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CAPÍTULO SEIS
WREN
ОглавлениеMe acomodé en un asiento del transbordador mientras despegábamos. Micah cogió el asiento grande que en general ocupaba un oficial de la CAHR y un enorme número de pistolas se quedó en el suelo a nuestros pies. Kyle Uno-Cuatro-Nueve se sentó junto a mí. Sus amplios hombros invadían parte de mi asiento. Jules se sentó a mi otro lado y evité su mirada, preocupada de que también me diera el sermón sobre quitarme el chip anticonceptivo.
—¿Tenemos suficiente combustible? —pregunté. Lo último que quería era quedarme atrapada a doscientos kilómetros de Callum.
—Sí —contestó Micah, apoyándose en el asiento—. Aunque pronto tendremos que ir hasta Austin para conseguir más combustible con esos rebeldes tan útiles. Ése es el tipo de cosas para las que sirven.
Me regaló una sonrisita de suficiencia que no entendí, como si estuviera siendo sarcástico, y me revolví incómoda en mi asiento. Detestaba sentirme en deuda con esos humanos, casi sentía como si tuviera que defenderlos.
El transbordador voló sin contratiempos, como si un oficial de la CAHR ocupara el asiento del piloto.
—¿Cómo aprendisteis a pilotar los transbordadores? —pregunté.
—Arreglamos los que derribamos y nos enseñamos nosotros mismos —estiró sus largas piernas frente a él—. No es difícil. Les enseño a todos los Reiniciados más jóvenes a hacerlo. Están hechos para que los simios de la CAHR los puedan conducir sin problemas.
Los Reiniciados se rieron, pero una imagen de Leb, el padre de Addie, pasó por mi cabeza. No todos los oficiales de la CAHR eran malos.
Eché un vistazo veloz alrededor. No era algo que pudiera decir aquí. Me apoyé en el asiento y todos se callaron. Era como estar con los Ciento-Veintes en las instalaciones de la CAHR. El silencio era reconfortante.
—Se te ve mejor hoy —dijo Jules finalmente, y me sonrió mientras se colocaba el largo pelo pelirrojo sobre el hombro—. Ayer parecías abrumada.
—Así es —dijo Micah con su voz compasiva—. Lo siento, debes haber tenido un infierno de días, ¿eh?
—Sí —dije con una sonrisa breve. Les había contado la historia anoche, una versión abreviada de nuestro escape de Rosa y nuestra entrada en Austin para rescatar a Addie y conseguir el antídoto para Callum. Parecía como si hubieran pasado miles de años, aunque apenas había sido ayer por la mañana que corríamos por los pasillos de las instalaciones de la CAHR en Austin.
—¿Cuánto tiempo estuviste en las instalaciones de Rosa? —preguntó Jules.
—Cinco años. Desde que cumplí los doce.
—¿Te dispararon, verdad? —preguntó Micah—. Riley me contó que fue así como moriste.
—Sí.
—¿Quién lo hizo?
Me encogí de hombros.
—No lo sé.
Era una pregunta común, pero no una cuya respuesta me importara. Había sido un traficante o un amigo de dudosa reputación de mis padres, pero ahora eso ya no importaba. De todos modos, lo más seguro era que la CAHR hubiera atrapado al humano que me mató a mí y a mis padres y lo hubiera ejecutado.
—Humanos —dijo Kyle, entornando los ojos—. Siempre matándose los unos a los otros.
Micah negó con la cabeza, pasándose la mano por la barba de varios días que le cubría la barbilla.
—Es como si quisieran extinguirse.
Esto les divirtió a todos, pero de nuevo sentí que no estaba segura de haber entendido la broma. Me moví incómoda en el asiento.
Me aclaré la garganta y apunté hacia la pila de pistolas en la esquina.
—¿De dónde habéis sacado todas esas armas?
—Algunas las cogimos de los transbordadores de la CAHR que nos atacaron —dijo Micah—; otras las hicimos nosotros, pero nos encontramos la mayoría. Bueno, no debería decir nosotros, sino ellos. Los Reiniciados superlistos que evadieron a la CAHR años atrás comenzaron de inmediato a buscar armas que hubieran sobrado de la guerra. Aunque habían perdido, seguían en pie de lucha.
Eso tenía sentido. La CAHR había juntado a todos los Reiniciados y los había matado después de la guerra, antes de encontrar la manera de aprovechar a los jóvenes para que les ayudaran a limpiar las ciudades. Los Reiniciados que habían logrado escapar las habrían necesitado para protegerse.
—La CAHR estaba ocupada con las nuevas ciudades de Texas y en construir sus instalaciones, y para cuando enviaron equipos a las viejas bases militares al norte de Texas, ya no quedaba nada.
—Hank solía contarme que un día pasó conduciendo un tanque justo frente a un oficial de la CAHR —dijo Kyle con una carcajada—. Simplemente le pasó por delante y el tipo de CAHR ni lo miró. No tenían idea de que se les habían escabullido tantos Reiniciados y que estaban ahí fuera, robando cosas.
