contrastan con los dos anhelos simples que Estela carga encima.
Igual que muchas veces antes, piensa que no podría matarse ni volver a tomar porque su hija la convirtió en abuela, porque debe hacerse cargo de ti, Lúa. La palabra “abuela” le resulta absurda, pues apenas tiene cuarenta y tres años. Concluye de nueva cuenta: nadie debería tener nietos tan pronto.
La mujer se acongoja y cambia de brazo las galletas. Se lamenta porque ha gastado demasiado en el paquete y sabe cómo ello afectará su presupuesto de la semana. Pero una vez al mes le toca llevar las botanas y no quiere quedar mal. No quiere tampoco que la gente sepa que el dinero, ahora sí, está a punto de volverse un problema. Durante varios años rentó la enorme bodega de su terreno al distribuidor local de tractores: John Deere. Allí se guardaban los vehículos más grandes; sin embargo, hace siete meses la empresa compró un espacio propio y Estela perdió su única entrada de dinero. Intentó rentar de nuevo la bodega, mas no ha tenido suerte.
Estela piensa otra vez que quisiera morirse y volver a tomar. Regresa la caja al brazo donde comenzó su trayecto, pero no lo hace con habilidad suficiente y la deja caer al suelo. El paquete iba abierto pues guardó, en una servilleta, las cuatro galletas con mermelada de fresa; tus favoritas, Lúa. La mujer nunca ha podido responderse de forma contundente cómo es posible que te cuide, mantenga y hasta te consienta a pesar de que le resultas tan odiosa, tan ajena. Todo lo contrario de tu madre, Lúa, a quien Estela idolatraba. La mujer siente una enorme zozobra cuando destapa la caja y se da cuenta de que varias galletas se han desmoronado.
La desdicha casi la tumba.
No puede comprar otra caja, tendrá que llevar las galletas despedazadas y esto la avergüenza.
Decide compensar su falta haciendo otra dádiva al grupo, ofreciéndoles a sus compañeros adictos algo para resarcir el error.
Decide que hoy les hablará con absoluta verdad. Tal vez la honestidad contrapese su torpeza.