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CAPÍTULO DOS
WREN
ОглавлениеMe paralicé mientras Callum me miraba con horror. ¿Al ataque?
—Wren —Micah me puso una mano en el hombro. Me moví para quitármela.—. ¿Vosotros habéis llegado en transbordadores de la CAHR, no es así? ¿Dónde están?
Parpadeé. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo sabía que había más transbordadores de la CAHR en camino?
—Los hemos dejado un par de kilómetros atrás —dije—. No queríamos alarmaros si nos acercábamos demasiado con ellos.
—Estábamos alarmados, obviamente —dijo Micah con una carcajada, gesticulando al ejército de Reiniciados detrás de él. Se metió los dedos en la boca y silbó—. ¡Jules!
Una chica unos cuantos años mayor que yo se unió a nosotros. Era pelirroja y llevaba el código de barras de la CAHR estampado en la muñeca, pero no pude descifrar el número.
—Ve por esos transbordadores —Micah levantó la mano, hizo una especie de movimiento circular con el dedo y la reja de madera de inmediato comenzó a crujir mientras se abría. Los Reiniciados frente a ella se apartaron rápidamente.
Sentí una mano en la espalda y me giré para ver a Callum detrás de mí. Se quedó mirando la reja.
—¿Qué está pasando? —dijo en voz baja.
—No lo sé.
La reja se abrió por completo y reveló a unos diez Reiniciados sentados en aparatos que nunca antes había visto, con dos ruedas grandes —una atrás y una delante—, como esas motocicletas de las que había visto fotos, pero más grandes. Lo más seguro es que cupieran tres personas en el asiento trasero, negro y amplio, que se extendía entre las dos llantas, y era obvio que no estaban hechos para ser discretos, pues el motor de ambos bramaba.
—¡Kyle! —dijo Micah, gesticulando. Un Reiniciado alto y fornido adelantó su moto—. Llévate a Jules y a… —se detuvo y se giró hacia mí—. ¿Quién ha pilotado los transbordadores hasta aquí?
—Addie y yo.
—¿La Tres-Nueve?
—Sí.
Asintió y se giró hacia Kyle.
—Lleva a Jules y a Tres-Nueve a los transbordadores. Rápido. No más de veinte minutos de ida y vuelta.
Kyle giró el acelerador en uno de los manubrios y la moto rugió hacia delante, se detuvo con un chillido junto a Jules, quien se subió de un salto y miró a la multitud de Reiniciados de Austin con expectación.
—¡Tres-Nueve! —gritó Micah.
Addie salió de la muchedumbre, con los brazos cruzados sobre el pecho. Ignoró a Micah por completo y se me quedó mirando como si esperara algo. No estaba segura de qué. ¿Quería que le dijera que estaba bien que fuera?
Evité la mirada de Micah mientras me acercaba a ella de varias zancadas.
—Quieren que los lleves a uno de los transbordadores —dije—. Y tal vez que pilotes uno hasta aquí.
Sus ojos se movieron rápidamente detrás de mí.
—¿Y crees que deberíamos confiar en ellos?
Hice una pausa. Claro que no creía que debíamos confiar en ellos. Los acababa de conocer y hasta ahora parecían extraños. Pero habíamos llegado caminando hasta su casa y les habíamos pedido que nos dejaran entrar, así que quizás era demasiado tarde para pensar en la confianza.
—No —dije en voz baja.
Mi respuesta pareció cogerla por sorpresa.
—¿No?
—No.
Parpadeó como si esperara que le dijera algo más y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—De acuerdo, entonces. Me siento mejor —tomó aire profundamente—. Correcto. Ve con los desconocidos. Esperemos que todo salga bien. Adelante.
Asintió con la cabeza mientras terminaba. Parpadeé al darme cuenta de lo que le estaba pidiendo.
—Yo puedo ir en tu lugar…
Se rio mientras retrocedía.
—Está bien, no te puedo culpar por ser sincera.
Corrió para luego saltar a la parte de atrás de la moto. Señaló en la dirección por la que habíamos llegado. Kyle salió a toda velocidad; la moto escupía tierra mientras desaparecían.
