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CAPÍTULO CUATRO
WREN

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Me desperté sobresaltado con el trinar de los pájaros y dirigí instintivamente una mano a la pistola en mi cadera. No encontré nada más que mis viejos pantalones de la CAHR. El material pesado de la tienda ondeaba al viento. Exhalé poco a poco.

Estaba segura.

Bueno, más o menos. Más segura que hacía algunos días, por lo menos.

Mi segundo instinto fue buscar a Ever en la cama junto a mí, y mi cabeza giró a la izquierda antes de que lo pudiera evitar. No había nada ahí, excepto la tela de la tienda. Cogí aire temblorosamente mientras giraba la mirada. Por lo menos no tenía que quedarme mirando su cama vacía como en el viejo cuarto de la CAHR.

Callum estaba al otro lado, con las manos detrás de la cabeza y la mirada clavada en el pequeño agujero en la parte superior de la tienda. Estaba tan quieto que por un momento entré en pánico, pensando que había vuelto a caer en la locura, pero sus ojos se movieron hacia mí y logró esbozar una pequeña sonrisa. Podía ver lo que estaba pensando sin que me lo tuviera que decir. El horror de lo que había hecho, la memoria del hombre que había matado; todo estaba escrito en su rostro. No había nada que pudiera decir. Mi única esperanza era que encontrara una manera de olvidar, de seguir adelante o de hacer lo que haría cualquier persona que se sintiera culpable de haber segado una vida.

Algún día le preguntaría cómo podía torturarse por haber matado a una persona cuando yo había asesinado a tantas que ya no llevaba la cuenta. Le preguntaría por qué yo le gustaba, cuando él odiaba tanto matar. Algún día señalaría lo extraño de eso.

Pero no ahora.

Me incorporé y me pasé las manos por el pelo. Evité la mirada de Callum. Necesitaba ducharme. Y ropa nueva. Todavía llevaba puesta su camiseta vieja tres tallas más grande que la mía; sin embargo, era imposible que tuvieran ropa para todos, así que lo más probable era que tuviera que lavarla.

—¿Wren?

Suspiré al escuchar el sonido de la voz de Micah fuera y me arrastré para tirar de la puerta de la tienda, que al abrirse me obligó a entrecerrar los ojos por la luz temprana del sol. Debía haber dormido quince horas.

—¿Sí?

Micah me miró, tenía las manos en las caderas.

—Estamos dividiendo a la gente en grupos para comenzar a limpiar y reconstruir hoy. ¿Quieres estar conmigo? Puedo llevarte a recorrer el complejo para mostrártelo todo.

Me puse de pie, tratando de pensar en un pretexto legítimo para quedarme en la tienda con Callum todo el día. No tenía ninguno.

—Claro —dije, ahogando un suspiro. Callum salió de la tienda y Micah no le extendió el ofrecimiento.

—¿Me puedo duchar primero? —señalé la ropa sucia—. ¿Y sería posible conseguir algo que ponerme?

—Sí, claro —se giró, indicando que lo siguiera—, por aquí.

—¿Quieres venir? —le pregunté a Callum.

Negó con la cabeza, mientras miraba a Micah divertido.

—Estoy bien, nos vemos luego.

Puse los ojos en blanco detrás de Micah y Callum sonrió ampliamente mientras me daba la vuelta para seguirlo.

Corrí hasta donde iba Micah. Todavía era temprano, el sol apenas comenzaba a salir, pero ya había muchos Reiniciados paseando por ahí. Examiné sus rostros.

—¿Uno-Cinco-Siete está aquí? —pregunté—. ¿Riley?

—Sí, ha salido a cazar con algunos de nosotros. Volverán pronto —me sonrió—. Va a estar contentísimo de verte. Habla de ti todo el tiempo.

El Riley que había conocido no hablaba mucho, quizá Micah estaba exagerando. Aun así, sentí alivio. Riley y yo no éramos exactamente amigos de la manera en que Ever y yo lo habíamos sido, pero me había sentido triste cuando pensé que había muerto.

Micah me llevó a una tienda mediana al fondo de la reserva, que se había utilizado como área de dormitorios improvisada. Había mantas y almohadas esparcidas por todos lados y algunos Reiniciados todavía dormían en los rincones. Había pilas de ropa en una mesa.

