Читать книгу La historia de Luciano - Alma Avedis - Страница 9

Оглавление

Primera etapa de padres. Primer y segundo año

Pareja unida y experimentando cada situación como padres, los baños los hacíamos juntos.

Sus primeros meses demostraban mucha ansiedad, lograba descansar a la noche, pero inexpertos como papis, puesto que era el primer hijo, nos abrazamos a la esperanza de que estábamos haciendo bien las cosas, no teníamos una guía pedagógica firme para medir mejor esa etapa temprana, quizás faltó una neonatóloga con mayor expertise al nivel de diagnosticar alarmas de autismo en su primer año de desarrollo, lo visualizo ahora, después de 12 años, para minimizar e ir contrarrestándolas como bebé, si bien teníamos pediatra de cabecera y rigurosos controles, mes a mes.

La llegada de Luciano nos hizo olvidar algunos aspectos que teníamos que haber seguido indagando después del parto, pero no hubo ninguna alarma neonatal, de si le afectó o no que tragó sangre o líquido después de la cesárea, y los primeros dos días después de la cesárea donde tantos mitos de que en el carné médico pediátrico lo ponen todo, eso solo fue declarado en la historia clínica. Pues lo leí, a sus dos años, luego de su diagnóstico, aunque en la actualidad, habiendo consultado neuro pediatras y psiquiatras, me afirman que el autismo no proviene de problemáticas del parto, cuando nace sano y el bebé es normal, justamente el estudio que delata problemas de parto o congénitos es la resonancia, la cual para Luciano es normal, sin patologías, y como tampoco se marcó sufrimiento fetal, me negaron sobre ese temor. Pero siempre queda algo latente, de si hay o hubo mala praxis hasta dónde afecta o no.

Permanecíamos observando cada uno de sus cambios, filmábamos y fotografiamos al bebé día a día, llevábamos los cambios del mes a mes en un hermoso porta retrato que una amiga de la vida nos obsequió, fotografiados, filmados, y maravillados de su belleza y paz interior, planificábamos cambios, como si fuera una aventura el tener un bebé.

La gran felicidad de tener a nuestro hijo nos invadía, y a veces, pensábamos y nos preocupaba el espacio, si al estar en un lugar pequeño para él, comenzar a buscar uno más grande.

En los primeros dos años estuvimos con muchas mudanzas, no encontrábamos nuestro espacio, trotamundos, el amor era lo más importante. Nos mudamos tres veces, desde mi embarazo, y lo que eso acarrea, y hoy comprendo que no es recomendable para armarle las rutinas, pero eso lo sé ahora, antes no lo sabía...

Lo amamantaba y dejaba preparada leche materna para su alimentación, y tenía que intercalarla con suplementos, puesto que se alimentaba bien y debía aumentar de peso. Dormía profundamente sin interrupciones, era un bebé tranquilo, y comía con horarios.

Algunas personas luego del año, me decían que no focalizaba tanto la mirada, o no respondía a su nombre, pero con sus padres, sí lo hacía, al menos, notábamos nos devolvía el amor que tanto expresaba, en mis cuidados, se calmaba con canciones, música terapéutica, y juegos simbólicos, disfrutaba canciones de cuna, así como algunos juegos con su papá, y su desarrollo era normal hasta el año y pocos meses.

Hoy, formada en el diagnóstico, retrocedería solo para darme cuenta de lo importante que es el TIEMPO... Comenzaría una y otra vez a priorizar tutoriales de estimulación temprana, que no traemos con nosotras las mamás, pensando que cuando los niños no lo traen de forma innata, hay que provocarles lograr que pasen por todas las etapas, y no saltear ninguna.

No fui de tener niñeras, sino que la crianza en sus primeros dos años de vida fue totalmente mia, y por algunas tardes, compartida con mi madre, pero a la vez, disfrutamos y amamos a este ser de luz, ángel de amor, que tanta felicidad nos daba.

Es un regalo del cielo que uno brinda a las abuelas, cuando les dejás a su nieto de bebé y valorás su cuidado, noches en vela, cada afecto, atención, palabras y enseñanza, de sus abuelas Rosa y Mariza con su nieto Luciano, en su niñez, amándolo y cuidándolo.

El destino hizo que cada año nos tuviéramos que mudar, parecía que nunca encontrábamos nuestro lugar en el mundo... Ya sea por trabajo, por costos, por estilo o calidad de vida, o nuestra propia forma de mirar la vida, hacía que estemos en constante movimiento, tanto fue así que nunca respetábamos rutinas fijas o firmes para nuestro bebé... Eso fue un traspié, que hoy lo comprendo.

Si bien estábamos siempre acompañados en su primera infancia, teníamos la presencia de los abuelos dispuestos, colaborando en alguna noche para quedarse con el nieto, para no perder la magia de las salidas a solas, las salidas de novios, que tanto habíamos disfrutado, y que nos prometimos desde el noviazgo no perder...

Y marcó mucho de nuestro compañerismo a futuro, el haber disfrutado tanto nuestros dos años de noviazgo y convivencia como umbral fortalecido para la llegada de Luciano.