—¡Ciento-Veintes y más, conmigo! —llamó Micah a los Reiniciados de Austin—. ¡Hagámoslo!
Prácticamente brincaba de emoción.
No entendí nada.
Eché un vistazo detrás de mí a los Reiniciados de Austin y encontré expresiones igual de confundidas en sus rostros. Beth Uno-Cuatro-Dos, un par de chicas y dos chicos que supuse que eran de más de Ciento-Veinte se separaron del grupo y se dirigieron lentamente hacia Micah, pero no paraban de mirarme con perplejidad. Había menos Reiniciados de más de Ciento-Veinte en Austin de los que había en Rosa, pero a mí me habían destacado en la ciudad más ruda de Texas. Más misiones significaba Reiniciados más especializados. Todos tenían más o menos mi edad, excepto uno de los chicos, que probablemente tenía apenas doce o trece años.
—¡Micah! —llamé, siguiéndolo mientras se movía rápidamente hacia la reja—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabes que viene la CAHR? ¿Cómo sabías que veníamos?
Se detuvo.
—Tenemos a gente ubicada en lugares estratégicos fuera de las ciudades y un equipo que vigila el tránsito aéreo en la zona.
Arqueé las cejas, sorprendida. No me esperaba que estuvieran tan avanzados.
Micah abrió los brazos y sonrió a los Reiniciados de Austin.
—¡Chicos, mostrad un poco de emoción!
Sólo nos quedamos mirándolo.
Levantó un puño.
—¡Hurra!
—¡Hurra, hurra! —gritaron cien Reiniciados de la reserva al mismo tiempo y me sobresalté. ¿Qué demonios?
—Venga, vamos —dijo con una carcajada—. ¿Quién quiere patear traseros de la CAHR?
Eso provocó algunas risas. Alguien de detrás de la muchedumbre de Reiniciados de Austin levantó la mano.
—¡Contad conmigo!
En realidad, había pateado suficientes traseros de la CAHR en la última semana como para que la satisfacción me durara aún un largo rato. Miré a Callum de reojo. Nunca había querido luchar contra nadie, humano o Reiniciado.
Micah se carcajeó cuando vio mi expresión.
—Sé que probablemente estás cansada. Y pronto vas a tener que contarme la historia sobre cómo saliste de Rosa, robaste dos transbordadores llenos de Reiniciados de esas instalaciones y terminaste en Austin —dio un paso hacia mí—. Pero justo ahora hay un montón de oficiales de la CAHR en camino para atacarnos, así que no tenemos muchas opciones.
Miré a Callum, que se encogió de hombros, como si no estuviera seguro de qué hacer.
Pero yo sí lo sabía. Quería largarme de ahí antes de que llegara la CAHR. No sabía adónde iríamos ni cómo llegaríamos, pero no me cabía duda de que no debíamos quedarnos a pelear.
O quizá sí. Miré al grupo de Reiniciados que había traído aquí y vi varios rostros mirando en mi dirección, observando para saber cómo reaccionaría. Había entrado por la fuerza en las instalaciones de Austin, los había apresurado a todos para que abordaran los transbordadores y los había metido en esta situación. Si le pedía a Callum que escapáramos, me diría que ellos necesitaban mi ayuda. Y, por desgracia, tendría razón.
Pero ésta era la última vez. Si parecía que habría más ataques de la CAHR, cogería a Callum y me marcharía. No quería pasar el resto de mi vida luchando contra los humanos. En realidad, me sentiría sumamente satisfecha si nunca los volviera a ver.
Suspiré y asentí casi imperceptiblemente hacia Micah. Me puso la mano en la espalda, como si lo aprobara.
—¡Menos-Sesenta, conmigo!—gritó un hombre esbelto saliendo de la fila.
Negué con la cabeza hacia Callum y le tendí la mano. No haríamos eso. La comisura de su boca se torció hacia arriba mientras caminaba hacia mí.
Micah miró la muñeca de Callum.
—¿Uno-Dos-Dos? — preguntó, entrecerrando los ojos.
—Dos-Dos —corrigió Callum.
Micah apuntó hacia la multitud que se juntaba alrededor del hombre delgado.