—En ese entonces la CAHR todavía pensaba que teníamos escasa inteligencia —dijo Micah—. En realidad, creo que fue el plan organizado de los Reiniciados para vaciar todas las bases militares de costa a costa lo que dio pie a los experimentos que la CAHR nos hace ahora. Se dieron cuenta de que no sabían un carajo sobre nosotros. O de lo que somos capaces.
—Pero los Reiniciados no contraatacaron en ese entonces, ¿o sí? — pregunté. Nunca había oído nada de un ataque de Reiniciados después de la guerra.
—No, eran muy pocos. Simplemente acumularon las armas para protegerse. Cuando los trasladé a todos aquí, a campo abierto, trajimos todo con nosotros.
Abrí la boca para preguntar por qué los trasladaría a todos a campo abierto, dejándolos vulnerables a los ataques de la CAHR, pero el transbordador comenzó a aterrizar y Micah se acercó al piloto. Se sentó en el asiento del pasajero y señaló algo hacia el este mientras le murmuraba al conductor.
—Están justo ahí enfrente —dijo con una sonrisa, girándose hacia nosotros—. Parece que todos están bien.
Me deslicé hacia delante en mi asiento para ver unas cuantas figuras debajo. La tierra plana que rodeaba la reserva había desparecido y en su lugar se hallaban enormes estructuras de piedra, casi montañas. Era como si alguien hubiera tallado un gigantesco agujero al azar en medio de Texas.
—Deberías ver el que está más al norte —dijo Kyle al ver mi expresión—. Hace que este cañón se vea diminuto.
Había un río no muy lejos y el terreno estaba espolvoreado de árboles. Esta zona parecía mucho más bonita que la que Micah había elegido para la reserva.
El transbordador aterrizó suavemente. Kyle me pasó dos armas —una escopeta y una pistola— y municiones adicionales. Estos Reiniciados de verdad no corrían riesgos. Había que admirarlos por eso.
La puerta del transbordador se deslizó y se abrió, y un destello de previsión me recorrió el pecho. No sabía cómo comportarme con Riley fuera de la CAHR. Podría haberlo contado entre mis amigos, pero uno que casi nunca hablaba conmigo.
Salí detrás de Jules, con el rostro contraído ante el potente viento que me golpeaba. Menos de un día y ya me molestaba completamente el viento de aquí; nunca había sentido nada parecido.
Micah salió por la puerta que estaba detrás del piloto bajito y levantó la mano hacia algo en la distancia. Entrecerré los ojos y levanté una mano para bloquear la luz del sol.
Cuatro, no, cinco Reiniciados caminaban hacia nosotros. Había dos motocicletas detrás de ellos, una tirada en el suelo con el neumático pinchado.
El tipo que iba delante del grupo caminaba más de prisa que los demás: era el líder. Su pelo estaba más largo que la última vez que lo había visto, hacía casi un año. Los gruesos mechones color rubio oscuro le llegaban al cuello. Sus ojos eran de un azul claro y penetrante. Era Riley Uno-Cinco-Siete.
—Oye, Micah —llamó mientras se acercaba—. Disculpa, nosotros…
Se detuvo en seco; sus ojos se abrieron más al encontrarse con los míos.
—¿Wren?
Micah se carcajeó, mientras se giraba para mirarme de reojo.
—Sorpresa.
—¿Wren? —volvió a decir Riley, con un rastro de risa. Levanté la mano para saludarlo, pero ya corría hacia mí y me paralicé, dudosa de lo que quería hacer. Me levantó en brazos, mis pies casi no tocaban el suelo. Me quedé tiesa. Qué extraño. Riley nunca me había tocado. Su semblante sin expresión ni emoción había sido mi parte favorita. Éramos iguales en ese sentido.
Me soltó; su rostro estaba más emocionado de lo que lo hubiera visto jamás. Era casi tan alto como Callum, pero más ancho, aunque estaba un poco menos musculoso que la última vez que lo había visto. La única cosa que Riley disfrutaba en la CAHR era hacer ejercicio.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Te ayudó Leb?
Sus palabras brotaron apresuradas, y para cuando llegó a la última pregunta no estaba segura de que quisiera que le contestara ya la primera.
—Sí —dije despacio—. Leb me ayudó. Yo… eh, me escapé.
Riley se rio como si fuera la cosa más graciosa que hubiera escuchado en su vida y me envolvió en otro abrazo. ¿Qué estaba pasando? ¿Desde cuándo abrazaba Riley? ¿Desde cuándo se reía Riley?
—¡Ha olvidado la parte en que rescató a cada Reiniciado de las instalaciones de Austin y los ha traído con ella! —exclamó Micah sobre su hombro mientras se dirigía hacia los demás Reiniciados.
Riley frunció el ceño con confusión.
—¿Austin? ¿Qué hacías en Austin?
—Es una larga historia —interrumpió Jules, mirándome con compasión. Señaló hacia las motos—. ¿Qué está pasando ahí?
—Se le pinchó el neumático a una —dijo Riley—. Estábamos tratando de parchearla para que todos pudiéramos volver en moto, pero no lo hemos logrado —se asomó para mirar detrás de mí—. ¿Es un transbordador nuevo?