Sabíamos por recomendaciones de amigos y de mi hermano Enrico, que luego de tener hijos, son etapas que no vuelven, y se precisa revivir un poco, siendo ambos jóvenes, de esa adrenalina de las salidas nocturnas y la independencia dejando al bebé con los abuelos.

Uno no programa el destino, y realmente se da a la fuerza, y no creo que sea un factor importante, pero resalto que a estos niños se les dificulta el perder la rutina de sus hábitos, y vivimos esos procesos de cambios constantes desde mi embarazo hasta sus primeros dos años de vida, sin parar.

Recuerdo que, a los 7 meses de embarazo, abrimos un negocio con mi hermano Enrico, mi único hermano y gran persona, con el apoyo de mis padres que vendieron su negocio y pasaban a jubilarse; abrimos un local de cobranza, y su inicio coincidió con la última parte del embarazo a 7 meses de gestación de Luciano. Mi hermano Enrico me apoyó en todo, para que no pierda el foco de la maternidad, pero sin duda, mi interior también quería colaborar con él al menos unas pocas horas diarias, ya que las olas de robos azotaban a estos negocios una década atrás, y tampoco era recomendable ir con el cochecito y el bebé para atenderlo. Entonces, plantié a Pablo una nueva mudanza, para estar cerca del negocio, si bien contábamos con otros apoyos por el extenso horario.

A veces el propio destino te hace focalizar el primer año del niño en muchas actividades simultáneas, pero en los primeros meses del niño, contando con el apoyo incondicional de mi madre por vivir muy cerca, al mudarnos, y me ayudaba en el cuidado diario.

Dormía sin una rutina de habitación fija, ya sea por trabajo o mudanzas, iba de casa de unos abuelos a los otros abuelos varios días a la semana.

Hoy, con una mirada crítica, observo a otras mamás, que ya a pocos meses de tener el bebé, piden que lo cuiden siempre en su propia habitación, que conserve su espacio, permanezca y reconozca una única cama, y lugar, pero a veces no coincide con el tipo de vida que uno debe llevar. Uno hace todo lo que puede y valora el apoyo recibido por todas las etapas atravesadas.

Ignoraba si esto podía o no ser una ayuda en su desarrollo temprano, ya que hasta esa etapa no notábamos ninguna anomalía en su desarrollo, los controles pediátricos eran normales.

Mucho nos preocupaba mantener la llama viva del amor, y buscábamos espacios para seguir noviando y noviando, pero no sabíamos que la atención era primordial para lo que se iba a venir... Si bien como papás lo veíamos a veces alejado, en su mundo propio, desconocíamos que algo estuviera mal, sino que jugaba y se entretenía con los dibujos del cable, o sus juguetes, “ ido en su mundo imaginario”.

Si hubiera sabido antes lo que sé hoy, de que la integración sensorial de los sentidos estaba alterada en algunos aspectos, entiendo hoy lo que le hubiera ayudado una terapista ocupacional.

Esa desintegración sensorial obliga a estimular a los bebés que no tengan emotividad hacia los miedos, o hacia los sentimientos, que comiencen a comprender las emociones; es una gran terapia que no puede dejar de ser tratada para los niños en su primera infancia, diagnosticados o con una condición similar. A veces ayuda a superar bloqueos emocionales.

Cómo me hubiera gustado estar más preparada, para detectar y haberle brindado la tan recomendable terapia ocupacional, hoy existe y se practica desde los primeros meses de vida, y no se espera a sus dos años para arrancar con las terapias de apoyo multidisciplinarias, desarrollo cognitivo; esta terapia Luciano la conoció recién a sus 7 años, pues no había sido derivado a sus primeros años.

La inseguridad y factores económicos propusieron la venta, del negocio y tanto mi hermano como yo, la búsqueda de reinserción laboral. Mi vocación por mi carrera y acostumbrada a trabajar desde los 19 años insertada en empresas internacionales, hizo que, a los siguientes seis meses, año y medio de Luciano, ya volviera reinsertarme laboralmente; Felizmente encontré opciones de media jornada, en asesorías de marketing en una financiera de un amigo, cargo de confianza, en un punto neurálgico del marketing empresarial. Acepté esa asesoría y de forma paralela, en el mismo horario, la búsqueda del jardín de infantes para Luciano. Mis amigas me comentaban que era recomendable que estuviera con otros niños, al no tener hermanito, y que se adaptara a un jardín, para las rutinas, disciplina y poder liberar un poco a mi madre que tanto me apoyaba en el día a día por sus dos primeros años.

Encontré un jardín de infantes bilingüe frente a donde trabajaba, ¿qué más podía pedir...? Excelente, pensé, ya estaba organizada, jardín bilingüe, buena remuneración financiera en marketing, estaba feliz, me sentía realizada. Y mi esposo trabajando hasta la tardecita con sus padres, en su negocio familiar, nos reuniríamos a fin de tarde los tres.

Seguía sumando más... Se me invitó a participar, por colegas de primera línea, para un nuevo proyecto de publicidad, el traer una importante marca, y así de a poco, armando mi nuevo destino laboral mientras el niño transitaba sus primeros pasos en el jardín, cuando nada sabíamos de su diagnóstico, pensábamos lo lindo de empezar a hacer “amiguitos”.


La historia de Luciano

Подняться наверх