—Escoge lo que creas que te va bien —dijo Micah—. He hecho que todos entregaran la ropa extra que tenían para que los nuevos Reiniciados pudieran ponerse algo.

Me giré para mirar rápidamente, preguntándome si los Reiniciados de la reserva nos odiaban en secreto. Yo lo haría.

Cogí unos pantalones y una camiseta de manga larga que era más o menos de mi talla y volví a salir con Micah.

—Te veré allí, junto a la fogata, para desayunar cuando estés lista —me dijo.

Asentí y me dirigí al otro lado de la reserva, al área de duchas. Ayer me había dicho un Reiniciado que habían instalado el sistema de drenaje hacía varios años y parecía funcionar muy bien. Los cubículos del baño eran pequeños y cerrados, de madera, pero las duchas no tenían más que una pared que separaba una de la otra, con la parte de enfrente completamente abierta. No había cortina para cubrirse.

Cogí un diminuto pedazo de tela (parecía que habían cortado todas las toallas por la mitad) y me dirigí hasta la última de la fila, cuidando mantener las cicatrices de mi pecho escondidas mientras me duchaba rápidamente en el agua helada. Ya era suficientemente rara por aquí. No necesitaba que la gente susurrara sobre mis feas cicatrices también.

Temblé mientras me secaba con la toalla y alcanzaba mi ropa.

—Oye, Wren, ¿estás aquí?

Me detuve al escuchar la voz de Addie.

—¿Sí?

Sus pasos se acercaron y su cara apareció al otro lado de la pared.

—¡Oye! —le grité, apretándome la toalla contra el pecho. Gesticulé para que se fuera—. ¿Me puedes dar un minuto?

—Cielos, lo siento —su voz sonó molesta mientras retrocedía hasta desaparecer de mi vista—. No sabía que eso te pusiera así.

Rápidamente me metí una camiseta por la cabeza.

—Casi estoy vestida.

—Qué bien, porque tenemos un problema.

Suspiré mientras me subía los pantalones y me secaba el pelo con la toalla. Estupendo. Justo lo que necesitaba, más problemas.

Salí de la ducha y la encontré a un par de metros, cruzada de brazos. Eché la ropa sucia en un cubo etiquetado Lavandería y caminamos hasta la luz del sol.

—¿Cuál es el problema?

—Los maniáticos que dirigen este lugar son el problema —Addie lo dijo en voz alta, de modo que varios de los Reiniciados que estaban por ahí se giraron y fruncieron el ceño.

Me detuve y la miré.

—No creo que hacerlos enfadar ahora sea la mejor idea —le dije en voz baja.

—No me importa —señaló algo, aunque cuando seguí su dedo no pude discernir exactamente qué—. Esa loca está reuniendo a todas las chicas y les está diciendo que se saquen los chips anticonceptivos.

Arqueé las cejas.

—¿Qué loca?

—La pelirroja, Jules. La compinche de Micah.

—¿Le has dicho que no?

—Sí, le he dicho que no. Parece ser que es mi deber tener hijos. Parece ser que se alienta la procreación. Y como soy una Menos-Sesenta, me animan en especial —levantó las manos en el aire—. ¡Algunos de los Reiniciados de Austin están creyendo estas tonterías!

Me moví incómodamente mientras miraba de reojo a Jules, que estaba fuera de una tienda no muy lejana. Su pelo rojo flotaba en la brisa y mantenía los ojos entrecerrados mientras nos miraba.

Eso era extraño. Y no exactamente algo con lo que quisiera lidiar.

—No lo tienes que hacer—dije.

—¡Vaya que no lo tengo que hacer!

—¿Hay algún problema aquí?

Me di la vuelta para ver a Micah de pie detrás de mí, con una ceja arqueada. Me miró con calma, luego a Addie.

—Tu compinche quiere que me quite el chip anticonceptivo —dijo Addie.

Arqueó las cejas aún más.

—¿Mi compinche?

—Jules —le dije, mientras le dirigía una mirada de cálmate a Addie. Apenas la conocía y sus tendencias parlanchinas ya estaban poniéndome de nervios.

—Sí —ignoró mi mirada—, dice que es mi deber.

—Bueno, no sé si tu deber, pero aquí somos muy afectos a los niños Reiniciados —dijo Micah imparcialmente.

—No lo voy a hacer.

— La CAHR te esterilizó a la fuerza —dijo Micah.

—Eso no me molesta.

