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El sindicalista

Un compañero le había regalado el dibujo de Tupac Amaru. Cuando yo se lo propuse, lo agarró enseguida y pidió que le dibujaran el triángulo que culmina en el sombrero, con Evita y el Che por abajo, a un lado y otro.


Octubre de 2014, aniversario de la Tupac Amaru en San Salvador de Jujuy.

Hoy me toca un recorrido por la calle Alvear. Viene bien, solo tengo que salir de mi hotelito para mocosos y seguir derecho. Pongo el cuaderno en la mochilita aligerada, esa con los arabescos moros que mi nieta compró en Granada, me calzo el cinturón para la vértebra y voy. Es el centro de la ciudad, hay algunos negocios con ciertas ínfulas, pero las calles están uniformemente rotas y transita por ellas una tristeza vieja, perceptible.

Varias cuadras más lejos, en la sede de la ATE, me recibe una señora que declara: “Nando no está”. “¡Pero si tengo cita!”. Comienzo a enfurecerme cuando me ataja: “Espérelo en el barcito de enfrente, es un barbudo que anda en una camioneta verde, lo va a reconocer”. Cuando estaciona la camioneta, enorme, polvorienta, como salida de una guerra lejana, sé que el grandulón de barbas semicanas es Fernando Acosta.

–¿Así que sos el maestro de Milagro, el creador del nombre de la organización?

–Sí, sí, la conocí cuando ella tenía quince años.

Habla con desconfianza, pero de a poco se va aflojando. Al cabo de unos minutos le veo la cara entera, de frente, una cara de niño, fina, arropada por esa ancha barba que no parece suya, un agregado del tiempo fácil de eliminar entrecerrando los ojos.

–Yo estoy acá desde los 80, soy de Lobos, empecé en la Juventud Peronista de Buenos Aires. Me vine porque en la Capital la cosa estaba fea y empecé a militar en el barrio Mariano Moreno, donde vivía Milagro. Ella estaba en la JP, en otro grupo, y yo entré como secretario general de la ATE a los 26 años. Cuando ella cayó presa por robo y la absolvieron, la fui a buscar a la cana y le dije “venite al sindicato”. Era profesora de danzas folklóricas, había estudiado un poco de antropología y de folklore, trabajaba en la Gobernación y sobre todo la vi muy viva, muy rápida. Fue la época de los grandes líos en Jujuy, cayeron cinco gobernadores uno tras otro, había un movimiento sindical heterogéneo, importante, con chinos del Partido Comunista Revolucionario [PCR], con peronistas, pero nada que ver con la dirigencia del PJ, teníamos que construir sin llevar nuestras diferencias a la juventud.

–¿Y eso la dirigencia lo aceptó?

–No, claro. Yo siempre fui un anarco-peronista opuesto al autoritarismo. Al principio Milagro se formó en otros sectores, como el del Perro Santillán. La pelea con él –agrega, viéndome cara de querer preguntarle justamente eso– fue por celos, porque ella a la Corriente Clasista y Combativa le fue quitando gente. Después el Perro la denunció como responsable de la muerte de su yerno, que se murió por una paliza.

–¿Pero quién se la dio?

–Acá siempre hubo piñas, a mí el hermano del Perro me pegó un palazo en la espalda, es todo muy violento en Jujuy, las organizaciones barriales, territoriales, todas violentas, hay un grupo radical y un grupo peronista y la gente se va del uno al otro, siempre a las piñas. Además, estaba el Partido Popular Jujeño, eran internas, crisis hegemónicas que se aprovechaban del despiole social. El yerno del Perro no se murió enseguida, no se sabe si fue por la paliza o por qué. Milagro estuvo un poco vinculada al radicalismo, el odio acrecentado de Morales también es por celos, por el crecimiento enorme que ella tuvo. La CTA, la Confederación de Trabajadores Argentinos donde yo siempre estuve, era un modelo sindical distinto, teníamos diferencias con la CGT (la Confederación General del Trabajo) porque sus dirigentes son empresarios, burócratas. Nosotros estábamos con la democracia, la autonomía y la participación, no organizábamos a sindicatos sino a trabajadores, asalariados o no. En el 97 aumentó la desocupación, hubo cortes de rutas, nosotros dijimos que cualquiera podía adherirse a la CTA, que el trabajo no estaba en las fábricas sino en los barrios, “vamos a organizar el barrio”, decíamos, nuestro slogan era “El barrio es la fábrica”.

–Ahí a Milagro ya la veo venir.

