Читать книгу Detección migratoria prácticas de humillación, asco y desprecio - Alethia Fernández de la Reguera Ahedo - Страница 13
§ 1. La palabra como facultad distintiva del ser humano
ОглавлениеLa consideración de que el logos es una facultad distintiva del humano frente al animal, y del humano racional frente al no racional se remonta por lo menos a Isócrates, quien comprendió el inmenso poder de la palabra como factor comunicativo entre los seres humanos:
Debido a que en nosotros ha sido implantado el poder de persuadir a los demás y dejarles en claro lo que deseamos, no sólo hemos dejado atrás la vida de las bestias salvajes, sino que nos hemos unido y hemos fundado ciudades, hemos hecho leyes e inventado las artes […] no hay institución concebida por el hombre a la que el poder del lenguaje no haya ayudado a establecer. Gracias a esto se ha podido establecer leyes concernientes a lo justo y lo injusto […] o rechazar lo malo y exaltar lo bueno. Gracias a esto educamos a los ignorantes y valoramos al sabio. Pues el poder de hablar bien se puede tomar como el indicio más seguro de un entendimiento, y el discurso verdadero, legal y justo es la imagen externa de un alma buena y confiable. […] Los mismos argumentos que utilizamos para persuadir a otros cuando hablamos en público, los empleamos cuando deliberamos con nuestros propios pensamientos.[8]
Difícilmente se encontraría una mejor formulación del racionalismo lingüístico, o sea, de la identificación entre discurso y razón. Éstos nos distinguen de los seres irracionales y son el cimiento de la ciudadanía y la convivencia social; de la capacidad de hacer leyes y respetarlas; del sentido de la justicia, así como del de lo bueno y lo malo; ambos son signos inequívocos de la inteligencia, y son el vehículo del conocimiento, tanto como de la reflexión. En suma: son cifra de lo humano.
Pasemos ahora a algunos argumentos de nuestra época en pro de la idea de que los animales no poseen lenguaje. Se ha insistido en que la comunicación animal está sujeta a estímulos (Urban),[9] o bien se han señalado importantes diferencias entre ella y la comunicación humana, como que es casi completamente hereditaria, que no es elástica (pues no permite crear nuevas formas a partir de elementos básicos) y que no tiene historia (Schaff);[10] que está sujeta a las circunstancias inmediatas (Porzig),[11] o que es fundamentalmente una función biológica más (Sapir).[12] Hay cuatro diferencias que parecen ser las más importantes, y en las que tal vez todos los estudiosos coinciden:
a) el «lenguaje» animal no es reflexivo (no puede referirse a sí mismo) [Schaff: loc. cit.];
b) no denota: no nombra ni designa de modo alguno [Ibíd.];
c) no permite generalizar ni abstraer;[13]
d) no es articulado.[14]
Este grupo de características diferenciadoras son enfatizadas por los enfoques filo-sóficos, lógicos y gramaticales a los que Chomsky reúne bajo el marbete de «lingüística cartesiana».[15] Son cartesianos en este sentido pensadores como Herder y Humboldt, para quienes (apunta Chomsky) la diferencia esencial entre el hombre y el animal es el lenguaje, y particularmente la capacidad en aquél y la incapacidad en éste de formar, con las herramientas de expresión que posee, nuevos enunciados sobre nuevos pensamientos. Desde esta perspectiva, el lenguaje constituye una prueba concluyente de que el ser humano es distinto de las bestias, pues tiene la capacidad de desligarse de las pasiones y de los estímulos sensoriales. Chomsky considera que para Descartes «el lugar en donde se expresa la diferencia esencial entre el animal y el hombre es el lenguaje humano, y particularmente la capacidad que tiene aquél de formar nuevos enunciados que expresan pensamientos nuevos, adaptados a situaciones nuevas» [Ibid, pp. 18-19].
El lenguaje como factor hominizador, o como criterio de racionalidad, era para todos estos autores una facultad sumamente confiable y segura: al no poder saberse si los animales piensan o no, o cómo piensan, se recurría al lenguaje (considerado el modo en que se manifiesta la razón) como prueba concluyente de que los animales no piensan. Por lo tanto —y esto es lo que importa para tales estudios— el ser humano es racional. El lenguaje verbal probaba asimismo que los seres humanos pensamos con base en abstracciones y generalizaciones. Así, quien no hablara de esta manera no sería un humano racional, sino un enfermo (“loco”, “imbécil”, “afásico”), o bien un primitivo o un niño que aún no aprendía a pensar.