—Menos-Sesenta, con Jeff.
—Callum viene conmigo —apreté más su mano.
Micah abrió la boca, pero la cerró con un esbozo de sonrisa.
—De acuerdo —se giró hacia la entrada de la reserva, haciendo señas para que lo siguiéramos.
Nos enfilamos hacia la hilera de motos que vigilaba la entrada y me giré para ver a los Reiniciados de Austin que quedaban divididos en dos grupos: Menos-Sesenta de un lado, todos los mayores de Sesenta pero menores de Ciento-Veinte del otro.
Miré hacia delante mientras pasábamos las motos. Escuché a Callum contener la respiración cuando logramos ver la barda de la reserva.
Había más Reiniciados dentro. Ésta debía haber sido la segunda oleada y era quizá de la mitad del tamaño de la primera. Alrededor de cincuenta Reiniciados estaban formados en filas ordenadas frente a una enorme hoguera, todos con pistola en mano, pero los cañones apuntaban hacia abajo, al suelo. Un Reiniciado pasó corriendo junto a nosotros y comenzó a hablar emocionado con uno de los tipos que estaban delante.
La reserva se extendía en círculo, con senderos delgados de tierra que serpenteaban entre tiendas de campaña de color marrón y beis. Había muy pocas estructuras permanentes en el complejo, pero tiendas de campaña robustas estilo tipi se alineaban a cada lado de los senderos. Eran muchas, por lo menos cien, hasta donde podía ver.
A mi derecha había varias tiendas de campaña rectangulares mucho más grandes. El material estaba sucio y desgastado en algunas partes. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? ¿Por qué no construían estructuras más permanentes? A la izquierda, cerca de la barda, había dos edificios largos de madera que parecían ser un área de duchas. Había tubos que recorrían un lado del edificio y el suelo alrededor estaba húmedo. Al menos no nos tendríamos que bañar en el lago.
Examiné las filas de Reiniciados. Cuando descubrí que los rebeldes estaban ayudando a los Reiniciados a escapar, Leb me dijo que mi entrenador, Riley Uno-Cinco-Siete, había huido a la reserva y no había muerto, como me habían dicho antes. Pero no veía a Uno-Cinco-Siete entre la multitud.
Me detuve detrás de Micah mientras nos acercábamos a la tienda de campaña y él tiraba la tela hacia atrás, gesticulando hacia nosotros para que entráramos. Agaché la cabeza y di un paso adentro, seguida por Callum y los cinco Ciento-Veintes de Austin.
Armas. Por todos lados.
Nunca había visto tantas en mi vida. Cada pared estaba forrada de pistolas de todos los tamaños o estaban apiladas sobre docenas de repisas alrededor de la tienda de campaña. Había granadas y hachas, cuchillos y espadas, y cosas que ni siquiera reconocía. Tenían suficiente artillería para armar a toda Texas. Había un montón de repisas vacías, pero supuse que esas armas se las habían dado a los Reiniciados de fuera. Aun así tenían suficientes para darle a cada quien una segunda arma. O una tercera.
—Impresionante, ¿no? —dijo Micah con una sonrisa.
Se escucharon algunas risitas nerviosas y eché otro rápido vistazo alrededor. Sin duda, impresionante. Y quizás un tanto reconfortante. Una larga mesa de madera recorría el centro de la tienda de campaña y sus patas desaparecían en la tierra. Había una cama grande atrás, en el rincón de la derecha. Me pregunté si era ahí donde vivía Micah. Había dos fosos para hogueras rodeados de piedras en cada lado de la tienda de campaña, con huecos para el humo cortados en la tela encima de ellos.
—No tenemos tiempo para mostrároslo todo —dijo Micah—. La CAHR llegará pronto y esta vez seguramente traerá artillería pesada.
—¡Hurra, hurra!
Brinqué al escuchar los gritos repentinos de alegría y me di la vuelta para ver a varios Reiniciados de la reserva detrás de nosotros. Íbamos a tardar un rato en acostumbrarnos a esa afición por dar de gritos al azar.
—Voy a conseguiros armas a todos, haremos una visita muy veloz y os asignaré una ubicación.