La mandíbula de Micah se movió, como si intentara controlar el mal genio.

—Debería ser su decisión —le dije en voz baja—. No la vas a obligar, ¿no?

Traté de mantener el tono de la pregunta ligero, pero en realidad estaba preocupada.

—No, es decisión suya.

Suspiró, como si estuviera decepcionado.

—Qué alivio —dijo Addie secamente—. Yo y mi fábrica de bebés vamos a decírselo a las demás.

No sabía si mirarla con exasperación o reírme por el comentario, y las comisuras de su boca se levantaron en una sonrisa cuando captó las dos expresiones en mi rostro. Borré de él todo rastro de diversión y me giré hacia Micah.

—Me sorprende que sobreviviera en la CAHR —dijo Micah, mirándola mientras se alejaba—. No parece recibir muy bien las órdenes.

Me encogí de hombros. Addie había estado en la CAHR durante seis años, así que debía haber hecho algo bien. Y yo no podía evitar pensar que quizá simplemente estaba cansada de que le dieran órdenes. Sin duda yo lo estaba.

Dos niños Reiniciados corrían alrededor de la fogata y Micah siguió mi mirada. Sonrió de oreja a oreja.

—¿Genial, no crees?

—Extraño —murmuré. La niña Reiniciada tenía unos cuatro años y gritó mientras una niña más pequeña la perseguía peligrosamente cerca del fuego. Nadie parecía preocuparse por eso, así que supuse que no importaría si las dos se caían y se asaban.

Si animaban a engendrar bebés Reiniciados, no parecía haber mucha gente dispuesta a hacerlo. Sólo había visto al bebé anoche y a otro niño, además de las dos pequeñas cerca de la fogata.

—¿Hay muchos niños? —le pregunté.

Micah se dirigió hacia la mesa de comida y me hizo señas para que lo siguiera.

—No —dijo, cabizbajo, mientras me pasaba un plato hondo—. Había más, pero ya se fueron.

—¿Adónde? —pregunté. Una chica como de mi edad me puso avena en el plato. En realidad, casi todos tenían mi edad, más o menos. La composición del lugar era parecida a la de la CAHR, con la mayoría de los Reiniciados entre los doce y los veinte años. ¿No debería haber más gente alrededor de la edad de Micah? ¿O más mayores?

Se quedó en silencio hasta que nos sentamos en suelo.

—Teníamos más gente como hasta hace un año —hablaba en voz baja.

—¿Adónde se fueron? —apreté la cuchara con más fuerza.

—Un grupo de alrededor de cincuenta se fue por su cuenta.

Arqueé las cejas.

—¿Por qué?

—¿Has notado que no hay muchos Reiniciados adultos en la reserva?

Asentí.

—Tuvimos una discusión —contestó—. La generación mayor no estaba contenta, no le gustaba cómo dirigía las cosas, así que se marchó. La mayoría de la gente con niños decidió acompañarla. Creyeron que estarían más seguros lejos de aquí.

—¿Y sabes adónde fueron?

La idea de una segunda comunidad segura para Reiniciados era reconfortante, en especial si ésta no funcionaba.

—Todos murieron —dijo Micah. Una expresión de dolor cruzó por su rostro—. Traté de decirles que no era seguro, que nuestras mayores ventajas eran nuestro número y nuestras armas, pero se fueron de todos modos. Los encontré una semana después, cuando salí de cacería. Parece que la CAHR los atrapó.

—¿Fueron hacia el Sur? —pregunté, sorprendida.

—Más bien hacia el Oeste —dijo Micah, protegiéndose los ojos con el dorso de la mano mientras miraba hacia el sol—. Pero la CAHR tiene maneras de rastrear y cazar a los Reiniciados en todos lados.

Tragué un poco de avena, mientras me atravesaba una punzada de miedo. Si eso era cierto, mi plan de emergencia de escapar con Callum no parecía bueno.

—¿Cómo los atrapó la CAHR? —pregunté—. ¿No iban armados?

—Apenas. Nuestras armas son de la reserva. No se las iba a dar a un grupo de desertores. Se llevaron lo que tenían, pero no les bastó. Por lo visto, la CAHR mandó a muchos oficiales, más de los que pudieran combatir.

Parecía que Micah tenía más que suficientes armas. Me pregunté si todos en la reserva habían estado de acuerdo con que dejara ir a unos Reiniciados escasamente armados para defenderse.

