Читать книгу Detección migratoria prácticas de humillación, asco y desprecio - Alethia Fernández de la Reguera Ahedo - Страница 30
§ 17. El lenguaje articulado como una modalidad del pensar entre otras, según Wittgenstein
ОглавлениеPara entender en toda su complejidad la concepción del pensamiento y sus relaciones con el lenguaje en el Wittgenstein joven, hay que referirla a su concepto de “imagen”. De modo que lo abordado ahora sobre este tema será complementado con lo expuesto mucho más adelante sobre el lenguaje como imagen lógica del mundo.[85]
La tríada pensamiento-lenguaje-realidad es indisoluble para el Wittgenstein del Tractatus. No podríamos decir nada de los nexos entre pensamiento y realidad sin mencionar al lenguaje, que establece una relación entre ellos. La unión entre lenguaje y realidad, por otro lado, sería un mero juego vacuo sin el sustento del pensamiento. Por último, la conexión entre pensamiento y lenguaje (la más difícil de esclarecer, a mi juicio), requiere de un punto de referencia que nos indique si es correcta o no, si tiene o no algún sentido. Y este punto de referencia no puede ser otro que la realidad misma. Así es como se establece en el Tractatus la amalgama de lo ontológico con lo lógico-lingüístico.
2.18 Lo que cada imagen, de cualquier forma, debe tener en común con la realidad para po-der representarla —justa o falsamente— es la forma lógica, esto es, la forma de la realidad.
2.22 La imagen representa lo que representa, independientemente de su verdad o falsedad.
2.223 Para conocer si la imagen es verdadera o falsa debemos compararla con la realidad.
2.224 No se puede conocer sólo por la imagen si es verdadera o falsa.
Si no hay imagen verdadera a priori es porque el pensamiento no mantiene nexos «directos» o intrínsecos con la realidad. Necesita confrontarse con ella, y para hacerlo tiene que adquirir forma con el lenguaje. De estas aseveraciones se deriva que Wittgenstein no concibe al pensamiento como una entidad o actividad que yace intacta y pura en la mente. Al mismo tiempo, entiende que el lenguaje no es un mero vehículo inerte al servicio de las ideas, sino un factor que garantiza y asegura la relación entre el pensamiento y el mundo.
Esta concepción de la pareja lenguaje-pensamiento, aunque despojada posteriormente por el propio Wittgenstein de sus adherencias ontológicas y metafísicas, es mantenida en lo esencial a lo largo de sus escritos de madurez. En el volumen de reflexiones reunidas como Zettel, rechaza las concepciones asociacionistas, específicamente la idea de que “en” la mente (sea en el cerebro, en la cabeza o en algún lugar indeterminado) se encuentran las ideas y que éstas se exteriorizan por medio del lenguaje. Tanto el “decir” como el “pensar” suelen ser explicados como «actividades» que ocurren “internamente” y que son “externadas”:
El querer decir se representa como una especie de designar mentalmente algo.
Una de las ideas más peligrosas filosóficamente hablando es que pensamos en la cabeza o con la cabeza.
La idea del pensar como un proceso que ocurre en la cabeza, en un espacio completamente cerrado, le da algo de oculto.[86]
Aquí Wittgenstein está atacando concepciones consideradas casi como verdades incuestionables, específicamente la idea de que en el cerebro se encuentra la razón, y de que la razón se exterioriza por medio del lenguaje.[87]
Surgen varias preguntas: “¿si no se piensa en la cabeza, en dónde se piensa?”, “¿el lenguaje es o no es la forma externa del pensamiento?” Wittgenstein propone no dar una respuesta unilateral a este tipo de preguntas. Por ejemplo, en cuanto al “lugar” del pensamiento, su propuesta es orientarse más bien hacia la observación de las acciones durante las cuales se piensa.
Representémonos el caso de alguien que realiza un trabajo que implica comparación, ensayos, opciones. Digamos que produce un objeto de uso corriente. [...] El obrero quizá también emite sonidos como «¡hum!» o «¡Ah!». Sonidos, por así decirlo, de titubeo, de súbito hallazgo, de decisión, de satisfacción o de insatisfacción. [...] Desde luego, no podemos separar su “pen-sar” de su actividad. El pensar no es ningún aspecto concomitante del trabajo, y tampoco del hablar reflexivo. [...] Pensar es un concepto terriblemente ramificado. Un concepto que abarca múltiples manifestaciones de la vida. Los fenómenos del pensar son muy distintos entre sí. [...] No debe esperarse que esta palabra tenga una aplicación homogénea; más bien, debe esperarse lo contrario. [Ibíd., § 100-101, 110, 112]
Si, de acuerdo con Wittgenstein, aceptamos que no existe el lenguaje, sino un complejo conglomerado de usos lingüísticos a los que por comodidad consideramos como reunidos bajo un solo nombre,[88] nos será fácil entender que no existe el pensamiento, sino una indefinida diversidad de acciones para cuya ejecución hay que pensar. Por eso afirma que «pensar es un concepto terriblemente ramificado», frase que conviene no olvidar. En el caso del trabajador manual, no es posible separar su pensamiento de su actividad, pero no porque el pensamiento “acompañe” a la actividad, sino porque pensar y actuar están amalgamados: son, de algún modo, lo mismo. En cuanto a la relación lenguaje-pensamiento, Wittgenstein matiza sus ideas del Tractatus, pues señala ahora que las palabras no son la única vía para que el pensamiento tome forma, sino que hay otras maneras de pensar. Así habría que leer las siguientes frases:
Recuérdese que nuestro lenguaje podría poseer gran variedad de palabras: unas para “pensar en voz alta”; otras para pensar mientras uno se habla a sí mismo en la imaginación; unas más para hacer una pausa en la que se nos ocurra algo, después de la cual somos capaces de dar una respuesta con mayor seguridad.