Se dio la vuelta y comenzó a coger pistolas de la repisa.
—Esta vez —dijo Callum en voz baja.
Lo miré.
—¿Qué?
—Ha dicho esta vez. Como si la CAHR hubiera venido antes aquí.
—Han venido aquí varias veces —dijo Micah, entregándome una pistola—. Siempre ganamos.
Cogí la pistola, arqueando las cejas.
—¿Siempre?
—Cada vez —Micah le ofreció una pistola a Callum.
Callum miró el arma y luego a mí, y por un momento pensé que no iba a cogerla. Las pistolas no iban con Callum. Yo había tenido que escapar de la CAHR con él porque se negó a usar una para matar a un Reiniciado adulto. La CAHR no encontraba sentido a tener Reiniciados que no siguieran las órdenes.
Pero cogió la pistola de Micah sin decir palabra. Yo dudé que la llegara a usar.
—¿Por qué regresarían si siempre ganáis? —pregunté mientras él seguía repartiendo pistolas y municiones adicionales.
—Se reagrupan, tratan de ver lo que han aprendido y vuelven a intentarlo. Se han vuelto más listos. Ya ha pasado casi un año desde el último ataque.
Micah salió de la tienda dando zancadas y lo seguimos.
—Ésa es una de las razones por las que no construimos muchas estructuras permanentes —gesticuló hacia las tiendas—. Las bombas derribarán muchas cosas hoy.
—¿Las bombas? —repitió Callum.
—Sí. Detendremos algunos de los transbordadores en el aire, pero es de esperar que haya bombardeos —Micah se detuvo cerca del foso para la hoguera y se dio la vuelta hacia nosotros—. Está bien. Vienen del Sur en transbordadores. Vosotros os quedaréis aquí con la segunda oleada. Proteged la reserva, no muráis. Es lo único que tenéis que hacer. Si perdéis una parte del cuerpo en el bombardeo, tenemos un montón de estuches con repuestos para que os la vuelvan a coser. No cojáis partes del cuerpo de otra persona, a menos que sepáis que ya está muerta.
El rostro de Callum se retorció.
—¿En serio? ¿Podemos simplemente volver a ponernos distintas partes del cuerpo?
—Sí —dije—, si te las coses con la suficiente rapidez. Es como cuando se te rompe un hueso. Lo vuelves a poner donde debería estar y se reconecta.
—Qué asco —me miró horrorizado—. ¿Alguna vez te ha pasado eso?
—Sí, una vez perdí unos dedos en una misión. No es tan terrible. Eso sí, es una sensación rara cuando te los vuelves a poner.
Callum hizo una mueca de dolor mientras examinaba sus propios dedos.
Micah se carcajeó mientras daba un paso hacia mí.
—¿Novato?
—Sí —contesté. A veces olvidaba que Callum sólo llevaba unas semanas en la CAHR antes de que yo me las ingeniara para escapar y salvarle la vida. Este último mes parecía más un año.
—¿El novato querrá quedarse aquí con la segunda oleada? Porque voy a poner a todos los Reiniciados de Austin en una tercera oleada al fondo de la reserva, excepto vosotros. No os quiero echar al fuego y asustaros el primer día que estáis aquí.
Vacilé. Mire a Callum. Él estaría más seguro en la tercera oleada. Yo estaría más segura en la tercera oleada, pero me imaginaba que nadie creería eso. Los Reiniciados fuertes tenían que estar en el frente. Mi mirada se cruzó con la suya y asintió como si me entendiera.
—Está bien —le dijo a Micah—, iré con los otros Menos-Sesenta.
Callum comenzó a alejarse y le di la mano. Me aparté de Micah.
—Úsala si lo tienes que hacer, ¿vale? —le dije en voz baja, señalando con la mirada la pistola.
Asintió, pero nuestras definiciones de si lo tienes que hacer quizás eran muy distintas. Lo más seguro era que ni le quitara el seguro.
Me apretó la mano y sus ojos oscuros se suavizaron cuando me miró.
—Ten cuidado.
Me lo quedé mirando mientras se alejaba; deseaba haberle dicho que escapáramos. Quizás habría estado de acuerdo.
