Читать книгу Detección migratoria prácticas de humillación, asco y desprecio - Alethia Fernández de la Reguera Ahedo - Страница 26
§ 13. Asociacionismo
ОглавлениеEl planteamiento más común en relación con este problema consiste en afirmar que los pensamientos se encuentran “dentro” del sujeto y el lenguaje es el “canal” o el “medio” para exteriorizarlos. En realidad las demás soluciones están configuradas como respuestas, críticas o alternativas ante este enfoque, que ha pasado a formar parte del “sentido común”.
En la Lógica de Port Royal se encuentra formulada con una nitidez paradigmática la explicación asociacionista de los nexos entre pensamiento y lenguaje:
Las palabras son sonidos distintos y articulados, a partir de los cuales los hombres han hecho signos para señalar lo que sucede en su espíritu.
Y como lo que sucede en el espíritu se reduce a concebir, juzgar, razonar y ordenar […] las palabras sirven para señalar todas esas operaciones.[64]
El acto de pensar (sea formar conceptos, juzgar, razonar u ordenar) se realiza inpendientemente de las palabras. Éstas son sonidos separados y articulados que se utilizan, después de que ya se ha pensado, como signos de lo que sucede en el interior, es decir, en el intelecto. Primero se piensa y después se traslada a signos lo que se piensa.
John Locke da la misma explicación. Para él, las ideas de las cualidades primarias, inicialmente producidas por estas mismas cualidades, se asientan en el cerebro, desde donde se conectan con éstas, reflejándolas:
Si [...] percibimos esas cualidades originales de aquellos objetos [externos] que individualmente caen bajo nuestros sentidos, es evidente que habrá algún movimiento en esos objetos que, afectando algunas partes de nuestro cuerpo, se prolongue por conducto de nuestros nervios o espíritus animales hasta el cerebro o el asiento de la sensación, para producir allí en nuestra mente las ideas particulares que tenemos acerca de dichos objetos.
El entendimiento es un cuarto oscuro: dentro de él se guardan imágenes semejantes, ideas de las cosas que están afuera y que se acumulan dentro en orden, quedando disponibles para ser encontradas cuando se necesiten. [...] Paréceme que el entendimiento [...] no tendría sino una pequeña abertura para dejar que penetraran las semejanzas externas visibles, o si se quiere, las ideas de las cosas que están afuera; de tal manera que, si las imágenes que penetran en un tal cuarto obscuro pudieran quedarse en él, y se acumularan en un orden como para poder ser encontradas cuando lo pida la ocasión, habría un gran parecido entre ese cuarto y el entendimiento humano.[65]
He aquí un abundante manantial que ha surtido durante siglos muchas explicaciones corrientes sobre el conocimiento: las ideas son «producidas» por la percepción de las cosas; las ideas están «en» el cerebro; las ideas son «semejantes» a las cosas; la «mente» es como una caja en donde están depositadas las ideas; cuando se necesita alguna de esas ideas, la memoria la busca y la encuentra. También encontramos formulada, en toda su plenitud, la que muy posteriormente sería llamado “teoría del reflejo” (y que se achaca generalmente al marxismo de corte leninista): la mente es como un espejo que refleja el exterior. Tenemos, pues, una teoría fotográfica o pictórica del conocimiento. Locke sugiere que en el cerebro hay imágenes, no conceptos de las cualidades primarias.[66]
En cuanto a la relación lenguaje-pensamiento, resulta que el primero es sólo un añadido externo para poder designar las ideas acumuladas internamente y comunicarlas a los demás. En suma, se distinguen de modo radical un ámbito “interior” del pensamiento, de las ideas, del conocimiento y de las imágenes, y un ámbito “exterior” de las sensaciones y de los objetos: entre ambos ámbitos habría una asociación.
Hay una gran riqueza en la respuesta leibniziana a esta metáfora de la mente propuesta por Locke. Leibniz recurre también a una especie de metáfora pictórica, pero la suya es muy distinta: el entendimiento no es como una cámara oscura que registra pasivamente imágenes del exterior y las tiene ahí disponibles para cuando se requieran, como si fueran objetos. En el interior de esa cámara hay como un lienzo, pero que no es liso, sino «diversificado por los pliegues que presentasen los conocimientos innatos» y en el que se forman imágenes o huellas que no se reciben del exterior, sino que creamos nosotros, «pues no solamente recibimos imágenes o huellas en el cerebro, sino que nosotros formamos otras nuevas cuando consideramos las ideas complejas. Así es preciso que la tela que representa nuestro cerebro sea activa y elástica».[67] Frente a la concepción de la mente como una tabula rasa en donde originalmente no hay nada, se presenta la concepción de la mente como un conjunto de estructuras activas, generadoras de ideas y de conocimiento.
La crítica de Leibniz a Locke nos conduce todavía más allá: nos lleva al trascendentalismo.