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Una manera de acrecentar las ventas: mecanismos de consumo cultural

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Rémi Fontanel nota dos tendencias principales en el cine de la última década: “Por un lado, la aparición de un nuevo tipo de personaje, el emprendedor, a partir del éxito de The Social Network (David Fincher, 2010), sobre la vida de Mark Zuckerberg, y los films sobre Steve Jobs y Nolan Bushnell, el fundador de Atari. Por otro, la creciente aparición de biopics musicales” (Fontanel, citado por Blanc-Gras, 2012). Efectivamente, la repercusión en la industria discográfica de la vida de Freddie Mercury llevada a la pantalla en Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) y la de Elton John en Rocketman (Dexter Fletcher, 2019) sugiere pensar en cierto mecanismo de fortalecimiento a través de este tipo de estrategias comerciales en momentos cuando la producción musical atraviesa una de sus mayores crisis.

Según datos recopilados por la publicación digital especializada en arte, cine de autor, música alternativa, cultura y estilos de vida Liceo Magazine (2019), en los seis meses posteriores al debut de Bohemian Rhapsody, la biopic de Queen, el streaming de su música se triplicó en comparación con los seis meses anteriores a su estreno: de 588 millones a 1,9 mil millones. Las ventas fueron aun más fuertes, con canciones que saltaron de 527.000 a 1,9 millones de descargas por track, mientras que los álbumes aumentaron 483. Eso equivaldría, según informa esta misma fuente a partir de datos de Billboard, a casi 18 millones de dólares en ingresos frente a los 4,4 millones de dólares que el catálogo de Queen había ganado en los seis meses anteriores.

Causalidades y no casualidades, Bohemian Rhapsody permite entender ciertos mecanismos del mundo del espectáculo actual y cómo determinadas estrategias comerciales inciden y dominan los públicos, reactivando una industria en baja. Siguieron al estreno la cosecha de varios premios Oscar 2019, un documental para televisón, el revival de la banda con Adam Lambert, el primer puesto en ventas de álbumes y vinilos, el relanzamiento del documental Queen + Béjart: Ballet for Life e incluso el primer compilado oficial de los éxitos de Freddie Mercury en solitario, Never Boring.

Con tales beneficios para la industria del entretenimiento, se desencadenó un fenómeno biopic: Rocketman, Yesterday y Blinded by the Light son los títulos que en 2019 celebraron a Elton John, los Beatles y Bruce Springsteen, y atrajeron al público a explorar sus catálogos y comprar su música por las plataformas comerciales digitales.

Según Rémi Fontanel (2016), el primer auge de las biopics se corresponde con la crisis económica y social de 1929, bajo el impulso de la Warner que constituyó por aquel entonces un equipo especial encargado de elaborar “proyectos biográficos de calidad”. Se trataba de animar a la población norteamericana con cierta forma de esperanza, de construir modelos de vida admirables e imitables. De esta manera, como apunta Michel Cieutat, las biopics se convirtieron en estrategias “antidepresivas” porque mediante historias de vida realizaban la apología de acontecimientos gloriosos para la nación e inculcaban valores que fortalecían la moral nacional en época de angustia e incredulidad política. Las biopics constituían “una forma inteligente de recurrir a la historia para recordar al público que solo la fe en el individuo dotado de talento casi divino (la buena vieja creencia puritana según Calvino) debe prevalecer en todas las circunstancias sean buenas o malas” (Cieutat, 2006: 83).

Las películas biográficas alentadas por la Warner presentaban diferentes formas de luchas individuales por el progreso, sea de las ideas contra el ciudadano inmovilizado, de la justicia contra la desigualdad o de la verdad contra la manipulación ideológica. Por lo general, el género biográfico en aquella época de poscrisis presentaba personalidades como Émile Zola (The Life of Emile Zola, 1937), Louis Pasteur (The Story of Louis Pasteur, 1936), Florence Nightingale (The White Angel, 1936), Benito Juárez (Juárez, 1939), Paul Reuter (A Dispatch from Reuters, 1940), Paul Ehrlich (Dr. Ehrlich’s Magic Bullet, 1940) –todos films de William Dieterle– que debían hacer frente a entornos adversos y eran portadores de una visión positiva de defensa de los valores de la democracia y la fuerza de voluntad del individuo. Como afirma Fontanel (2016):

El género ha tenido siempre la capacidad de abrazar los movimientos sociales de su tiempo. Esta es una de las grandes características que ofrece (y por primera vez de manera sostenida en los años 30): “películas que estimulan a los espectadores, en lugar de adormecerlos frente a las realidades de la vida”. Una frase de William Dieterle, cineasta que contribuyó al desarrollo de películas biográficas en el seno de la Warner, permite captar el eslogan de la firma: “Good films, good citizenship”, los buenos films hacen buenos ciudadanos.

Para los estudiosos del género, centrados en la producción hollywoodense, luego de la Segunda Guerra Mundial ocurre una inflexión en este tipo de narraciones históricas centradas en la vida de una persona. Como apunta Raphaëlle Moine (2011: 24): “Después de la guerra son los personajes creados por el mundo del espectáculo los que cobran protagonismo”. Para Steve Neale (2000: 61), el cambio se explica por el hecho de que “la película antes de la guerra tiende a dirigirse a las audiencias como ciudadanos, mientras que la biopic de la posguerra apela a los ciudadanos como consumidores de la cultura popular”. Por lo tanto, comienzan a producirse y extenderse las películas sobre deportistas, artistas y emprendedores.

Hoy en día, la biopic es un género cinematográfico que se distingue por la diversidad de historias de vida que propone. Desde Cleopatra –hay una nueva versión, actualmente en rodaje, a cargo de Denis Villeneuve a partir de la novela biográfica de Stacy Schiff– a Steve Jobs (Danny Boyle, 2015), de Mohamed Ali en I am Ali (Clare Lewins, 2014) a Virginia Woolf en Vita y Virginia (Chanya Button, 2018), de Tolkien (Dome Karukoski, 2019) a El Potro (Lorena Muñoz, 2018), del futbolista brasileño Heleno (José Henrique Fonseca, 2011) a The Lady (Luc Besson, 2011) sobre la vida de Aung San Suu Kyi, la primera mujer asiática en ganar el Premio Nobel de la Paz… las biopics ofrecen una pluralidad de historias y tratamientos tanto para redescubrir personalidades ilustres como para descubrir pequeños gestos llenos de grandeza en la intimidad cotidiana de una vida que merece ser contada. El género adquiere una diversidad que permite reflexionar en busca de determinadas constantes. Junto a las vidas novelescas de personajes remotos hay homenajes a personajes públicos actuales, retratos cercanos y miradas personales de realizadores consagrados sobre los personajes históricos.

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