—Wren, ¿quieres venir conmigo? —preguntó Micah. Miró a los otros Ciento-Veintes—. Vosotros quedaos aquí.
Me giré para mirar a Beth rápidamente. Era el número más alto de las instalaciones de Austin, pero en el camino me contó que sólo había Reiniciado hacía cinco meses. Parecía estar más cómoda ofreciéndose como la voz de los Reiniciados de Austin y yo no estaba muy segura de cómo la hacía sentir prepararlos para la batalla. Su mirada era neutral, pero enredaba con frenesí un mechón de pelo alrededor de uno de sus dedos.
—¿Te parece bien quedarte aquí para la segunda oleada? —le pregunté en voz baja. Tragó saliva, su expresión era incierta.
—Sí.
Un tipo de pelo oscuro dio un paso adelante, con la expresión tranquila y reconfortante.
—Os pondremos al tanto de lo que esté pasando.
Beth asintió y me hizo un gesto para que me fuera. Corrí para alcanzar a Micah. Lo seguí fuera de la reja de la reserva y me giré para ver la primera oleada de Reiniciados. Ahora estaban relajados, apoyados en la barda de madera y charlando. El ambiente era tranquilo, pero lleno de expectación. Siempre había disfrutado la emoción de perseguir y luchar, así que casi podía entender cómo algunos de ellos se mostraban ansiosos por la pelea. Hacer acopio de emoción ayudaba a mantener el miedo a raya.
—¿Qué tal eres para pilotar ese transbordador? —preguntó Micah. Se detuvo y entrecerro los ojos para mirar en la distancia.
—Buena, excepto por el aterrizaje. El mío quedó bastante golpeado.
—Haremos que otra persona lo pilote, entonces. Tú y yo nos iremos en un transbordador y trataremos de disparar a todos los que podamos en el aire antes de que lleguen aquí —me miró con aprobación—. Qué estupenda idea, robar los transbordadores de la CAHR para escapar. ¿Cómo lo hicisteis?
—Nos ayudaron los rebeldes. Tony y Desmond y algunos más. Los conoces, ¿no?
Micah se rio, aunque no estaba del todo segura de por qué.
—Sí, los conozco desde hace tiempo. Unos tipos muy serviciales.
A decir verdad, tipos muy serviciales se quedaba corto. No habría logrado entrar en las instalaciones de Austin para conseguir el antídoto para Callum de no haber sido por ellos. Sin duda, sin ellos no habría podido liberar a todos los Reiniciados y escapar. Y probablemente ya les debía algo. Qué mala suerte.
Micah caminó de un lado a otro mientras esperábamos los transbordadores y hablaba de vez en cuando con una de las torres por medio de su aparato de comunicación. Casi quería caminar de un lado al otro con él. Quería que esto terminara ya. Quería deslizarme en los brazos de Callum y permanecer dormida hasta la primavera.
Los transbordadores que habíamos robado aparecieron en la distancia poco tiempo después y aterrizaron suavemente no muy lejos de nosotros. El que había pilotado estaba abollado de ambos lados y había una larga brecha a lo largo del parabrisas, pero parecía volar a la perfección.
La puerta del otro transbordador se abrió y Addie salió de un salto. Inclinó la cabeza confundida al ver algo detrás de mí. Me giré y vi a dos tipos corriendo hacia nosotros que sostenían algo parecido a una pistola gigante en cada mano. Dos Reiniciados más estaban cerca, detrás de ellos, llevando las mismas cosas.
—¿Qué son? —pregunté mientras se detenían junto a Micah.
—Lanzadores de granadas —apuntó a los Reiniciados en la reja—. Tienen otros lanzadores allí también. Es nuestra mejor defensa antiaérea.
¿De dónde sacaban todo esto?
—Buen trabajo —dijo Micah a Addie—. Ve adentro y te conseguirán un arma. Los Menos-Sesenta están con la tercera oleada, detrás.
Pasó caminando junto a mí y asintió casi imperceptiblemente en mi dirección. Parecía tan poco emocionada como yo de que la metieran en esta pelea.