—¿Cuánta gente hay aquí ahora? —pregunté.

—Poco más de cien, quizá ciento quince. Éramos ciento veintisiete ayer, antes de que llegarais, pero todavía estoy esperando un conteo preciso de las bajas —se puso de pie de un salto y se aclaró la garganta—. ¿Ya has terminado? Te llevaré a hacer el recorrido.

Quería preguntar exactamente por qué se habían ido los Reiniciados, pero la forma en que Micah había dicho que porque no les gustaba cómo dirigía las cosas me hizo dudar de que pudiera obtener una respuesta completa. Quizá sería mejor preguntárselo a Riley o a alguno de los Reiniciados de aquí.

Dejamos nuestros platos para que los lavaran y seguí a Micah por la reserva. Señaló los lugares donde fabricaban la ropa y otros artículos indispensables, como jabón y muebles. Usaban una tienda como escuela, y dijo que los Reiniciados más jóvenes de Austin deberían asistir de nuevo. Tal vez tenía razón. Yo había logrado conservar gran parte de mi educación, pero no había tenido ninguna otra después de los doce años. Quizás ir a esa tienda sería bueno para mí también.

Me llevó afuera y caminamos hasta el borde de sus extensos cultivos. Cosechaban avena, trigo y judías, entre otras cosas. Un enorme establo era una de las únicas estructuras permanentes del conjunto y estaba repleto de ganado.

Había que reconocérselo a Micah. El lugar estaba organizado y prosperando bajo su mando. Me daba la sensación de que si la CAHR lo dejara a cargo de las ciudades las limpiaría en menos de un mes y los tendría a todos alimentados, vestidos y organizados.

—¿Habrá suficiente comida para alimentarnos a todos con un centenar de personas más? —le pregunté mientras comenzábamos a caminar de vuelta a la reserva—. No sé mucho sobre cultivos, pero ya habéis cosechado todo lo de la temporada pasada, ¿verdad?

Asintió.

—Estaremos bien, aunque quizás un tanto limitados. También tenemos algunas hortalizas en la reserva. Estoy trabajando en un plan para asegurarme de atenderos a todos. Además, todavía estábamos produciendo suficiente para los Reiniciados que se fueron.

Parecía triste cada vez que hablaba de ellos y sentí un poco de lástima por él. Debía haber sido una enorme carga cuidar a tantos Reiniciados, mientras la CAHR constantemente trataba de matarlos.

—El equipo de cacería ya debería haber vuelto—murmuró, mientras clavaba la vista en el cielo—. Estaba programado que regresaran esta mañana.

—¿Normalmente regresan a tiempo?

—Sí, cuando va Riley. Lo conoces, no se desvía del plan.

Era cierto. Había sido un entrenador incluso más estricto que yo. Probablemente habría dejado que el oficial Mayer matara a Callum sin protestar.

—¿Dónde están? —pregunté—. ¿Puedes ir a buscarlos?

—Vamos a ver si han logrado que uno de los transbordadores funcionara —dijo—. Han ido muy lejos, como a doscientos kilómetros al norte, pero no nos llevará mucho tiempo en un transbordador.

Arqueé las cejas sorprendida. ¿Iban tan lejos para cazar? Debían haber arrasado esta zona por completo. ¿O la gente siempre tenía que cubrir tanto terreno para cazar? Nunca había cazado, así que quizás era normal.

Entramos en la reserva y fuimos por el camino de tierra hacia la reja principal. Los Reiniciados estaban ocupados montando tiendas y limpiando escombros. Habían hecho grandes progresos en apenas el par de horas que yo llevaba con Micah. Comenzaba a parecer que nada había sucedido.

Había dos transbordadores fuera, frente a la reserva. Había Reiniciados alrededor de ambos y unos cuantos más paseaban por ahí recogiendo basura. Uno de los transbordadores estaba en mal estado, con un flanco completamente golpeado, pero el otro podía haber estado peor. Estaba abollado y sucio, le faltaba una pequeña esquina del lado del piloto trasero, pero aparte de eso no estaba mal.

Nos acercamos al transbordador bueno y alcancé a ver a Callum en el asiento del piloto, con el ceño fruncido mientras jugueteaba con algo en el tablero. Tenía grasa en las manos y en los brazos, como si hubiera trabajado en otras partes también.

