Читать книгу Mediaciones y mediadores terapéuticos para una clínica de fronteras - Alicia Kachinovsky - Страница 14
Del trauma al conflicto
ОглавлениеEntendemos imprescindible poder diferenciar clínica y dinámicamente el trauma del conflicto. La angustia señal es un recurso del yo ante una situación de peligro, a fin de poner en marcha las operaciones defensivas que puedan evitar la sensación de desborde.
Desde las teorizaciones psicoanalíticas más tempranas se considera a la situación traumática en relación con el desvalimiento del yo enfrentado a montos pulsionales que el aparato psíquico no puede tolerar. Habría un monto excesivo de energía que no puede ser procesada. En situaciones que se vuelven traumáticas, el acontecimiento se inscribe como marca sin acceso al sistema representacional y sin que pueda integrarse en una cadena asociativa, lo que genera serios obstáculos a los procesos de elaboración psíquica.
La experiencia traumática se configura ya sea por la intensidad de la experiencia vivida, como por el efecto acumulativo de su repetición. Opera como una experiencia de desamparo no representable, siendo la carga pulsional una fuerza que busca ser expresada.
Las dificultades de simbolización comprometen la comunicabilidad de la experiencia, observándose de manera frecuente el desasosiego y la descarga psicomotriz carentes de posibilidad de representación, elementos que resultan un desafío para el clínico en su búsqueda de lograr que se opere una sustancial transformación: que lo traumático, adquiriendo una dimensión figurable, devenga conflicto.
Se requiere entonces de un proceso de apropiación subjetiva relacionado con la génesis de la disponibilidad simbólica, para que las marcas fragmentarias puedan integrarse en un relato.
Luego de estas consideraciones, creemos que es preciso conceptualizar el lugar del acto en la clínica contemporánea y en la construcción subjetiva correlativa al actuar.
Podríamos hablar del hombre del acto: alguien que evidencia fallas en la capacidad de regular impulsos, de mentalizar, de fantasear, de mediatizar, de soñar, de simbolizar. Es un humano que usa de manera privilegiada la puesta en acto como forma de expresión y descarga. El acto es su vía regia de construcción subjetiva. El objetivo de una intervención desde el psicoanálisis sería favorecer el advenimiento de una capacidad representacional que permita integrar las marcas fragmentarias en un proceso de elaboración. El hombre del acto ha de devenir hombre de la palabra.
Hemos de tener en cuenta, que estamos resumiendo un largo y complejo proceso que implica una laboriosa construcción psíquica. Es aquí, en esta génesis, donde se destacan los aportes de quienes han conceptualizado lo que sería una construcción intermediaria, a medio camino, que llamaremos el hombre de la imagen.
Podemos pensar la figurabilidad como una capacidad psíquica, como un producto, como un proceso que da lugar a la construcción de tejido psíquico. Puede ser vista como una herramienta, como un recurso. El trabajo sobre la figurabilidad genera y favorece la ligadura representacional, a la vez oportunidad de insight y de construcción. Posibilita el eslabonamiento de la intensidad pulsional y permite el retorno a situaciones que se vivieron sin haber podido dotarlas de sentido, poniendo en marcha una sinergia dinamizante.
La tarea de crear-construir una imagen evoca la reaparición de restos propios de traumas precoces. La imagen interpela, convoca a la memoria inmediata y mediata. Nacen sentimientos como expresión de una subjetividad ahora recordable. La imagen permite dotar de significado a nuevas maneras de entender lo vivido, confiriendo vida representacional a estratos mnémicos tempranos, reconstruyendo así los agujeros negros, efectos del trauma en la memoria y en la experiencia de sí mismo.