Micah ordenó a todos que subieran a los transbordadores y me metí en el que había pilotado Addie. Dos de los tipos que llevaban los lanzadores de granadas me siguieron.
—Nunca he disparado éstos desde el aire, pero me emociona probar —dijo Micah, mientras me pasaba uno de los lanzadores. Pesaba más que una pistola, quizá cinco kilos o algo por el estilo, pero no era imposible de manejar. Era como tener un revólver gigantesco con un cañón mucho más largo.
—Va sobre tu hombro —dijo Micah —. Una mano atrás, otra delante.
Cogí el cañón de un punto bajo y de otro detrás del revólver. Me incliné hacia delante para mirar por el tubo negro que tenía encima y vi un círculo más pequeño dentro de uno más grande que ayudaba a apuntar.
—Ésa es tu mira —dijo Micah—. Sé que nunca antes has usado una, pero sólo apunta lo mejor que puedas y tira del gatillo. Tienes seis rondas, luego se la pasas a uno de estos tipos y te dará una nueva, mientras recargan ésta. Tengo la impresión de que serás muy buena en esto —me dio un golpecito ligero en el hombro mientras sonreía de oreja a oreja.
Se basaba sólo en mi número para tener tal fe en mí. Riley le debía haber hablado de mí y supongo que él aprobaba que hubiera liberado a los Reiniciados de Austin, aunque parecía tan obsesionado con mi Uno-Siete-Ocho como lo estaba la CAHR. No sabía si sentirme aliviada o decepcionada.
—¡Elevadla! —gritó Micah al hombre sentado en el asiento del piloto. Apuntó hacia mí—. Échate hacia atrás. Vamos a dejar la puerta abierta para poder disparar.
Me arrimé hasta que me di contra el rincón de uno de los asientos. El transbordador se levantó en el aire con una sacudida y puse la barbilla contra el pecho, al tiempo que un fuerte viento soplaba encima de mí. Miré al Reiniciado que pilotaba el transbordador; parecía tranquilo y cómodo mientras conducía en el aire, pese al clima.
—¿Ya lo ha hecho antes? —grité por encima del viento.
Micah asintió y le echó un vistazo al piloto.
—Tenemos un par de viejos transbordadores de la CAHR que reparamos después de haberlos derribado. Pero sólo uno funciona. Y se nos acabó el combustible.
Tenemos cuatro transbordadores a la vista. La voz salió del aparato de comunicación de Micah. Aferré el lanzador con más fuerza.
Micah señaló y se arrodilló mientras se colocaba el lanzador sobre el hombro.
—¡Ahí están!
Ocupé el lugar detrás de él, mientras cuatro transbordadores negros de la CAHR se distribuían en el transparente cielo azul y volaban directamente hacia nosotros.
—Espera hasta que se acerquen más —ordenó Micah—. Espera… espera… ¡ahora!
Uno de los transbordadores rugió junto a nosotros y el otro se quedó atrás. Los que se quedaron se acercaron a toda velocidad. Apunté el lanzador hacia la amplia ventana del piloto del transbordador más cercano.
Apreté el gatillo. Fallé.
Un fuerte sonido desgarró el aire mientras el disparo de Micah hacía contacto con el borde de un transbordador y los dos chicos junto a nosotros soltaron un grito de alegría.
—¡Más rápido! —me gritó Micah—. ¡Apúntale a la ventana del piloto!
Lo había hecho, pero no era fácil con el viento y el equipo nuevo. Decidí que éste no era el mejor momento para mencionarlo.
El transbordador al que no le di pasó junto a nosotros a toda velocidad y me sobresalté cuando una explosión agitó el suelo. Una de las torres estalló en llamas y cogí aire lentamente.
Concéntrate.
Nuestro piloto dio la vuelta rápidamente y apreté los dedos alrededor del lanzador, mientras me asomaba a ver los transbordadores que acababan de derribar la torre. Apunté a la ventana. Di un respiro. Disparé.
El transbordador dio una sacudida cuando el parabrisas estalló, e ignoré los gritos de alegría mientras volvía a apuntar. La segunda granada voló por la ventana abierta y lo que quedaba del transbordador golpeó el suelo con tanta fuerza que habría jurado que lo sentí.