—Wren viaja con estilo —dijo Jules, sonriendo entre dientes.
Micah se arrodilló junto a la moto estropeada.
—Podemos meter ésta en el transbordador. Vosotros dos os podéis subir en la otra para regresar —se enderezó para examinar la zona—. ¿La cacería no ha producido nada esta vez?
—Lo siento, no hemos podido encontrarlos —dijo Riley.
Micah apuntó hacia el este con su escopeta.
—Los acabo de ver justo allí. Estás perdiendo facultades, amigo —asintió con la cabeza hacia mí—. Wren, ven conmigo. Jules y Kyle, seguid por el lado sur —miró a Riley—. Vosotros quedaos aquí y vigilad el transbordador. Subid la moto.
Di un paso hacia Micah y me detuve mientras Riley me envolvía los dedos frescos alrededor de la muñeca. Casi toda la felicidad se le había esfumado del rostro y en su lugar tenía esa mirada sin expresión que conocía tan bien.
—¿Quizá Wren se pueda quedar aquí? —dijo Riley.
Micah puso los ojos en blanco.
—Tendréis mucho tiempo para poneros al día, lo prometo. Le he dicho que podía cazar.
Riley parpadeó rápidamente mientras me soltaba la muñeca. Fruncí el ceño, confundida. No podía leer la expresión de su rostro. Estaba… ¿preocupado? No lo había visto preocupado por mí desde que había sido mi entrenador.
—¡Vámonos! —dijo Micah. Me guiñó el ojo—. Será divertido.
Volví a mirar a Riley mientras seguía a Micah, pero sólo se me había quedado mirando sin expresión. Qué extraño. Iba a tener que preguntarle de qué se trataba todo esto cuando tuviéramos un momento a solas.
Caminamos por el crujiente césped muerto, los árboles esparcidos alrededor nuestro. Micah ajustó la escopeta que llevaba atada a la espalda y le quitó el seguro a la pistola. Una pistola parecía una elección extraña para la cacería, pero él sabía más de este asunto que yo.
—¿No piensas a veces en la venganza? —preguntó en voz baja después de transcurridos varios minutos caminando—. ¿De ese humano que te mató a ti y a tus padres?
—No. De todos modos estoy segura de que la CAHR ya lo atrapó. No creo que fuera sutil al matarnos.
—¿Pero y si no lo hicieron? ¿Regresarías y lo matarías?
Negué con la cabeza.
—De verdad no me importa. No siento nada cuando pienso en mi muerte o en la de mis padres.
Lo miré rápidamente. Quizá no debería haber dicho lo último. Eso habría horrorizado a Callum.
Pero Micah asintió como si lo entendiera.
—Sí, de cualquier forma tus padres te habrían rechazado una vez que Reiniciaras.
Pensé en la expresión de la madre de Callum mientras clavaba la mirada en su hijo. Micah tenía razón en eso. Mis padres apenas si podían soportarme como humana.
—Admiro tu habilidad para separar tus emociones así —dijo. Pisó sobre una roca con cuidado y me ofreció la mano para ayudarme. La ignoré—. No siempre soy bueno en ese sentido.
Arqueé las cejas en señal de sorpresa, pero no ahondó en el tema. Pensé en lo que Callum me había dicho alguna vez sobre cómo los números no importaban. ¿Yo era menos emocional porque era una Uno-Siete-Ocho, o sólo por ser yo?
Era peor la posibilidad de que sólo fuera por ser yo.
Caminamos hacia un bosquecillo frondoso. Micah nos guiaba por el camino. Podía ver el indicio de un río frente a nosotros. Micah cogió aire mientras se detenía detrás de un tronco. Alcanzó el aparato de comunicación.
—¿En posición? —susurró.
—En posición —contestó Jules.
Se metió el aparato en el bolsillo.
—¿Lista? —asintió en aprobación hacia mi pistola—. A los adultos les metes uno en la cabeza. Cualquiera que parezca lo suficientemente joven como para Reiniciar recibe unos cuantos en el pecho. ¿Entendido?
Me paralicé.
Micah se dio la vuelta y salió de detrás del árbol con la pistola apuntando directamente hacia delante. Mis dedos se deslizaron a donde la camisa me cubría las cicatrices.
Cualquiera que parezca lo suficientemente joven como para Reiniciar recibe unos cuantos en el pecho.
No estábamos cazando animales.
Los gritos atravesaron el silencio y salté; estuve a punto de disparar accidentalmente una bala al aire.
Me tropecé con los árboles para ver a Micah dando zancadas hacia una pequeña banda de humanos, disparo tras disparo. Corrían en todas las direcciones, chapoteaban en el agua sucia del río mientras trataban de escapar.
Jules y Kyle surgieron de los árboles al lado opuesto de nosotros, para darles a los que Micah no les había acertado.
No devolvieron el fuego. No estaban armados.
Mis ojos parpadearon frente a la escena. Tiendas de campaña. Una fogata. Comida abandonada. Ninguna señal de herramientas de la CAHR. Simplemente eran seres humanos comunes y corrientes, que vivían aquí.