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CAPÍTULO CINCO
CALLUM

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Fruncí el ceño al ver todos los controles de vuelo destruidos frente a mí y toqué el lugar donde solía estar el botón. Este transbordador estaba en peor estado que aquél en el que Wren y Micah acababan de despegar, pero tal vez aún podía repararlo.

—¿Necesitas algo de esto?

Isaac estaba de pie junto a la puerta, con una bolsa de piezas surtidas de transbordador en las manos.

—Puede ser —cogí la bolsa y la dejé caer en el asiento junto a mí—. Gracias.

—De nada.

Deslizó las manos en los bolsillos y se apoyó en la puerta. Su tendencia a jorobarse lo hacía parecer todavía más bajo de lo que era—. Limpiar el transbordador es el trabajo que casi todos evitan.

Sonreí mientras revisaba el contenido de la bolsa.

—Probablemente porque primero hemos tenido que sacar algunas partes de cuerpos —me encogí de hombros—. Pero soy muy bueno con la tecnología, así que he pensado que podría ser útil.

—Muy bueno—dijo—. La mayoría de los Reiniciados llega sin saber mucho más allá de cómo golpear a la gente.

Puse los ojos en blanco. La CAHR y sus estúpidas prioridades.

—Ya lo creo.

—¿De dónde dijiste que eras? —preguntó.

—Austin.

—Nunca he estado ahí; de hecho, nunca he estado en ninguna de las ciudades. ¿Es bonito?

Lo miré confundido.

—¿Nunca has ido a las ciudades? ¿Naciste aquí?

—Sí.

—Ah, ¿naciste como Reiniciado? —pregunté, sorprendido. ¿No habían dicho que a los bebés Reiniciados no les daban números?

—No.

—Oh —esperé que ahondara en su explicación, pero no lo hizo. Se estaba guardando algo y, por la manera en que evitaba mis ojos y fruncía el ceño, no era algo bueno.

Eché un vistazo rápido a la escena detrás él. Alrededor de diez Reiniciados se paseaban por ahí, recogiendo piezas del transbordador o trabajando en la barda. Parte de la seriedad de ayer había desaparecido, pero los Reiniciados de la reserva no parecían esforzarse mucho por hablar con los recién llegados. De hecho, sólo Isaac se había acercado a mí.

Volví la atención de nuevo al desastre que tenía enfrente. Tampoco yo me había acercado a alguno de ellos, así que quizá todos nos estábamos adaptando todavía. Cogí un botón y traté de hacerlo caber en el hueco del tablero. No tuve suerte.

—Así que, Austin —dijo Isaac, cruzando los brazos sobre su pecho—. ¿Es bonito?

Me encogí de hombros.

—Está bien.

Cuando pensaba en Austin, lo único que podía ver era a mis padres cerrándome la puerta en la cara y lo único que podía oír era el grito ahogado de ese hombre al que había asesinado, mientras cerraba los dedos alrededor de su garganta.

Cerré los ojos y tragué saliva. En parte, sentía alivio por recuperar los recuerdos que había perdido. Habían comenzado a volver de nuevo, poco a poco, la noche anterior. Haberle saltado encima a esa mujer en el restaurante, el olor de su carne abrumándome. Esperar a Wren para que cogiera a Addie y distraerme con el movimiento en la siguiente casa. Romper la puerta y saltar sobre el hombre.

Abrí los ojos con un suspiro. Isaac me miraba fijamente, con el rostro contraído de compasión.

—Vosotros los de la CAHR estáis hechos un verdadero desastre, ¿no?

—Es probable —dije, con un toque de diversión.

—¿Cómo es ahí dentro?

—Dentro de las instalaciones no lo pasas tan mal. Me dieron muchas palizas los primeros días, pero después eso paró y sólo Wren me pateaba el trasero, lo cual era más o menos divertido.

Me miró perplejo.

—En serio estáis hechos un desastre… Todos vosotros.

—Ella era mi entrenadora —dije con una carcajada—. Era amable mientras lo hacía.

—Ah, bueno, pues si era amable mientras lo hacía…

—Las misiones en las que debíamos salir y capturar humanos eran horribles. Tal vez habría muerto en menos de un año de haberme quedado —suspiré—. Los humanos de verdad nos odian.

Isaac asintió mientras daba un paso atrás.

—Bueno, pues quizás a veces tienen algo de razón, ¿no?

Lo miré sorprendido.

—¿A qué te refieres?

—Yo tendría miedo de nosotros, si fuera ellos. Somos más rudos y fuertes y la mayoría les puede patear el trasero gracias a la CAHR.

Tenía algo de razón. Como humano yo había tenido más curiosidad sobre los Reiniciados, pero definitivamente me daban miedo. Nunca me había encontrado con un Reiniciado hasta que me volví uno de ellos, pero de haberlo hecho también habría huido corriendo.

Sin embargo, podía decir sin asomo de duda que jamás habría cogido un bate para romperles la cabeza. Tan sólo el recuerdo del ataque de los humanos en Rosa me provocaba escalofríos. Por un momento había entendido la aversión que Wren sentía por ellos.

—¿Te gusta este lugar? —pregunté.

—Sí —se encogió de hombros—. Digo, podría ser peor, ¿no? Podría estar en la CAHR.

—Cierto.

—No está tan mal. Para cuando llegué, casi todos los problemas se habían solucionado. Tienen cultivos estables y todos tienen comida y ropa.

—Solía trabajar en los campos de Austin antes de Reiniciar —dije—. Podría ayudar con eso aquí.

—Bien —dijo Isaac, como si estuviera realmente impresionado—. Más habilidades útiles. Podrías comenzar a gustarle a Micah casi tanto como le gusta tu novia.

Lo miré molesto y soltó un bufido de diversión, que se desvaneció cuando vio algo en la distancia. Me asomé por la puerta del transbordador para ver a Beth y Addie dirigiéndose hacia mí, con los rostros serios. Me giré hacia Isaac de nuevo, pero ya se alejaba caminando.

Salté del transbordador y me limpié las manos en los pantalones mientras se acercaban. Addie estaba pálida y Beth se tiraba del pelo nerviosa.

—¿Has visto a Wren? —preguntó Addie.

—Se ha ido con Micah —bajé la voz y me acerqué a ella—. Regresa esta noche. ¿Todo bien?

Beth y Addie intercambiaron una expresión de horror y una sensación de náusea comenzó a crecer en mi estómago.

—¿A cazar? —dijo Addie. Su voz era apenas un susurro.

—Técnicamente ha ido a buscar a los Reiniciados que no han regresado, pero creo que iban a cazar si podían —tragué saliva—. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

—¿Le han dicho qué era la cacería? —los ojos de Addie estaban grandes, la preocupación se mezclaba con el miedo.

—No… no lo sé —la miré a ella y luego a Beth—. ¿Qué es la cacería?

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