Micah derribó el transbordador rezagado, pero llegaron tres más rugiendo. Uno de ellos logró pasar junto a nosotros siguiendo al transbordador de Reiniciados que se cernía sobre la reserva. Salía humo de detrás de los muros y el tiroteo era constante. Sentí una punzada de miedo por Callum, mientras descargaba mis últimas rondas contra un transbordador. Quizá debía haberlo traído conmigo.
Un estallido sacudió nuestro transbordador y de repente me gustó que él estuviera en el suelo. Un gran trozo de la parte trasera de la nave había desaparecido, el metal sobre las filas de asientos se rompió y retumbó por el aire.
Centré la atención de nuevo afuera para ver todavía más transbordadores. Al menos diez pasaron zumbando junto a nosotros.
Diez transbordadores de la CAHR. Y nosotros teníamos dos.
Miré a Micah de reojo para ver cómo fruncía el ceño en señal de concentración, con su dedo presionando el gatillo. Otro transbordador cayó del cielo.
—¿Te me vas a quedar mirando o vas a hacer algo? —preguntó mientras entregaba su lanzador y cogía uno cargado. Había desaparecido parte de su emoción, la había remplazado una intensa concentración, quizás con un indicio de miedo.
Apreté el lanzador con más fuerza y apunté. No me había escapado de la CAHR sólo para que me mataran unas horas después.
Disparé. Una y otra vez, hasta que dos transbordadores más cayeron del cielo. Pasé mi lanzador, mientras nuestro transbordador recibía otro golpe; el piloto dio una vuelta a tal velocidad que tuve que cogerme del marco de la puerta para no caerme.
—Es difícil esquivarlos—dijo el piloto.
—Sigue haciéndolo —gritó Micah.
Estábamos perdiendo altura con ese segundo golpe. Disparé tan rápido como pude contra los transbordadores restantes. Ya sólo quedaban cuatro y, mientras miraba, alguien destruyó otro desde el suelo.
Micah logró eliminar uno más, pero estábamos cayendo con tal velocidad que abandoné el lanzador y me eché los brazos sobre el casco. Golpeamos contra el suelo y salí volando por la puerta. Rodé hasta detenerme a algunos metros de distancia.
Tosí mientras me ponía a gatas. Me limpié la tierra de la cara con el dorso de la mano. Tenía un poco de sangre. Mi brazo izquierdo estaba roto en varios lugares y me sentía como si muchas de mis costillas estuvieran rotas o magulladas.
Me levanté rápidamente, justo a tiempo para que me tirara otra explosión. Me hice un ovillo mientras a mi alrededor llovían trozos de metal.
Cuando el humo se despejó me volví a levantar, sacudiéndome el dolor que me recorría el cuerpo. Sólo quedaba un transbordador de la CAHR en el aire.
Mis ojos se abrieron sorprendidos y volví la mirada hacia la reserva, casi imaginando que estaría completamente desaparecida. Pero los muros aún estaban ahí (menos la torre). Subía humo desde algunos lugares de dentro, pero no era una destrucción total.
Estos Reiniciados eran buenos, de dar miedo a decir verdad.
—¿Quién le da al último?
Me giré al oír el grito de Micah y vi al último transbordador flotando en el aire no muy lejos. Alguien en el suelo disparó y le pegó justo en el borde. Dio una sacudida y comenzó a dar vueltas. Micah soltó un ruido de aprobación, mientras la nave se estrellaba contra el suelo.
—¡Hurra, hurra! —al grito de Micah le siguieron más vivas y alaridos de algunos Reiniciados.
Se giró hacia mí, con el lanzador de granadas colocado contra el hombro y una gran sonrisa sobre el rostro.
—Nada mal, ¿eh?
Un rastro de trozos de transbordador cubría el suelo entre nosotros y los Reiniciados que nos rodeaban reían y hablaban emocionados. No sólo le habían ganado a la CAHR; los habían hecho papilla.
Mi mirada se cruzó con la de Micah, y le devolví la sonrisa.
Nada mal, nada mal.