Una palabra para el pensamiento que se expresa en una frase; otra para la idea repentina que más tarde puedo “investir de palabras”, una más para trabajar pensando sin articular palabras. [89]
A fin de cuentas, no se trata de decir qué es el pensamiento, sino en qué contextos reales (no filosóficos) se usa el término “pensamiento”. Por eso afirma: «Sólo en el flujo de los pensamientos y de la vida tienen significado las palabras». [Ibíd., § 146, 173]
Palabras y pensamientos tienen un sentido sólo en relación con la vida, o sea, con la actividad real de quienes hablan y piensan. Palabras, pensamientos y praxis son inseparables. Entonces, no habrá problema en aceptar que puede haber un pensamiento sin palabras, como el pensamiento visual.
[51] Benjamin Lee Whorf, Lenguaje, pensamiento y realidad, 1956, p. 269.
[52] Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, 1930, § 65.
[53] Paul Feyerabend, Wissenschaft als Kunst [La ciencia como arte], 1984, pp. 56-59.
[54] L. Wittgenstein, Investigaciones... § 79.
[55] Rudolf Arnheim, Visual Thinking, 1969, pp. 157-158.
[56] En § 55 será necesario volver a estas ideas de Arnheim, particularmente a que pensar no requiere «desembarazarse» de los datos perceptivos, sino al contrario: la percepción es pensamiento.
[57] John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, 1690, Lib. II, Cap. XI, 12-13.
[58] Las pruebas clínicas de A. R. Luria lo conducen a conclusiones similares a las de Locke: en casos de retraso mental, el desciframiento de una comunicación (hablada o escrita) se mantiene en el nivel de la representación concreta, gráfico-figurativa, y se vuelve inasequible el significado metafórico o no concreto. Esto significa que el retrasado o el dañado mental son incapaces de abstraer, de generalizar y de conceptualizar. Por ejemplo, en esquizofrénicos se da una plurivocidad en las interpretaciones: en su expresión verbal afloran significados no frecuentes. [A. R. Luria, Lenguaje y pensamiento, 1975, pp. 121-121].
[59] Ernst Cassirer, op. cit., p. 265. Véase nota 18 del Capítulo 1.
[60] R. Arnheim, Visual..., pp. 188-207.
[61] Véase § 32-33 y § 43-44.
[62] Hubo, sin embargo, una postura que logró conciliar, al menos en teoría, ambas posiciones: el neoplatonismo aplicado a la doctrina cristiana. Por ejemplo, un personaje conocido como Pseudo Dionisio Areopagita (siglos V-VI) estableció que mediante la materia y la forma visual era legítimo o válido representar un contenido divino, pues nuestra condición de seres carnales hace necesario valerse de las primeras para llegar a lo segundo: se podía acceder a lo no sensible mediante lo sensible.
[63] Véase Martin Heidegger, El origen de la obra de arte, 1952, pp. 50-51.
[64] Antoine Arnauld y Pierre Nicole, La logique ou l’art de penser, 1670, p. 143.
[65] J. Locke, op. cit., Lib. II, Cap. VIII, 12; Cap. XI, 17.
[66] Sobre este punto véase más adelante § 45 y § 70.
[67] Gottfried Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, 1704, Lib. II, Cap. XII.
[68] Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, 1781, B 1.
[69] Véase § 7 y § 8.
[70] Estas vacilaciones se examinarán en § 21, § 42 y § 49 del presente trabajo.
[71] I. Kant, Crítica de la facultad de juzgar, 1790, § 59.
[72] Cfr. Herbert Marcuse, Eros y civilización, 1953, p. 182: «Ante la corte de la razón teórica y práctica […] la existencia estética está condenada».
[73] W. Humboldt, op. cit., pp. 76-77.
[74] E. Cassirer, op. cit., t. I, 1923, pp. 37-45.
[75] V. M. Bogulavski, «La palabra y el concepto», en D. P. Gorski, op. cit., pp. 155 y 198.
[76] E. M. Galinka-Fedoruk, «La forma y el contenido en el lenguaje», en ibíd., p. 355.
[77] E. Cassirer, op. cit., t. III, pp. 386-387.
[78] E. Sapir, op. cit., pp. 18-21.
[79] Colin Murray Turbayne, El mito de la metáfora, 1970, pp. 107-117.
[80] A. Schaff, Ensayos..., pp. 36-37.
[81] A. Schaff, Lenguaje y ..., pp. 206-207. Cursivas de F.Z.
[82] V. Z. Panfilov, «Acerca de la correlación existente entre el lenguaje y el pensamiento», en D. P. Gorski, op. cit., pp. 106-111.
[83] Lev S. Vygotsky, Pensamiento y lenguaje, 1934, p. 76.
[84] L. S. Vygotsky, op. cit., pp. 22-26.
[85] En § 71.
[86] L. Wittgenstein, Zettel, 1967, § 12, § 605 y § 606.
[87] Concepción que se puede encontrar en Locke, por ejemplo.
[88] L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, § 65.
[89] L. Wittgenstein, Zettel, § 122.