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§ 16. El encuentro entre pensamiento y palabras, según Vygotsky

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Uno de los principales hallazgos de Lev Vygotsky es que lenguaje y pensamiento tienen distintas raíces. En consonancia con esto, reconoce que hay formas de pensamiento y de lenguaje no verbales:

Esquemáticamente podemos imaginarnos el pensamiento y el lenguaje como dos círculos en intersección. En sus partes superpuestas, constituyen lo que se ha llamado pensamiento verbal; éste, sin embargo, no incluye de ningún modo todas las formas de pensamiento y las de lenguaje. Existe un área muy amplia del pensamiento que no tiene relación directa con el lenguaje. [...] Nos vemos, pues, forzados a concluir que la fusión del pensamiento y el lenguaje, tanto en los adultos como en los niños, es un fenómeno limitado a un área circunscrita. El pensamiento no-verbal y el lenguaje no intelectual no participan de esta fusión y son afectados sólo indirectamente por los procesos del pensamiento verbal.[83] [Ibid, p. 76]

Vygotsky admite la existencia de un pensamiento no verbal, declarando que «se ve forzado» a ello, seguramente porque la fuerza de las pruebas experimentales lo llevó a aceptarlo. Una vez que se han encontrado el lenguaje y el pensamiento (hacia los primeros años escolares del niño), se abandona la percepción sin palabras y se desarrolla una percepción verbalizada, que se puede describir en términos de significados, y ya no de meras impresiones. A partir de entonces la introspección se verbaliza y el niño se hace consciente de sus procesos mentales. Pensamiento y lenguaje, que al inicio existían con independencia uno del otro, se condicionan mutuamente una vez que se encuentran, pero no por eso son lo mismo.

El autor clasifica tres grandes enfoques de la relación pensamiento-lenguaje:

a) identificación total;

b) separación radical;

c) asociación.

Sobre el primero, considera que su principal falla consiste en que si son idénticos no hay de hecho ninguna relación entre ellos, pues son lo mismo. Ésta es una manera de «cerrar la puerta al problema». El segundo concibe el lenguaje y el pensamiento como si existieran en estado «puro», o sea, con independencia uno del otro, y así los estudia. Pero de ese modo su relación acaba por ser el nexo mecánico y externo entre dos procesos que no tienen nada que ver entre sí. El tercero es el más simplificador: por un lado están los signos (palabras o sonidos) y por otro lado están los contenidos; determinados signos sirven como medios de comunicación que se asocian con determinados contenidos y transmiten estos contenidos de una persona a otra.[84] El enfoque de Vygotsky se separa de los tres.

Aunque ha admitido [Cfr. loc. cit., p. 76] la posible existencia de un pensamiento puro, Vygotsky concluye que éste sería totalmente inocuo, pues su existencia sería irrelevante. Por ello critica la concepción de que pensamiento consiste en contenidos independientes de las palabras. Por lo demás, recalca que la relación entre pensamiento y lenguaje está sujeta a constantes cambios, el principal de los cuales es que el sonido del lenguaje deja de ser un mero «medio» para organizar y formar conceptos y se convierte en un elemento central para el pensamiento: se convierte en signo. Es cuando las funciones intelectuales ya no pueden realizarse sin el concurso de la palabra, que las dirige y acaba por controlar su curso. [Ibíd., pp. 87-90]

En su lucha contra el asociacionismo, Vygotsky subraya la dinámica de la significación:

La relación entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, un continuo ir y venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento. […] El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a través de ellas. [...] Pensamiento y palabra no están cortados por el mismo molde; en cierto sentido existen entre ellos más diferencias que semejanzas. La estructura del lenguaje no refleja simplemente la del pensamiento; es por eso que las palabras no pueden ser utilizadas por la inteligencia como si fueran ropas a medida. El pensamiento sufre muchos cambios al convertirse en lenguaje. No es una mera expresión lo que encuentra en el lenguaje, halla su realidad y su forma. [Ibíd., pp. 165-167. Cursivas de F.Z.]

Tenemos aquí una explicación satisfactoria de por qué el lenguaje no siempre corresponde al pensamiento: a veces se trata de un ropaje inadecuado (un disfraz, decía el Wittgenstein del Tractatus), a veces obliga a que el pensamiento se modifique demasiado para poder comunicarse... Son más sus diferencias que sus semejanzas, sí, pero gracias al lenguaje articulado es que el pensamiento «halla su realidad y su forma».

Por mi parte, extraigo de todo esto un resultado: en virtud de que pensamiento y lenguaje discursivo no son lo mismo, y de que ha quedado demostrado que en algún punto del desarrollo ontogenético se encuentran, es justificado plantear que el pensamiento también se encuentra con la imagen visual. Ello destrona al lenguaje de la palabra, y lo ubica como uno más de los lenguajes en los cuales adquiere existencia social el pensamiento.

Detección migratoria prácticas de humillación, asco y desprecio

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