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Agradecimiento

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Al concluir un esfuerzo se recuerda con reconocimiento a aquellos que lo hicieron posible. Juan José Fabri y Ángel Torti in primis, quienes me alentaron con convicción para publicar esta novela en lengua castellana. El pensamiento se dirige luego a Francesco Marchitti, el primero que leyó el manuscrito cuando me pareció que ya estaba maduro. Sus observaciones, siempre oportunas, resultaron certeras en gran medida, induciéndome a reconsiderar capítulos, afinar personajes y perfeccionar detalles. La crítica que hizo de la novela fue también ocasión para un intercambio vivo y estimulante sobre el proprium de la forma literaria, que espero continúe en el futuro y alcance ulteriores y más cumplidas expresiones en los próximos escritos.

Quiero recordar también a Mariana Janún, a quien me une una amistad de muchos años. Su conocimiento de muchos de mis pensamientos le permitió –me daba cuenta mientras repasaba sus comentarios a medida que iban llegando– captar intenciones subterráneas no expresadas o por lo menos no completamente, y otras que podían encontrar un enunciado más enérgico y límpido. Esto representó para mí un posterior trabajo sobre el texto, que considero que ha redundado en ventaja de la novela.

Mi agradecimiento a Ángela Ricci, joven, dotada y apasionada lectora, con un gusto literario que no he encontrado en personas de mayor edad. Creo que no me equivoco reconociendo en ella la herencia de su padre Tommaso y su madre Marina –a quienes una vez más agradezco por la ayuda que me han dado–, y que supo exigir de mí mucho más de cuanto yo estaba poniendo a su consideración.

Al entregar la novela al editor, no puedo olvidar las sugerencias de dos amigos –Alicia Saliva y Biagio D’Angelo– que al esfuerzo de la lectura sumaron un trabajo de crítica estructural de la trama de la novela, que demostró ser especialmente valioso ya que ambos han ejercido la docencia en literatura en el campo específico de la literatura latinoamericana.

Un agradecimiento también a Dolores Ruiz de Gallareta, que puso mano a una primera traducción de Dioses de barro.

La novela ha recogido el beneficio de tres años de trabajo en México que me permitieron recorrer los mismos lugares que atravesó la expedición de Hernán Cortés, imaginar atmósferas y empaparme del sentimiento de los personajes que tomaron parte en ella. La fase mexicana de la novela contó con el aporte de las observaciones de Amedeo Orlandini, Rossana Stanchi y de Bruno Gelati, que falleció cuando mi trabajo había terminado y a quien deseo recordar con especial afecto. Un agradecimiento también a Mario Simancas, sacerdote español especialmente familiarizado con la literatura escrita en este bello idioma y que vive desde hace muchos años en el Golfo de México, escenario de gran parte de este relato. Muchas gracias a Linda Trovato que asumió el trabajo de buscar errores, imprecisiones e incongruencias entre los pliegues de las muchas páginas que componen la novela que ahora, finalmente, entrego a la imprenta.

Los dioses inútiles

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