—¿Éste funciona? —preguntó Micah.

Callum levantó la cabeza y sonrió al verme.

—Sí. Hemos reemplazado un par de piezas con otras de los transbordadores más destruidos y acabo de reparar el sistema de navegación.

Micah lo miró sorprendido y se inclinó sobre él para examinar el tablero.

—Gracias, buen trabajo. No es que yo sepa cómo usar el sistema de navegación —se carcajeó.

Callum salió del transbordador de un salto.

—No hay problema, puedo enseñarte algún día si quieres —se limpió las manos en los pantalones—. ¿Vais a algún lado?

—Nuestro grupo de cacería no ha regresado. Estoy empezando a preocuparme un poco —se giró hacia mí—. ¿Quieres venir? Si hubiera problemas me podría servir tu ayuda.

Vacilé mientras miraba a Callum de reojo. No me entusiasmaba precisamente la idea de saltar a un transbordador para correr tras los problemas de nuevo.

—No deberíamos tardar mucho. Volveríamos a más tardar esta noche. Y si están bien, quizá nosotros podamos ir de cacería —Micah me dio un golpe ligero en el hombro—. La caza es estupenda, creo que te gustaría.

Tal vez tenía razón en eso. Lo más seguro es que fuera como cazar asignaciones en Rosa, sólo que los venados y los conejos podían correr más rápido. Sería un mayor desafío, sin tener a los humanos ladrándome órdenes al oído.

—Sí, está bien —le respondí.

—Puedes venir también, si quieres —le dijo Micah a Callum.

Me hizo una cara de que preferiría no hacerlo y casi me reí. No imaginaba a Callum disfrutando al dispararles a los animales; ni siquiera disfrutaba comiéndoselos.

—Creo que mejor paso —dijo. Señaló el otro transbordador—. Vamos a trabajar en el que sigue.

Micah asintió.

—Entonces voy a por Jules y Kyle —me tocó el brazo—. ¿Quieres esperar aquí un minuto? Voy a traerte armas.

Asentí, corrió de vuelta por las rejas y desapareció por la esquina.

—¿Todo bien? —preguntó Callum, dando un paso hacia mí.

Asentí y una sonrisa se me extendió por el rostro, mientras bajaba la mirada hacia sus brazos cubiertos de grasa. Parecía feliz y relajado. No estaba segura de haber visto esa expresión en su cara antes.

—Bien —le dije. Decidí no contarle lo de Addie y los chips anticonceptivos. Era una conversación incómoda y de todos modos no era relevante para nosotros por el momento.

Cerré la mano sobre mi brazo superior, donde estaba mi propio chip. Me lo dejaría puesto por si las dudas.

—No te molesta que no vaya contigo, ¿verdad? —sonrió de oreja a oreja—. Creo que los dos sabemos que sería muy malo cazando.

Di un paso hacia delante y me levanté de puntillas para rozar mis labios con los suyos.

—No iba a decir eso. Pero sí, probablemente sea mejor que no vengas.

Se carcajeó y se inclinó hacia delante para besarme de nuevo, mientras mantenía los brazos a los costados. Coloqué las manos en su pecho y me derretí en su beso, sin importarme los Reiniciados que nos rodeaban.

—Esta noche, cuando regreses, hagamos esto —dijo, alejándose ligeramente y besándome en la mejilla—. Nada de atacar ni socializar ni cazar. Sólo esto.

—De acuerdo.

Lo acaricié con las manos hasta el cuello y suspiré.

—Ahora desearía no ir de caza.

—Creo que está bien que accedas. Si nos quedamos, lo tuyo probablemente será cazar. Cazar y salvar a la gente. Tus dos cosas favoritas.

Solté una carcajada suave. No estaba segura de lo segundo —él era la única persona a la que había salvado—, pero cazar probablemente era lo mío. Era agradable pensar que podría haber algo aquí para lo que fuera buena. Nunca había sido buena en nada más que cazar a humanos para la CAHR y eso no era algo que planeara volver a hacer.

—¡Wren! ¿Lista?

Miré hacia atrás para ver a Micah de pie junto al transbordador con Jules y Kyle. Una joven Reiniciada estaba sentada en el asiento del piloto y el transbordador se encendió con un rugido. Me alejé de Callum con un suspiro.

—Nos vemos.

—Adiós. Que no te disparen.

Rebeldes

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