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Deshojar margaritas

Todo comienza a vibrar, sientes que algo empieza a crecer, crees que es ese sentimiento al que llaman amar. Y empiezas a deshojar margaritas con miedo a que llegue el final: «Me quiere, no me quiere… Claro que me quiere».

Pero escuchas a tu intuición, una voz que viene desde algún lugar más allá de la ilusión. A veces habla a gritos, diciendo: «Puede que sea él; no huyas, abre el corazón». Otras veces te susurra: «Huye, huye rápido, igual de rápido que él te va a echar de su colchón». Pero hay otras que dice: «Inténtalo, no pierdes nada. Solo es otra margarita más».

Entonces entendí que el amor es como un folio en blanco. Claro que da miedo comenzar y nadie sabe cómo va a terminar: quizá lleno de colores, rojos, claroscuros, manchas o garabatos, dibujos sin sentido o tan hermosos como el mar. O quizá sin más, en blanco, sin nada que contar.

Pero siempre pienso que más vale tener un cuaderno viejo y hasta roto, o incluso uno por estrenar, que estar mendigando folios por no tener donde pintar.

La botánica del alma

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