–Sí, en ese momento surgen capacitadores laborales en los barrios, casi todos peronistas, mayormente maestras sin trabajo que hacían alfabetización. Casi todos los que se acercaban eran mujeres que querían aprender peluquería, cocina, costura. La Copa de Leche ya existía, había comedores, pero la CTA no podía organizarlos, así que la construcción solidaria la hicieron las mujeres y los muchachos.

–¿Y los hombres?

–No, ellos no se organizaban barrialmente. Milagro con esto andaba como pez en el agua, hizo una formación de dirigentes en la Escuela Sindical Libertario Ferrari, dos años. Después se fue a Cuba, el viaje se llamaba “Por los caminos del Che”. Lo organizaba la Juventud Cubana y el boleto lo pagó la ATE. Ya era una dirigente por ese tiempo. Fue a La Habana, asistió a debates, al volver se quería rajar a Cuba, pero yo le dije “hacé la revolución acá”.

–Así que no era del todo empírica Milagro, tuvo una formación.

–Más práctica que teórica. También leyó, pero sobre todo conocía el terreno, sabía cómo hablarles a los jóvenes y era más guapa que otros, iba al frente, siempre la primera y trabajando de nueve a dos de la mañana. Con una gran exigencia hacia sí misma y hacia los demás, “esto hay que hacerlo y se hace”, punto.

–¿Autoritaria?

–Puede ser, y también democrática, porque lo debatía todo en asambleas, pero por la manera de ser que tiene marcaba línea, imposible que alguien le dijera que no. Siempre rodeada de gente, siempre con otros, tiene una pertenencia colectiva, simbiótica, si a los demás les va mal, a ella también. Sus “hijos del corazón” también crecieron acá, nunca la vi con menos de quince changos alrededor. Era un momento de mucha cacería. Al chango pobre lo perseguía la cana y lo metía preso por la ropa, por el color. Nosotros hicimos quilombo para liberarlos, una movilización de quinientas, ochocientas personas, y el jefe de la Brigada me dijo textual: “¿Ves?, todos estos que tengo adentro tienen cara de prontuario, todos se visten iguales, con las bermudas largas, el prototipo del delincuente”. En los barrios donde andaba Milagro los changos venían de chorear, de drogarse, pero se enganchaban con la CTA porque había un poco de laburo. Rompían todo cuando no estaban de acuerdo, me acuerdo uno que me tiró una compu por la ventana, pero al día siguiente ese mismo estaba haciendo una Copa de Leche. Es que la forma de dimensionar no era la habitual, Milagro les daba a todos la misma importancia y se ocupaba, si una madre iba a llorar por el hijo, ella lo resolvía, si una venía a contar que el marido le pegaba, iban de a varias a cagarlo a pedos al pegador.

–¿Mujeres?

–¡No iban a ir hombres! Cuando empezó la construcción, Milagro las puso a trabajar de albañiles, eran mujeres jóvenes que antes se aguantaban a los maridos violentos, dependían de la plata y por eso se los bancaban, ahora no los precisaban y los mandaban sabés adónde. Sí, de a varias iban. Acá era costumbre pegarle a la mujer, la policía y las mismas mujeres muchas veces lo veían como algo común, imaginate lo que fueron esos grupos de choque de Milagro Sala. En el esquema del barrio como fábrica había compañeros trabajadores, no desocupados. Eso les decía Milagro, “no estamos armando un pelotón de desocupados”. Ella no hacía piquetes, no cortaba las rutas de acceso a la ciudad, para diferenciarse, el Perro fue piquetero, pero ella no.

–Porque es pacifista.

–El marido es pacifista, Milagro no, pero aprendió de él. Ella antes era atea, después “encarnó en lo religioso”, como dice Raúl Noro, pero una espiritualidad de verdad, no solo de ritos. Yo en todo eso no creo, ella a partir de Raúl se direccionó para ese lado, la negritud, rescatar la dignidad de los coyas y de los guaraníes, Evita, los cabecitas negras, un cristianismo con prácticas andinas, el indigenismo, la recuperación de las tierras. Pero la Tupac no es una organización indigenista, Milagro no es una dirigente indígena. O no solo es eso.

–Sin embargo, el símbolo se lo diste vos.

–Ella ya lo tenía, un compañero le había regalado el dibujo de Tupac Amaru con el sombrero alto, la serpiente y el puma. Cuando yo se lo propuse, lo agarró enseguida y pidió que le dibujaran el triángulo que culmina en el sombrero, con Evita y el Che por abajo, a un lado y otro. La CTA como nombre no era muy atractivo, había que buscar otra cosa, distinta, fácil de decir, nada de Federación Tierra, Vivienda y Hábitat, nada de Corriente Clasista y Combativa como el Perro, no, otra cosa.

