Читать книгу Mediaciones y mediadores terapéuticos para una clínica de fronteras - Alicia Kachinovsky - Страница 16
Dialogando con los aportes de algunos autores
ОглавлениеFreud, ya en el capítulo sexto de La interpretación de los sueños (1899), se refiere a lo que llama “figuración” enumerando los mecanismos de que se vale el trabajo del sueño: condensación, desplazamiento y puesta en figurabilidad.
Winnicott (1991) discrimina clínicamente la experiencia traumática del conflicto. A manera de síntesis podríamos decir que la experiencia traumática para este autor implica un derrumbe en el ámbito de la confiabilidad del ambiente previsible. Generalmente sería la intrusión de un hecho demasiado súbito en tiempos de dependencia absoluta, interrumpiendo la continuidad existencial.
Los efectos de lo traumático dependerán de la etapa del desarrollo en que ocurre y del grado de integración que el yo haya alcanzado. El trauma es el efecto de un fracaso en la función protectora del ambiente. La función del ambiente es lograr que tanto los estímulos externos como los internos no resulten traumáticos.
Ricardo y Marisa Rodulfo (1993, 1996) han dedicado una vasta obra a aportar a la compresión de la construcción temprana de la experiencia de subjetividad. La posibilidad de figurar ocupa en su teoría del desarrollo un lugar destacado a tal punto que hablan del “niño del dibujo”, del “niño de la imagen”.
Para Silvia Bleichmar (1999) la experiencia traumática tiene un defecto de inscripción inicial. Quedan restos perceptivos, pero no hay huella mnémica. El trabajo de figurabilidad produce neogénesis. Es un trabajo que confiere vida a la representación psíquica. Produce por tanto el nacimiento de una experiencia de subjetividad recordable.
Claudine Vacheret (2000) plantea que las fotografías habilitan la aparición de memorias tempranas. La foto oficia de anclaje para evocar las mismas. Es una vía que habilita el pensamiento en imágenes. En ese recorrido que implica un cambio dinámico desde un funcionar a predominio del proceso primario al secundario hemos encontrado la disponibilidad para figurar como una etapa intermedia entre el acto y la palabra.
César y Sara Botella (2003) plantean que la importancia de la figurabilidad radica en que se crea-encuentra una figura capaz de hacer comprensible lo que estaba marcado por una memoria no representacional. La primera posibilidad de representación tendrá la impronta de una representación visual. Lo más importante es la experiencia de mismidad emergente del hecho de figurar.
En términos generales, los Botella proponen la novedosa noción de trabajo de figurabilidad del analista: medio de acceso por excelencia a ese más allá de la huella mnémica que es la memoria sin recuerdo, vía imprescindible si se quiere revelar lo que todo trauma infantil tiene de irrepresentable. El analista, con su trabajo de figurabilidad, crea-encuentra una representación capaz de hacer inteligible al analizante lo que era pura expresión de instancias traumáticas.
René Roussillon (2006, 2013, 2016) sostiene que nada de lo humano está desprovisto de sentido. Considera que es imprescindible decodificar los actos, llamándolos actos mensajeros. Es necesario volver inteligible la experiencia a través de la construcción de vías de trámite psíquico que suelen ser un faltante. Al diseñar intervenciones para contener los efectos de las experiencias traumáticas, considera imprescindible la puesta en imagen.
Resumiendo algunas ideas del autor, el acto siempre es mensajero, portador de un lenguaje, mensaje a interpretar. El acto va en busca de un respondiente, se despliega al estilo de un intento de ligazón significativa. El acto intentaría contar a alguien un momento de una historia, tiene un valor protonarrativo: ofrece una oportunidad comunicacional.
Los aportes de Roussillon son importantes para comprender la clínica actual. Hemos de hallar modos de abordajes novedosos que hagan posible la apropiación subjetiva. El psicoanalista francés ofrece un abordaje didáctico que enriquece la metodología de trabajo psicoanalítico. Establece una secuencia que da cuenta de la estructuración psíquica: del vacío al figurar (simbolización primaria); del figurar al representar (simbolización secundaria).
Roussillon llama simbolización primaria a esta primera inscripción de la experiencia procurando representación simbólica a través de un trabajo psíquico que da forma figurable a la complejidad de lo vivido. La figurabilidad produce un nuevo tejido psíquico.
Anne Brun (2009) realiza también importantes aportes para comprender el proceso de simbolización primaria. Destaca el valor de las diversas mediaciones terapéuticas para favorecer el pasaje de lo sensorial a lo figurable. Considera muy valiosa la reactualización de huellas sensoriales catastróficas hasta el momento impensables, que podrán religarse en el aquí-ahora. El encuentro con los materiales usados como mediadores, ya sea el barro, las imágenes o los sonidos, reactivaría la posible metabolización de componentes sensoriales invitados a ser figurados.
Myrta Casas, en su texto En el camino de la simbolización (2009), destaca que, desde 1915, en la obra freudiana la simbolización aparece concebida como proceso y no como resultado. Esto nos da fundamento para sostener que es una buena estrategia convocar la actividad de figurar, ya que esta habilitará grávidos procesos de construcción simbólica; volver asible lo que no está en la conciencia pero produce efectos. Según la autora, los fallos en el proceso de simbolización dejan al sujeto expuesto a la necesidad incontrovertible del objeto. La simbolización hoy importa como pivote en torno al cual pensar los procesos de estructuración psíquica. La peripecia estructuradora implícita en el trabajo representacional es un proceso permanente.
Casas afirma que la imagen no tiene el valor denotativo de la palabra; sin embargo, son importantes sus efectos en la subjetivación. La posibilidad de poner en escena lo traumático hace posible enganchar nuevos lazos significantes.
Fanny Schkolnik (2016) realiza aportes para la comprensión psicodinámica de los pacientes con una fallante capacidad de límites. En síntesis, afirma que la falta de simbolización nos permite inferir carencias en los momentos iniciales de la estructuración psíquica. Es necesario apostar a la construcción de una nueva matriz intersubjetiva, favoreciendo el despliegue representacional.