–Y resultó una pegada.

–Una pegada. Es claro que la Tupac con Néstor dio un salto enorme. Pero ya antes de Néstor habían hecho de todo, por eso él les dio bola. Al Estado le venía bárbaro Milagro, era la contención de 70 000 desocupados que construían el equivalente de una ciudad.

–¿Por qué Milagro echó pestes contra el kirchnerismo de la provincia?

–El gobernador Fellner es un peronista que había estado con todos, Menem, Duhalde, al final Néstor, y también Morales, sí, por negocios que hacían. Ella no podía entenderse nunca con ese tipo, pero pensó que acercándose al kirchnerismo la ayudarían con trabajo, con plata. Yo no compartí esa etapa de la Tupac. En un momento la CTA se divide, hay elecciones nacionales, queda una CTA kirchnerista, llamada De los Trabajadores, y otra autónoma, yo me quedo con la autónoma y Milagro se va con la de los trabajadores. Fue en 2010. Ahí ella perdió su autonomía, ya no resolvía con libertad, otros resolvían por ella.

–¿Y para qué creó un partido político propio?

–En algún momento se iba a terminar el kirchnerismo y ella necesitaba una protección, por eso el partido. Y porque quiere ser gobernadora.

–He oído decir que el 80 % de los jujeños la detesta, por el momento los números no dan.

–En realidad no le hicieron quilombo por fundar un partido, sino por el poder real que juntó. Acá hay un negocio entre los políticos y los empresarios y ella armó un Estado paralelo, otro Estado.

–¿Es violenta?

–Lo normal. No se organiza lo de patotear a alguien, surge.

–¿Y los robos? ¿Y los asesinatos?

–Vino un periodista deportivo de Buenos Aires y pasó un video titulado “En Jujuy hay crímenes sin resolver”. ¿Cuáles? Vistos de lejos los tupaqueros parecen delincuentes, eso seguro. Que mataron, mataron, pero ¿quién lo hizo? Un changuito de la escuela de la Tupac en San Pedro repartía volantes para los radicales y lo hicieron boleta. El hermano vendía droga, un grupo de narcos le pega un tiro al changuito por un ajuste de cuentas y la culpable designada es Milagro, ¿quién iba a ser? Los radicales dijeron “lo mataron porque se fue de la Tupac para venirse con nosotros”. El chango no se fue a ningún lado, trató de sobrevivir nomás, acá repartir volantes para quien sea siempre fue un rebusque. ¿Los robos? Cumplir con todas las reglamentaciones teniendo doscientas cooperativas es casi imposible. La Tupac es una gran empresa popular. Milagro les decía “no estamos cumpliendo los términos para esta etapa, vengan todos a ayudar para cumplir los tiempos”, y todos colaboraban porque era de todos. Claro que había un montón de gente que se afanaba una espátula, un camión, una bolsa de cal, guita. Pero el resultado está ahí. Una maravilla.

Esto último lo dice bajito, púdico, desde atrás de la barba. No es un poeta, es un sindicalista puro y duro que no emplea esos términos así nomás, si los emplea es porque quiere decir precisamente lo que dijo, una maravilla.

–Kirchner no les permitió armar una federación de cooperativas. Podrían haber juntado fondos y hacer una Asociación Tupac Amaru, un sistema legal donde las ganancias sobrantes se podrían haber distribuido entre los socios. Pero ellos resolvieron reinvertir, colectivamente. Eran criterios colectivos de acuerdo con las necesidades de cada uno. Dependían de la guita del Estado y ella le pagaba al trabajador antes que el Estado se la mandara. Y trabajaron como locos, por eso terminaban las viviendas antes. Y las cosas se hacían.

Recuerdo al periodista de Buenos Aires que acusó a los tupaqueros de estar uniformados y, además, de alzar el brazo haciendo el saludo nazi. Milagro tuvo la paciencia de explicarle “pero no, Jorge, qué tengo que ver con Hitler yo, no es con la mano abierta lo nuestro, es con el puño cerrado de los revolucionarios. Levantamos el puño para pedir trabajo, salud, educación”. Pues ese mismo periodista lo repitió varias veces, atragantado como si le costara sangre, pero lo repitió: “Y sin embargo las cosas se hacen”.

Milagro

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